sábado, 30 de abril de 2011

Crónica de un viernes agitado

Desde temprano, el viernes 29 de abril se mostró agitado. Después de saludar a Oliver, mi gato, por el día del animal, calentar una taza de café y hacer todas las cosas cotidianas que uno realiza –al menos yo- cuando me levanto, me dispuse a hacer una recorrida por los canales informativos antes de ir a trabajar. La boda real parecía protagonizar el espacio de la pantalla. El glamour, la suntuosidad, el desperdicio, la superficialidad de los locutores, el sometimiento de los colonizados… todo eso, en pocos minutos de exposición de mis pupilas. En muchos canales, lo que se ponía en evidencia era una especie de envidia, como si desde los estudios se esforzaran por convencer al espectador de que todo lo que nos pasa como país es por no tener algo así. Gracias, no compro.
Mientras tanto, en CABA, nuestra aldea, se preparaba un acto distinto: los salvajes sindicalistas se aprestaban a cortar las calles para exhibir su monstruoso y grasiento poder. El trato era distinto. Problemas con el tránsito, temor ante los posibles disturbios, saqueos, groserías, la mugre futura de una turba descontrolada. Si por lo menos fueran vestidos de gala, otra sería la historieta. Pero no, los trabajadores argentinos se niegan a vestirse con los cortes de los estilistas internacionales y sólo se visten como trabajadores. Un bochorno. Mientras tanto, las escuelas que están en la zona y bajo la administración porteña suspendieron las clases, no para apoyar el festejo masivo por el día del trabajador, sino por miedo. Si al menos Hugo Moyano tuviera un título nobiliario, como el Marqués Vargas Llosa… pero no. Es un camionero y sobre todo grandote y de piel oscura. Maldito el que inventó el aceite antes de las invasiones inglesas.
Pero nada pasó. Los temores prejuiciosos tuvieron que encontrar un lugar oscuro, secreto donde esconderse. Los cronistas que buscaron desmanes, disturbios, agresiones tuvieron que volver al móvil con las manos vacías. Ni un vidrio rompieron esos desubicados sindicalistas. No sirven ni para generar malas noticias. ¿Cómo es posible que tantos miles y miles de personas no aplasten siquiera una plantita de la 9 de julio? Claro, antes era fácil demonizar a los trabajadores movilizados. Cuando estaban desocupados, hambreados, furiosos por la exclusión del sistema… entonces sí eran funcionales a la mala onda. ¿Pero de qué sirven los trabajadores cuando celebran un 1º de mayo contentos, satisfechos, manifestando su acuerdo con un modelo, expresando su deseo de ir por más, cuando apoyan a un gobierno?
Claro, no es lo mismo la divina muchedumbre británica adorando a sus semidioses que la turbamulta local con banderas provocativas y setentosas expresando su pasión por una presidenta plebeya.

viernes, 29 de abril de 2011

El subeybaja de la no-política


La verdad, hablar de los candidatos presidenciales para las elecciones de octubre es una tarea sumamente difícil, pero no por las complicaciones a la hora de analizar el modelo de país que proponen, sino por el solo hecho de conocer sus caras. Las postulaciones parecen apenas tímidos asomos por una puerta entornada. No terminan de anunciar su candidatura que ya se están bajando. Es como jugar al sube y baja. Presentan su renuncia a lo que todavía no habían anunciado. A cualquier cosa juegan, menos a la política.
Ayer a la mañana, el radical Angel Rozas afirmó que no es posible hacer un acuerdo electoral con Mauricio Macri, pero a las pocas horas, Ricardo Alfonsín –también radical- coqueteaba con la posibilidad de un acuerdo electoral con el Jefe de Gobierno porteño. A su vez, Macri declaró que su candidatura a la presidencia está en stand by, que es como está desde que apareció en la escena de la política. Y Alfonsín, con la coherencia ideológica que lo caracteriza, había dicho hace una semana que Macri era su límite. Pero ahora no, no sé si se entiende. Es un sí pero no. O no pero sí.
Cuando Alfonsín le decía que no a Macri pensaba en un sí a De Narváez. El no a Macri es comprensible: no hay coincidencia ideológica entre el radicalismo y el PRO. Aunque el radicalismo dejó de ser hace mucho tiempo un partido ideológicamente radical –es decir, lo más revolucionario que pueda uno imaginarse- tomó al PRO como límite. Ahora ya no es un límite. Todo es posible con tal de derrotar a Cristina.
Es increíble. La coherencia ideológica y programática que exhibía el radicalismo al rechazar las ideas de Macri se rompe cuando se acercan a De Narváez. ¿Qué diferencias encontraba el radicalismo entre Macri y De Narváez?¿Que lo hacía acercarse a uno y alejarse del otro? Pero pregunto en serio. No es sólo una chicana K.
Cuando Mauricio Macri presentó su propuesta para rejuntar a la oposición en un bloque único con vistas a las elecciones presidenciales, desde este modesto espacio se planteó que eso no es hacer política, sino hacer trampas. Negar las diferencias ideológicas que existen entre los diferentes espacios políticos para sumar porotos no es hacer política, no es construir, sino todo lo contrario.
En apariencia, lo que quieren es convertir las elecciones presidenciales de octubre en un ballotage anticipado para que todo el arco opositor, variopinto desde sus orígenes ideológicos y desde sus intenciones de gobierno, vaya en un solo bloque, porque es la única manera que encuentran para derrotar, para destruir, al actual modelo de país que desde el gobierno se está construyendo. Quieren hacer cualquier cosa menos decir lo que quieren hacer. Dejan de lado la ideología, la manera de ver el mundo y actuar sobre él, sólo para patear el tablero. Por eso la actitud de la oposición es destructiva. La ideología no es un accidente de la política, sino su esencia. Desde ella es que se analiza la realidad y se la modifica. Estos personeros de la nada sólo quieren volver al neoliberalismo noventoso con diferentes matices y poner nuestro país al servicio de la economía de las grandes corporaciones. Estos salvadores con pies de barro se escudan detrás de la no-política, del cinismo del consenso, de la hipocresía del bienestar de “nuestra gente”, de la monstruosidad de la reconciliación nacional para defender intereses que no son los de todos los argentinos. Quieren hacer negocios de la peor especie y es por eso –sólo por eso- que callan sus propuestas. No es que no las tengan. Sólo las callan.

miércoles, 27 de abril de 2011

Jano, Victoria y Néstor juntos por un futuro

Anoche me acordé de uno de los dioses romanos más interesantes, Jano, hijo de Creusa y de Apolo. Este dios tenía dos caras: una ubicada normalmente al frente de su cabeza, como todos y la otra en la nuca. Era el dios de las puertas, de los inicios, por eso el primer mes del año tiene su nombre en honor a él, ianarus, enero. Su mirada estaba posada en el porvenir, pero también en el pasado. Y esto no es un alarde de erudición, sino que anoche me acordé de esta figura mítica, mientras asimilaba el testimonio de Victoria, una nieta recuperada. Victoria Montenegro estuvo en muchos medios –bueno, no en todos- contando su historia, desconcertante,  dura como todas las historias entretejidas en los setenta.
Durante muchos años, Victoria se llamó María Sol, nombre que eligieron sus apropiadores para inventarle otra historia. Germán, al que durante mucho tiempo llamó “papá”, fue el que asesinó a sus padres biológicos y se quedó con ella, como un trofeo de guerra. Hasta los veinte años, más o menos, Victoria estaba convencida de la versión de la historia que le habían contado sus apropiadores: que hubo una guerra, que las Abuelas eran una banda organizada que querían destruir a La Familia Cristiana, que los subversivos habían perdido la guerra con las armas pero que, como son muy inteligentes, están ganando la guerra ideológica… Estuvo durante mucho tiempo convencida de que sus apropiadores eran sus padres biológicos. Después, cuando supo que no lo eran, los colocó en el pedestal de los salvadores,  porque la sustrajeron de las garras de la subversión.
Ella dice que es una desaparecida que apareció. Le costó mucho recuperar su identidad, asimilar la otra verdad –la verdadera-,  entablar lazos con su familia biológica, a los que consideraba ‘enemigos’, descubrir que al que había conocido como su padre era en realidad un asesino.
En las entrevistas televisivas uno la ve muy suelta, segura, firme al contar las contradicciones que se generaban ante tanto licuado histórico, ante tanta falsedad, ante tanto odio. Su testimonio no es lacrimógeno, sino conmovedor. Desde su presente, reconstruye su pasado mirando hacia el futuro. Por eso pensé en Jano.
Hoy hace seis meses que falleció el Hombre que posibilitó todo esto. El presidente que entró silbando bajito en nuestra historia afirmando que no iba a dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada y no las dejó, sino que las convirtió en bandera, las potenció y nos transformó a todos. Hoy tenemos un futuro porque ese Hombre rompió con la amnesia, desempolvó las denuncias y dejó vía libre para una cantidad enorme de juicios y condenas. Y descolgó un cuadro, todo un símbolo de una convicción.
Y no sólo eso. Nos convenció de que la mejor manera de construir un país en serio, inclusivo, sólido y solidario, para todos es a través de la construcción política, sin hipocresías, sin dobles discursos, sin someterse a los grupos económicos y castas sociales que gobernaron durante muchos años sin haber sido votados jamás.
Ese hombre nos invitó a mirar nuevamente nuestro pasado, a comprenderlo, a condenarlo, a recordarlo y homenajear a sus mártires. Y también nos invitó a mirar hacia adelante. Por eso pensé en Jano.
Qué casualidad, ¿no? Néstor Kirchner, ese Hombre del que estoy hablando, como Jano, también parecía tener su mirada posada en dos momentos a la vez y tal vez por eso abarcaba tanto. Tanto abarcaba su mirada, que nos habilitó la posibilidad de construir un nuevo país.  


lunes, 25 de abril de 2011

Populares, populistas y demagogos

En los últimos tiempos, lo más interesante que está ocurriendo –al menos desde el punto de vista discursivo y simbólico- es el debate, la discusión, la reformulación de términos que parecían estar en el congelador. Por supuesto, tanto la última dictadura como el aluvión neoliberal de los noventa contribuyeron a construir el museo de las significaciones, donde muchos conceptos fueron embalsamados y sacados del medio.
Hoy, al menos un sector importante de la sociedad, está dispuesto a desempolvar ciertos términos y no dejarse engañar por los simples formulismos y consignas que algunos esgrimen como si fuesen palabras mágicas. La semana pasada estuvo en nuestro país el filósofo español Fernando Savater y tal vez sin saberlo, se sumó a la ola de intelectuales extranjeros que vienen a apoyar a la desvalida oposición. Tanto Savater como Vargas Llosa califican al gobierno de Cristina, Chávez, Evo Morales y Correa como ‘populistas’ y con eso, parece estar todo dicho. Por supuesto, de esta manera pretenden descalificar las acciones de cualquier gobierno que intente modificar las reglas de juego del imperio de las grandes corporaciones económicas.
En un modesto intento de esclarecer un poco la discusión, este humilde blog va a aportar una modesta distinción entre algunos términos en cuestión. Cuando desde ciertos sectores se habla de ‘populismo’, se está definiendo a un gobierno  como cercano a lo demagógico. Supuestamente, lo peor que le puede pasar a una democracia es caer en el populismo demagógico.
Veamos las diferencias que existen entre estos tres términos: popular, populista y demagógico.
Tanto lo popular como lo populista, tiene una raíz en el pueblo, generalmente definido como los sectores más desprotegidos de una sociedad, los más desfavorecidos, los más saqueados. Un gobierno popular sería aquél que atiende las demandas de los sectores más excluidos de la población, que a través de ciertas medidas los sustrae del lugar al que han sido marginados y garantiza los derechos elementales y poco a poco los incorpora a una vida digna.
Cuando se habla de populismo, se agrega un plus discursivo y efectivo que se relaciona con el origen de la marginalidad. La pobreza, la exclusión no son producto de una enfermedad, no es una bacteria que se incorpora en el organismo de algunos miembros de la sociedad y los convierte en pobres. La pobreza es el resultado del capitalismo más extremo y salvaje, ávido de riquezas y nunca satisfecho. Entonces, el populismo no sólo ataca los resultados de la acción avaricienta de los sectores más concentrados de la economía sino también a quienes dan sustento ideológico a esa acción, a las élites siempre privilegiadas, a los partidos tradicionales cómplices o aliados en ese saqueo. Claro, un gobierno populista necesita transformar hasta cierto punto las reglas del juego para que las medidas tengan un resultado real sobre la población más vulnerable. Es en este punto donde radica el problema. Los exponentes de esas clases, sus defensores, apelan al término populista para desacreditar las acciones de un gobierno así y lo convierten casi en un sinónimo de ‘demagogia’.
La demagogia es una distorsión de la democracia que sólo apela al plano discursivo. Las transformaciones que enumera un demagogo son sólo superficiales y se basan en la adulación excesiva del destinatario de un discurso. El demagogo maquilla una sociedad desigual, construye una ficción a partir de meras promesas.
Tomemos un par de ejemplos. El “Fútbol para todos” puede parecer una medida demagógica cercana a la metáfora del pan y circo. El gobierno distrae la atención del pueblo garantizando el acceso a la transmisión de los partidos y lo aleja de los problemas reales, como la dificultad para adquirir alimentos, por ejemplo. El “Fútbol para todos” oculta los problemas reales de los sectores vulnerables de la población. En un contexto de crisis, una medida así maquillaría la dificultad para eliminar la pobreza. Sin embargo, la transmisión en la televisión abierta de los partidos del torneo nacional es una decisión que se tomó en un contexto de recuperación económica y de redistribución del ingreso que la transforma en una medida populista, pero no demagógica. Si se hubiese realizado en marzo de 2002, a pocos meses de estallar la crisis económica más grave por la que atravesó nuestro país, entonces sí podría catalogarse como una medida demagógica.  El mismo análisis podría hacerse con los feriados de carnaval. Los límites entre lo populista y lo demagógico se clarifican de acuerdo al contexto económico. Lo populista apunta a transformaciones profundas en el reparto de los ingresos y ataca la desigualdad. Lo demagógico oculta esa necesidad de transformación y sólo resulta efectista y superficial.
Por supuesto que el debate no se agota en estas líneas y no es el objetivo hacerlo. Pero, al menos, cuando escuchemos que alguien utiliza la calificación de populista a un gobierno, pensemos en quién lo dice, por qué lo dice, para qué lo dice y para defender a quién lo dice. Tal vez empecemos a comprender que ‘populismo’ no es un defecto, sino una virtud.

domingo, 24 de abril de 2011

Sobre las opiniones y los principios

El sábado a la noche estuvo como crítico invitado en TVR el periodista rosarino Reynaldo Sietecase. En un momento del programa, en el que hablaba de la necesidad de incluir en la TV pública espacios en donde se escuchen otras voces, además de las coincidentes con el gobierno nacional,  deslizó la idea de que el hecho de que una persona piense diferente no lo convierte en el enemigo. Esa idea también circula en periodistas que intentan esconder su subjetividad detrás de una actitud conciliadora, como por ejemplo, Ernesto Tenembaun. Está claro que hablar de enemigo es algo muy fuerte. Un  adversario no necesariamente es un enemigo y una diferencia de opiniones no debe conducirme a eliminar a media Humanidad.
Hace no mucho tiempo, en el programa radial de Magdalena Ruiz Guiñazú, Eduardo Duhalde expresaba que quería un país “en el que nos entendamos todos, el que quiere a Videla y el que no lo quiere”. La frase suena mal, tanto por lo que dice como por quién lo dice. Si alguien dice esto en la cola del supermercado no pasaría a mayores, aunque merezca expresiones de sorpresa o de espanto por parte de las personas presentes. Pero, ventilada por una persona pública con el peso y la historia de Duhalde con el tono conciliador y pueril propio de una frase de Anteojito, suena casi como una declaración de guerra. Querer a Videla –en este contexto- no es tener un sentimiento de aprecio a la persona llamada Jorge Rafael Videla. Puede haber personas próximas a él –familiares, amigos, etc- que lo quieran. Pero en la frase de Duhalde, “Videla” es más que el sujeto de carne y hueso, es el símbolo de la última dictadura, es el horror de siete años de nuestra historia que aún no pudimos superar, son los años en los que se trató de esconder bajo la alfombra todo lo ocurrido y cualquier idea de justicia. Querer o no querer a Videla (querer o no querer todo lo antes mencionado) no es una cuestión de opiniones, sino de principios.
Lo mismo ocurre con algunos políticos de la oposición que proponen (dicho esto con mucha generosidad) un modelo de país que se instaló durante más de treinta años y generó millones de ciudadanos excluidos, empobrecidos, marginales. Quien proponga ideas como ésta, quien justifique la sobre explotación laboral en cualquier área, quien sostenga una injusta distribución del ingreso, ¿debe ser visto como alguien que expresa una idea diferente o como alguien que quiere destruir la débil equidad que hemos logrado en estos años? Quien proponga la profundización de la desigualdad como sistema político y económico, ¿es sólo un adversario o un enemigo?
Por eso, esas frases conciliadoras me suenan mal. Una cosa es una opinión y otra un principio. Este es un buen momento para comenzar a hablar con claridad, a construir un modelo de país con principios sólidos y universales. Los argentinos debemos marchar juntos, no amontonados.

viernes, 22 de abril de 2011

El modelo de Vargas Llosa

Hace unos meses se desató el escándalo, más fogoneado por los buitres mediáticos que por los protagonistas de carne y hueso. No creo que sea necesario hacer una crónica de las intenciones de Horacio González, pero una buena síntesis tal vez valga la pena. El director de la Biblioteca Nacional envió una carta a las autoridades de la Cámara del Libro para solicitar que revean la decisión de invitar a Mario Vargas Llosa para dictar la conferencia inaugural de la 37ª Feria del Libro. Ese espacio siempre ha sido ocupado por algún intelectual argentino y resultaba llamativo que este año no se hiciera así. A partir de allí todo pasó. Censura, veto, prohibición y toda una artillería de estupideces histéricas que se utilizaron para configurar un escenario de autoritarismo en nuestro país. En fin, la intervención de la Presidenta, considero que innecesaria, obligó a Horacio González a bajar un poco el tono de la discusión.
Después de muchos fogoneos y expectativas, ayer habló Mario en la Feria del Libro y casi nada de lo que se esperaba pasó. No hubo militantes kirchneristas desbocados insultando al Marqués ni tampoco hordas anti K pidiendo la cabeza de Cristina como trofeo de guerra. Pasó lo que tenía que pasar.
Desde su llegada a Buenos Aires, el escritor ex peruano y ahora inundado de noble sangre española por el título de marqués otorgado por el Rey de España se reunió con algunos exponentes de la oposición en lugares paquetes, recibió honores por parte del Gobierno de la Ciudad, asistió al programa “A dos voces” y ayer habló en la Feria.
Según algunos medios periodísticos tanto en su conferencia como en la entrevista pública posterior a cargo del periodista José Fernández Díaz, Vargas Llosa puso paños fríos. En la transmisión en vivo de TN se lo vio muy relajado, muy conciliador, lejos de aquél que pregonaba en muchos medios extranjeros “el desastre que estaba viviendo Argentina”, “cuando pienso en Argentina me dan ganas de llorar”, “¿cómo ha podido subdesarrollarse tanto?” y otras delicadezas por el estilo.
En la entrevista pública, ante una asistencia de doscientas personas en La sala Jorge Luis Borges y otro tanto que seguía el diálogo en pantallas estratégicamente colocadas en toda la feria, Vargas Llosa deslizó algunas contenidas y sutiles críticas a la actualidad argentina. Un botón, como muestra. “A principios del siglo XX Argentina era un país del Primer Mundo –aseguró en un tono casi tierno– cuando tres cuartas partes de Europa eran todavía el Tercer Mundo. Llegó a tener un sistema educativo tan avanzado que fue un modelo para el mundo. Casi llegó a acabar con el analfabetismo. Era una realidad que maravillaba al resto del mundo a principios del siglo XX. ¿Qué pasó para que este país que había dado esos pasos tan absolutamente extraordinarios de progreso y que hoy debería tener el mismo nivel de vida de Suecia, de Suiza? Por qué Argentina está en estado de crisis permanente, porque hay esa crispación política".  
No hay que ser un historiador muy brillante para comprender de qué Argentina habla Vargas Llosa en ese sutil análisis. El país de principios de siglo XX era el granero del primer mundo, un país de exclusión absoluta, de las riquezas con olor a bosta, de los estancieros que viajaban por el primer mundo como si fueran reyes, mientras los que producían esas riquezas vivían casi como esclavos. En esos primeros años del siglo XX había un alto nivel de analfabetismo entre los que trabajaban en el campo, en las pocas fábricas que existían o en los montes donde se explotaba el quebracho, donde los trabajadores morían como moscas por formas de trabajo cercanas a la esclavitud. Claro, los que viajaban por Europa tenían un alto nivel de alfabetización, hasta en inglés y francés.
¿Y qué pasó? se pregunta Vargas Llosa. Pasaron dictaduras y gobiernos constitucionales condicionados por los poderosos, presidentes serviles, cómplices del saqueo a las riquezas naturales en beneficio de unos pocos. Pasó el odio hacia un gobierno que a mitad del siglo XX produjo transformaciones impensables en beneficio de la clase trabajadora. Y vinieron más dictaduras, más odio, muerte y más saqueo. Y después volvió una democracia condicionada por los grupos concentrados y poderosos de la economía y unos diez años de un gobierno servil y cómplice, y después un presidente que prometió cambiar las reglas del juego, pero resultó tan inútil que el país estalló con la peor crisis económica de la que se tenga memoria. Todo eso pasó, señor Vargas Llosa, marqués y premio Nobel. Y desde 2003 las cosas están mejorando. Comparar los primeros años del siglo XX con los primeros años de este siglo y afirmar que aquello era mejor que esto lo define completamente, por más sonrisa que dibuje en su envejecida máscara.





jueves, 21 de abril de 2011

La metáfora del árbol caído y otras yerbas

Muchos dicen que no hay que hacer leña del árbol caído. Esta es una buena metáfora aplicada a las personas en desgracia, pero en la literalidad de la frase es un absurdo. Si estoy en medio de un bosque durante una noche fría y veo un árbol caído, por supuesto que voy a aprovechar sus ramas ya secas para usar como leña en una buena fogata, con todas las precauciones del caso para no provocar un incendio forestal. No me voy a poner a hachar un árbol en toda su plenitud. En fin, no me quiero perder. Estábamos con la leña y el árbol caído en referencia a las personas en caída libre. Esta persona en desgracia a la que me quiero referir no es otro más que el Jefe de Gobierno Porteño, el ingeniero Mauricio Macri. Algunos me acusarán de reiterativo, obsesivo, monotemático. Está bien, confieso que me cae muy mal por el lugar que ocupa y por el que quiere ocupar, además de lo que representa: avidez, racismo, desprecio. Por si esto fuera poco, las estrategias que le dictan para posicionarse en la política son tan obscenas que resultan irrespetuosas.
La semana pasada salió con los seis puntos para rejuntar a la oposición. Los grillitos aturdieron. Lo que pocos advirtieron es que esos seis puntos proponían un acuerdo para establecer políticas de estado. ¡Macri hablando de políticas de estado! ¿Puede creerse tamaña desfachatez? Si para él y lo que representa el Estado sólo sirve para garantizar el empacho económico al que aspira y contener a la negrada para que no moleste.
El último martes estuvo en el programa de TN “Palabras más, palabras menos”. En su puesta en escena declaró que los datos de la economía indican que estamos peor que nunca, con déficit fiscal, con crecimiento negativo, con mayor pobreza y todo esto, por supuesto, sin aportar un solo dato. Después de todo esto, lo increíble: ¡elogió a Néstor Kirchner! En serio. Macri dijo que durante la presidencia de Kirchner estábamos mejor que ahora. Cualquiera que esté más o menos informado con fuentes confiables sabe que eso no es verdad. Además, el año pasado decía que había que “tirar a Kirchner por la ventana porque no lo aguantamos más”. ¿Ahora habla bien de él? Sí, señores. Eso es estrategia. Barata, pero estrategia al fin. Hoy debe derrotar a Cristina y para eso elogia a Néstor, tal vez para conquistar a algún salame que se haya conmovido con la muerte de Néstor pero tenga dudas sobre Cristina. Aunque parezca mentira, los zapallos abundan. Sobre todo en la clase media, que es media en todo: medio revolucionaria pero medio conservadora, medio solidaria pero medio racista, medio progre medio facho, medio rica medio pobre. Somos la gata Flora de la sociedad y nos cruzamos de vereda ante la promesa de un rayito de sol y nos volvemos a cruzar si pasa una nubecita o el rayito nos da mucho calor.
Y lo de la leña del árbol caído, ¿dónde quedó? Ah, sí. Que con esas propuestas políticas, con esa visión tan sectaria de la sociedad, con esa angurria tan desaforada e indisimulada, con esta estrategia tan obtusa, Macri es un tronco antes de caer, es leña antes de ser semilla.

miércoles, 20 de abril de 2011

Sobre la violencia de género

Desde hace un tiempo se ha puesto sobre el tapete el problema de la violencia de género, que se ha cobrado muchas víctimas por desatención o desconocimiento por parte de los actores principales de este drama. Muchos coinciden en afirmar que la cultura del machismo que domina nuestra sociedad es la causante de estos episodios. Tengo mis dudas, porque la violencia es violencia siempre. Dañar al otro es violento sin importar el género. Pero tomar los casos de muertes brutales de mujeres en manos de sus parejas, maridos o ex es un buen principio para extirpar las actitudes violentas de nuestra sociedad.
Si bien se han eliminado restricciones importantes y se han tomado medidas trascendentes para incorporar a las mujeres en cargos dirigenciales (vamos, tenemos una presidenta… ¡y qué presidenta!) todavía se mantienen algunos conceptos que subyacen en el discurso dominante. Estamos presenciando una batalla cultural y para eso hay que apelar a todas las armas a nuestro alcance y transformar todo lo que se pueda para eliminar la discriminación de género.
Una vidriera en donde podemos ver la persistencia de la imagen machista hacia la mujer es la televisión, que es el espejo que debemos transformar si queremos producir cambios notables en la sociedad. La explotación del cuerpo de la mujer es algo evidente sobre lo que se ha dicho y escrito mucho. Basta seguir las críticas que se publican año a año sobre los programejos de Marcelo Tinelli, quien puede dar cátedra sobre el tema. También sobre los camarógrafos babosos que recorren las playas durante el verano se ha hablado mucho.
La publicidad también es un espacio en el que se explota el cuerpo femenino para vender cualquier cosa, desde una rifa hasta un yogurt.
Pero hay otras publicidades que son un poco más sutiles al señalar las pautas culturales machistas respecto a la mujer. No hay una sola publicidad de detergente, por ejemplo, que muestre a un varón lavando platos, cuando en la realidad hay muchos que, por distintas circunstancias, lo hacen. En el imaginario publicitario sólo las mujeres lavan platos. Sin necesidad de dar ejemplos, todos los productos para la limpieza del hogar están destinados a las mujeres, reafirmando el rol de ama de casa que le ha sido asignado, además de cuidar a los chicos y también trabajar fuera del hogar. En esas escenas de las publicidades, el varón, el “hombre de la casa”, es el que disfruta de la sabia decisión femenina por el producto elegido; es el que aprecia el brillo de los pisos, de los platos, el perfume que ha quedado en el hogar súper limpio. Los chicos también juegan un rol importante en esta construcción de la imagen de la mujer sierva. Si aparece la madre con un nene, es el nene el que toma el lugar del “hombrecito de la casa” y disfruta de su mamá hacendosa. Si la madre está con su hija, la nena ocupa un rol de aprendiz de las tareas domésticas, en un temprano aprendizaje de su destino.
El extremo de esta construcción machista está en los productos de la marca Mister Músculo, donde la mujer no sólo desempeña las tareas del hogar sino que necesita el asesoramiento de un varón súper héroe hasta para cambiar la pastilla de un inodoro. Además de sierva, torpe.
Por supuesto, el escriba autor de este texto sabe que los cambios culturales son lentos pero es importante trabajarlos, discutirlos y denunciar los abusos y las exquisiteces del discurso dominante que pretende que todo siga igual.

martes, 19 de abril de 2011

Macri y sus números

Ayer, el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri desplegó, como lo viene haciendo a lo largo de toda la semana, una defensa casi desesperada de su propuesta para conformar un frente de acuerdo no para discutir una manera diferente de construir el país, sino solamente para derrotar al kirchnerismo. Enojado por el desplante de la mayoría de los referentes de la oposición, insiste en que su idea es muy buena y necesaria. Como buen ingeniero, arma una estrategia con todos los recursos ingenieriles, pero de política nada de nada.
Les presento, entonces, a Mauricio Macri, ingeniero devenido político para defender sus intereses y los de su clase, “nuestra gente” y en la medida de lo posible, acrecentarlos. Eso es todo. Macri es hijo de un empresario y piensa el país como una gran empresa a la que tiene que convertir en eficiente, descartando aquello que no le sirve, como el “gasto” social, en educación, en beneficios para los más desprotegidos, en viviendas sociales. Claro, para eso, para lograr que el país-empresa genere ganancias debe dejar de lado a un montón de gente que produce gastos y no genera ganancias. Su óptica económica es la del modelo del derrame o en la medida de lo posible, del goteo. El primer paso es generar ganancias sustanciosas para los empresarios a los que él representa y en medio del movimiento de pesos de una mano a otra, alguna monedita cae para los que menos tienen. Los pobres, los marginales, los que nunca tuvieron posibilidades de nada, vivirán de las sobras de este gran país-empresa que es el sueño de su vida y de muchos de sus pares.
En estos días habló de números, pero no de la fría economía sino de las preferencias electorales. Ante cuanta cámara o micrófono que se le puso enfrente habló de las fuerzas opositoras que representan “más de un sesenta por ciento del electorado”. Expresó con una vehemencia desconocida que más del sesenta por ciento de los argentinos están dispuestos a votar por él y lo que proponga. ¿Qué son esos números que esgrime Macri?¿De dónde sale ese número -60- que ningún encuestador encuentra? Del ballotage de 2007, el que lo coronó como jefe de gobierno porteño. De esa actitud, de esa carta de presentación se puede deducir mucho. En primer lugar, desde su asunción como alcalde pasaron casi cuatro años en los que demostró no estar a la altura de ninguna circunstancia, por lo que ese sesenta que sacó en el ballotage (esto hay que recordarlo siempre) no se mantendría. Es más, los números que las encuestadoras difunden están muy lejos de eso. En segundo lugar, el posicionamiento del kirchnerismo como opción necesaria supera en todo el país el cuarenta por ciento, para ser modestos, y como el total es cien, el sesenta se reduce. En tercer lugar, el ballotage, si bien es una instancia electoral para resolver un casi empate, no debe mantenerse como número válido casi cuatro años después, porque gran parte de ese sesenta es una adhesión circunstancial, que no perdura en el tiempo. Y en último lugar, para no cansar con las enumeraciones, es el sesenta por ciento del electorado de la ciudad de Buenos Aires, no del país. Macri proyecta esa elección de 2007 ocurrida en la metrópoli capitalina al resto del país. También puede ser que reduzca el país a la metrópoli capitalina. En cualquiera de las opciones que usted elija, Mauricio sale mal parado. Los números de hoy apenas le alcanzan a Macri para ser reelecto sólo allí como un mal alcalde, pero a nivel nacional no le arriman ni para un café. Con todo esto, se puede deducir que su lectura de la realidad es limitada, anticuada (porque toma los números de 2007 en una circunstancia extraordinaria), excluyente y perversa.
Estimados lectores, les presento a Mauricio Macri, un fiel exponente de la política exclusivista de los noventa, despreciativo hacia los que no piensan (es un decir) como él, despectivo hacia los que no pertenecen al jet-set, xenófobo, represor y explotador. Si con todo esto alguno todavía insiste en considerarlo como una opción interesante para las presidenciales de octubre será porque pertenece a esa clase (nuestra gente) o porque no tiene ni medio gramo de amor por el país.


domingo, 17 de abril de 2011

El mejor adversario

Siempre tengo dudas al respecto. En todos las aventuras de las historietas, el superhéroe tiene un archienemigo y por lo general se dice que es su peor enemigo. Ahora bien, ¿es el peor enemigo porque siempre se empecina en derrotarlo o porque nunca lo consigue? Claro, porque puede pensarse como el peor por su maldad, pero también puede decirse que es el peor desde el punto de vista de su calidad como enemigo. Tanto por su maldad como por su calidad el tipo es malísimo. En todo caso puede resolverse esta disyuntiva si se dice que es el mejor enemigo por su constancia en la enemistad y a la vez que es el peor enemigo por la acumulación de fracasos en su currículum vitae.
Este juego paradojal puede aplicarse también con los adversarios. El mejor adversario será aquel que sostiene su posición de adversario y se empecina tozudamente en serlo, aunque las circunstancias no lo favorezcan. Y entonces, como nunca consigue la victoria pasará de ser el mejor adversario a ser el peor adversario.
En el terreno de la política puede pensarse en términos semejantes. La actual oposición que despliega su accionar en vista a las elecciones presidenciales de octubre puede ser pensada desde esa polaridad. Son los mejores por su esencia de eternos opositores (los mejores adversarios) pero a la vez son los peores porque no logran articular una propuesta opositora que puedan sostener al menos por unos días.
En el caso de las historietas, es el superhéroe quien gana, ya sea por sus superpoderes, su astucia, su bondad, su sentido de justicia o, por lo menos, porque es un poquito mejor que el archienemigo. El caso de la oposición política en nuestro país es un poco diferente, porque los eternos adversarios son derrotados antes de cualquier enfrentamiento; se caen antes de levantarse; abandonan las ideas antes de proponerlas; se divorcian antes de casarse. Y basta de construcciones paralelas que para lelos están ellos.
Lo último que ha ocurrido esta semana, además de la mega propuesta de Macri, las declaraciones de Pino sobre las elecciones en Salta, la falta de memoria de la Bullrich, el abandono de las internas por parte de Duhalde es… la ausencia de Carrió. Eso sí que es una novedad política de aquéllas. Seguramente está enclaustrada en algún monasterio-spa para volver renovada, envalentonada, innovadora, más anaranjada que nunca para –esta vez SÍ- hacer lo que verdaderamente saber hacer pero que nadie sabe cómo definir. Seguramente volverá con nuevos personajes, diferentes guiños de todos los ojos posibles, con amenazas de hecatombes al servicio del mejor postor –bah, el de siempre- y con originalísimos guiones ensayados exclusivamente en el Actors Studio. Eso sí, de propuestas políticas, de un modelo alternativo, un plan económico diferente al que está en marcha… de eso nada. Porque ella está para patear tableros, para llevarse la pelota si le meten un gol, para romper los juguetes de los que no la dejan jugar a lo que ella quiere. Y por supuesto, aunque su personaje sea el de la archivillana que amenaza con apoderarse del planeta y nunca conseguirlo, será la protagonista principal de una agenda política plagada de vacíos pero eso sí… divertidísima.



Un clásico de Semana Santa

Viernes a la mañana, noticiero televisivo. El lunes empiezan las vísperas de Semana Santa. La locutora lee mientras la pantalla muestra imágenes de pescados congelados, ansiosos a la espera de los compradores. Por ahora no ha aumentado, dice la locutora, pero a partir del lunes seguro que van a subir los precios por la demanda de Semana Santa.
Esta pequeña escena puede ser una anécdota que por reiterarse año tras año toma algo de trascendencia, al menos la necesaria como para ser comentada en este insignificante blog.
Veamos. El catecismo básico promueve que durante todos los viernes de cuaresma –es decir los cinco viernes antes de Pascua- no se ingieran carnes de  animales de sangre caliente. Esto, si bien suena duro no lo es tanto si lo comparamos con lo que era la cuaresma medieval en la que estaba prohibido reír, beber, comer carne, practicar sexo, entre otras tantas restricciones durante todos los días de esos cuarenta días, no sólo los viernes. Por eso en los días previos a la cuaresma, se festejaba el carnaval, que viene de carne, en el que se cometían todos los excesos que durante cuarenta días no iban a poder cometer. Era como un ahorro previo de pecados. En aquellos tiempos, quien no cumplía con semejante sacrificio podía recibir severos castigos. Hoy el sacrificio es más blando y a pesar de eso, muchos que se dicen creyentes ni saben que de esa manera se preparan para recibir la Pascua.
Pero dejemos a los creyentes con sus contradicciones y sus hipocresías. Cuestionemos a los que no pasan siquiera por la esquina de una iglesia pero el viernes santo sí o sí tienen que comer pescado, no sea cosa que baje una legión de ángeles y los aniquile de un plumazo con sus alas.
Analicemos esto con algo de lógica. No comer carne de animales de sangre caliente no implica comer pescado. Hay una gama casi infinita de alimentos que entran en la categoría de no comer carne de animales de sangre caliente. Tallarines con salsa, por ejemplo, aunque la salsa sea roja o canelones de verdura. Existe un recetario completo de platos sin carne. Además, si no se practica durante el año ninguno de los rituales que presenta la religión, lo de comer pescado el viernes santo, ¿no suena un poco tontuelo, por no decir supersticioso, que suena feo y agresivo?
¡Y un premio para la locutora! De la manera en que se presentó la nota, parecía una invitación a que las amas de casa temerosas de dios partan raudas hacia las pescaderías más cercanas para producir, con su frenético –y piadoso- consumo, el aumento tan deseado del precio del pescado.

jueves, 14 de abril de 2011

Un pino que oculta todos los bosques

Anoche charlábamos con Juan, uno de mis amigos, sobre el extraño caso del señor Pino Solanas, que sufre una mutación humana que ni el propio Stevenson podría haber inventado. El doctor Jeckyl se convertía en Míster Hyde gracias a una pócima de su invención. ¿Qué habrá tomado Pino para quedar así? Pregunta más interesante aún: ¿en qué se quiere convertir?
Lo último de lo último de esta temporada: cuestionar la calidad del voto cuando no gana el candidato que uno quiere que gane… o lo que es más o menos lo mismo pero más lastimoso, cuando gana el candidato que uno no quiere que gane.
Y entonces caben varias posibles explicaciones. Ya en muchos análisis políticos se planteó el caso patológico de la mutación de Solanas y se realizó la comparación de sus ideas actuales con las expresadas a lo largo de su carrera cinematográfica. ¿Dónde habrá quedado el Pino de “La argentina latente” o “La dignidad de los nadies”?. Porque fueron los nadies salteños los cuestionados por el otrora director progre de cine.
Después de la charla con mi amigo, quedé meditando en tan preocupante caso y se me ocurrió que puede haber tres explicaciones posibles, además de una píldora mal recetada. Siempre se ha dicho que los extremos se tocan. Siguiendo esa línea argumentativa, Pino se ha vuelto tan pero tan progresista que no sólo ha tocado el extremo conservador sino que ha traspasado sus límites y es un conservador extremo. También puede ser que estemos ante la presencia de una estrategia política nunca antes utilizada por político alguno: el progresista camuflado de conservador. De esta manera, los conservadores confiarán en él, lo erigirán como presidente y una vez en el poder gestionará como el auténtico presidente progresista que pervive en su interior.
Y una última: el que vemos declarando conservadoramente en los medios no es Pino, sino un androide teledirigido o un clon manipulado genéticamente para ser lo contrario de lo que debía ser. Es increíble a lo que se llega para ganar una elección.

Algo de dignidad

Mauricio Macri ha manifestado su enojo, su sorpresa ante el rechazo de algunos referentes de la oposición a su propuesta no-política del martes pasado. Felipe Solá, no. A él le parece interesante… ¡Pobre! En medio de su soledad, de su vacío, es comprensible que se sienta seducido por un engendro así.
El resto no. A los demás les pareció demasiado. Y no es por mezquindad, protagonismo ni personalismo, sino porque la propuesta de Macri es hacer trampas. Es jugar a la política negando la política. Es convertir un conjunto de minorías en una mayoría ocasional detrás de ninguna bandera que se va a deshilachar nuevamente una vez cumplido su principal objetivo: derrotar al kirchnerismo en las elecciones presidenciales.
Esto no quiere decir que nos partidos opositores tengan en claro qué modelo de país pueden esgrimir ante el sólido posicionamiento que ha logrado el modelo K. Pero marcaron un límite. Su imposibilidad de convencer, de articular, de seducir al electorado no los lleva a expresar ese gesto de desesperación.
Lo de Macri quedará como anécdota, como un exponente más de los  peores residuos de los noventa.

miércoles, 13 de abril de 2011

El pequeño mundo de Mauricio

Ayer, el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri convocó a una conferencia de prensa que muchos consideraron que sería una definición sobre a qué cargo se presentaría este año. Sin embargo, esa conferencia de apenas unos minutos tenía como objetivo convocar a una convergencia electoral anti K. No lo inspira la pasión por la política ni los tambores de la Patria, ni la solidaridad ni nada  noble ni digno. No le interesa gestionar, no le interesa la política… sólo quiere ganar y no contra cualquiera de los demás candidatos. La convocatoria de Macri, además de expresar su odio-asco hacia el gobierno nacional, es la aceptación de su fracaso, es la impotencia ante los números… Es la imposibilidad de convencer. Sigue explotando una desideologización que en su gestión de gobierno ha resultado un verdadero y profundísimo fiasco.
La propuesta de Macri consta de seis consignas que no son más que generalidades: crecimiento, futuro, trabajo, pobreza, seguridad, impuestos. Cuestiones que, de tan generales, pueden seducir a cualquiera. Es la trampa en la que caen quienes hacen una “política  despolitizada”, si cabe tal oxímoron. La gestión política no se diferencia por las metas, sino por los recorridos. No son las metas las que diferencian las posiciones ideológicas sino las formas de encarar la solución. Bajar la pobreza es un objetivo de muchas fuerzas políticas. Unas pueden proponer una re distribución del ingreso, la generación de empleo digno y otros caminos más. Otras pueden proponer el exterminio de personas pobres, que también disminuiría los índices de pobreza, pero por caminos diametralmente diferentes.
La convocatoria de Macri es un gesto de desesperación. Juntar zapallos, nabos, zanahorias con melones y zoquetes y decir que es un conjunto homogéneo muestra una incapacidad para comprender la realidad. Mauricio, desde su pequeño planeta vip, propone una mezcolanza variopinta con la que no se puede lograr nada más que el desastre.

martes, 12 de abril de 2011

Tres. Los nuevos antagonismos

Al recorrer la historia de nuestro país encontramos una interesante articulación política: los antagonismos. Realistas-criollos, unitarios-federales, liberales-conservadores, personalistas-antipersonalistas, peronistas-gorilas hasta llegar a lo que parecía uno de los últimos antagonismos imaginables: antiK-ultraK.
Pero hace unos meses nació un nuevo antagonismo que va cobrando cada vez más fuerza, seisieteochistas-antiseisieteochistas. En efecto, ante las cámaras de algunos canales, en columnas periodísticas y espacios radiales muchos políticos y periodistas descargan su libido ideológica hacia un programa de la TV pública. Recién ahora manifiestan preocupación por los contenidos del canal estatal. Nadie decía nada cuando en los noventa ATC vaciaba de contenido a la audiencia con los encuentros de box de Mauro Viale o los cortes de manzana de Sofovich. Y en aquel entonces, ese despliegue de superficialidad y negociados de su director no eran criticados por el establishment corporativo político mediático. Ahora sí chillan por un programa de la TV pública; se muestran ofendidos, ultrajados, calumniados, agredidos, censurados, intimidados, amenazados porque ese programa muestra lo que son, cómo son y qué hacen. Los muestra al desnudo, con sus miserias, contradicciones y obscenidades al aire. 678 los muestra y para ellos es insoportable ser seisieteochados.
Estos políticos se han acostumbrado a ser adulados por los medios… En realidad, hay un doble juego de adulación. Se adulan mutuamente en una solidaridad aduladora. Las entrevistas parecen más citas amorosas, con preguntas edulcoradas y respuestas saturadas. Y todos siguen un guión; recitan palabras escritas por Otro. Y se enojan porque los seisieteochean, es decir, los ponen en evidencia. Y periodistas y políticos explotan cuando desde un “programita” descubren sus mentiras. Claro, antes un periodista de TN o de Clarín podía contar cualquier cosa sin que nadie lo cuestionara. Hoy, el seisieteochómetro hace sonar la alarma cuando Bonelli -por poner sólo un ejemplo- recita tartamudeando un versito armado por su amo ante un sorprendido Pino Solanas que no cree ni en su sorpresa.
678 molesta porque desnudó el juego, avivó a los espectadores, les enseñó a relacionarse de una manera más soberana con la información. Pero 678 molesta, casi duele, porque apoya un modelo, el modelo. Es por eso que hoy se puede hablar de un nuevo antagonismo que articula la política

Dos. Profundo agradecimiento

Quienes vivimos en el interior del país siempre hemos protestado por el centralismo porteño. Hacer un listado de los reproches hacia los habitantes de la Capital argentina ocuparía un espacio que excedería el estos breves apuntes. Tampoco es el objetivo, al menos hoy.
Este texto tiene como fin, no reprochar, sino hacer público un profundo agradecimiento a los ciudadanos de Buenos Aires. ¿Por qué? Por haber probado a Macri. La mirada resentida del interior del país debe transformarse en una de admiración ante el sacrificio patriótico que han realizado al elegirlo como Jefe de Gobierno. Gracias a lo que muchos consideran un error del electorado, el resto de los argentinos podemos descartar desde el vamos al candidato de color amarillo. No es que uno tenga dudas, pero hay tanto zapallo desperdiciando oxígeno…
Aunque parezca mentira, algunos lo consideran (¡TODAVÍA!) un candidato serio, responsable y honesto. Sin embargo, la pésima gestión que ha desarrollado en la ciudad con mayor presupuesto del país descoloca todo tipo de simpatía hacia su persona. Inepto, racista, transero, superficial, cholulo, necio, inoperante… Ni siquiera ha podido gestionar para las élites realizando cosmética urbana. Como presidente, no cabe dudas de que convertiría nuestro territorio nacional en un barrio cerrado, en un enorme Puerto Madero para un quince por ciento de los ciudadanos o, de acuerdo a sus propias palabras, para “nuestra gente”. ¿Y el 85 por ciento restante? ¡Bueno chau!
Por eso, vaya este eterno y profundo agradecimiento a los ciudadanos de la ciudad autónoma de Buenos Aires por el SACRIFICO PATRIÓTICO de elegir a Macri para bien de todo el país.

lunes, 11 de abril de 2011

Los cuentitos de la abuela

Aunque algunos me digan que soy un ingenuo, hay cosas que me sorprenden mucho. Más que sorprender, me alarman. Peor, me atemorizan. Este año parece ser a todo o nada para todos. Año electoral como pocos… y sin exagerar. De un lado, los que estamos mirando los logros de estos ocho años con mucha simpatía, casi convencidos (dicho con modestia) de que éste es el único camino a la vista para construir –colectivamente- el país que muchos soñamos. Memorizamos datos, cifras, siglas, estadísticas, frases, hechos para esgrimir como argumentos de lo que vamos a votar en octubre y convencer al que está dubitativo de lo que debería votar si es un argentino de buena voluntad. Lo pienso así y no suelo ser exagerado. Del otro lado, los otros, los que se empecinan en ser oposición (y no estoy hablando de políticos, sino de ciudadanos comunes y corrientes) en ver caos donde no lo hay. Es más, algunos hasta llegan a afirmar que este gobierno nos está llevando al desastre, a la extinción como país, que jamás se ha vivido una situación tan calamitosa como ésta. Cuando escucho algo así, sólo puedo dibujar una sonrisita suave, como de condescendencia. Hay venenos que no tienen antídoto. Pobres, ¿no? Van a tener que “soportar” mucho más de este kaos kalamitoso y katastrófiko.
Pero más grave aún es que, muchas veces, ese veneno traspasa límites verdaderamente venenosos. Soy un curioso impertinente, como diría Cervantes, y también un poco masoquista. Todos los días curioseo con impertinencia las cartas de los lectores de La Capital, cuyas columnas pertenecen al pueblo pero sin demasiadas precisiones que indiquen en qué zona geográfica está ubicado ese pueblo tan encolumnado. En muchas de esas cartas se ve el asco, el más racial, el más recalcitrante que uno pueda imaginarse. Ese asco-odio de aquella gente que no logra entender lo que es la inclusión. De esos que se quejan de las jubilaciones ampliadas, de la asignación universal, de los subsidios a los desocupados… En estos días leí la carta de una señora que se quejaba por la asignación extendida a las embarazadas porque convertía a las mujeres pobres en “fábricas de bebés”.  Sin palabras, sin argumentos. ¿Qué quieren?¿Qué piensan?¿Qué sienten aquellas personas capaces de expresar tanta crueldad? ¿Qué clase de cuentitos leerán a sus nietos?

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...