sábado, 20 de octubre de 2012

A la luz de los 16 y mucho más



Cuando el autor de estos apuntes tenía dieciséis, en nuestro país nadie votaba. 1979. El año anterior, la selección de fútbol había conquistado el título mundial. Mucho tiempo después saldrían a la luz las amenazas recibidas por algunos equipos rivales para garantizar la victoria. Aunque deberíamos haber prestado más atención a la oficialmente llamada campaña anti-argentina, eso ya estaba olvidado. Un nuevo título deportivo sacudía nuestra modorra. El seleccionado juvenil había triunfado en Japón y un tal Maradona comenzaba a vestirse de héroe. Bastante nos había entusiasmado la idea de tener programación televisiva a la madrugada, antes de partir al colegio. En aquellos tiempos, la televisión abierta era la única que había y tenía por costumbre cortar sobre la medianoche y dormir hasta casi el mediodía. Y ser en blanco y negro, pero faltaban pocos meses parar cambiar eso. Por estos motivos y algunos otros más, aquella mañana no teníamos ganas de entrar al colegio. El triunfalismo nos invadía, aunque era más una excusa para no dar clases. Como pocas veces, todos estábamos en la puerta, construyendo consenso para, después del timbre de ingreso, partir hacia el centro a celebrar. Minutos antes de las 7:30, el cura director, gordo grandote pero bonachón, desde lo alto de la escalinata, con su voz atronadora nos ordenó entrar. Después de mirarnos con desconcierto, obedecimos y formamos en el patio como todas las mañanas. El izamiento de la bandera se concretó con el mismo disco de siempre, con sus marcas sonoras de pelusas y rayones que rompían el clima solemne del rutinario acto. El cura siempre nos hablaba antes de mandarnos a los salones, pero esa vez sólo nos dijo “vayan y festejen”. Sin demasiado heroísmo o trascendencia, habíamos conquistado un día libre. En cambio, los dieciseisañeros de hoy toman colegios para demandar mejoras edilicias y defender los planes de estudio. Y en breve, podrán votar.
Otros tiempos. La campaña anti-argentina no era otra cosa que las denuncias de las atrocidades que se estaban cometiendo aquí emprendidas por sobrevivientes en el extranjero. Ahora, en cambio, sí parece haber una cruzada de ese tipo, pero comandada por nostálgicos de aquellos tiempos. Y operan desde adentro y un poco desde el exterior. Algunos son poderosos y otros inofensivos. Entre estos últimos está la más vehemente. Elisa Carrió escribió en estos días un tweet sumamente curioso: “debatir tan libremente sobre todos los temas es un libertinaje. No sé si estamos en una dictadura, pero el exceso de libertad es parecido”. Otros, en cambio, afirman que el modelo K mete miedo y coarta las libertades individuales. Todo vale para fundamentar la construcción de la imagen de un país que, esta vez, no existe. No hay gobierno autoritario ni estamos aislados del mundo. Tampoco se nos ríen en la cara, como dijo hace un tiempo un periodista que ha perdido el rumbo, con un tono más agresivo. Los hechos demuestran todo lo contrario. La ampliación de derechos no es algo propio de una dictadura en ningún país del mundo y la integración de diferentes organismos regionales e internacionales da por tierra con la idea del aislamiento.
En estos casi diez años de modelo K se han jerarquizado derechos que durante mucho tiempo estuvieron pisoteados y se han incorporado otros inimaginables. Después de haber obtenido media sanción en el Senado por abrumadora mayoría, la semana que viene comenzará a tratarse en Diputados el proyecto de ley que amplía el ejercicio del voto. En las elecciones legislativas del año próximo podrán votar cerca de un millón 400 mil adolescentes. Aunque en el plenario de comisiones se debatirán varios proyectos, además del presentado por el oficialismo, y se convocará a expertos y jóvenes para que brinden su punto de vista, no tardará mucho en promulgarse la ley. Las diferencias entre las propuestas pasan por la obligatoriedad o no del voto. También, por la manera de incluir a los extranjeros radicados en el país.
Tampoco estamos aislados del mundo. De lo contrario, no integraríamos tantos organismos internacionales ni crecerían nuestras relaciones comerciales en el exterior. Ni hablarían tan bien de nosotros personajes como James Carter, Joseph Stiglitz, Jean-Luc Mélenchon, Frank La Rue y muchos más que ven que el modelo K funciona mejor de lo que se dice. Los informes de la CEPAL no dejan de destacar las mejoras relacionadas con el crecimiento económico y la re distribución del ingreso. Y no sólo eso, que es algo esperable con semejante potencial, sino la propuesta política despierta el interés mundial. Desde el 1° de enero y durante dos años, Argentina formará parte del Concejo de Seguridad de la ONU, por decisión de 182 votos sobre 193. De tan aislados que estamos, obtuvimos más voluntades que las 129 necesarias.
Y aunque algunos celebren el acoso de los fondos buitre, la razón está de nuestro lado. No conformes con embargar la Fragata Libertad en Ghana, dos de ellos quisieron hacer lo propio con las reservas en Suiza. El Consejo Federal, la máxima autoridad de ese país, rechazó un pedido de NML -el buitre llamado Singer- y EM para la usurpación de los fondos depositados en el Banco de Arreglos Internacionales. Las autoridades suizas concuerdan con la posición argentina: el 7 por ciento de los bonistas que no aceptó los términos de la reestructuración de la deuda no tiene derechos como acreedor.
Otros acosos son internos. Las multinacionales exportadoras de granos intentan asfixiar al Gobierno Nacional reduciendo la exportación de soja y de esa manera liquidar menos divisas en el Banco Central. Bunge, Cargill, Dreyfus y Noble son algunas de estas empresas que apelan al mecanismo de la extorsión para beneficiarse con la evasión impositiva. Como la AFIP tomó la decisión de cobrar una deuda de más de 600 millones de dólares por evasión de retenciones, las exportadoras se defienden como mejor saben. Pero Ricardo Echegaray cuenta con herramientas para enfrentar a estos monstruos que especulan con el producto de nuestra tierra. La reducción del tiempo de las habilitaciones en las terminales portuarias y la suspensión del Registro Fiscal de Operadores de Granos, como ocurrió con Bunge algunas semanas atrás son algunas de ellas. Estas pujas demuestran que no se puede negociar con los grandotes: hay que domesticarlos o destruirlos. Experiencias de este tipo sobran, aunque después del 7D no tendrán tanta protección mediática.
Un nuevo país recibe el voto de los pibes. Un país con ciudadanos enfrentados a individuos que se niegan a renunciar a algunos de sus cuantiosos privilegios, aunque los carroñeros presenten esto como división y no como conflictos propios de la ampliación de derechos. Un país que, a partir de la crisis policial de Santa Fe, entenderá que la inseguridad es generada por aquellos que deberían combatirla. Un nuevo país que ya empieza a reconocer los errores y buscar las soluciones. Un país que, como nunca, necesita fuerza, entusiasmo, creatividad y compromiso de todos sus habitantes. Un país que está en construcción y, por tanto, abierto a todos los debates y que decide poner a los jóvenes como los principales protagonistas. En este país votarán por primera vez mientras el autor recuerda aquella travesura escolar en tiempos de la dictadura y algunas cosas más.

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