lunes, 31 de diciembre de 2012

Un año inolvidable y otro que promete serlo



Si uno buscara una palabra para definir el año que se termina, como los juegos que a veces proponen las revistas del corazón, el Autor de Estos Apuntes piensa en consolidación. De un proyecto, de una alianza, de una puja, de un deseo, de una convicción. De todo eso y mucho más. Otros –ya sabemos quiénes- pensarán en confrontación, que, en realidad, no es más que todo lo anterior, pero visto desde el otro lado. Claro, algunos no quieren que este nuevo país que, con tropiezos, dificultades, contradicciones y obstáculos, estamos construyendo desde hace nueve años se convierta en realidad. Esos pensarán que fue un año pésimo porque tuvieron que apelar a todos los recursos para defender sus privilegios que, merced a algunas medidas del Gobierno Nacional, comenzaron a verse apenas limados. Lo bueno que el próximo, que es electoral, promete mucho más. Desde que comenzó el modelo K, cada año que comienza resulta mejor que el anterior, algo a lo no estábamos acostumbrados, debido a las torpezas y agachadas de los gobiernos anteriores. Entrañable es otra palabra con la que uno puede sintetizar el 2012. O Emocionante. La épica de estos tiempos nos hace parecer a Indiana Jones saliendo victoriosos de cada celada que tienden quienes quieren impedir que concretemos nuestra misión. Como siempre a lo largo de toda nuestra historia, con la única diferencia –y esto es auspicioso- de que ahora están tan expuestos, que son pocos los que no advierten sus pestilencias.
Además, han perdido el control, al menos, en dos de los sentidos que presenta este término. Ahora gobiernan menos, porque es el Estado el que está tomando las riendas. De la economía, sobre todo. Que el Gobierno Nacional haya decidido expropiar el 51 por ciento de las acciones de YPF es una muestra de esto. O las restricciones a la compra de divisas, que ha contenido la fuga y permitido que las reservas en moneda extranjera crezcan como nunca. O la Nueva Carta Orgánica del Banco Central, que plantea la posibilidad de pensar el sistema financiero en función del crecimiento y no de la especulación. O el comprometido rol de la AFIP, que busca detectar los focos de evasión impositiva que perjudican la recaudación.
Pero, además del mando, han perdido la mesura. Y están tan desesperados que ya no resultan efectivos ni sutiles. Ni tampoco tienen límites. Tergiversaciones, insultos, confabulaciones, trampas, traiciones, mentiras, agravios, fábulas. Las movilizaciones cacharreras del 13S y el 8N, pensadas como acciones definitivas para desterrar a la yegua y sus secuaces, se han orquestado en base a falsas demandas, como quedó en evidencia. Una protesta que jamás podrá ser transformada en propuesta. A las que se suman el corte de accesos a la CABA del 20N y la gran concentración gran de los sindicalistas opositores que, desde lo numérico, resultó escueta y desde lo conceptual, ridícula. También macabra, si agregamos los intentos de desestabilización con los saqueos organizados en distintos puntos del país, como una forma obscena de remedar los dramáticos momentos vividos a finales de 2001. Con cuatro muertos, muchos heridos y cuantiosos daños materiales, entre otras cosas. Jamás han tenido límites, pero ahora están perdiendo energía.
Y algunos aliados, además. Los genocidas están siendo juzgados y muchos han sido condenados, lo que demuestra que con la democracia no se juega. Y con la vida, tampoco. Desde que se anularon los indultos y se derogaron las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, se concretaron 24 juicios por delitos de Lesa Humanidad con un total de 378 penas ya dictadas. Este año se coronó con 134 condenados, muchos de ellos -111- no registraban condenas anteriores. Hay 13 juicios en curso que indagan a 232 imputados, relacionados con más de 1800 víctimas. Pero esta reparación histórica no se detiene: los civiles, cómplices y beneficiarios de las atrocidades de esos años oscuros, también están en la mira de la Justicia. Por lo tanto, ya no les queda el recurso de apelar a las FFAA para interrumpir un gobierno constitucional cuando no les resulta conveniente, como fue la constante durante gran parte del siglo pasado. Si no, ya lo hubieran hecho hace rato. Para horadar este proyecto que tanto los desconcierta y descontrola, sólo les queda apuntar con la gomera, con la monstruosa expectativa de dañar lo más posible.
Los intentos de Clarín y sus aliados son los más evidentes. Lo que antes permanecía en las sombras, ahora está expuesto a plena luz del día. La síntesis de esta transformación se presenta con claridad en la resistencia del  multimedios a cumplir con una ley aprobada en democracia. Escudados en esa protección, los demás exponentes del Poder Económico se mantienen expectantes al resultado de las escaramuzas de esta puja. Del destino de ese grupo depende el de cada uno de ellos. Pero no son los únicos. La anulación del traspaso del predio ferial de Palermo es otra muestra de una decisión insólita: ya no quedan vacas sagradas. Hasta la administración de justicia ha perdido su sacra invulnerabilidad. Con algunos magistrados, la balanza está arreglada, la venda permite espiar y la espada es de cartón. Y siempre están dispuestos a emprender un viajecito a expensas de una de las partes, la que se beneficia con cautelares que estiran los plazos a la espera de vientos más favorables.
Pero ya no soplarán más de esos vientos; ya no habrá más tapas que volteen gobiernos ni botas que marquen el ritmo. Por el contrario, el viento seguirá soplando desde el sur, disipando oscuros nubarrones y renovando el aire viciado, cargado de pestilencias. Un nuevo oxígeno nos recorre desde hace nueve años y cada vez cobra más fuerzas. Una novedosa manera de considerar las cosas, de contemplar la escena, de escribir la Historia. Una forma diferente de pensar al otro, de establecer prioridades, de distribuir los bienes, de asumir responsabilidades. Con la certeza de avanzar, paso a paso, hacia ese país soñado durante tanto tiempo. Está el otro, que acecha desde el fondo,  el que sólo garantizaba angustias y humillaciones para la mayoría. El que nadie nombra, pero muchos sugieren, adornado con pomposas vaguedades. El que se desea desde los titulares, el que se exige con las cacerolas, el que esbozan los economistas ortodoxos. El que amenaza desde los rincones con una nueva dentellada. Ese país doloroso en el que sólo gozan unos pocos.
Que no es el que estamos construyendo, sin lugar a dudas. Porque termina un año de mucha actividad, en el que consolidamos cimientos y aseguramos el rumbo. Los adversarios se constituyeron por sí solos, por incomprensión o resistencia. En ambos casos, los espera la Soledad. En un año electoral como el que pronto empezará, habrá mucho para debatir, pero en serio, no con consignas huecas o augurios siniestros que sólo traen confusión, sino con propuestas elaboradas y comprometidas. Si se discute sobre una reforma tributaria más progresiva, que no vengan con la tontería de que meten la mano en el bolsillo de los trabajadores y los jubilados, con el mezquino afán de defender a los que más tienen. Que fundamenten el porqué del privilegio, si se atreven, pero que no argumenten con patrañas. Que digan que el país que quieren es el del goteo gradual, garante de inequidad. Que digan que quieren un país con gobiernos serviles y pobladores sometidos. Que se atrevan a ser sinceros de una buena vez, a ver quién los sigue. Nunca lo harán porque su veneno necesita permanecer oculto para inocularse en el momento oportuno.
Pero basta de hablar de detractores, pesimistas, agoreros y conspiradores. Un brindis por el año que termina y que jamás olvidaremos y por el que viene, que promete ser movidito. Y va a necesitar de todas nuestras fuerzas para ser, como éste, inolvidable.

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