lunes, 15 de abril de 2013

Las batallas por venir



Un arma secreta para conquistar el futuro
Con una justeza que parece derrota, Nicolás Maduro, heredero de algunas cosas del líder bolivariano Hugo Chávez, se impuso por poco margen en las elecciones del domingo. El porqué de tan escasa diferencia se podrá explicar con el correr de los días. No es muy difícil comprender que los votos no se legan, aunque el dolor por la reciente pérdida pueda transformarse en potencia. El nuevo presidente deberá construirse a sí mismo y alcanzar sus propios logros, poniendo el cuerpo a los problemas que aquejan a los ciudadanos. Y no asustarse por este traspié. Nada se gana con replegarse. La victoria tampoco le fue fácil al Padre del proyecto en sus inicios: su carisma ayudó bastante. Maduro no lo tiene, así es que deberá suplirlo con nuevas conquistas, nuevas transformaciones, nuevos derechos. El nuevo presidente deberá ir por más para convertirse en una figura autónoma de su antecesor. Una interesante lección para nuestro país en medio del año electoral. Si se quiere garantizar una contundente victoria, la transformación debe avanzar en su alejamiento del modelo neoliberal que tanto daño ha causado en la región y que aún continúa al acecho.
El “vamos por más” debe ser mucho más que una frase de campaña. Y, por ahora, lo es. Tanto, que parece asustar a algunos individuos que deliran con que los pibes de La Cámpora los desalojen de sus lujosas propiedades o saqueen sus cajas de seguridad. Razonable, más aún cuando desde algunos medios con hegemonía en bancarrota, los dóciles voceros del establishment recitan una salmodia que convierte a los militantes en guerrilleros pro soviéticos dispuestos a todo con tal de obedecer a la implacable y terca Jefa. Todo esto condimentado por algunos políticos con representación parlamentaria que ya se han alejado de cualquier tipo de coherencia programática para convertirse en defensores de intereses corporativos. La cereza del postre siempre está a cargo de Elisa Carrió, que denuncia a CFK por corrupción de menores y habla de armas con absoluta liviandad. Aunque pocos le crean, sus interlocutores mediáticos dibujan en sus pétreos rostros expresiones de seria preocupación. En este contexto de deslegitimación republicana, resulta comprensible que algunos desordenen sus patitos mentales y cometan exabruptos, como balear a inspectores de la AFIP o pedir la cabeza de las Autoridades Nacionales. Una cajita indigesta que tiene poco de feliz.
Tampoco resulta eficiente, por más que se muestren entusiasmados con este desprecio a la voluntad popular. Aunque el 18 de abril -18A para los amigos- junten muchedumbres caceroleras en algunas plazas del país, en las urnas no encontrarán resultados numéricos favorables. Aunque logren armar agregaciones explosivas con nombres rimbombantes y candidatos extraídos de la escena no-política, aunque adelanten sus campañas hasta la ilegalidad, aunque protagonicen las más dramáticas telenovelas con formato periodístico, aunque utilicen toneladas de tinta para difundir sus inconsistencias, nada lograrán si se niegan a construir un país para todos.
Mientras elaboraban un sesudo y audaz documento de rechazo a las propuestas del Ejecutivo para democratizar el inmaculado sistema judicial, una banda de estancieros vociferaba consignas golpistas en una asamblea institucional, ante la anuencia de sus dirigentes. Anuencia y satisfacción, porque los dichos de estos productores coincide con las líneas bajadas muchas veces por los más mediáticos representantes del sector. La desobediencia fiscal es una consigna que en distintas oportunidades han pronunciado las autoridades de las instituciones que se amontonan en la llamada Mesa de Enlace. Por lo tanto, no se pueden desentender de las tempestades que ahora están cosechando. Desde estas frases que podrían considerarse como apología del delito hasta los 23 tiros que destinó el entrerriano Sebastián Fagúndez al coche en el que viajaban los inspectores de la AFIP en la localidad de Villa Elisa. Afortunadamente, después de dos semanas de impunidad, un cambio en la denominación de la carátula –de “abuso de armas” a “homicidio simple en grado de tentativa”- condujo a la detención del productor agropecuario, que pretendía evitar a los balazos la revisión de sus bienes.
En ambos casos, existe un consenso construido desde arriba. Un clima que se alimenta del desprecio, de los prejuicios, del egoísmo más despiadado. Un discurso opositor que niega legitimidad a la mayoría, a través de procedimientos perversos que perturban pero no conquistan voluntades. Negación en muchos sentidos, que necesita de la mentira para fundamentarse. Negación de los logros, de las necesidades, de las herramientas, pero sobre todo, de las consecuencias. No se puede transformar el país dejando todo como está. No se puede garantizar el futuro si todos –tanto ricos como pobres- quieren ir por más. Alguno tiene que ceder. Y esta vez, el pueblo está comprometido a no hacerlo. La mayoría no deseamos hacerlo. El futuro exige que no lo hagamos.
El resultado de las elecciones en Venezuela puede convertirse en una interesante lección para el resto de Latinoamérica. Los enemigos de la equidad quieren gobernar nuevamente y son capaces de cualquier cosa para lograrlo. El candidato opositor, Enrique Capriles, en lugar de cabra, se disfrazó de oveja para mejorar los resultados de las elecciones anteriores y logró acercarse demasiado. Casi hasta el empate. El majunche edulcoró su discurso pero recrudeció su arsenal nocivo, quizá confundiendo un poco al electorado, sobre todo a aquél que oscila sobre la indefinición. Puede que el pajarito de Maduro haya contribuido un poco al desconcierto, aunque no es para tanto.
Una lección necesaria en este año electoral. Por lo general, las elecciones legislativas no han sido consideradas como tan importantes por parte de los votantes. Algunos las toman como la oportunidad de permitir a los partidos chicos la conquista de una banca. Otros como castigo para algún partido determinado. Otros como un juego de azar. Unos pocos ni se acercan a la urna. No es tiempo de probar ni de castigar. Tampoco de desviar la mirada. El camino es largo y tortuoso pero el horizonte resulta prometedor. Y, a pesar de que falte mucho, estamos un poco más cerca. No es tiempo de arriesgarnos a retroceder ni un tranco de hormiga.
Menos aún de dudar. Aunque los ladridos intenten aturdirnos, aunque adornen con borlas los atajos al infierno, aunque inventen panoramas catastróficos. No hay que ceder. Para lograr la equidad, algunos tienen que ceder, sobre todo aquellos que se han enriquecido a costa del esfuerzo de la mayoría, los que desbordaron sus arcas con nuestras miserias, los que, lejos de saciarse, todavía quieren más. Ellos aún se resisten a renunciar a una porción mínima de sus cuantiosos privilegios y para ello recurren a todas sus tropas con un arsenal completo.
Con todas estas metáforas bélicas, parece que se estuviera hablando de una guerra. Y en cierto modo, lo es. Pero no de las que se ganan con golpes y balas. En esta historia, son los jóvenes los encargados de dar la lección del siglo. Muy alejados de la violencia, más de diez mil militantes sociales se volcaron a asistir a las víctimas de la desidia de los adultos. Una jornada solidaria que suma más que cualquier mentira que se vomite ante un micrófono. Estos peligrosos purretes ganarán esta pacífica batalla con lo que les sobra: compromiso, convicción y, aunque pueda parecer demasiado meloso, mucho amor por el futuro.

3 comentarios:

  1. Bien,termino de descubrir esta página y a su autor.Coincido con la posición,aunque yo sería (soy) más contundente con estos violadores de todo.(los golpistas y los ideologos del odio.)TINO

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    1. Gracias. Yo también quisiera ser un poco más contundente, pero la profesión pone ciertos límites. De cualquier modo, algunos señalan que soy demasiado vehemente. Como sea, no soy tibio. Abrazo enorme

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  2. Con claridad, debemos empezar a hablar sin eufemismos, sin miedo a decir lo que pensamos...Adhiero plenamente a entrada compartiendo la necesidad de pensarnos en los pasos de Venezuela...El poder está ahí, siempre dispuesto y agazapado y no podemos dejar de iluminar la mente de los idiotas útiles que son muchos, y en parte pueden volcar elecciones cuando son ajustadas...Nosotros tenemos los pibes que no es poco porque ellos, lo que hacen y cómo lo hacen, les demuestra a los padres, muchas veces opositores, el ejemplo de solidaridad, la defensa del colectivo político popular y terminan haciendo una docencia imprescindible porque choca de frente con toda la inmundicia mediática cuyo fin es mantener sus privilegios. UN ABRAZO

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