miércoles, 8 de enero de 2014

Consecuencias de la fumata oriental

    Que un cepillo evalúe el estado de la dentadura mientras higienizamos nuestra boca parece de ciencia ficción, además de un exceso de masturbación tecnológica. Pero que algunos países se muestren interesados por importar marihuana uruguaya escapa los alcances de cualquier mente creativa. Cuando se buscaba otra salida para combatir el narcotráfico con la producción legal del cannabis, surge la posibilidad de un negocio. Tal vez sea un premio a la innovación política, a la audacia para trastocar el libreto impuesto por el Imperio. Porque la Historia demuestra que para cambiar el estado de las cosas, sólo hay que tomar la decisión de cambiar. Nuestra región está aprendiendo a no pedir permiso para tomar las riendas soberanas y los resultados empiezan a vislumbrarse. De a poco, los mandatarios comienzan a mirar con más atención a sus pueblos y sus necesidades, por más que los exponentes del Poder Fáctico zapateen hasta el absurdo. Con echar una mirada hacia el Norte, sumido en una crisis económica producida por la angurria de los especuladores, encontraremos una ecuación: si los sumisos gobernantes abandonan a sus ciudadanos, cualquier país se desmorona.
Cuando en Uruguay comenzó la discusión sobre la legalización de la marihuana, muchos pensaron en un nuevo episodio de una pintoresca historieta. Pero el vecino oriental no sólo despenalizó la tenencia y el consumo de esa hierba, sino que instituyó el rol del Estado en su producción y comercialización. Intrépido, insólito, histórico. Y el premio está en el interés que despertó en países como Canadá, Chile e Israel para comprar el producto con fines medicinales. Algunos laboratorios están pensando en instalarse en ese país para investigar su potencialidad y desarrollar fármacos para diversas enfermedades. Un panorama diferente al de nuestro país, en el que una parte importante de la riqueza territorial está sometida al dominio destructivo de la soja y a los caprichos especulativos de los terratenientes.
Ya en 2008, los estancieros manifestaron su intención de no ser gobernados, sino todo lo contrario. Aunque muchos estudios científicos confirman el desgaste que la producción del poroto ocasiona en la tierra, las fronteras de su cultivo siguen avanzando como una plaga imparable. En algunas provincias se sacrifican bosques para calmar tanta gula, con la indiferencia y hasta complicidad de los gobernadores. Las intenciones del Gobierno Nacional de diversificar los productos agropecuarios, han quedado sólo en eso. La tierra, que es patrimonio de todos, no puede quedar en manos de la avidez individual. Si la ley permite que los privados la exploten es para que los beneficios sean colectivos. Sin embargo, los dueños temporales de la tierra hacen lo imposible por negarse a compartir. Qué distinto sería todo si fueran tan generosos como la tierra que explotan, si estuvieran tan ligados a las raíces como los productos que convierten en dólares, si no resultaran tan patéticos y mezquinos sus constantes lamentos. Inimaginable sería que los popes de la Sociedad Rural o Federación Agraria se sumen a un plan de producción cannábica, aunque les vendría bien aspirar sus relajantes humos.
 Una película y la cruda realidad 
Repugnante el personaje que Leonardo Di Caprio construye de manera magistral en El lobo de Wall Street. Adicto al dinero para consumir drogas o adicto a las drogas para acumular dinero. Sus enérgicas –y reiterativas- arengas para contagiar la pulsión por la posesión de riquezas resultan muy oportunas. No como una pueril moralina sino como una severa advertencia. Lástima que el peso de la ley caiga sobre un mediano y no sobre los grandotes, que ponen en riesgo el equilibrio del mundo apostando a la ruleta el destino de todos. Jordan Belfort debió ser peligroso y no el pillo encantador que presenta Martin Scorsese en su última película. Tipos como ése son los que alcanzan la cima pisoteando todas las cabezas posibles, aunque los que pisan más fuerte interrumpieron su ascenso. Y en esa escalada, van sembrando un desierto de pobreza sin recibir, siquiera, una reprimenda. Por el contrario, las revistas del corazón financiero los coronan con el podio de los más ricos en lugar de repudiarlos por lo miserables que son.
Y si pueden multiplicar sus descomunales fortunas es porque pocos se atreven a ponerles coto. Que nadie venga con la zoncera del almacenero que con esfuerzo, iniciativa y ahorro logra instalar dos supermercados, porque no estamos hablando de esos pequeños casos. El comerciante del ejemplo no figura entre los cien más ricos del mundo y sus trampitas no hacen tambalear la economía global, apenas un dolor de cabeza para un inspector. A esos cien más ricos no los inspecciona nadie y por eso están donde están. En lugar del traje a rayas, le extienden la alfombra roja. En vez de repudio, despiertan admiración.
Y si alguien intenta acercarse a sus balances, enseguida denuncian persecución fiscal o alguna sandez semejante y jueces serviles ofrecen un paquete de cautelares para asegurar su protección. O aparecen los apologistas mediáticos que transmiten los lamentos de los que nunca pierden. Lo hemos visto en 2008 con el lock out de las patronales agropecuarias y ahora con las empresas de distribución eléctrica. También con la especulación sojera o la piratería de los precios.
Pero de las exportadoras de cereales se habla muy poco. Tanta protección necesitan que las marionetas de los medios no son capaces de balbucear su defensa. Multinacionales que apelan a sus más viles mañas para evadir las cargas impositivas que les corresponden. Algunos se preguntarán qué hace el Gobierno para ponerles freno. De todo: advertencias, denuncias y multas incobrables gracias al amparo judicial. El difundido mecanismo de la triangulación de exportaciones permite a estas compañías gambetear al fisco. La maniobra consiste en facturar bienes a un destino con baja tributación para después enviarlos a otro lugar.
Con el fin de no pasar por giles, el demonizado titular de la AFIP, Ricardo Echegaray anunció que a partir de ahora, cuando una empresa multinacional triangule exportaciones deberá realizar un pago a cuenta del impuesto a las Ganancias. Un anticipo del 0,5 por ciento si la facturación se realiza en una jurisdicción que comparte información fiscal y en caso contrario, una alícuota del 2 por ciento. “Creemos que muchas empresas van a cambiar su comportamiento y estrategia comercial –expresó el funcionario- Esperamos que el complejo sojero deje de utilizar Hong Kong y Macao para triangular sus exportaciones. Queremos que sean más transparentes”. Y existen muchos paraísos fiscales que convierten en infierno la economía mundial.
De más está decir que los exponentes del Poder Económico siempre encontrarán la forma de esquivar los controles estatales. Y el equipo K siempre busca la manera de domesticarlos, algo pocas veces visto en nuestra historia reciente. Todo un mérito enfrentarse con estos grandotes. Por eso, todos sus integrantes merecen un apoyo mucho mayor que el recibido en las últimas elecciones. Una tibieza inusitada. Poca fuerza, como si nos avergonzáramos por apoyar al proyecto que más ha transformado la vida en nuestro país. Como si no estuviéramos del todo convencidos de que éste es el camino hacia un país inclusivo. Como si especuláramos con la posibilidad de un "fracaso". Como si los mentirosos titulares nos hicieran dudar de la veracidad de los logros. Quien niegue que estos diez años han sido los mejores desde mediados de siglo pasado es muy cínico o no entiende nada.

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