lunes, 20 de enero de 2014

De tal palo, tal pastiche


El Papa da para todo. El ex Bergoglio recibió al equipo de heladeros argentinos que participará del Mundial del Helado en la ciudad italiana de Rimini y le brindó la bendición para que superen el título de campeón latinoamericano. Los muchachos agradecieron el gesto y le dejaron como obsequio un nuevo gusto para el cucurucho, al que bautizaron como “Francisco”. Casi nadie ha lengüeteado a un Papa para saber qué gusto tiene, así que habrá que esperar la estrambótica variedad helada para poder saborearlo. Algunos dicen que una monja italiana ya lo ha probado –extraoficialmente, por supuesto- y de alguna manera, ha quedado embarazada. En realidad, las mujeres pueden llegar a ese estado por tres caminos: el coito, la inseminación artificial y el milagro divino. Parece que ésta última fue la manera, porque acudió al médico por un dolor abdominal y salió con la ecografía de un fetito. Ella, que realiza tareas en un geriátrico, se hará cargo del bebé al que llamará, como no podía ser de otra manera, Francisco.
 Aunque no se llame Francisco –sólo le falta la sílaba del medio- Macri es muy franco. Pero no el célebre ingeniero que supo asolar la Capital Federal, sino el padre de la criatura. De haberlo engendrado en estos tiempos, lo habría bautizado como el pontífice argentino para iluminarlo un poco más. Lejos de eso, se sincera. Aunque no lo reconozca abiertamente, el empresario Franco Macri debe leer Apuntes Discontinuos, sobre todo aquellos textos que señalan la ausencia de sentimientos del Alcalde Amarillo. “Tiene la mente de un presidente –opinó sobre Mauricio- pero no el corazón. Es una vocación. Ser presidente de un país es renunciar a su propia vida y eso es algo que nunca le pediría a un hijo”. Un agradecimiento enorme, aunque no nos caiga nada bien este beneficiado por la dictadura, porque el consejo paterno y la aceptación del hijo pueden salvar a la República.
Vale insistir: es probable que nunca nos caiga bien nada que provenga de alguno de estos Macri, pero, al menos, Franco se esfuerza por conquistar nuestra simpatía. No lo logrará del todo, pero lo está intentando. Sin dejarnos engañar, vale la pena el arrojo de prestar atención a sus palabras. Como si renunciara a sus intereses para seguir el camino de los sentimientos, consideró que “el nuevo presidente tiene que salir de La Cámpora”. Pavada de bronca se habrá llevado el líder del Pro cuando escuchó que, para su padre, los puerilmente demonizados militantes son los más adecuados para tomar la posta. Como si lo estuviera provocando, el creador de la empresa que creció gracias a las topadoras de Cacciatore se consideró muy optimista, “porque este gobierno ha sembrado bien, el próximo tendrá que cosechar”. Algo que va en contra del afán destructivo de Mauricio.
La paja y el trigo
No nos hagamos ilusiones: no estamos ante la expiación de un empresario. Si Franco Macri sale a apoyar el proyecto K –en detrimento de la aberración que representa su hijo- no es porque se haya transformado en Nac&Pop. En algo le debe convenir la continuidad de este camino y no debe ser el único en su especie que piense en este sentido. En cierta forma, el desarrollo industrial –tímido por la resistencia de los poderosos locales- es beneficioso para todos, porque permite la creación de empleos y la ganancia empresarial, además del incremento de la recaudación del Estado y la consecuente redistribución del ingreso.
Lo que afirma el dueño de Socma no es una declaración patriótica, sino de conveniencia. Y deja traslucir una duda compartida por muchos: ¿para qué quiere Mauricio Macri ser presidente? No sólo adolece de pasión -tema sobre el que vamos a volver- sino que le falta una mirada más abarcadora, que vaya más allá de la CABA y el círculo de sus angurrientos amigotes. Y cuando el Macri mayor destaca los logros de esta década, contradice los dicterios recurrentes de su retoño.
La falta de corazón que señala Franco va más allá de la explicación que brinda a la revista Noticias. No sólo le falta pasión, sino sentimientos. Mentira que se conduele por los pobres porque –para su miserable concepción de las cosas- merecen vivir en ese estado. Y esto no es exagerado: basta observar el sentido que toman todas sus decisiones. Los sucesivos presupuestos presentados en la Legislatura con recortes en gastos sociales, vivienda, salud y educación pública e incrementos en publicidad, decoración y educación privada constituyen su declaración de principios. Lo que Franco Macri vislumbra es que la presidencia en manos de su hijo dejará al país en la ruina, junto con la mayoría, sometida a un modelo que no será siquiera de derrame, sino apenas de un mezquino goteo. Quien piense que con Macri vamos a estar mejor que ahora se equivoca muy feo o persigue intereses espurios.
Para buscar un cierre a este apunte, debemos volver a una pregunta: ¿para qué quiere Macri ser presidente? En primer lugar, él se considera una especie de salvador, un ángel que surge de las cloacas del paraíso para conducir nuestro país vaya a saber dónde. Si su modelo de gobierno es el de la Capital, sólo puede llevarnos al desastre. Además de mezquino, limitado y mentiroso, su inexplicable soberbia inspira la ausencia de autocrítica. Si algo sale mal en su distrito –casi todo- la culpa será del Gobierno Nacional, algo que él llama El Estado, como si no formase parte de esa institución. Pero en realidad, más que yerros, hay mucha intencionalidad en su gestión. No se equivoca tanto el equipo PRO, sino que pergeñan medidas para perjudicar a gran parte de los porteños.
Sin dudas, con Macri como presidente el futuro del país será como lo peor de nuestro pasado. Admirador del intendente de facto Osvaldo Cacciatore y del Infame Riojano, nada bueno podrá incluir en su plataforma de gobierno, salvo que mienta como lo ha hecho hasta ahora. Y que continúe recibiendo la cómplice protección mediática y judicial. Porque hace unos años que está procesado y a la espera de un juicio oral y muchos ni se han enterado. Ya asumió su segundo mandato en esta situación y no sería institucionalmente correcto que pueda continuar con su carrera política como si nada.
En segundo lugar, Macri quiere ser presidente no porque le interese pasar a la historia, sino para consolidar su lugar de patricio, para lograr un título más en su currículum, una nueva copita en la repisa de su estudio, como una anécdota más para contar a sus nietos. Una carrera en ascenso que significará un retroceso en el resto. Y entonces, no tendrá a quién echarle la culpa. Llegue a donde llegue, lo más importante para él seguirá siendo su paso por Boca.
Para el final queda desentrañar los objetivos del padre. Quizá haya entendido que la mejor manera de que el país crezca es cuando nos va mejor a todos. Puede ser que, en el ocaso de su vida, sus reflexiones incluyan algo de humanidad. Pero tal vez esté harto de que su apellido esté en boca de todos y al borde del desprestigio. Ante la posibilidad de ser rozado por alguno de los juicios por complicidad con la dictadura, pretende tender algún lazo amigable. Y también mitigar la posibilidad de que su astilla, el ingeniero que, como Atila, deja desolación a su paso, alcance su sueño de ser presidente. Y desalentar a los que piensan desperdiciar un voto de esa manera tan irresponsable. No existe heladero que se atreva a acomodar sobre el cucurucho un sabor tan amargo.

2 comentarios:

  1. los de los heladeros ¿es joda ? esto ya parece una pelicula de Fellini

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    1. Estimado Nando: tardé en responder porque la netbook se me había tildado. Tanto lo de la monja como lo de los heladeros es verdad, o tanto como lo que sale en los diarios. Fellini no estaba tan errado en sus fantasías cinematográficas

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