miércoles, 30 de julio de 2014

Malvinizar: un verbo con nuevos desafíos



Si la mayoría de los jueces acompañaran sus fallos con recomendaciones literarias, el mundo funcionaría mucho mejor. Un juez de familia rosarino, Ricardo Dutto, encontró en la lectura grupal una manera de reforzar los lazos de una familia en vías de disolución. No incluyó cualquier cosa en las sesiones semanales, sino la Convención de los Derechos del Niño, “El Principito” y “Ética para Amador”, de Fernando Savater. Claro que esto puede ocurrir cuando los magistrados tienen el hábito de la lectura. Algunos ni siquiera leen sus fallos, como Thomas Griesa quien, en la versión taquigráfica de su última audiencia, muestra estar muy desorientado. Si el magistrado hubiera leído “Economía a Contramano”, de Alfredo Zaiat, las descabellas decisiones que ha tomado no amenazarían nuestro fin de mes. Y de haber ojeado al menos “Los buitres de la deuda”, de Mara Laudonia, entendería mejor el trabajo que ha costado llegar al canje de deuda en 2005 y respetaría más su compleja orfebrería. Además, comprendería mejor la calaña de los individuos a los que está defendiendo.
Hace unas semanas, sosteníamos que el juez estaba alineado sin dudas con los intereses carroñeros. Ahora, podemos afirmar que no sólo es un apologista de los buitres sino que sus representantes le dan letra. Con sólo leer fragmentos de las audiencias, se nota que no entiende lo que está en sus manos ni el daño que puede producir con su intransigencia. Más allá de eso, nuestra mirada no debe detenerse en Griesa, porque hay un sistema judicial que avala su permanencia y ha ratificado sus decisiones. Además, el silencio de Barack Obama puede ser considerado complacencia o interpretado como debilidad. Mientras más alterado esté el patio trasero, mejor podrá desplegar su poder imperial, más ahora que el subcontinente se está despertando de la pesadilla neoliberal.
Si bien los especuladores financieros no tienen patria sino mucha angurria, su despiadada avidez los conduce a dominar el mundo entero. Por eso sorprende –o no tanto- que muchos actores de la política argentina pontifiquen ante los micrófonos sobre la necesidad de someternos a semejante pulsión destructiva. Al contrario de lo que dicen, si obedecemos, perdemos por goleada, porque la soberanía económica consolidada durante todo este tiempo se desmoronaría. Quizá por ser tan locuaz, la diputada Carrió sea la más invitada para llenar espacio en los medios opositores. Que quede claro: no por su coherencia, sino por su funcionalidad. El lunes por la noche destacó que "los caprichos de los funcionarios nos pueden hacer entrar en cesación de pagos. Ella cree que lucha contra el imperio pero lo paga el pueblo de la Nación". Una manera irrespetuosa de diseñar un escenario de caos y de minimizar los esfuerzos para solucionar un problema histórico. Claro que estamos luchando contra el Imperio, llámese EEUU o Elliot, cada vez que intentan vulnerar la soberanía o avanzar sobre nuestros bienes. Y si para la diputada Carrió es un capricho obedecer lo que establecen nuestras leyes, debería renunciar a su banca.
Para que no queden dudas de su idolatría al país del Norte y la mirada colonizada que tiene del mundo, Carrió sintetizó que Griesa "es un juez. Los jueces americanos tienen la cultura de 'el que debe, paga'. Es otra cultura". Importante destacar que dice ‘jueces americanos’, como los yanquis se llaman a sí mismos. Y claro que es otra cultura, aunque no merece ninguna idolatría, como si fuera admirable el afán hegemónico invasivo que orienta las acciones de ese país.
Sin embargo, estos actores políticos ya no se están oponiendo sólo al gobierno, sino a los intereses del país. Pero como no tienen nada que proponer, más que desparramar estiércol a trochemoche, buscan las comparaciones más estrambóticas. Y también dolorosas: “Cristina no tiene inteligencia. Ha crecido con esto como creció Galtieri. La dictadura genocida tuvo el máximo de popularidad con Malvinas”, vociferó Carrió. Entonces, aparece en escena esta nueva categoría política: la malvinización.
¿De qué se trata esto? "Esto es de manual ­–explica la diputada- Cuando se están yendo, cuando no tienen legitimidad, se mandan una guerra, una gesta patriótica”. No se puede ser tan irresponsable, tan cruel con las víctimas de la dictadura, tan destructora de la memoria colectiva. Esto no es una guerra ni tampoco es responsabilidad del Gobierno. Y Cristina ni ninguno de los presidentes democráticos que hemos tenido merecen ser comparados con Galtieri. Sí tiene razón al decir que estamos ante una gesta patriótica, ante un hito en la historia del mercado financiero global. De no ser así, no hubiéramos recibido tantos apoyos internacionales en este conflicto con los buitres.
A pesar de estas incongruencias vomitadas por Carrió, el nuevo verbo –malvinizar- circula por las bocas de los que no reciben buenas señales de sus respectivos cerebros. Con lo que no cuentan es con la habilidad del kirchnerismo para transformar las muletillas opositoras en conceptos propios. Y tal vez malvinizar se convierta en un desafío, en un nuevo faro que oriente nuestros pasos. No en el sentido que le da la extravagante legisladora en permanente ausencia, sino como una defensa constante de nuestra soberanía en cada tema y en cada terreno. Si es eso lo que estamos tratando de recuperar durante todos estos años.

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