lunes, 29 de septiembre de 2014

Cómo elegir un candidato y no fallar en el intento



No es una hipótesis descabellada sostener que muchos exponentes de la oposición opinan sobre las cosas sin tener demasiada información, para no decir ninguna. Tampoco es desacertado considerar que sólo tienen en cuenta las mezquinas miradas de algunos comunicadores para elaborar sus dicterios. Por eso, no debería sorprender que aparezcan ante las cámaras criticando cualquier cosa sin argumentos. Y bajo esas palabras casi recitadas, subyace la ausencia de ideas y el desprecio hacia un proyecto de país que se niegan a comprender pero, como bestias enfurecidas, tratan de destruir. Prestos a encantar al establishment, desfilaron por las pantallas cuestionando el discurso de La Presidenta ante la ONU, aunque, si los periodistas hurgaban un poquito, quedaba en evidencia que no lo habían escuchado. Demasiada irresponsabilidad de parte de los postulantes a la presidencia. Claro, como todos dirigen sus palabras al público cacerolero construido por los medios hegemónicos porteños, necesitan tener un discurso acorde. O monocorde, más precisamente. Por eso, en lugar de diseñar un modelo de país alternativo, denuestan y manipulan, propalan mentiras y magnifican versiones con el fin de desterrar al kirchnerismo para siempre, única posibilidad de tener un modesto protagonismo en el futuro.
No les importa abandonar todo principio ni tampoco entrar en contradicción con sus propias ideas, si es que alguna vez han tenido. Con recordar las sandeces de Hermes Binner, alcanza y sobra. En las elecciones presidenciales de Venezuela hubiera votado por Capriles, esa derecha amorfa y destituyente, perpetua aliada del Imperio. En el conflicto con los fondos buitres, no dudó en afirmar que había que cumplir el fallo. Y lo sigue diciendo, a pesar de haber tenido cuantiosas oportunidades de profundizar en el caso. El ex anestesista aseguró que ellos no hubieran llegado a esta situación. Probablemente, la hubieran empeorado poniendo los bienes del país al servicio de estos angurrientos. Y, para confundir más a los confundidos, afirmó que “desde nuestro lugar, responsablemente, no podemos decir si hay que pagar o no a los fondos buitre pero hay que empezar a negociar”. Lo que no tiene en cuenta el ex gobernador es que Paul Singer –y todos los que son como él- no quiere cobrar, sino tener en sus manos el futuro de nuestro país.
Timorato como pocos, mostró su incomodidad ante el discurso de CFK en la ONU. “Nosotros seríamos respetuosos de la primera economía del mundo”, explicó, sin dudar y pidió “evitar los agravios que no ayudan a solucionar los problemas”. Y pensar que se dice socialista. Y considera que agraviar es decir la verdad. El respeto hacia quien no respeta nada, sería sumisión, Mr Binner. Pero, como está acostumbrado a exasperar con su hibridez, también aportó su lucidez al servicio de la economía doméstica. Con respecto a la llamada Ley de Abastecimiento, explicó que “en ese camino vamos a una confrontación porque es muy difícil entrar a un campo y confiscarle las silo-bolsas”. De más está decir que la norma no habilita eso, que no es más que una consigna mediática. Pero también sería saludable aclarar que los que abusan con los precios y esconden los productos de nuestra tierra, más que confrontación, están declarando una guerra.
Obama, decime qué se siente…
El beneficio de la duda puede excusar una opinión apresurada sobre un hecho reciente. Proponer la idea de la negociación a pocas horas de conocer la validación del fallo de Griesa, a mediados de junio, puede justificar al opinólogo. Pero después de tantos meses, con las cuantiosas explicaciones, con los innumerables apoyos internacionales, con la especificación de los riesgos de responder a la extorsión, ya es irresponsabilidad o complacencia sugerir un acuerdo con esos nefastos especuladores. Y tuerce por un tenebroso sendero, habría que advertir. Más aún cuando es un representante con aspiraciones a más, como el caso de Macri, Massa y Binner.
Que un periodista afirme ante un micrófono que el problema se arregla en 15 minutos puede ser obediencia a sus empleadores. Pero que un político con cargo repita esa idea ya es una validación de la falsedad, una forma de legitimar la manipulación mediática, de engañar a su posible votante. Sólo un necio puede elegir como presidente a un embaucador casi confeso. Que no vuelva a pasar lo del Infame Riojano, que prometía el salariazo y la revolución productiva y mucho tiempo después de destruir empleos y empobrecer a la población en beneficio de unos pocos, confesó que si decía lo que se proponía hacer, nadie lo votaba. Anécdota que debería quedar grabada a fuego en la memoria colectiva.
Nadie que defienda a los más ricos gobernará a favor de los más pobres. Pero esta situación puede disfrazarse con poco esfuerzo. Siempre hay algún individuo que sueña con ocupar el lugar del que lo oprime. Si alguien le promete cumplir su anhelo con sólo defender los privilegios de unos pocos, seguramente no dudará en votarlo. Así se impone el modelo del derrame, tan tentador porque promete felicidad para todos sin enojos ni conflictos. Pero claro, exige mucha paciencia porque el derrame se convierte en minúsculo goteo apenas se pone en movimiento la transferencia de recursos públicos hacia las arcas privadas. Y esas arcas no tienen fondo.
En estas cosas hay que pensar al momento de considerar a un candidato: ¿a quién representará verdaderamente cuando asuma su cargo? En función de eso, hay que tratar de penetrar el trasfondo de sus palabras. Siempre hay algo que revela la oscuridad de su pensar. No sólo los fallidos, sino los puntos difusos de sus argumentaciones. Por ejemplo: ¿de qué manera la reducción de los salarios puede beneficiar al asalariado? ¿O por qué artilugio la quita impositiva a las grandes empresas tenderá a la equidad? Y una tercera: ¿por qué es inconveniente regular la cadena de comercialización si es ahí donde se producen los abusos en los precios? Quien no pueda responder a esas preguntas o lo haga de manera evasiva es porque, sin dudas, tiene en mente ampliar los privilegios del Círculo Rojo en detrimento de los derechos de la mayoría.
Y esto no sólo en la escena doméstica. El conflicto con los fondos buitres ha dejado en evidencia que la defensa de la soberanía y la consolidación de nuestro futuro sólo son posibles con la resistencia a sus embestidas. Acatar el fallo de Griesa no sólo nos hundiría en el más doloroso abismo, sino que sería aceptar un sometimiento al poder imperial, no el del país del Norte, sino de los capitales especulativos. Si fracasa esta gesta, el mundo estará expuesto a esta infinita avaricia. No en vano la mayoría de los países han brindado su apoyo a nuestra posición y se han comprometido a elaborar una normativa para frenar esta alocada carrera de acumulación asimétrica. Y no sólo eso: el Consejo de DDHH de la ONU investigará el accionar de los fondos buitre y la manera como afectan a los pueblos.  Después de todo esto, quien cuestione el camino emprendido por Cristina y su equipo, no está oponiéndose a un gobierno, sino facilitando una nueva colonización de nuestro país. El desacato es la mejor manera de hacer flamear la celeste y blanca. Más aún cuando el discurso de La Presidenta en Nueva York sonó como si hubiera cantado “Obama decime qué se siente…”

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