miércoles, 8 de octubre de 2014

Los jueces desacatados



Como el Autor de estos Apuntes es un optimista crónico, siempre encuentra algo bueno en medio de lo malo: pocos aplaudieron la absolución de Cavallo. Gran parte de la sociedad argentina lo reconoce como culpable de la mayor catástrofe económica por la que pasó nuestro país. Y lo seguirá siendo por más que miles de jueces dictaminen su inocencia. De cualquier modo, produce urticaria tanta impunidad, tanto servilismo hacia el Poder Económico por parte de quienes tienen que hacer cumplir las leyes. Un gesto simbólico se les pedía a esos tres jueces –apenas tres años sin cumplimiento efectivo- porque una condena no sólo sanciona un hecho del pasado, sino que pone límites hacia el futuro. ¿Qué dirá sobre esto el senador radical Ernesto Sanz que, en su lanzamiento presidencial, prometió un país decente? ¿Esta será la decencia que pergeña para el futuro? En cierta forma, el resultado estaba previsto: si habían sobreseído a todos los involucrados, tanto banqueros como funcionarios, la absolución del ex ministro aparece como el moño del paquete. Total, los giles pagamos -cuando nos dejan- las deudas que ellos contrajeron en su propio beneficio. Y encima, tenemos que aguantar las amenazas de los buitres y del juez municipal con ínfulas de imperial.
A nosotros, la paciencia nos sobra; podríamos exportarla y haríamos punta en una industria desatendida. Porque, además de exculpar al ex ministro, esta sentencia insultante resucitó a De la Rúa, que salió en defensa de su gobierno. Aunque cueste creerlo, aseguró que si no hubieran interrumpido su mandato las cosas no habrían acabado en estallido. Cavallo, en su alegato, fue más ‘técnico’: “nos echaron del gobierno cuando estábamos por concluir la reestructuración completa”. ¿Tenía planeado hacer más daño, todavía? Que estos jueces se hagan cargo de la monstruosidad que han dejado como herencia: una puerta abierta para que un funcionario futuro traicione los intereses del país. Si han recibido presiones para dejar en libertad a los que nos hicieron tanto daño, sería saludable que lo denuncien. Y si fue el dinero lo que influyó, son tan viles como los enjuiciados.
Calma, volvamos a lo positivo. De las heridas, siempre debemos sacar fortaleza. Este lamentable episodio nos permitirá detectar con más facilidad a los verdaderos enemigos. No a los adversarios, por más timoratos y serviles que sean, sino a los que nos quieren aniquilar en serio. Esos que se esconden en las sombras mientras sus peones preparan el escenario adecuado para retomar las riendas. Ahora tratarán de convertir al dañino economista en un mártir, limar sus asperezas, acicalar su imagen y acercarlo poco a poco a los centros de decisión. Esos que rescatarán su obra y lo convertirán en referente para reinstalar el modelo neoliberal que tanto añoran, son los enemigos. Sobre ellos debe estar posada nuestra mirada vigilante para mitigar lo más posible su capacidad de daño.
Congresistas en fuga
Pero no es el único episodio que da letra a los angurrientos. El juez Thomas Griesa se sigue enredando –con riesgos de estrangulamiento- en su inconcebible fallo. Desencajado, extorsiona, ordena, amenaza a pesar de no tener autoridad para hacer tanto. Después de todo, si el BONY está fuera del negocio del fideicomiso es por culpa de sus propias decisiones. Además, gracias a las operaciones de los medios hegemónicos y los políticos de la oposición, todo lo actuado por el Gobierno Nacional para terminar con este conflicto aparece deslegitimado. Esto da pie para que el patricio magistrado intime a nuestro país y mande dar marcha atrás en el cumplimiento de nuestras obligaciones.
Menos mal que el apoyo internacional sigue creciendo. Los países que conforman el Mercosur, la Unasur, la Celac, los BRICS, el G-77 más China y la ONU aportan su respaldo y sostienen la necesidad de regular las re-estructuraciones de deuda. Hasta el FMI considera que la situación en la que se ha visto involucrado nuestro país requiere reformular las normas financieras globales. Los únicos que nos han dado la espalda han sido los exponentes de la oposición vernácula, salvo algunas excepciones. Un dato para recordar: el oposicionismo patológico parece convertirlos en traidores a la Patria.
Si bien nunca han cesado de horadar la legitimidad del oficialismo conquistada en las urnas, después de las elecciones legislativas del año pasado, recrudecieron sus pueriles y mediáticos embates. Cuando todavía no había terminado el conteo y faltaban dos años para los próximos comicios, salieron los ilusorios triunfadores a plantarse como candidatos a presidente. Para justificar semejante apresuramiento, empezaron a hablar de transición, aunque no lo era, salvo que desde las madrigueras del Poder se haya pergeñado una cadena de intentos destituyentes. Que los hubo, por supuesto, aunque no tan efectivos. Ahora la consigna es la fuga, no sólo de divisas sino de legisladores: como el ideario que sostienen es tan nebuloso y errático, se niegan a todo debate; como el casting del que participan exige la oposición compulsiva por fuera de toda responsabilidad, han renunciado a gobernar en representación de sus votantes; como sus argumentos están inspirados en libelos de amplia difusión, sólo recitan consignas vacías, incongruentes y contradictorias. Tal vez por eso lo único que hacen es saltar de un club de amigos a otro de ex enemigos en una coreografía absurda. Mucho ingenio para diseñar marcas y presentaciones, pero nada de voluntad para elaborar una propuesta alternativa, en caso de tomar la posta.
Nadie puede predecir lo que pasará dentro de un año, pero por lo que están demostrando ahora no merecen ni un voto. Probablemente logren armar un cóctel electoral que conquiste voluntades a fuerza de publicidad y promesas vacuas. Tal vez ganen, pero no serán ellos los que gobiernen. Quizá no se preocupen en elaborar un plan porque sólo les permitirán aplicar un modelo estándar. En lo que va de este año, se han opuesto a todo lo que sea defender los intereses de los ciudadanos y del país. Hasta han rechazado participar de la aprobación del Nuevo Código Civil y Comercial, aunque sí lo hicieron en su elaboración. Sin dudas, no quieren contribuir a la construcción del país, sino a la destrucción del que hemos conquistado con tanto esfuerzo.
En la primera parte de este apunte, aparecieron los jueces que avalan ilícitos y atropellan las instituciones. No sólo por lo de los buitres y la absolución de Cavallo, sino por muchas tropelías más: una cautelar que exime al diario La Nación de pagar una multa multimillonaria; otra cautelar que frenó durante cuatro años la aplicación plena de la LSCA; el veto de la Corte Suprema a la modificación del Concejo de la Magistratura, una sentencia inconstitucional que vulnera la independencia de los poderes; la detención de la causa por la apropiación de Papel Prensa, con delitos de Lesa Humanidad incluidos; el mediático e inconsistente proceso que involucra al vicepresidente y todas sus seguidillas, más una vendetta que búsqueda de justicia.
En la segunda, el accionar sumiso de los políticos de la oposición que los conduce a cualquier pisoteo institucional. Sumisos al Poder Económico más que obedientes al mandato recibido en las urnas. Ahora que recrudece el conflicto con el Grupo Clarín con su resistencia a adecuarse a la ley, ¿qué dirán estos eternos candidatos? ¿Propondrán la derogación de la llamada Ley de Medios para recibir una tierna caricia del amo? El que sirve al malvado, al principio puede despertar lástima pero, a la larga, termina dando asco. Y no hay que olvidar que, con el tiempo, se termina contagiando de tanta maldad.

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