lunes, 8 de junio de 2015

Un proyecto imbatible



El desencuentro entre tapa y realidad
Un tradicional ejercicio en las escuelas de periodismo es la comparación de la tapa de los diarios. En otros tiempos, esta experiencia permitía verificar el punto de vista de cada medio ante un mismo hecho destacado de la agenda. Hoy sólo sirve para demostrar la existencia de una disputa por esa agenda: unos medios focalizan los logros de un gobierno en beneficio de la mayoría y otros tratan de encontrar lo malo en todo lo bueno que se hace y, cuando no lo encuentran, lo inventan; y si no les da el cuero para tanta imaginación, se enojan con una realidad que no se amolda a sus nefastos intereses. Siempre resulta pertinente esbozar alguna reflexión en torno al Día del Periodista, que en Argentina es el 7 de junio en conmemoración del primer número de La Gaceta de Buenos Aires, un periódico oficial para difundir las ideas de la Primera Junta de Gobierno. Nada de objetividad ni independencia: convencer a los ciudadanos de la importancia de romper las cadenas con la Corona Española era su principal fin. ¡Vaya paradoja! Muchos de los que el domingo alzaron sus copas para auto homenajearse forman parte de una comparsa que día a día opera para favorecer a un establishment internacional que no busca nuestra felicidad, precisamente. Menos aún, nuestra independencia, sino todo lo contrario.
Toda deliberación comienza con una pregunta básica: ¿qué es el objeto que se piensa? En este caso, ¿qué es el periodismo, relato o interpretación de la realidad? ¿Reconstrucción? ¿O creación ex nihilo, esto es, de la nada? ¿Un ordenamiento de hechos fraguados para forzar los deseos de una minoría? O tal vez no haya una sola forma de pensar esta profesión y es tan maleable que puede ser cualquier cosa. Si el siglo XIX permitió diferenciar el periodismo blanco del amarillo, hoy la paleta muestra tantos colores que es imposible elaborar un catálogo.
En estos días, la prensa hegemónica descubre que Cristina es imbatible, en palabras de un derrotado antes de competir: Francisco de Narváez; no de un ultra kirchnerista sino de un archi opositor; el creador del alica alicate que pareció revolucionar la política vernácula en 2009 y que, como tantos engendros mediáticos, se desinfló apenas despegar. Este descubrimiento indica el extremo de la impotencia, porque son derrotados por alguien que no puede participar de la contienda. “Cristina es imbatible” no sólo es un reconocimiento a los méritos de La Presidenta, sino la resignación ante la contundencia del proyecto que lidera. Esta sentencia no es una valoración de los logros, sino la claudicación ante ellos.
Porque Cristina es imbatible se enojan con el Papa porque la recibe y buscan en los intersticios del hecho algo para opacar el encuentro, que no es más ni menos que un diálogo de dos horas entre dos jefes de Estado. Y también se enojan con la FAO, porque reconoce el trabajo que se ha realizado en estos años para reducir el hambre y premia al país por el esfuerzo. Encima, esta organización permite que Cristina se explaye en los principios del kirchnerismo ante los ojos del mundo. Y en octubre, se enojarán con los votantes que le darán la victoria al candidato K.
Cristina es imbatible porque tenía razón en la negativa a aceptar la presión de los buitres, porque sabía que detrás de Paul Singer vendrían muchos más a picotear, algo que verdaderamente ocurrió. Y Cristina es imbatible porque la realidad que los medios hegemónicos difunden no coincide con lo que vive la mayoría de los argentinos. A pesar de las bombas de estiércol que lanzan a diario, de los muertos que arrojan sobre su escritorio, de los sabotajes que pergeñan los sindicalistas cómplices, de los precios que enloquecen en las góndolas, de los pronósticos agoreros que nadie cree, Cristina es imbatible. ¿Será que, por primera vez en mucho tiempo, estamos en el camino correcto?

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