lunes, 29 de mayo de 2017

Mucho más que señales



Que Macri no se haya persignado en el Tedeum del 25 de mayo puede afectar el sentimiento de los muy creyentes, pero el amague es muy significativo. Quizá haya sido una venganza pueril después de los duros conceptos del cardenal Mario Poli o una muestra más de su desprecio hacia lo que no forma parte de su ideario, como su ostentoso desconocimiento de la historia y la superficial paleta de conceptos que destila a diario. Que los organizadores del acto oficial hayan errado con el año de la Revolución es otra evidencia de la poca importancia que el Gobierno Amarillo da a los símbolos. Que el desfile militar vuelva a cobrar protagonismo en las celebraciones patrias revela que el retroceso no se detiene. Fotos que despiertan los peores recuerdos. En un contexto de bonanza, estas imágenes podrían pasar al olvido pero, en medio de la crisis prefabricada que estamos padeciendo, se convierten en señales ineludibles para abandonar este acelerado camino al fracaso.
Sin dudas, el cambio ya no gusta tanto como un año y pico atrás. El “mejor equipo de los últimos cincuenta añosse está desarmando por la inoperancia de sus integrantes. Los números no convencen a nadie y la supervivencia vuelve a reinar en la vida cotidiana de la mayoría. Ya no hay dudas de que el desempleo es un objetivo para incrementar las ganancias de los que nunca pierden un céntimo. La desigualdad creciente no es un resultado indeseado sino el paso necesario para alcanzar el anhelo de un país para pocos. Por eso, las palabras de Mario Poli resultaron oportunas: “no hay motivos para hacer fiesta patria cuando buena parte de nuestro pueblo no se siente invitado”. A pesar de las certezas de decadencia, desde el oficialismo afirman que la economía está arrancando. En eso hay algo de verdad: el plan amarillo está arrancando todos los sueños que estábamos empezando a tener.
Las pesadillas que tejen estos Personeros de la Oscuridad nos acosan cada día más. La policía encapucha a los estudiantes y la Gendarmería inventa pericias para alimentar la fábula del asesinato del fiscal. Los medios hegemónicos oscilan entre la apología más inverosímil y las tímidas críticas de ocasión, mientras mantienen vivos los prejuicios hacia la década pasada. La confusión de la opinión pública es de tal magnitud que tienen posibilidades de imponer las ideas más perjudiciales y discriminatorias, como la erradicación de los migrantes o la incidencia de los salarios en la rentabilidad de las grandes empresas.
Esta experiencia nos indica, una vez más, que no todo cambio es para bien. También nos sugiere abandonar la ingenuidad al momento de adherir a las propuestas de una campaña electoral. Detrás de todas las promesas de los amarillos se escondía el engaño. Y lo sigue haciendo. Para evitar un tropiezo con la misma piedra, el mejor consejo es esquivarla. Y dejar de escuchar a todos aquellos que nos alientan a estamparnos contra ella.

jueves, 11 de mayo de 2017

El show de los retrocesos



Estos tiempos del cambio convierten en realidad las imágenes más oscuras de nuestro peor pasado: efectivos policiales que surgen de las sombras para cachear estudiantes, apresar profesores e invadir colegios, universidades y museos. Incidentes sin mayores consecuencias, en principio. Pero hay errores que provocan excesos y terminan en tragedia. “Clima de época”, arriesgan algunos para explicar esta amenaza permanente con forma de gobierno. El fallo de la Corte emerge en este contexto como una divisoria de aguas que permite ordenar las fichas de este perverso juego llamado La Revolución de la Alegría. Además, revela las reglas, orienta las estrategias y deja al descubierto las trampas que han tendido desde un principio los que coparon la Casa Rosada a fuerza de engaños y calumnias. Los miembros del Gran Equipo intentan todo para restaurar la normalidad de hace cien años y transformar nuestro país en el supermercado del mundo. El incidente del 2x1 nos convoca para revertir este proceso que busca reorganizar todo al gusto de una minoría insaciable.
El tiempo que se tomó el empresidente Macri para pronunciarse sobre la resolución de los Supremos sugiere que la impunidad está entre sus planes. Esta vez no salió. Si logra obtener un buen resultado en las elecciones legislativas con una leve reversión de la tendencia negativa en la economía, quizá lo vuelva a intentar de una forma menos obscena. Por ahora, nadie explica si la demora en emitir su opinión se debió a que estaba elaborando algo creíble o tratando de aplacar su enojo por el fracaso de la treta. Y buscando la forma de disimular el desconcierto por la reacción adversa que desató. Quizá considera que la escueta manifestación del 1° de abril fue un cheque en blanco para imponer su sello negacionista y no la expresión de una minoría desbordada por un odio incomprensible.
Como sea, Macri salió a balbucear las generalidades que siempre se esperan de él. Para decir lo que dijo, se hubiera quedado callado. “Estoy totalmente en contra porque estoy en contra de cualquier ley a favor de la impunidad y más aún en delitos de lesa humanidad”, mintió. En julio de 2015, diputados y senadores del PRO no apoyaron la ley 27156 que prohíbe amnistiar, indultar o cambiar penas de los delitos de genocidio, de lesa humanidad y de guerra. Además, siempre se ha manifestado en contra de los juicios y de los organismos de DDHH y le resulta imposible disimular su simpatía por los tiempos de la dictadura. ¿Cómo va a cuestionar el período de la historia que contribuyó a multiplicar el patrimonio de la empresa familiar? Como en muchas cosas más, el Ingeniero engaña y algunos de los que lo escuchan se dejan engañar.
Pañuelos blancos contra la distracción
Una vez más, las Plazas dijeron NO. Y lo seguirán haciendo mientras la ceocracia gobernante amenace la Memoria y los derechos de la mayoría. La multitud movilizada decidió poner un límite inexpugnable a las pretensiones monárquicas de tres jueces que ya son ilegítimos porque han traicionado el contrato, pisoteado las leyes y saltado la grieta hacia el lugar más horroroso. Aunque se esfuercen en negarlo o simulen indignación, quien sufrió este rechazo popular es el propio Macri y eso lo debilita. La oscuridad que fumigan los amarillos está potenciando una luz que parecía adormecida. Los que abandonaron su conciencia para errar en el balotaje empiezan a advertir que fueron estafados. Los que creyeron en la Pobreza Cero, la Lluvia de Inversiones y el Segundo Semestre están cerrando sus oídos a los cantos de sirena que atraviesan las paredes de La Rosada SA. Los convencidos por las falacias de La Década Robada, La Pesada Herencia o Los K se llevaron todo empiezan a desconfiar de las propaladoras de estiércol.
Cada vez más, el Gerente nos está uniendo en su contra. Ahora será difícil reconquistar el consenso perdido, por más que los PRO hayan votado –a regañadientes- una limitación a la inexistente figura del 2x1. En los próximos días veremos cómo se acomodan cuando se debata en la cámara de Diputados el pedido de juicio político. Lo que opinen y voten revelará la sinceridad de sus últimas declaraciones de ocasión. El núcleo del pensamiento PRO está en Macri: a pesar de la crisis provocada por tres de sus miembros, consideró que la Corte “es prestigiosa y no hay que ordenarle lo que tiene que hacer porque la independencia de poderes en un país es fundamental”. Claro, para él la caprichosa sentencia de sus emisarios disfrazados de jueces es una expresión de prestigio e independencia. Independencia que no es otra cosa más que complicidad y obediencia a un establishment destructivo. Cháchara propia de alguien que no sabe cómo ocultar el poco apego que tiene a la institucionalidad, sobre todo cuando entorpece la expansión de los privilegios de la minoría a la que pertenece.
Ante la confusión que siembra el Cambio en cada uno de sus pasos, se produjo la convocatoria contra el 2x1. Aunque los organizadores aclararon que el gobierno no era el blanco de sus críticas, el gobierno terminó siendo el blanco de todas las críticas. No sólo porque Rosatti y Rozenskrantz fueron elegidos por él y Highton admitida a pesar de la edad para generar una mayoría automática y obediente, sino por todo lo demás. Los pañuelos en alto no sólo expresan un repudio al 2x1 sino a todo lo realizado por el Gran Equipo y una advertencia contra todo lo que hará. Un freno a los ajustes, los despidos, la inequidad, la recesión, la inflación, el desamparo, la angustia. Un freno a la estigmatización del adversario, a la corrupción con mejor envoltorio, a la indiferencia al sufrimiento ajeno, a la renuncia de la soberanía, al endeudamiento brutal. Al desprecio que destilan los funcionarios cuando hablan de las víctimas de sus decisiones. A las engañosas promesas que recitan para seguir enriqueciendo a los más ricos y empobreciendo al resto.
Las Plazas contra el 2x1 se convierten en un llamado de atención pero no para los ceócratas, sino para los que siguen confiando en ellos y no se benefician un ápice con sus medidas. Una advertencia para los que ven en ellos algo nuevo y no el plan de la dictadura con traje más moderno; para los que ven en Elisa Carrió una defensora de la República y una iluminada por una Verdad inaccesible a todos los mortales; para los que se dejan convencer por el ensayado tono calmo y las sonrisas zen; para los que se conmueven con los timbreos y las tiernas imágenes de estudio de la familia presidencial; para que comprendan que la apretada mayoría regalada en el balotaje es un error histórico; que no nos quieren, que no les importamos más que como mano de obra barata, que son egoístas y peligrosos. Las Plazas de los Pañuelos nos marcan un desvío para escapar de este camino de angustias en el que nos metieron estas bestias desencajadas.

lunes, 8 de mayo de 2017

Un fallo y más allá, la inundación



Aunque intentaron disimularlo, los amarillos están satisfechos con el irracional fallo de la Corte. El establishment paga el favor que muchos de esos pobres viejitos presos hicieron cuarenta años atrás: tomar el poder para someter a la mayoría a un terrorífico plan de latrocinio. El Poder siempre inclina la balanza en su beneficio y a esa atrocidad le pone nombres pomposos y digeribles. La normalidad es, para esa minoría, impunidad, injusticia, inequidad y muchos otros daños colaterales en pos de multiplicar sus privilegios e incrementar sus riquezas. El empresidente Macri es uno de esos agradecidos que, desde hace años, considera la dictadura un paso necesario para encauzar la historia y que los juicios son una venganza de los que perdieron una guerra sucia. Este doloroso episodio del 2x1 es una de las pocas promesas que se hicieron realidad: terminar con el curro de los DDHH.
Los que pregonan respetar las instituciones son los que más las pisotean y ahora cobra más sentido el intento inicial de nombrar por decreto a dos miembros del Máximo Tribunal. Para eso el Gerente de La Rosada SA arriesgó su escueta legitimidad en los primeros pasos del inmerecido lugar que ocupa. El Congreso se encargó de avalar su perniciosa impronta con la excusa de garantizar la gobernanza, a pesar de la objeción de los organismos de DDHH. Ahora que las cartas están echadas, los opo-oficialistas sólo se atreven a recitar tibios lamentos para no abandonar el rol de oposición responsable. Gracias a tanta tibieza, los PRO nos están apabullando a retrocesos.
¿Qué parte de sus entrañas tienen que exhibir los miembros del Gran Equipo para que los que aún esperan algo bueno comprendan sus verdaderas intenciones? ¿Cuánta agua más debe correr para advertir el engaño que se despliega ante nuestros ojos desde que esta tragedia innecesaria comenzó? Si no hay que ser un experto para concluir que cada iniciativa anunciada con bombos y platillos esconde la intención de transferir recursos hacia los que más tienen, ¿por qué es tan lenta la pérdida del consenso? Tampoco hace falta ser muy crítico para intuir el fracaso ni muy desconfiado para suponer que el derrame no se producirá nunca. Ni muy observador para descubrir que las mejores porciones de esta menguante torta se las quedan los que la reparten.
¿Qué más tiene que pasar para que los Cuentos de la Pesada Herencia dejen de cautivar al Buen Vecino? ¿Cuánto más pueden fabular los trajeados de la pantalla mientras el fango del pantano humedece las suelas del ingenuo televidente? ¿Cuántas trapisondas más hace falta revelar para que reconozcan que la transparencia que cacarean no es más que maquillaje?
Un poco de terror
Después del fallo, aparecieron las hipocresías. Sorpresivamente, Macri se abstuvo de balbucear los lugares comunes que sí brindaron sus funcionarios. La vicepresidenta Gabriela Michetti aportó su mediocridad habitual: “desde el Gobierno podemos decir que la Justicia tiene que ser independiente, nos gusten o no sus fallos”. ¿Independiente de qué, de la Constitución y de las leyes, como en este caso? O de las no-leyes, porque el mentado 2x1 no existía cuando se cometieron los delitos ni cuando apresaron a los represores. Y no es una cuestión de gustos sino de coherencia: los jueces no pueden legislar y con esta acordada lo están haciendo al aplicar una norma ya derogada. El ministro de Justicia y DDHH Germán Garavano focalizó su análisis en el concepto del 2x1 y se escudó en la independencia y el prestigio técnico, antes de esbozar un tímido cuestionamiento al fallo. La sucesión de opiniones en este sentido se incrementó a medida que este regalito de la Corte despertaba la repulsa de la opinión pública.
En realidad, todos los que repudian el fallo pero recomiendan respetarlo, no están repudiando nada: sólo legitiman algo que es ilegal e inconstitucional. Esta resolución de los Supremos no es respetable y menos aún respetuosa. Los tres miembros que elaboraron este engendro han provocado un enorme daño jurídico, histórico y social. En lugar de restañar heridas, las están profundizando. Rosatti, Rosenkrantz y Highton son, desde ahora, tres apellidos que llenan de vergüenza a la justicia argentina y sus portadores deberían buscar la manera de enmendar el error que han cometido o preparar las valijas para emprender un viaje al peor lugar de la memoria colectiva. Lo ideal es que hagan ambas cosas.
Pero no son los únicos responsables de este atroz episodio. Los senadores que aprobaron el ingreso de los dos nuevos jueces que Macri intentó imponer por decreto son cómplices indirectos del inaceptable dictamen. Más que enérgicos discursitos de ocasión, deberían estar deshaciéndose en disculpas y exigiendo a la Corte que anule la resolución con una nueva acordada, antes de que los genocidas intenten poner un pie en la calle. Y si quieren volver a mirar a los ojos de todos los argentinos, deberían estar entrenando para destituir a estos tres mamarrachos que ofenden la Memoria construida en más de tres décadas.
El empresidente Macri también debe pedir disculpas por haber elegido a estos personeros de la oscuridad, además de confesar que presionó a Elena Highton para que contradiga su posición a cambio de su permanencia. Él, que se erige como portador de la verdad, debería ser el primero en revelarla. Pero no hará nada de esto, por supuesto. Desde mucho antes de asumir, ya tenía decidido terminar con los juicios y las condenas. Como no se atrevió a asumir el costo político de un indulto, como hizo su admirado Menem, optó por un sendero más enrevesado. El resultado es tan nefasto como obscena la jugada.
Tan malversado es el procedimiento que un optimista incurable podría suponer que este fallo tiene cortísima vida, a pesar de que el senador Federico Pinedo esté elaborando un proyecto de ley para reglamentar el 2x1 inexistente. Tan absurdo es este capítulo que tiene pinta de dolorosa operación. O cuanto mucho, de tanteo del terreno para intentar una amnistía, también prohibida por la Constitución. O como una forma de distracción más, para que, de cara a las elecciones, la discusión pública desatienda los desastres económicos que el Gran Equipo está provocando. Mientras nos entretienen con discusiones y luchas prehistóricas, extorsionan a Sancor, imponen la flexibilización laboral, pergeñan un ajuste feroz y los negocios del entorno presidencial siguen creciendo. Mientras habilitan debates televisivos entre represores, apologistas y víctimas como simulacro de pluralidad, los amarillos producen un cambio cultural de nefastas consecuencias: de a poco, los pobres se resignan al abandono, los que recién ascendieron se preparan para descender, los trabajadores aceptan cualquier condición para no dejar de ser tales y los ajustados adoptan los argumentos de los ajustadores.
Todo esto pasa y Clarín pone como noticia destacada el hotel donde se aloja Cristina. Tan difícil no es descubrir la treta. Ya es tiempo de perder la ingenuidad si queremos convertirnos en ciudadanos. Si queremos un país más justo con un lugar noble en el contexto internacional, éste no ha sido nunca el camino. Salir de él es más que una prioridad: es un compromiso con el futuro.

jueves, 4 de mayo de 2017

Reconciliación con los verdugos



Desde lo más profundo y oscuro de la grieta que los amarillos agigantan día a día, emergen los peores fantasmas que podamos imaginar. El presente demuestra que la llamada campaña del miedo se quedó muy corta. Macri y su Gran Equipo ya no saben con qué asustar a una sociedad anonadada. Si no es con la reimplantación del capitalismo más salvaje es con el negacionismo más perverso. Si no es con la entrega de nuestro patrimonio es con la horadación de derechos que pensábamos consolidados. El hálito restaurador que destilan contagia de podredumbre todo lo que toca y alienta la resurrección de ideas que creíamos desterradas. Nada bueno nos espera si dejamos que este tren fantasma siga su recorrido por el amargo túnel de retroceso a los momentos más tortuosos de nuestra historia.
Todo comenzó con el pataleo de siempre en formato editorial que el diario La Nación publicó apenas asumido el empresidente Macri. La reconciliación es el deseo no cumplido de la oligarquía que presiona para que el olvido se instale en nuestras tierras. Lo habían logrado con las leyes del perdón y el indulto menemista, pero los vientos sureños de principios de siglo reorientaron la historia en el camino de Memoria, Verdad y Justicia. El hedor a naftalina podía olfatearse en personajes como Darío Lopérfido y sus dudas numéricas o con las erráticas definiciones de otros funcionarios. La pueril concepción de Macri sobre la dictadura como “algo terrible que nos pasó” comenzó a dar el tono de una macabra melodía que ya se empieza a ejecutar. En estéreo escuchamos la cantinela del presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, José María Arancedo y el vergonzoso fallo de la Corte Suprema de Justicia con la equiparación de delitos comunes con los de Lesa Humanidad.
“La cultura del encuentro” que pregona la Iglesia -en sintonía con el cinismo macrista de “la unión de todos los argentinos”- no es más que la renuncia a todas las luchas de un pueblo a lo largo de su historia. Ahora, en medio de una crisis pre fabricada, sacan de la galera la peor de las pesadillas para polarizar a la sociedad de cara a las elecciones de medio término. Una treta de distracción que puede terminar en tragedia. No hay reconciliación posible con esos asesinos si no se arrepienten con sinceridad de sus crímenes, si no explican qué pasó con los desaparecidos y si no informan sobre el destino de los cientos de nietos que aún no han recuperado su identidad. Y la reconciliación debe alcanzar a los civiles instigadores y beneficiados del genocidio más cruel del siglo pasado si antes devuelven el patrimonio incrementado a fuerza de sangre. Un encuentro sin esas condiciones sería, en realidad, una colisión.
Más sombras en la oscuridad
La Iglesia propone “fortalecer lazos de amistad social”, algo que puede conmover a los corazones más distraídos. Un vacío atroz con enfoque poético. Una patraña más de estos tiempos. ¿Qué amistad social puede haber entre los genocidas y sus víctimas? ¿Qué sentimiento humanitario puede inspirar semejante monstruosidad? ¿Qué país puede construirse sobre una base tan amnésica? ¿Qué solución trae una propuesta tan siniestra? Ninguna, por supuesto, sólo abogar por los que fueron el brazo ejecutor e impedir que los juicios lleguen al hueso de ese plan macabro. Si esto pasa, pasa todo.
Mucho más de lo que se ha filtrado hasta ahora. Con miles de excusas y falacias, cedimos soberanía ante los fondos buitres, regalamos poder adquisitivo a los que más tienen, blanqueamos a evasores en pos de una reparación histórica que terminó en burla, avalamos la destrucción de un Estado amigable para erigir un Estado amenazante. ¿Hasta dónde es aceptable tanto cambio: hasta que nos quedemos con lo puesto en medio de una tierra arrasada?
Que Macri haya celebrado el 1° de mayo con un sindicalista cómplice del trabajo esclavo enciende todas las alarmas. Que haya hablado de ventajitas cuando aprovecha todas las ventajotas que el cargo le otorga es otra muestra de su habitual cinismo. Que haya dicho que no va a bancar a ninguno que lo quiera llevar por delante cuando su peor pesadilla contiene cuatro tapas adversas de Clarín es una muestra de su debilidad. Que afirme no estar “para proteger a ningún mafioso” cuando gran parte de sus medidas apuntaron a eso y sus sicarios amenazan fiscales y jueces revela que su discurso está destinado a cómplices o alelados.
“Vamos por el buen camino”, dijo Macri, aunque casi todos sabemos hacia dónde nos conduce. No sólo nos quiere reconciliados, sino también flexibles. Tan flexibles y sumisos como para tener a Gerónimo Venegas como líder sindical. Y obedientes, para no despertar al Lado Oscuro de la Fuerza. Para los genocidas el 2x1 y el arresto domiciliario, pero para los desobedientes, ocho años de prisión. ¿Esto votó el 51 por ciento del electorado? ¿Esto consiente la oposición responsable, ésa que hasta un año y pico atrás se indignaba con cualquier fábula mediática y revoleaba denuncias a mansalva? Oposición tan responsable que guarda silencio ante las tropelías que el Gran Equipo comete a la luz del día. Cobardes que temen al establishment que esta vez ha tomado el poder con herramientas democráticas pero con procedimientos muy turbios.
Las advertencias previas al balotaje quedan como inocentes moralejas ahora que los vemos en acción. La hiperactividad destructiva desconcierta a una sociedad que no debe tardar mucho más en despertar. Por lo que Ellos anticipan, el voto no bastará para frenarlos. En líneas generales, el gobierno de Macri no puede considerarse una dictadura. Arribar a esa conclusión sería un grave error analítico, pero los Amarillos se esfuerzan tanto, que nos van a terminar convenciendo.

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...