Macri cuenta que, mientras
descarga su vejiga en medio de la noche, advierte
la responsabilidad de ser presidente y no
lo puede creer. El público aplaude a rabiar. El ex ministro de
Educación y candidato a senador Esteban Bullrich, en una arenga a los voluntarios, afirma que los corazones PRO, en lugar de latir,
susurran “sí, se puede” y todos aplauden, conmovidos. El
referente oficialista Alejandro Fargosi informa saber, “de varias fuentes directas” que
“muchos de los sin-techo de
Recoleta-Barrio Norte están pagados por punteros”. Nadie lo aplaude, pero el absurdo se incorpora como excusa.
Un diputado PRO de Neuquén, Leandro López, aseguró que gracias a los avances en
nanotecnología y genética los chicos de
hoy podrán vivir hasta los 200 años. No recibe aplausos pero tampoco
repulsas por el absurdo que sólo busca justificar
un incremento de la edad jubilatoria. Y éstos son sólo fragmentos de las
idioteces que, a diario, destilan las bocas de los que tienen la
responsabilidad de conducir el país. Pero existe un número importante de
conciudadanos que, lejos de sentir
vergüenza por escuchar semejantes yerros discursivos, simpatiza con ellos y
los adopta como dogma.
Y peor aún, que votarán por los que los pronuncian. Los
mismos que antes salían a cacerolear por cualquier pavada vociferada por los
medios hegemónicos, hoy son capaces de creer que los bienes del empresidente Macri
han decrecido en un 25 por ciento. Ni siquiera se les cruza por la cabeza
sospechar la exclusión de los bienes que colocó el año pasado en un fideicomiso ciego ni en la precipitada donación de una propiedad
de más de dos millones de pesos a la Infanta Antonia, de tan sólo seis
años. Quizá sus corazones susurren “sí,
se puede” esperar eternamente por
los brotes verdes y confiar que por este tortuoso camino
llegaremos a un futuro próspero. Esos corazones que susurran “sí, se puede” deben inocular alucinógenos en la sangre para que interpreten como
un invento de C5N la pobreza creciente
y la destrucción sistemática del país; para
que crean necesario un mayor ajuste que afectará a casi todos, ellos
incluidos; para que no se asusten por una
flexibilización laboral que va a devaluar el trabajo de millones. Esos
corazones susurran “sí, se puede” estar
inmune al sufrimiento de los que están a pocos metros y hacer creer a cada uno de sus dueños que está protegido de todos los
males del Cambio. Y si algo salpica o amenaza la armonía amarilla, un poco
de “sí, se puede” atenuará el malestar hasta el final del
túnel.
Casi
fanáticos
Los susurros de los corazones
PRO convierten las patrañas en
conmovedores mantras de póster. Aunque muchos sientan que los ingresos ya no alcanzan para llegar a
fin de mes, las palabras del ministro de Hacienda que tiene gran parte de
su fortuna en el exterior, Nicolás Dujovne deben aliviar la angustia: “el salario real le va a ganar por goleada a la inflación”. El asesor
ecuatoriano, además de Economía, debería aconsejar que tampoco hablen de fútbol porque, en breve, no será para todos. Si
el Banco Central intenta contener la inflación con la destructiva bomba de las
Lebacs, las demás dependencias de este des-gobierno se encargan de autorizar incrementos que están por encima
de la meta numérica que se impusieron.
La medicina prepaga, los
medicamentos y la tarifa de los servicios públicos multiplican los porcentuales
y danzan como pesadillas en el
presupuesto de los usuarios. Los
negocios oficiales sí que ganan por goleada y los perdedores somos casi todos,
hasta los que sienten sus corazones susurrar “sí, se puede”. Tan seductores son esos susurros que convencen
sobre la necesidad de padecer
incrementos descomunales que enriquecen mucho más a los que son inmensamente
ricos. Si el ministro de Energía, Juan José Aranguren nos cobra tres veces más de lo que corresponde por el
gas, la electricidad y los
combustibles debemos celebrar alborozados: para disfrutar de la Revolución
de la Alegría hace falta interpretar las
estafas como normalidad.
Estafas de todo tipo, tanto
económicas como discursivas. Entre las muchas promesas incumplidas del
Ingeniero, está la de favorecer a las
economías regionales. Pero, como ha demostrado que en geografía no es muy ducho con eso de los puertos en Santiago del
Estero y las “cosas ésas construidas por
los jesuitas”, es lógico que las
esté dejando en ruinas. Frutazos y verdurazos se suceden en la
capital del país para que esos corazones
dejen de susurrar tonterías y empiecen a latir por una indignación más fundada
que la que hacía vibrar los cacharros a la hora de los informativos.
Latidos que pongan un freno a las excusas pueriles con que intentan
legalizar la explotación más obscena. Ahora Macri impulsa una reforma
laboral porque “no podemos quedarnos con
leyes de los ‘60”. Claro, con el verso de que estamos en el siglo XXI y que
se viene la robótica, quieren construir
un país a la medida de los estancieros del XIX. Tanto prometer futuro y nos
está llevando al Centenario, donde sólo
un puñado de oligarcas ostentaba pujanza mientras el resto se tenía que
conformar con migajas enmohecidas. Y encima nos dice que estamos votando
mucho y eso no le permite desplegar sus
tropelías con tranquilidad. Quizá quiera reinstaurar un virreinato a las
órdenes de algún querido rey, sin patriotas angustiados ni discusiones
que agrieten nuestra convivencia.
Esos susurros hacen creer a los
dueños de esos corazones que los miembros del Gran Equipo son honestos, aunque
estén diseñando un Estado que abandona a
sus ciudadanos para optimizar sus negocios, aunque tengan fortunas de miedo en paraísos fiscales,
aunque dibujen números y fantaseen pronósticos que ni ellos creen. Si el
patrimonio de Gabriela Michetti creció más de 1200 por ciento será porque recibe el subsidio por discapacidad más
alto de Argentina: el sueldo de vicepresidenta. Si los números de las
encuestas no cierran, habrá que votar con ese corazón que, en lugar de latir,
susurra “sí, se puede” seguir confiando en esta banda de embusteros. Aunque
todos saben que los desastres son del presente, ese corazón susurra que
provienen del pasado. Sólo un fanático
abandona su razón y deposita su voluntad ciudadana en un músculo capaz de
musitar tantas incongruencias.
que se podrá me pregunto, digo por lo que estos muertos vivientes repiten como idiotas...me producen nauseas, mil gracias Gustavo por tu apunte, buenisimo como siempre, lo comparto-abrazos
ResponderBorrarA estas alturas de la revolución de la porquería y siendo tan variada y amplia la cosecha de idioteces, burradas y sinsentidos excretados por sus mentirosas bocas, ya resulta sospechaso que sean "espontáneas", sería tranquilizador si fuueran símbolo de idiotez pero, como los cosos ya nos demostraron su "eficiencia" en menesteres que le joden mal la vida a millones y millones de compatriotas, tiendo a pensar que hasta para esas idioteces hay un guión, un libreto muy estructurado para que se los subestime mientras, en la medida que nos distraemos con los 20 humanos vesus el T-Rex o en el tarado de los 200 años, se cuelan los pagarés por los miles de millones de dólares y sus respectivas comisiones y quizás, se arme el fraude para las elecciones...
ResponderBorrarEs increíble lo que está haciendo Macri con el país mientra el pueblo observa alelado tanta destrucción. Las calles deberían estar pobladas de ciudadanos dispuestos a frenar tantos atropellos. Me duele tanta mansedumbra ante semejantes desmanes. Gracias, Gustavo, por tus apuntes. Marcela Heredia
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