lunes, 18 de septiembre de 2017

Instrucciones para saltar el cerco



Si en algo aventaja el PRO a otras fuerzas políticas es por su prepotencia: lo que quieren hacer, lo hacen, aunque contradiga principios propios y ajenos. No tienen tantas vueltas intelectuales, morales o institucionales. Con protección mediática y complicidad judicial, cualquiera es vivo. Cuando el establishment gobierna, las cosas son así: dan rienda suelta a su pulsión dominante y sus emisarios se encargan de materializar los más angurrientos deseos, aunque dejen en el camino un tendal de víctimas. Desde ese lugar tan impune, ponen nombres a las cosas, legitiman lo ilegal y naturalizan lo aberrante. Ellos pueden sentenciar sin pruebas al más inocente e indultar al más mugriento con sólo pensarlo. Cuando el establishment gobierna la armonía es absoluta, aunque haya inflación, la deuda nos agobie, el hambre aceche y el desempleo esté de fiesta.
Cuando estaban en campaña presidencial, no dudaron en culpar a Cristina por el suicidio de Nisman, la tildaron de ‘asesina’ y muchos funcionarios aún hablan del gobierno que “se cargó a un fiscal”. Y todo esto en contradicción con las conclusiones del peritaje realizado por los expertos de la Corte Suprema de Justicia, que aseguran que nadie tuvo participación en su muerte más que él mismo. A pesar de esta contundencia, continúan exhibiendo el cadáver para mantener vivos los prejuicios de sus adherentes y algunos confundidos. Aunque no tienen nada nuevo, reciclan operaciones viejas para sostener la sospecha durante la eternidad que dure el mandato. Y no sólo la sospecha, sino la culpa, a pesar de que CFK no está ni mencionada en la causa judicial que lleva adelante el juez Julián Ercolini. En caso de que se concluya en un improbado asesinato, el único señalado por la querella es Diego Lagomarsino, el amigo, asesor informático y socio de algunas cuentas en el extranjero del fiscal, no de Cristina.
Ridículo. Caprichos del Poder. Absurdos que se convierten en norma. Patrañas que se truecan en verdad, a fuerza de insistencia mediática y el oportunismo de algunos opositores que se enganchan como bagres a las peores carnadas. Y por la timidez de algunos opositores en serio, que se cansan de responder con obviedades a las chicanas más obscenas. Ahora que los Amarillos necesitan reforzar la campaña para revalidar una gestión más abundante en desastres que en logros, reflotan el caso con una reconstrucción de madera del baño de Nisman y una relectura de los peritajes para concluir lo contrario. Ellos hablan de independencia judicial pero presionan a los jueces para que armen las causas más incongruentes y ejecuten una venganza de clase con condenas cargadas de injusticia. Si tuvieran algo concreto contra Cristina, en estos casi dos años de poder absoluto ya la hubieran arrojado a la sombra de una celda. Como no tienen nada, resulta más efectivo prolongar la culpabilidad virtual hasta que la caldera social estalle ante tanto escarnio infundado.  
Una ensalada conceptual
Ellos pueden vociferar que Cristina asesinó a Nisman pero nosotros no podemos sugerir que Macri desapareció a Santiago. Así es el poder. Aunque Maldonado haya desaparecido en medio de un operativo ilegal de Gendarmería ordenado por el Jefe de Gabinete del ministerio de Seguridad para proteger la avaricia del terrateniente Benetton, avalado por la ministra Patricia Bullrich e ignorado por el empresidente y los grandes medios durante las primeras semanas, no nos dejan hablar de ‘desaparición forzada’. Si avanzamos más allá de los excesos de un par gendarmes, estamos haciendo “un uso político de un tema doloroso”. Cuando Ellos lo hacen, no hay problema. Cuando lo hacen los demás –con motivos más valederos- se desata la furia celestial de los titulares y de los opinadores a sueldo. Ellos pueden convencer al público cautivo de que un suicidio es un asesinato y que una desaparición, un accidente con sólo presionar el enter. En cambio, para recuperar la coherencia conceptual que los ceos han pisoteado deberemos lidiar muchos años.
En lugar de emprender el camino de la Pobreza Cero, Macri inaugura un comedor comunitario en Añatuya con bombos y platillos. Lo que debería ser una excepción, comienza a convertirse en regla. Y la administradora del lugar de caridad, Margarita Barrientos, celebra como un éxito que la comida preparada no haya alcanzado para todos los asistentes. Insólito: festejan que haya muchos que no puedan satisfacer sus necesidades más elementales. Pronto tomarán como un logro que los chicos vayan a la escuela sólo por la comida y la copa de leche. Bueno, si la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, se emociona con los desocupados que subsisten juntando cartones o preparando asados en la puerta de sus precarias casas, la impronta PRO nos puede conducir a terrenos más tenebrosos de los que imaginamos. El asistencialismo que tanto criticaban se convierte en la única forma de atenuar el despojo que muchos padecen y las inseguras changas de los desesperados se transforman en el emprendedurismo que tanto pregonan. Si siguen trastocando los conceptos, en breve llamarán bienestar a la supervivencia y dieta saludable a la desnutrición.
De continuar con esta hegemonía enloquecedora, ya ni reconoceremos nuestra lengua cotidiana. Si no ponemos un filtro a lo que nos imponen a diario, cada vez entenderemos menos lo que pasa. Y peor, no sabremos cómo salir de tanto embrollo. Menos mal que el jueves, una entrevista sorpresa se convirtió en Cadena Nacional. La tan denostada Cristina, lejos de estar fuera de juego, toma las riendas de su centralidad política. Aunque el periodista que condujo el momento televisivo no pudo escaparse de la fabulera agenda hegemónica, CFK demostró que su habilidad discursiva y su fortaleza conceptual están tan vigorosas como siempre.
Y dejó al descubierto que las acusaciones que la tienen como blanco no son más que patrañas. Hotesur, dólar futuro, traición a la Patria, asesinato y todas las causas que han inventado hasta ahora tienen como objetivo denostar un proyecto de país que disputó poder en serio. Su proyecto deja en claro de qué lado hay que estar si queremos construir un país desarrollado y equitativo. Si producimos alimentos para 400 millones de personas, ¿cómo es posible festejar que un desocupado subsista con cartones o asados? Qué distraído hay que estar para aplaudir la inauguración de un comedor comunitario, que estatiza la caridad. Qué poco hay que entender para rechazar la propuesta política que nos sacó del pantano y apoyar un modelo que nos está sumergiendo en uno peor. Qué triste es aprender a los golpes cuando hay maneras menos dolorosas. Y todo para evitar el enojo de los poderosos, que ni se mosquean por el daño que producen cuando usurpan el gobierno.

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