En la tragedia que estamos
protagonizando, la ministra Bullrich
elige los peores papeles. Como villana o bufón, siempre sale mal parada. Tal vez no deba estar más en esta obra. Ni ella ni todos los que conforman el
nefasto elenco del Cambio. En verdad, deberíamos abandonar de una vez este
siniestro teatro y contemplar la realidad
que nos están dejando. Mientras un Macri
en éxtasis acaricia el pavimento del Paseo del Bajo, la “moda” de vivir sin techo se expande por
todo el territorio nacional, como la de no
llegar a fin de mes o saturar los comedores comunitarios. Mientras los PRO
evalúan el Plan “V” y la gobernadora Vidal ensaya nuevas poses virginales, el gatillo fácil se convierte en norma y
visita otras provincias. Mientras los radicales insisten en pegotearse con
los amarillos, el mundo con el que coquetean nos califica como la peor economía del mundo, con el
salario más bajo de la región, la
inflación más alta y los habitantes menos felices.
Creer o reventar: los que antes
exigían autocrítica aceleran como
kamikazes por este tortuoso sendero hacia el abismo y aplauden sus
destructivas medidas como si fueran logros históricos. El besuqueo con los abuelos durante la campaña se convirtió en un mísero 10,7 por ciento de aumento
para las jubilaciones; gracias al Cambio, los pasivos ganarán unos nueve mil pesos menos de lo que
correspondería con el cálculo anterior. La Pobreza Cero se transformó en
miseria creciente y ningún jardín de
infantes nació del Fútbol Para Todos. Tanto se ufanan de sus maldades que
una concejala de Ushuaia, Natalia Echazarreta promueve interrumpir la construcción de viviendas sociales en un barrio
porque “pone en peligro el futuro de
nuestros hijos” y puede incidir en
el incremento de los delitos.
Por eso no hay que sorprenderse
si la ministra Bullrich vocifera que “está
harta de los paros” en lugar de leer el
listado de las cosas de las que estamos hartos en serio. Desde mucho antes
del Bailecito en el Balcón lo estamos, porque sabíamos lo que nos esperaba. O no tanto, porque cada día sorprenden.
Para mal, por supuesto. Hartos de estar
cada vez peor y encima, endeudados como nunca. Hartos de arlequines
disfrazados de periodistas que difunden
escuchas ilegales que nadie escuchó con revelaciones intrascendentes que se
conocían desde el verano. Hartos de jueces y fiscales que no cesan de
pisotear leyes y códigos para consolidar el pensamiento único. Hartos de las
provocaciones: Bullrich calificó como antidemocrática
la jornada de protesta, cuando es la
impronta PRO la que vulnera el estado de derecho, y amenazó con no permitir
aprietes, cuando La Rosada SA emana
extorsiones desde todas sus ventanas. Hasta los misteriosos afiches de los
que tanto se alarmaron provinieron de la imprenta de la AFI. Con esta gente, no se puede estar más que
hartos.
De
la esperanza a la convicción
Con su incontenible belicosidad,
la ministra Bullrich revela que está harta porque se hace “un paro cada dos por tres”. Una falacia de las tantas: seis paros generales contra este plan de
hundimiento es una bicoca. Para no perder la oportunidad de quedar mal
parado, el ministro Dante Sica revolea cuántos millones de pesos se perdieron
con la medida de fuerza sin tener en
cuenta lo que se pierde todos los días por la devaluación, la caída de las
ventas, la especulación y la fuga de capitales. Como no tienen argumentos a su
favor, salvo las tonterías que recitan
para la gilada que todavía cree,
el funcionario de la Producción y el Trabajo, lejos de admitir el fracaso de su gestión, acusa a los
organizadores de oportunistas ante las elecciones que se vienen.
En realidad, todos los invasores
de la Casa de Gobierno están muy lejos de lo que está pasando. De lo que Ellos nos han hecho. Ajenos a
todo, reaccionan como víctimas de lo que
no padecen y exhiben su vileza ante las cámaras. En un claro ejemplo de
eso, el empresidente Macri posó junto al fiscal Carlos Stornelli en el
acto por el día del Ejército. La
igualdad ante la Ley y la independencia judicial, ésa te la debo. Aunque
“pasaron cosas”, el Ingeniero sigue
dando su respaldo político al fiscal
implicado en una red de espionaje y extorsión, a pesar de las pruebas
irrefutables encontradas en la casa del falso
abogado, espía paralelo y verdadero tránsfuga, Marcelo D’Alessio. Macri está del lado de un fiscal en
rebeldía desde hace más de dos meses. Y todo para que no se caiga la
telenovela de Los Cuadernos Quemados, que sin
pruebas ni dinero oculto, sigue adelante como una muestra vergonzante de la
Justicia PRO.
Tan vergonzante que, desde las
cloacas mediáticas que supieron conseguir,
estigmatizan al juez Alejo Ramos Padilla por ser una lección de responsabilidad en un proceso de investigación.
Tanto, que el Consejo de la Magistratura convocó al juez de Dolores, respaldado ya muchas veces por la Cámara de
Casación marplatense, para que haga un descargo de las imputaciones que
inventaron algunos de sus integrantes. La
persecución y la extorsión estampadas en la bandera PRO como principios
irrenunciables. La suma del poder público en manos de Macri, que actúa más como el presidente de un club
exclusivo que como el de todos los argentinos.
A pocos meses de las elecciones,
los miembros de ese club están buscando
una figura de recambio, no para interrumpir el saqueo, sino para que lo camufle mejor. El casting
se puso en marcha y los postulantes son
variopintos: desde el personalista Lavagna hasta el inconfundible Urtubey,
pasando por el multifocal Massa y los
radicales díscolos, que no saben con
quiénes pegotearse. Y, por supuesto, la joya más preciada para reemplazar a
Macri: la injustamente sobrecotizada
María Eugenia Vidal.
Mientras tanto, la Brújula de la
Memoria comienza a orientar a los distraídos. El hartazgo comienza a poblar las calles, con la convicción de que es
necesario tomar otro camino. La sorpresiva fórmula de los Fernández comienza a
delinearse y, aunque todavía no enamora,
se perfila como la única salida del tortuoso túnel en el que nos embutieron.