domingo, 30 de enero de 2022

Primer paso para una fiesta

 

Todos sabemos que el FMI no es Papá Noel sino una versión remasterizada de Al Capone al servicio de especuladores internacionales. Nunca es bueno tenerlo cerca… pero Macri lo volvió a incrustar en nuestro país. Si la mayoría desea que esto no vuelva a pasar, los responsables deberán ser sancionados y sus beneficiarios devolver la fortuna que fugaron. Este desagradable episodio debe ser el principio del fin de una Argentina al servicio de los avarientos.

 

Una frase nada original sobre el acuerdo con el FMI: nada para festejar, pues estaremos años pagando una deuda que se esfumó. El festejo llegará cuando algún tribunal internacional la declare abusiva por incumplir las normativas del propio Fondo y ser funcional a intereses políticos globales. La fiesta podremos hacerla cuando Macri y su Gran Equipo paguen por habernos llevado a esta situación. Y también cuando los que se beneficiaron con ella gracias a la especulación y la fuga contribuyan a saldarla. Más motivos para festejar tendremos cuando gran parte de la población comprenda que los cambiemitas, juntistas, halcones, palomas y los medios de comunicación que alientan esa comparsa no política son todos buitres.

Aunque parezca mentira, hay más de un cuarenta por ciento de argentinos que cree que la deuda con el FMI fue tomada por el presidente Fernández o que Macri apeló a ella para saldar deudas del gobierno de Cristina. Otra parte –menos, por suerte- ni sabe de qué se trata, abandonando la célebre frase “El Pueblo debe saber de qué se trata”. El ‘debe’ no es un adorno o un matiz: es un mandato. No es una posibilidad, sino una obligación. Para ser Pueblo, la población debe saber, si no, en lugar de ciudadanos, serán un conjunto de individuos que confunden la urna con un inodoro. Si se dejan llevar por la desinformación de la hegemonía mediática es lógico que lleguen a conclusiones erradas y no adviertan la gravedad institucional de la decisión autoritaria tomada por el Infame Ingeniero y su banda de filibusteros.

Los cuatro años del gobierno amarillo fueron en verdad una Casa Tomada con el consentimiento de sus habitantes. No hace falta enumerar los desastres económicos a conciencia provocados por los ocupantes de La Rosada desde el 15 al 19. Lo que sí hay que resaltar es la prepotencia con que conquistaron a muchos jueces y fiscales para que ejecutaran un plan de proscripción política y sindical. Sin pudor, borraron del mapa a los magistrados que se atrevieron a atenerse a la constitución y las leyes. Con recordar el enojo de Macri cuando liberaron a Cristóbal López y Fabián de Souza basta: “estoy caliente –dijo el entonces presidente- esto no es lo que habíamos acordado”. Por si no se entiende la confesión, ningún funcionario político puede acordar la prisión o la excarcelación de nadie con ningún juez. Tampoco puede orquestar un sistema de espionaje con el objetivo de armar causas judiciales, como ya se ha hecho público.

Pero Macri y sus secuaces no son los verdaderos villanos de este desastre. Los amarillos –TODOS- y algunos funcionarios judiciales son apenas los peones del Poder Real. Hasta los medios de comunicación dominantes y los seudo periodistas que actúan en ellos son instrumentos de una minoría antidemocrática y voraz. El 1 de febrero se realizará en distintos puntos del país una movilización para promover una reforma del Poder Judicial. Los motivos son muchos, desde la lentitud en la resolución de muchas causas hasta la arbitrariedad en la aplicación de las normas. Pero la más importante es la alineación incondicional de algunos jueces a los intereses de una oligarquía que necesita ser blindada para continuar con el saqueo de siempre. Un punto de partida para llegar hasta los que verdaderamente nos hacen la vida imposible con explotación, evasión, especulación y fuga de capitales. En definitiva, para que nos saquemos de encima a esa minoría que condiciona la Democracia para apoderarse de todo lo que ven.

viernes, 21 de enero de 2022

La ostentación de los privilegiados

 

Los bandidos nos acosan y no se mueven en motos, sino en coches de alta gama. Lejos de esconderse luego de sus fechorías –evasión, contrabando y demás- se exhiben impúdicos ante la sociedad gozando sus fortunas ilícitas. Cínicos, se erigen como modelos de trabajo y esfuerzo y claman al Estado una baja impositiva para poder invertir y bajar los precios. Encima, se van al Mundial.

 

Después de haber vivido unos cuantos años –casi sesenta- el autor de estos apuntes puede afirmar que la desigualdad no es un fenómeno meteorológico sino la consecuencia de la avidez de una minoría que no tiene límites para acumular fortunas. Lo que a unos les falta es porque otros pocos succionan de más. Y no de la mejor manera, por supuesto. En plena pandemia, las grandes fortunas se multiplicaron mientras la mayoría perdió poder adquisitivo casi hasta la indigencia. El Estado debe hacer mucho más que aliviar semejante injusticia: es necesario revertir el proceso regresivo que comenzó con la asunción de Mauricio Macri y continuó con la llegada del Covid.

Las tretas de los angurrientos son muchas y cuando el Gobierno cree tener detectada una, Ellos ya están implementando una nueva. Todas obtienen el mismo resultado: siempre son los mismos los que se quedan con la mayor tajada de la torta. Aunque la Economía esté creciendo, cada vez son más los que ven precarizada su vida. De nada sirve el crecimiento del empleo si gran parte de los salarios no alcanza a cubrir siquiera la canasta de alimentos.

Y es mentira que el diálogo y el consenso resuelven todo. El acuerdo de precios encarado por el Secretario de Comercio Roberto Feletti con los grandes empresarios se cumplió en parte. Sin embargo, algunos tránsfugas hicieron trampas. Una pequeña modificación al envase de lo que venden les permitió una nueva estafa a los consumidores. Diez gramos de más justifican un precio cincuenta por ciento superior. Un capitalismo tan salvaje que no se preocupa por tener más consumidores sino abusar de los pocos que quedan.

El control de precios es una medida simpática que no transforma nada. Con el estafador no se dialoga: se lo castiga para adecuarlo al sistema, por más traje caro que vista. Lo mismo con el evasor, contrabandista, fugador, especulador o cualquiera de los personajes que asumen los avarientos para desbordar sus arcas. Con una multa no basta porque con lo que incautaron podrían pagar miles, aunque siempre aparece un juez funcional a los intereses minoritarios que salva las papas anulando la sanción. O un tipo como Macri que posó sus sentaderas en el sillón de Rivadavia –es un decir- para favorecer a sus amigotes. Lo primero que hizo fue anular todas las multas que debían pagar las distribuidoras eléctricas EDENOR y EDESUR por no invertir. El resultado es la interrupción del servicio en muchas zonas de Capital Federal y Gran Buenos Aires, que obliga a los usuarios a vivir una experiencia decimonónica durante muchos días en medio de una temperatura superior a los 35 grados. Los dueños de esas empresas –Marcelo Midlin, Joe Lewis y algún testaferro del Buen Mauricio- encabezan las listas de los titulares de empresas off shore.

En estos días apareció una noticia que puede ayudar a detectar a los que acumulan fortunas a costa del empobrecimiento del resto. Algunos lo tomaron como un dato de color. Nuestro país es el segundo en adquirir entradas para el Mundial de Qatar, detrás del organizador y antes de México, Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos, Inglaterra, India, Arabia Saudita, Brasil y Francia. Para ver todos los partidos de la Selección, una persona debe disponer entre 2000 y algo menos de 5000 dólares y a eso hay que agregar pasaje, estadía y otros gastos. Unos diez mil dólares (dos millones de pesos) que significan muchísimo para casi todos y un vuelto para los privilegiados. Si el Gobierno pone la lupa sobre el listado, encontrará seguramente a muchos de esos que nos hacen la vida imposible con sus trapisondas. No merecen disfrutar de sus fortunas mal habidas porque son como los tiradores de manteca de los tiempos del Granero del Mundo, salvo que el blanco no serán los techos europeos sino de la mundialista Qatar.

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...