jueves, 25 de abril de 2019

Bestialidades al desnudo


De crecimiento invisible a precios esenciales: se ve que el único libro que han leído los integrantes del Gran Equipo es El Principito; y encima no lo entienden. Cuanto más los conocemos, menos humanos parecen, no sólo por el daño económico, político y social que han provocado, sino también porque se burlan sin tapujos de las consecuencias. Además, no paran de jactarse del “milagro”, de “los cambios estructurales”, de “lo que estamos haciendo juntos”, de “la verdad sobre la mesa”, del “trabajo en equipo” y “coso”, mientras todo parece arder. Ni los propios creen en los versos que emanan las lumbreras amarillas: hasta los más beneficiados quieren sacarse de encima a Macri –no por desobediente, sino por desgastado- y poner en su lugar la figura más engañosa de María Eugenia Vidal.
Pero parece difícil estafar otra vez al electorado, más aún cuando Cambiemos se deshoja, como si estuviera padeciendo el otoño. En tren de confiar en las encuestas, seguro que no reverdecerán en primavera. Y no lo merecen. Si aplicáramos sus reglas, la meritocracia los dejaría fuera de cualquier cargo, por ineptos, embusteros y malintencionados; por cínicos, perversos y burlones. Por ser como son: “lo peor de cada casa”. Si no portaran fortuna y apellido, no servirían ni para golpear la puerta, como demostró Macri en el video del Alivio.
En todo muestran la “incapacidad para gobernar” que tanto denunciaba el buen Mauricio en campaña. Por eso nos llevaron a donde estamos. Y a donde les permitimos también, porque con la historieta de la gobernabilidad, les dimos bastante rienda. Las bestias se desbocan y con tanto hilo, ya sabemos: el pez por la boca, muere. Y que esto no se tome como una expresión de deseos, por favor, porque para celebrar las muertes, nadie mejor que la diputada Elisa Carrió que comenzó con el funeral de Kirchner organizado por Fuerza Bruta, pasó por “estamos mejor sin él”, Santiago congelado como Walt Disney y terminó con “gracias a Dios, se murió De La Sota”. Uno no sabe si las pastillitas que toma ante las cámaras la impulsan a decir cosas así o, por el contrario, tratan de contenerla. Pero no es sólo por la medicación que ensordece con su verborragia: no hay químico que estimule tanto desprecio.
Desprecio que tienen todos los que integran el elenco: desde el presidente del Banco Nación, Javier González Fraga que asegura que los tomadores de créditos inmobiliarios atados a la inflación hicieron “un excelente negocio” hasta el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, que festeja el ajuste con un “hemos sobre-cumplido las metas fiscales del primer trimestre”, aunque semejante ahogo en la población no produjo ninguno de los resultados esperados. Por el contrario, silenciando por un rato el “éste es el camino”, sacan de la manga una medida populista que siempre criticaron para aplicarla mal y decir, luego, “vieron que estas medidas siempre fracasan”. Como si las de ellos nadaran en el éxito.
El barro de lo real
Lo nuevo es Precios Esenciales, no protegidos ni cuidados. Tan poca garra han puesto en la elaboración del parche que deberían haberla bautizado Precios Insensibles. Una mascarada más para exhibir como logro. Otra bufonada para desatar el aplauso. A sabiendas de que esto es pura demagogia, el empresario cafetero Martín Cabrales expresó: “pónganse contentos porque hay asado y vino”. Un sarcasmo propio del que nunca padeció una necesidad y arroja una moneda a una masa de desamparados. Y esto no es de sorprender porque tipos como él piensan que los derechos ajenos liman sus privilegios y nosotros somos sanguijuelas que vivimos a su costa. Para ellos, el Estado debe ser garante de sus exorbitantes ganancias y en lo posible potenciarlas con eliminación de impuestos y bajas salariales.
Pero el que marca el ritmo es Macri, por supuesto. Tan soberbio que pronuncia la mayor estupidez como iluminada sentencia. Tan mendaz que explica “el mundo duda y por eso aumenta el riesgo país”. Tan hipócrita que promete “los argentinos no vamos a volver atrás”, aunque nos quieran arrastrar primero a 70 y después a 80 años atrás. Ahora, según Cristiano Ratazzi son 90. La inflación no perdona ni los retrocesos.
¿Qué mundo es el que duda? El mundo al que Macri y su equipo de filibusteros abrieron las puertas para que saqueen a gusto. Total, la casa invita; paga la gilada. Eso que llaman El Mercado: los buitres más ávidos, los carroñeros más insaciables. Esos que hablan de incertidumbre política porque se vienen las elecciones y CFK lidera las preferencias. Un mensaje más que claro: la posibilidad de que el pueblo elija algo diferente a lo que ellos desean es lo que genera la incertidumbre política. La incertidumbre no es el desempleo, la pérdida del poder adquisitivo, el cierre de negocios y fábricas, el hambre en un país que produce tanto alimento y la certeza de estar cada vez peor. La incertidumbre política es –para Ellos- que abandonemos el camino que nunca debimos haber tomado, porque eso es, en serio, volver al pasado.  
Si no alcanza el sueldo, TN les dirá a los precarizados que el sacrificio nos llevará a un futuro esplendoroso. Si no alcanza para medicamentos, Clarín brinda los mejores remedios caseros y un curso gratis de curación mental. Si dan ganas de arrepentirse con el Cambio, los apologistas nos convencen de que antes estábamos peor, aunque sea una patraña. Pero hay algo que no pueden mimetizar: el desprecio indisimulable que brota cuando se excusan. Si los niños no tienen comida, al menos tienen pavimento. No se puede conceder todo y engrosar las cuentas off shore al mismo tiempo. El gradualismo, que le dicen y cuando nos demos cuenta, estaremos chapoteando en algo más inmundo que el barro.

lunes, 22 de abril de 2019

Peligrosos manotazos


Después de anunciar la burla del Plan Alivio, el Tipo se fue de vacaciones, como si hubiera derramado Maná para los más necesitados. El Mercado –que no es una divinidad sino una banda de especuladores y saqueadores- se alivió tanto que subió el riesgo país. De tan aliviados, los bonos argentinos bajaron unos ocho puntos en Wall Street. Los aliviados de Forbes nos diagnosticaron un futuro de default y los analistas vernáculos anticipan un plan bonex para liquidar las Leliq y devolver depósitos. Mientras estas abstracciones pululan como fantasmas en los titulares, una jubilada se arrojó a las vías del subte porque la plata no le alcanza para medicamentos y comida. No le pasó nada, aunque para tomar esa decisión le tiene que haber pasado de todo. El mismo día, Macri nos propinó un alivio y se fue a jugar al golf.
Sin exagerar, el mayor alivio para los argentinos sería que estos farsantes abandonen los cargos que nunca deberían haber ocupado. El que piense en la posibilidad de volver a votarlos para que arreglen este entuerto tiene muchas neuronas que le patean en contra y un corazón irrecuperable. Quien se deje embaucar por nuevas promesas supera el nivel de ingenuidad aceptable para un humano. El que esté dispuesto a creer que quienes nos hundieron en una crisis con la malsana intención de someternos son capaces de sacarnos de ella, que preste un poco más de atención a todo lo que le rodea. Que apague un rato la tele, que no se enganche en la campaña anti vacunas que los comunicadores oficialistas están haciendo para militar los recortes en salud, que desconfíe de las esperanzas que venden los apologistas de este despojo. Que, por una vez en la vida, empiece a dudar de las cosas que cuentan desde esa ventana hegemónica. Que empiece a recelar por todas las cosas que hasta ahora no contaron.
La información es un derecho y los grandes medios lo vulneran desde hace rato. Pero además de un derecho, la información es una voluntad y también debería ser una obligación de ciudadano: algunos se enorgullecen de no saber nada de política, en lugar de avergonzarse y después van a depositar su incomprensión en las urnas, como quien se presenta a un cargo de programador informático sin saber siquiera cómo se enciende un ordenador. La indiferencia y la desinformación hicieron que un contrabandista, evasor y estafador se convierta en presidente. Depositar el pensamiento y la voluntad en una pantalla permite que lo siga siendo.
Un milagro ruinoso
Como si fuera algo aliviador, la diputada Elisa Carrió grabó un spot para apuntalar la campaña. Para no perder la costumbre, su destinatario es un absoluto manipulado, odiador incurable y zapallo confeso que cree que Cambiemos efectuó “un milagro”, el de “salir de un gobierno autoritario que iba a ser Venezuela”. Una “campaña del miedo” sin fundamentos. El principal milagro de estos tiempos es que alguien como Carrió haya obtenido el 50 por ciento de los votos porteños diciendo estas tonterías, conspirando con la Embajada Imperial para defender la Patria, armando operaciones con periodistas, fiscales y jueces para fomentar prejuicios, vomitando augurios como si fuera la portavoz divina. ¿Qué poderoso embrujo hace que la tomen en serio? Encima, los PRO la eligen como si fuera una virgen milagrera para bendecir la campaña.
Ahora, con tono calmo, asegura que “en octubre vamos a estar mejor; no del todo bien, porque cuando se robó por dos generaciones falta una generación para reconstruir la Nación”. ¿Qué es robar por dos generaciones? ¿Ya no cuentan en pizzas o ‘pebeíses’? También afirma que, gracias a ellos, nos salvamos de ser esclavos. Ellos, que devaluaron salarios, jubilaciones y asignaciones, que pretenden precarizar el trabajo, que nos saquean con las tarifas, nos salvaron de una ‘esclavitud’ en la que vivíamos mucho mejor. Hay que ser inepto para tomar esto en serio.
Algunos opinan que es inimputable porque está loca; si así fuera no podría ser diputada. Si ocupa una banca y no está loca, su rol de denunciadora serial debería llegar a su fin. Cada vez más embarrada en la trama de espionaje ilegal que investiga el juez Alejo Ramos Padilla, se abraza a Macri: una mano embarra a la otra y las dos embarran a todos. Mientras más tratan de salvarse, más se hunden. La madeja que se está desenredando en el Juzgado de Dolores empieza a explicar muchas cosas. El que cree en el milagro del Cambio, seguramente no está enterado de nada; cuando sepa que Carrió, en vez de ser la Salvadora de la República es una embustera que transforma en denuncia los chismes que le pasan desde las Agencias de Inteligencia, tanto la oficial como la para-estatal, una bomba de patrañas le estallará en la cara.
Si no le incomoda la explicación que dio la titular de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso, de por qué no impulsa las causas que involucran al oficialismo, es un fanático peligroso. Si no le afecta que el fiscal Carlos Stornelli no se presente a declarar ante el requerimiento de Ramos Padilla, que después no se queje de lo injusta que es la Justicia. ¿Qué garantías da un fiscal que ofrece la libertad a cambio de mentiras? Gerardo Ferreyra, el dueño de Electroingeniería, relató ante la Cámara de Casación el diálogo que mantuvo con Stornelli antes de ir a la cárcel. “Mire, Ferreyra, si usted se arrepiente de haber colaborado con esos mugrientos se va a su casa”, narró el empresario al que presionan con prisión para comprar a precio vil su empresa. “El matrimonio –aclara el fiscal- los mugrientos que estuvieron en la Rosada”. Que un funcionario judicial se refiera así a dos ex presidentes debería dejarlo fuera de cualquier cargo público.
Aunque se resista, tarde o temprano deberá responder a las sospechas de asociación ilícita y extorsión. No sólo él, sino todos los que usaron los organismos del Estado para estigmatizar y perseguir, para convertir en realidad las fábulas más absurdas, los que hicieron un mártir de un suicidado, los que tildaron de ‘morsa’ a un candidato a gobernador, los que estigmatizaron a un gobierno que intentó distribuir mejor. Los que no cesan de ensanchar la grieta, como Eduardo Feimann, que no sabe por dónde destilar veneno o los que pensaron que con la difusión de las canciones de Santiago Maldonado muchos iban a dejar de pedir justicia por él.
Ahora van a tratar de engatusar una vez más al electorado con un pacto de caballeros entre los que devaluaron, incrementaron las tarifas con porcentajes de pesadilla y endeudaron al país por décadas y los que nos estafaron con el libertinaje de los precios. El milagro no sólo es que aún se mantengan en el poder después de tanto desastre, sino que ganen otra vez las elecciones. Más que milagro, una verdadera tragedia.

jueves, 18 de abril de 2019

Los peores recuerdos para el futuro


Los contenedores inteligentes de Rodríguez Larreta se encuadran en una postal de época: la molestia de ver gente revolviendo la basura no inspira medidas redistributivas, sino restricciones para proteger lo que otros desechan. Y no sólo con tarjeta magnética sino también con los palos de la policía. En la postal, también podemos ver a las Madres defendiendo el Archivo de la Memoria de la prepotencia de una minoría que apuesta a la amnesia. Miles de imágenes se amontonan en estos tiempos de oscuridad. Ni una aporta luz al futuro porque para eso llegó el Cambio, para sumergirnos en las sombras de un país para pocos.
No con la intención de iluminar sino de simular preocupación, el Gran Equipo improvisó un acting de Semana Santa. El Plan Alivio parecía llamarse la obra, por la cantidad de veces que los funcionarios repitieron esa palabra. La puesta en escena se dividió en dos partes: en la primera, el farsante Macri visitó a una familia ya visitada para tomar un vaso de agua y charlar, de paso, con sus integrantes. En la segunda, Dujovne, Stanley y Sica fueron los encargados de anunciar las medidas para ‘aliviar’ a la población de los nefastos resultados de las medidas anteriores. Sin modificar nada, esperan resultados diferentes, algo desopilante si uno es un fan de las comedias negras. Como estamos viviendo una tragedia insólita, hay que congelar las risas para cuando los desalojemos.
El video de Macri ya es en sí una parodia. Imposible agregar más chistes a tan impresentable engendro. Su paso cansino en la rampa de acceso al edificio, el encuentro re-casual con tres vecinas que deben trabajar de recibir a los presidentes que pasan casualmente por ahí, el recibimiento tenso pero ensayado como informal, la ostentosa austeridad… Todo es para desternillarse. Hasta la inexperiencia de Macri para golpear la puerta debería formar parte de la antología de los gags televisivos.
¿En qué estadío de la evolución humana hay que estar para conmoverse con algo así? ¡Qué poco respeto debe tener por el destinatario el que planeó una manera tan audaz de presentar medidas gubernamentales! Una audacia que salió muy mal: una mezcla indigesta entre un mensaje institucional y una publicidad de campaña hecha a los apurones. Encima, el Buen Mauricio se presenta ante los vecinos como si fuera una víctima más de su propio gobierno, como si se estuviera quejando de los revoltosos de arriba. Y el diálogo. ¿Cómo puede ser tan monocorde alguien que habla desde hace sesenta años? En todo parece un principiante eterno. Y de los peores.
La luz está por acá
El Ingeniero lo ha intentado muchas veces, pero no le sale eso de mostrarse próximo y simular comprensión ante situaciones que no experimentará jamás. ¿Qué puede saber él de “no llegar a fin de mes” o de necesitar un alivio en medio de una crisis económica bestial? ¿Qué modificación puede lograr la escucha de problemas cotidianos en un espíritu que sólo está para alimentar su angurria y generar problemas? ¿Cómo puede lograr complicidad con los que son sus víctimas?
Quizá lo más irritante de esta pandilla es la manera en que se refieren a la inflación: como un fenómeno climático, un castigo de los hados o un ataque foráneo. Pero esta vez mostraron la hilacha. El lunes, Macri anticipó que iba a haber un pico inflacionario y agregó que “hay comportamientos culturales que ‘cuestan’ (sic) erradicar”. Después de tomar medidas “técnicas” para bajar la inflación, ¿ahora dice que es un problema cultural? ¿Acaso está sugiriendo que somos todos los responsables de que las cosas aumenten alocadamente y no los oligopolios formadores de precios? La semana pasada, el directivo de una empresa grandota justificó el incremento de los precios con la caída de la demanda. Algo que escapa a toda lógica: si baja el consumo por caída del poder adquisitivo, lo ideal sería incentivarlo con ofertas de verdad.
Esto no es un problema cultural, sino de mala praxis. Si fuera cultural, unos cursos instructivos sobre ética y lealtad comercial bastarían para que la inflación no sea más un problema. En los parches que anunciaron estos días está la contradicción. O, mejor dicho, la confesión. Al suspender el aumento de las tarifas de los servicios hasta octubre están reconociendo que ése fue uno de los detonantes de la espiral de precios. Y si las encuestas siguen dando negativo de cara a octubre, van a terminar aceptando que fueron sus propias medidas las que nos llevaron a esta crisis. Dicho en pocas palabras: éste no es el camino.
Y no lo es desde el principio. En sus primeras medidas ya mostraron las garras. Si devaluaron la moneda, liberaron el comercio exterior y bombardearon con tarifazos, ¿esperaban deflación? Si nombraron dos miembros de la Corte Suprema por decreto, ¿buscaban una Justicia Independiente? Si incrustaron a una militante PRO como Laura Alonso en la Oficina Anticorrupción, ¿querían mostrar honestidad y transparencia? No, desde el primer día gritaron a los cuatro vientos que nos iban a conducir hasta acá, a pocos metros del iceberg, pero el maquillaje y la adoración mediática hicieron de los alaridos encantadoras melodías.
¿Quién puede ilusionarse, si en la fecha de vencimiento se advierte la intención maliciosa de estos anuncios? El que no se dio cuenta aún de que el alivio será efímero y casi nada aliviador que pida un cerebro prestado. El que no advierte la contradicción entre el Macri que pontifica “nadie puede gastar más de lo que gana” y el que ofrece créditos para comprar comida o pagar servicios es porque renunció a todo raciocinio. El que no se indigne con las burlas de estos saqueadores es porque está resignado en la humillación. Lo correcto es esperar hasta las elecciones, aunque dan ganas de estar todos los días en la calle para despertar a tanto incauto y adelantar los tiempos.

lunes, 15 de abril de 2019

Malas costumbres argentinas


Los argentinos tenemos la mala costumbre de acostumbrarnos a cosas que no deberían ser costumbre. Desde el comienzo de la gestión amarilla, la mentira, la hipocresía y los conflictos de intereses han sido una constante. Además, la proliferación de explicaciones insostenibles que podrían calificarse de puro chamuyo: un torrente de incoherencias adornadas con palabras vaciadas como ‘equipo’, ‘diálogo’, ‘honestidad’ y muchas más. Y abundantes contradicciones, por supuesto. El Jefe de Gabinete, Marcos Peña Braun puede clamar en el Congreso, como si fuera un principio irrenunciable que “no creen en los controles de precios” y, al día siguiente anunciar un acuerdo para que las cosas no aumenten tanto. O promueven servicios precarizados como oportunidad laboral y después ni se lamentan por un ciclista de Rappid que murió atropellado por un camión. Cuando una sociedad se acostumbra a cosas como éstas está habilitando un futuro de extinción.
Como Macri está empeñado en ser reelecto y ni en las encuestas propias arrima el bochín, quiere mejorar la situación con un poco más del maquillaje que alguna vez funcionó bien. Su asesor, Jaime Durán Barba, considera que el votante es tonto y se deja engañar con facilidad. Una pena que algunos conciudadanos se empecinen en aportar casos a tan insostenible hipótesis. Como sea, en unos días el Gerente de La Rosada SA tratará de dibujar en su rostro una mueca de preocupación y anunciará un paquete tardío de medidas en las que ninguno de los miembros del Gran Equipo cree. Como concluyeron muchos analistas en esta semana, un parche para llegar a octubre con cierta calma. Pura demagogia para un votante que consideran ‘tonto’.
Además, confían en que los piropos propinados por Madame Lagarde surtan efecto en la campaña. “Están mal pero van bien”, debería recitar la titular del FMI, si quiere que algún incauto acepte cuatro años más de esto. Y encima advierte a la oposición que no “hagan tonterías” en caso de llegar al gobierno. ¿Hace falta alguna otra señal para terminar con esta infamia de una buena vez? ¿Cómo es posible que algunos piensen renovar un pacto con Macri, que es un incumplidor serial de pactos? El más trascendente que firmó en su vida –el de ser presidente- lo rompió a poco de asumir, devaluando después de prometer no hacerlo, desmantelando una ley a fuerza de prepotencia y nombrando a dos Supremos por decreto. Enumerar los ítems que pueden considerarse ruptura convencería hasta al propio Macri de que debería estar fuera de juego. Ya no es momento de parches ni de pedir que tuerzan el rumbo. Hay que exigir que se vayan ya o aguantar hasta diciembre.
Algo huele mal en Macrilandia
La trama del falso abogado Marcelo D’Alessio deja al descubierto una red de extorsión que es mucho más que un kiosco. A medida que se suman nuevos actores, se va convirtiendo en un hipermercado, cuyos principales productos sirvieron para aceitar el inescrupuloso camino de Macri a la presidencia. Las causas contra CFK y sus principales funcionarios se están cayendo a pedazos porque fueron armadas a partir de denuncias infundadas y pericias falaces. Como cada vez queda más en claro que la ex presidenta no “es una chorra”, buscan la manera de emporcar su figura a través de la enfermedad de su hija, Florencia. La inhumanidad al palo y los fieles seguidores de esta mafia con forma de gobierno, no sólo aplauden los agravios mediáticos sino que hasta son capaces de votar por un narcotraficante procesado como intendente de Paraná.
Doble moral: defienden las dos vidas pero ni se preocupan por el hambre creciente; aplauden el fusilamiento de delincuentes pobres pero ni se mosquean con los ladrones ricos que pululan por Balcarce 50; babearon de rabia por bóvedas inhallables pero ni parpadean con las cuentas off shore del buen Mauricio y todos sus funcionarios; todavía rezan “se robó un PBI” pero se muerden la lengua cuando llegan las abultadas facturas de los servicios públicos; lagrimean conmovidos al entonar el Himno Nacional en defensa de un fiscal impresentable pero siguen avalando la entrega de nuestros recursos en todo el territorio, incluidas Las Islas Malvinas.
Los que pedían cárcel para la ‘yegua’ después de haber visto un programejo dominguero, bloquean todos sus sentidos cuando se habla de la estafa que la familia presidencial realizó con el Correo Argentino. El acuerdo perjudicial para el Estado que estaba pergeñando Macri desde todos los lados del mostrador es la evidencia de que su carrera para la presidencia no tenía como objetivo mejorar la vida de los argentinos: blanquear chanchullos propios y de allegados, legalizar el lavado y enajenar el patrimonio público, entre otras cosas, figuran en la lista de prioridades. Mientras los Macri mantenían una deuda con el Estado durante 17 años, desviaban fondos del Correo –sin actividad desde 2003- hacia muchos de los que hoy son funcionarios del Cambio. Cualquiera que tenga una operación tan turbia en su currículum debería vestir traje a rayas y no banda presidencial.
Después de todo esto y mucho más, ¿cómo es posible que tanto él como muchos de sus funcionarios se planten ante un micrófono para predicar sobre honestidad y transparencia? ¿Cómo pueden hablar del respeto por las instituciones si presionan y compran jueces y fiscales para barrer con los opositores? ¿Cómo pueden pregonar sobre la independencia judicial si ante un fallo insatisfactorio aprietan a los magistrados y amenazan con un jury? ¿Cómo pueden enorgullecerse de la libertad de expresión cuando desde 2015 más de 3000 periodistas han perdido su empleo, se han cerrado más medios que nunca y mantienen presos a empresarios de radio y TV por deudas impositivas que algún juez injusto les ha impedido saldar? ¿Cómo se pueden erigir como guardianes de la República si no saben qué inventar para hacer trampas en las próximas elecciones?
¿Cómo puede mantenerse en el poder esta patota de forajidos? ¿Sólo el blindaje de los medios cómplices puede explicar tanta distorsión de las cosas? ¿O el concepto de Durán Barba sobre el “votante tonto” es más plausible de lo que parece? ¿Cómo puede un ciudadano acostumbrarse a tanto deterioro, desprecio y burla? ¿O será que una porción importante de los argentinos adhiere a la lógica del patrón y acepta que los que se creen dueños hagan lo que quieran con la casa de todos? Lo más grave sería que, en lugar de buscar las respuestas, nos acostumbremos a formular estas preguntas.

jueves, 11 de abril de 2019

Una burla hecha gobierno


La foto trucada de la diputada Carrió acostada bajo la góndola de un supermercado es una muestra del poco respeto que tiene por las imposibilidades de la mayoría y confirma que no merece el honor del cargo. Como ninguno de los que desfilan a toda hora recitando excusas, errando pronósticos, falseando expectativas y repartiendo culpas en vez de asumirlas. Todos, tanto los votados como los a dedo. El chiste de Carrió quedaría como una más de sus tonterías si no se diera en un contexto en el que todos se burlan de los males que nos han provocado: desde la presidenta de facto Christine Lagarde hasta el más intrascendente funcionario; desde los periodistas que siguen con la apología hasta los que se dan vuelta como un calcetín; desde los que ya ni se acuerdan de cómo convocar a un paro hasta los empresarios arrepentidos que no se arrepienten de nada.
Este gobierno es una burla de las más dolorosas. Desde mucho antes del fatídico balotaje, todo fue una burla: cuando los oficialistas de hoy eran los opositores de ayer, se burlaron de los ciudadanos con la proliferación de falsas denuncias, las descalificaciones desencajadas, los procesamientos persecutorios y las proclamas republicanas. Los que en ese momento eran oposición a CFK, sobreactuaron un purismo beatífico para disfrazar su desprecio de clase; convirtieron inventos y chismes en procesos judiciales; con la complicidad de los medios y el histrionismo de muchos periodistas, hicieron de la mentira una convicción; las más inverosímiles fábulas poblaron las pantallas hegemónicas como crónicas verídicas. Con todo esto fomentaron el odio y la disolución. Hasta mostraron a la ex presidenta y al candidato a gobernador como despiadados asesinos. Todo fue una burla y lo sigue siendo ahora.
El empresidente Macri es el principal burlador porque prometió lo que no pensaba cumplir, porque se mostró como lo que nunca podría ser, porque bailó como uno más bajo una lluvia de globos y papel picado. Pero el más atroz de los burladores es Héctor Magneto, que se esconde en las sombras de su multimedios para inyectar su odio al resto de la sociedad. Los dos encarnan las angurrias de una minoría empachada y odiadora, resentida por despojos que jamás han padecido y orientada a acumular cada vez más.
Macri y su Gran Equipo se burlan de todos al decir que por este camino vamos hacia el país paradisíaco que siempre ha prometido la derecha neoliberal. Mientras algunos creen en semejante verso, la decadencia argentina se convierte en portada de muchos medios internacionales. Los medios locales –los hegemónicos y sus laderos- insisten en hablar del gobierno anterior y, en plena campaña electoral, demonizan, por las dudas, al gobierno por venir.
Desentrañando el engaño
La cadena británica BBC retrata lo que en esta tierra muchos medios callan: "Pobreza en Argentina: Por qué cada vez es más difícil sobrevivir en el país sudamericano". Nadie entiende que en un país con tantos recursos, la leche cueste más que la nafta; difícil explicar por qué los productos locales cotizan en dólares;  cuesta entender que en tres años hayamos caído tan bajo: el tercio de la población es pobre y tres millones corren riesgo de padecer hambre. ¿No es una burla que el jefe de Gabinete, Marcos Peña, se muestre enojado como una doncella ofendida cuando es cuestionado por los diputados? Bueno, ya es bastante burla que alguien como él ocupe un cargo importante, como lo es también que un personaje como Jaime Durán Barba –superficial y despiadado- sea el estratega de este plan de despojo.
El FMI también se burla de todos nosotros, tanto que dan ganas de no devolver un centavo de lo que dicen habernos prestado. Después de casi un año de exigir al virrey Macri el cumplimiento de sus recetas, anticipa más caída de la actividad, una inflación entre las más altas del mundo y aumento del desempleo. Encima, afirma que por nuestra culpa se verá afectada la economía global. Y la burla mayor es que para solucionar los problemas provocados por sus recetas nada mejor que seguir aplicándolas.
La burla es una constante desde el fatídico momento en que Macri y la vice Michetti cantaron y bailaron en el balcón. Como un vaticinio fallido, la impresentable Gaby desentonó “no me arrepiento de este amor” y más de tres años después, el arrepentimiento se expande como una epidemia. Un arrepentimiento a medias que condena la opción tomada en el balotaje, pero no reivindica la desechada. La hipnosis colectiva lograda por los medios que apuntalaron la campaña de Macri con la denostación despiadada al kirchnerismo abre ahora la posibilidad de un nuevo candidato. Una posibilidad remota, porque Roberto Lavagna parece sacado de la galera para garantizar una continuidad del desquicio en caso de que El Ingeniero no consiga la reelección. Si alguien que no mide ni tiene base territorial consigue estar en carrera para la presidencia, estamos en el umbral de hacer de la burla un mandato constitucional. Si transformaron un suicidio de manual en un magnicidio sofisticado y consiguieron que una pandilla de filibusteros se vea como el mejor equipo de los últimos 50 años, pueden lograr cualquier cosa.
Pero ahora la burla empieza a verse como tal. El caso D’Alessio es la punta de un hilo que nos conduce por un laberinto hasta el feroz Minotauro. En el camino nos topamos con seres monstruosos capaces de crear las peores falacias para injuriar a los odiados. Y lo peor es el daño que provocaron en los crédulos inoculados con tanta infamia, esos que se apasionaron con La ruta del dinero K, que caceroleaban indignados porque el uno por ciento quería comprar dólares o las tarifas eran muy baratas, que maldecían a los choriplaneros y marcharon bajo la lluvia para ser Nisman por un día. ¿Qué sentirán ahora, cuando está a punto de desmontarse esta usina de patrañas? ¿Se abrazarán a nuevas mentiras o se enfurecerán, por fin, con los mentirosos?
Como si hubieran comprado un buzón y ahora no saben dónde esconderlo o cómo deshacerse de él. Humillante dejarse mentir de una manera tan burda. Pero más humillante es seguir sumergido en el agujero negro de burlas que emanan de esta banda de farsantes.

lunes, 8 de abril de 2019

Un laberinto infernal


Esto se pone picante. Tanto que hasta la diputada Graciela Caamaño parece una heroína. Aunque los PRO dicen que todo está bien, la economía está cada vez peor por aplicar recetas equivocadas para problemas que no existían y por dar rienda suelta a las incontenibles angurrias de especuladores disfrazados de empresarios. Ellos dicen que todo está bien, aunque nos pidan paciencia y prometan que el sacrificio durará un poco más. Ellos dicen que todo está bien aunque reconozcan que algo anda mal. Por eso Macri recita a cada rato que sabe “lo difícil que es llegar a fin de mes”. Aunque nunca lo ha experimentado, siempre viene bien simular comprensión y hablar de las consecuencias de sus medidas como si fueran castigos divinos.
Así, se convierten en comentadores de un escenario diseñado por ellos para hacer lo que verdaderamente quieren: seguir cercenando derechos para potenciar sus privilegios. Algunos consideran que más daño no pueden hacer, sin embargo, todavía tienen más en carpeta. Sus proyectos de ley demuestran que el deterioro social puede profundizarse con una reforma laboral que precarice aún más a los trabajadores, un código penal más punitivo, una ley electoral que blanquee sus trampas y hasta una modificación de la Carta Orgánica del Banco Central que permita que un extranjero lo presida. Nada que venga de esta banda de forajidos debería aceptarse en el Congreso: los proyectos deben debatirse para mejorar las cosas, no empeorarlas.
“Éste es el camino” recita Macri, para alentar a la tropa y esperanzar a los incautos. Un camino plagado de zarzas de gruesas espinas que rasgan la piel de los que estamos obligados a transitarlo, mientras ellos, ahítos de fortunas mal habidas, gozan el sangriento espectáculo desde sus lechos de rosas. Desde los miles de parlantes hábilmente instalados, una voz metálica sentencia: “les hicieron creer que…”, “se robaron un PBI”, “somos transparentes y ponemos la verdad sobre la mesa”, “hay que superar 70 años de fracasos” (ah, no: ahora son 80, por la inflación) y miles de cantinelas más; todas infundadas, como siempre.
Todo está bien, dicen. Estamos creciendo tanto que es imposible advertirlo. Todo está fenómeno, si el FMI nos sigue prestando plata para que se fugue a paraísos fiscales y muchos “inversores” especulan con las Leliq, una treta que ya suma más de un billón de pesos. Cifras monstruosas que deberemos saldar con nuestra dignidad. La verdadera pesada herencia del gobierno por venir.
Estiércol a la vista
Todo está bien, dice un presidente que no sabe distinguir agro-tóxicos de fertilizantes, considera que todos los morochos son extranjeros y sueña con inaugurar un puente entre Corrientes y Rosario. En tren de confundir, el equipo de comunicación oficial llamó ‘Menem’ a Macri, una especie de “gato por liebre” pero con animales horrendos. La ministra Bullrich, inspirada por esta idea, expulsa, retiene y encarcela inocentes como si fueran los peores enemigos y los embaucadores de los medios hegemónicos relatan la detonación de una caja con dos parlantes y un grabador. Todo está bien porque el senador Bullrich –mismo apellido, distinta persona, igual bestialidad- propone una ley para reducir los paros docentes a cinco por año. “Les hicieron creer que…” tenían derecho a un salario digno y a hacer huelgas.
No pasa nada, dicen desde La Rosada SA, aunque el consumo de carne esté en el nivel más bajo de los últimos 29 años y la leche se haya convertido en un lujo. No es para menos, si la distribución del ingreso es cada vez más regresiva y el índice de Gini, que mide la desigualdad, se ubicó en 2018 en 0,434, bastante más lejos del cero que en 2015, que estaba en 0,361. Todo está bien porque los ricos son más ricos y los pobres, más pobres. Aunque derramen lágrimas por el incremento de la pobreza, hicieron todo para que esto ocurra. Y el perdón se lo piden al FMI, no a los millones que sufren este ajuste brutal e innecesario.
Todo está bien porque lograron capturar al peligrosísimo Alberto Samid por una deuda impositiva de hace más de 20 años. Las pantallas se volcaron de lleno a este episodio para tapar lo que deberían poner en tapa: la existencia de una red de espionaje, extorsión y persecución nunca vista en nuestra historia. Una banda de fiscales, jueces y periodistas que inventaron delitos para encarcelar opositores. “Les hicieron creer que…” la libertad es para todos. Casi todas las causas –por el beneficio de la duda- contra funcionarios del gobierno anterior fueron defecadas desde esta verdadera asociación ilícita. Una pandilla que se creó como brazo ejecutor de una venganza de clase, con la pátina de periodismo objetivo y justicia independiente. Una Justicia tan justa que acomoda los sorteos para que todas las acusaciones contra CFK caigan sobre el mismo juez. Tribunales tan confiables que inventan un proceso basado en cuadernos de dudosa procedencia y guiones memorizados para evitar la prisión.
Pero todo está bien, porque además del accionar de esta agencia para-estatal, los espías oficiales también “han hecho varias”. Así lo reconoció Gustavo Arribas, Director de la Agencia Federal de Inteligencia y amigo-inquilino de Macri. Ante la Comisión Bicameral de Seguimiento de Actividades de Inteligencia, Arribas admitió haber enviado a dos agentes a presionar al juez Carzoglio para que detenga a Pablo Moyano. Un apriete tan obsceno que los enviados fueron de parte del presidente y hasta entregaron un borrador de la orden de detención. Un hecho tan inadmisible que debería escandalizar a los defensores de la República.
“La casa está en orden”, podría anunciar el empresidente, porque sabe que una suculenta parte del dinero público está destinado a garantizar un blindaje mediático sin precedentes. En la era de la comunicación, muchos no se enteran de nada. ¡Cuántos habrán repetido como autómatas eso de que Cristina se robó un PBI! El autor del hit fue Leonardo Fariña, un financista ligado a la farándula vernácula. “Querían ficción, yo les di ficción”, declaró después de haber paseado por muchos medios repitiendo la falacia. Ahora que el espía arrepentido, Hugo Barreiro, confesó que el ministro de Justicia, Germán Garavano entregó el guion a Fariña en su despacho, durante una reunión convocada por el periodista Luis Majul, deberían desmoronarse muchos prejuicios con forma de sentencia.
Nada está bien porque todo ha sido una farsa. Un periodismo de guerra compuesto por invenciones repetidas hasta el cansancio por mascarones mediáticos y muchos de los que hoy son oficialistas. Causas armadas en antros oscuros que han distorsionado la decisión del votante. Noticias falsas presentadas como verdad que enturbian la democracia. En este contexto tan emporcado nos encaminamos hacia las elecciones. Una oportunidad histórica para que, de una vez y para siempre, pase verdaderamente algo.

jueves, 4 de abril de 2019

Éxitos y fracasos de los amarillos


Si no fuera por el daño que están produciendo, deberían inspirar lástima. Carentes de logros, los PRO quieren generar algo que puedan contar en campaña, pero no les sale. Cansados de pifiar, ya no hacen pronósticos. Empachados de traicionar, ya no prometen nada. A pocos meses de las elecciones, sólo les queda consolidar el núcleo duro y esperar que la complicidad comprada de medios y periodistas permita conquistar el voto de algún distraído. Mientras tratan de contener al dólar a fuerza de peligrosas tasas, manotean algunas descabelladas medidas para beneplácito del público odiador. Y, por supuesto, siempre tienen a mano algunas frases de póster, al estilo de “les hicieron creer que”, “ya se ve la luz al final del túnel” o “créanme, éste es el camino”. Todas orientadas a alimentar esperanzas con patrañas en las que ni ellos creen.
Al parecer, todos compiten por el premio al Mejor Embaucador, pero los que encabezan el podio son el empresidente Macri y el Jefe de Gabinete, Marcos Peña Braun. La vice Michetti, aunque se destaca por sus tropiezos buco-linguales, conceptuales, cognitivos y tempo-espaciales, no busca engañar a su público: sólo es así de vergonzante. Laura Alonso, desde la Oficina Anticorrupción también es autora de frases absurdas, pero hay que comprenderla porque está enamorada del mandatario al que debería controlar. El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne es otro que farfulla incoherencias, pero quizá sean errores de traducción en el libreto que elabora Madame Lagarde.
Una que dice y hace ridiculeces es la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. En torno al 24 de marzo –y de puro rencor, nomás- cuestionó que el Día de la Memoria haya sido acaparado por los organismos de DDHH. ¿Qué otra cosa esperaba? Si ese día fue construido por Madres, Abuelas, HIJOS y todas las víctimas del terrorismo de Estado. Sin dudas, los pensamientos oscuros son un viaje de ida, no te subas. Después, propuso –a tono con su plan “cuidemos a quienes nos cuidan”- la creación de la Unidad de Garantía de Derechos Humanos de las Fuerzas Policiales y de Seguridad Federales, que reparará "los daños causados por agravios" a los propios efectivos, cometidos por "otros miembros de las Fuerzas o bien por ciudadanos". Una iniciativa que, desde todos los puntos de vista posibles, rompe con toda lógica sólo por provocar. Y para demostrar su impericia para cualquier ministerio a su cargo, apresó a dos arquitectos chilenos por confundir dos parlantes, un grabador y un cable con un artefacto explosivo, retuvo en Mendoza a una ciclista olímpica de Colombia y deportó al equipo pakistaní de Futsal, que debía competir en el Mundial Misiones 2019, por cuestiones de seguridad nacional. La integración al mundo, ésa te la debo. Y todo esto con la plata que ponemos entre todos. Aunque parezca mentira, alguien puede superar esto.
Aguanten que ya viene
El “estamos creciendo” que Macri recita como un mantra parece el “estamos ganando” dictatorial de tiempos de la Guerra de Malvinas. El artificio que, si no convence a los escuchas, hace quedar como extraviado al que lo emite; tanta seguridad en lo inverosímil instaura la duda en los que saben que no es así. Total, como Macri y sus secuaces son el Poder Real hecho gobierno, tienen la potencia para imponer cualquier pavada.
Aunque se estampen la narizota contra la realidad, dicen lo que dicen a sabiendas que nadie cuestionará nada. El que más abusa de esta treta es Marcos Peña Braun, capaz de negar la existencia de la militancia rentada que envenena las redes sociales o de culpar de todos los males al gobierno por venir. En estos días, con el cinismo que lo desborda, aseguró que no cree “que estemos ante un fracaso económico”. Cada frase de esta gente inspira un tratado. De tan ambiguos, se puede interpretar cualquier cosa. Él dice que ‘cree’ y ya sabemos que la creencia es tan personal y caprichosa que puede contradecir la realidad más contundente.
Él no cree que esto sea un fracaso económico, aunque se proyecta una inflación que promete superar la del año pasado con un dólar que arañará los 50 pesos. Él no cree que esto sea un fracaso económico, a pesar de que las empresas más importantes exhiban números en rojo: Arcor tuvo en 2018 una caída en sus ganancias de más de mil millones de pesos; Molinos Río de La Plata, de Pérez Companc, sumó al rojo de 754 millones de 2017, la pérdida de 1700 millones de pesos de 2018; la desarrolladora inmobiliaria Consultatio bajó de 6620 a 2149 millones de pesos y eso que opera en Puerto Madero y Nordelta; la empresa del amigo presidencial Marcelo Mindlin, Pampa Energía, ganó un 17 por ciento menos que en 2017 con todos los beneficios que recibe de La Rosada SA; Aeropuertos Argentina 2000, de la familia Eurnekian ganó 1023 millones contra los 3467 millones de pesos de 2017. Si las más grandotas acusan semejantes derrumbes, duele imaginar el drama de las medianas y pequeñas. Esto es un fracaso económico en cualquier sistema solar. Y no de las empresas, sino de las políticas gubernamentales.
Para Marcos Peña esto no es un fracaso económico porque lo único que triunfa es la timba financiera. Mientras el consumo decae a pasos agigantados por la pérdida del poder adquisitivo de la mayoría, el Banco Macro conquistó ganancias un 55 por ciento mayores que las de 2017 y el Supervielle, duplicó su saldo positivo. La especulación es lo único que da ganancias en Macrilandia. Y ahora, con la decisión del Banco Central de autorizar a los bancos a volcar todos sus depósitos en Leliq, los especuladores descorchan champaña. Claro que no es un fracaso económico: es un éxito absoluto para los que ganan fortunas sin producir nada, multimillonarios vagos mantenidos con el esfuerzo de todos.
Para ellos es un éxito que en un país tan rico haya más de un tercio de pobreza, aunque el Jefe de Gabinete sostenga lo contrario. A eso han venido, a llevar el salario más alto de la región hasta el último puesto; a volvernos el segundo país más miserable del mundo, después de Venezuela, de acuerdo al índice de la revista Forbes; a impedir que nuestros niñes se alimenten, se eduquen y se curen; a dificultar los últimos años de nuestros abueles; a amenazar, perseguir y silenciar a los que quieren frenar tanto deterioro; a reprimir a los que claman por sus derechos; a inventar más necesidades; a imponer un “Sí, se puede” para muy pocos y un rosario de imposibilidades para el resto.
Los PRO, en representación de una minoría selecta, vinieron a reconquistar el país en nombre del Imperio; a borrar de la memoria colectiva 70 años de historia para restaurar el modelo agro-exportador, rentístico y oligárquico. Y si los dejamos un tiempo más, borrarán 200 años para transportarnos a los tiempos de la colonia. Entonces sí, habrán conquistado un éxito absoluto.

lunes, 1 de abril de 2019

Las vilezas del Cambio


Así son los PRO: un día se muestran tristes porque se incrementó la cantidad de pobres y al siguiente aparecen sonriendo durante un retiro. También se disfrazan de enojados para simular que las cosas no están saliendo como planearon. Viles, como Marcos Peña que, agotado de culpar al gobierno anterior, ahora responsabiliza de la actual crisis al gobierno por venir. ¿De qué están hechos? ¿Serán humanos? Y los que confiaron y aún lo siguen haciendo, ¿estarán en sus cabales o serán tan viles como ellos? Preguntas que se forjaron mucho antes de las elecciones de 2015 y aún no han encontrado una mínima respuesta.
Lo que sí se puede afirmar es que a los amarillos les está llegando la noche, lo que para la mayoría es el indicio de un nuevo amanecer. Eso siempre y cuando los votantes distraídos no se dejen tentar por algún caballo de Troya ensamblado en los medios hegemónicos. Algo hay que hacer con ellos para tener una democracia en serio. El ex periodista Jorge Lanata sugirió una idea “genial” respecto de C5N. "El Gobierno, en su necesidad de creación de un enemigo para ver si ganan ellos –argumentó en su programa de Mitre- lo que está haciendo es bancar a un enemigo con guita de los demás, guita que ellos no ponen”. Tanto lío por los ocho millones de pesos que ese canal recibe de pauta oficial. ¿Qué dirá cuando sepa que el Grupo Clarín recibe casi 140 millones y cada vez tiene menos rating?
Con el penoso empeño de seguir en carrera, los PRO apelan a todos sus trucos, como poner en los noticieros de la TV Pública periodistas amigables y no los que forman parte de la planta permanente. Ellos que se jactan de ser defensores de la libertad de prensa, desde 2015, 3500 periodistas perdieron su trabajo. Y, por las dudas que el destino les resulte esquivo, intentan hacer cuanta maldad sea posible en el tiempo que les queda, como el decreto que pone como garantía los recursos naturales ante el FMI, el proyecto del Código Penal y la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central. Todo para dejarnos sin nada y que al próximo gobierno le resulte más dificultosa la reconstrucción.
En realidad, el destino debería ser oscuro para toda la banda, no sólo para los PRO: después de todo, ellos están cumpliendo con las exigencias del establishment. Ahora que los números no cierran y el país está por estallar, todos se muestran sorprendidos. Y además, mordiéndose las uñas, a la espera de la podredumbre que emane de la revelación de los espías. Mientras sus oscuros cerebros pergeñan cómo cargarse al juez Ramos Padilla, los peones judiciales se alistan como dique de contención. El fiscal Carlos Stornelli esquiva la indagatoria que tantas veces usó como extorsión, el Procurador interino, Eduardo Casal patea esta pelota explosiva y el juez Claudio Bonadío hace lo que puede para proteger a sus Jefes. Pero Rolo Barreiro, otro espía off shore, dedicó todo el fin de semana a desenredar una madeja que hace temblar a más de uno.
El centro del hueso
La trama de Marcelo D’Alessio y Hugo Barreiro está muy lejos de los dramas cotidianos de gran parte de la población. Que periodistas, jueces, fiscales, legisladores y ministros hayan explotado una red de espionaje ilegal para alimentar los prejuicios, perseguir opositores y recaudar para la corona no explica la crisis en la que estamos inmersos. O sí, pero de manera tangencial. Gracias a eso estamos donde estamos. Falacias inventadas por una banda de farsantes que se convierten en causas judiciales en tribunales elegidos a dedo amplificadas y guiadas por los titulares hegemónicos. El público, confundido con tanta información falsa, terminó votando por la peor de las ofertas. El resultado está a la vista: números que no cierran por ningún lado, una inflación galopante, una pobreza creciente y un horizonte catastrófico.
¿Alguien esperaba otra cosa? ¿Cómo pueden simular sorpresa y dolor porque condujeron a más de un tercio de la población a vivir peor que tres años atrás? El crecimiento de la pobreza, la recesión que padece nuestra economía y el aumento de los precios no es el resultado de una mala praxis, sino la respuesta esperada a estas políticas de shock social. Ante los números de la pobreza que difundieron la UCA y el INDEC, la ministra de Desarrollo Social, expresó –con ese tono tan Vidal- su tristeza porque “trabajan todos los días para reducirla”. Una pose de telenovela berreta. Lo único que hacen para reducir la pobreza es presionar a los investigadores para que “pisen los números”, como confesó un experto de la UCA. ¿Acaso se mejora la economía doméstica con tarifazos, devaluación y desempleo? ¿Acaso se reduce la inflación con la dolarización de la economía y la eliminación de los controles cambiarios? ¿O piensan que la industria se desarrolla cuando se liberaliza el comercio exterior? O son muy brutos o muy malvados. Si la pobreza crece es porque el Ingeniero así lo quiso. La distribución regresiva del ingreso y el endeudamiento bestial configuran una fábrica de pobres que nunca se detendrá.
Brutos y también malvados. Ellos no piensan distinto: responden a un parámetro ideológico que no cuadra en ninguna democracia; no pueden convivir con algo parecido a la equidad; para ellos, la Patria sólo es patrimonio y los derechos ajenos debilitan sus privilegios; y, sobre todo, adoran formar parte de un imperio y ser sus fieles servidores.
La frase de Macri en la apertura del Congreso de la Lengua es una muestra de esa sumisión. Esto no debe quedar como uno de los tantos memes que circulan por las redes. Aquí está la clave del pensamiento del Poder Real. En eso tan divertido de “imaginemos si acá los argentinos hablásemos argentino y…” no hay un tropiezo de su aparato fonador ni una falla de su matrix Cardenal Newman. No sólo ignora las lenguas de los pueblos originarios sino que publicita las bondades del lenguaje único. Además, ignora –en todos los sentidos posibles- que esa lengua se impuso a fuerza de sangre con una conquista despiadada. Como siempre, arrasan con la Historia para imponer su historieta. Por eso, la Rosada exhibe un beso por el día de San Valentín y se queda en silencio el Día de la Memoria.
¿Todavía queda alguien que se sorprenda porque nos encaminamos hacia el abismo?

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...