lunes, 15 de abril de 2019

Malas costumbres argentinas


Los argentinos tenemos la mala costumbre de acostumbrarnos a cosas que no deberían ser costumbre. Desde el comienzo de la gestión amarilla, la mentira, la hipocresía y los conflictos de intereses han sido una constante. Además, la proliferación de explicaciones insostenibles que podrían calificarse de puro chamuyo: un torrente de incoherencias adornadas con palabras vaciadas como ‘equipo’, ‘diálogo’, ‘honestidad’ y muchas más. Y abundantes contradicciones, por supuesto. El Jefe de Gabinete, Marcos Peña Braun puede clamar en el Congreso, como si fuera un principio irrenunciable que “no creen en los controles de precios” y, al día siguiente anunciar un acuerdo para que las cosas no aumenten tanto. O promueven servicios precarizados como oportunidad laboral y después ni se lamentan por un ciclista de Rappid que murió atropellado por un camión. Cuando una sociedad se acostumbra a cosas como éstas está habilitando un futuro de extinción.
Como Macri está empeñado en ser reelecto y ni en las encuestas propias arrima el bochín, quiere mejorar la situación con un poco más del maquillaje que alguna vez funcionó bien. Su asesor, Jaime Durán Barba, considera que el votante es tonto y se deja engañar con facilidad. Una pena que algunos conciudadanos se empecinen en aportar casos a tan insostenible hipótesis. Como sea, en unos días el Gerente de La Rosada SA tratará de dibujar en su rostro una mueca de preocupación y anunciará un paquete tardío de medidas en las que ninguno de los miembros del Gran Equipo cree. Como concluyeron muchos analistas en esta semana, un parche para llegar a octubre con cierta calma. Pura demagogia para un votante que consideran ‘tonto’.
Además, confían en que los piropos propinados por Madame Lagarde surtan efecto en la campaña. “Están mal pero van bien”, debería recitar la titular del FMI, si quiere que algún incauto acepte cuatro años más de esto. Y encima advierte a la oposición que no “hagan tonterías” en caso de llegar al gobierno. ¿Hace falta alguna otra señal para terminar con esta infamia de una buena vez? ¿Cómo es posible que algunos piensen renovar un pacto con Macri, que es un incumplidor serial de pactos? El más trascendente que firmó en su vida –el de ser presidente- lo rompió a poco de asumir, devaluando después de prometer no hacerlo, desmantelando una ley a fuerza de prepotencia y nombrando a dos Supremos por decreto. Enumerar los ítems que pueden considerarse ruptura convencería hasta al propio Macri de que debería estar fuera de juego. Ya no es momento de parches ni de pedir que tuerzan el rumbo. Hay que exigir que se vayan ya o aguantar hasta diciembre.
Algo huele mal en Macrilandia
La trama del falso abogado Marcelo D’Alessio deja al descubierto una red de extorsión que es mucho más que un kiosco. A medida que se suman nuevos actores, se va convirtiendo en un hipermercado, cuyos principales productos sirvieron para aceitar el inescrupuloso camino de Macri a la presidencia. Las causas contra CFK y sus principales funcionarios se están cayendo a pedazos porque fueron armadas a partir de denuncias infundadas y pericias falaces. Como cada vez queda más en claro que la ex presidenta no “es una chorra”, buscan la manera de emporcar su figura a través de la enfermedad de su hija, Florencia. La inhumanidad al palo y los fieles seguidores de esta mafia con forma de gobierno, no sólo aplauden los agravios mediáticos sino que hasta son capaces de votar por un narcotraficante procesado como intendente de Paraná.
Doble moral: defienden las dos vidas pero ni se preocupan por el hambre creciente; aplauden el fusilamiento de delincuentes pobres pero ni se mosquean con los ladrones ricos que pululan por Balcarce 50; babearon de rabia por bóvedas inhallables pero ni parpadean con las cuentas off shore del buen Mauricio y todos sus funcionarios; todavía rezan “se robó un PBI” pero se muerden la lengua cuando llegan las abultadas facturas de los servicios públicos; lagrimean conmovidos al entonar el Himno Nacional en defensa de un fiscal impresentable pero siguen avalando la entrega de nuestros recursos en todo el territorio, incluidas Las Islas Malvinas.
Los que pedían cárcel para la ‘yegua’ después de haber visto un programejo dominguero, bloquean todos sus sentidos cuando se habla de la estafa que la familia presidencial realizó con el Correo Argentino. El acuerdo perjudicial para el Estado que estaba pergeñando Macri desde todos los lados del mostrador es la evidencia de que su carrera para la presidencia no tenía como objetivo mejorar la vida de los argentinos: blanquear chanchullos propios y de allegados, legalizar el lavado y enajenar el patrimonio público, entre otras cosas, figuran en la lista de prioridades. Mientras los Macri mantenían una deuda con el Estado durante 17 años, desviaban fondos del Correo –sin actividad desde 2003- hacia muchos de los que hoy son funcionarios del Cambio. Cualquiera que tenga una operación tan turbia en su currículum debería vestir traje a rayas y no banda presidencial.
Después de todo esto y mucho más, ¿cómo es posible que tanto él como muchos de sus funcionarios se planten ante un micrófono para predicar sobre honestidad y transparencia? ¿Cómo pueden hablar del respeto por las instituciones si presionan y compran jueces y fiscales para barrer con los opositores? ¿Cómo pueden pregonar sobre la independencia judicial si ante un fallo insatisfactorio aprietan a los magistrados y amenazan con un jury? ¿Cómo pueden enorgullecerse de la libertad de expresión cuando desde 2015 más de 3000 periodistas han perdido su empleo, se han cerrado más medios que nunca y mantienen presos a empresarios de radio y TV por deudas impositivas que algún juez injusto les ha impedido saldar? ¿Cómo se pueden erigir como guardianes de la República si no saben qué inventar para hacer trampas en las próximas elecciones?
¿Cómo puede mantenerse en el poder esta patota de forajidos? ¿Sólo el blindaje de los medios cómplices puede explicar tanta distorsión de las cosas? ¿O el concepto de Durán Barba sobre el “votante tonto” es más plausible de lo que parece? ¿Cómo puede un ciudadano acostumbrarse a tanto deterioro, desprecio y burla? ¿O será que una porción importante de los argentinos adhiere a la lógica del patrón y acepta que los que se creen dueños hagan lo que quieran con la casa de todos? Lo más grave sería que, en lugar de buscar las respuestas, nos acostumbremos a formular estas preguntas.

2 comentarios:

  1. Bueno, si se fija bien, el pontífice ecuatoriano no hay tanto énfasis en el votante "tonto", no, él habla de SIMIOS y no sé usted, pero a mí la maestra me enseñó que los gorilas son simios y de ésos estamos llenos, y sabemos perfectamente que lo único que les importa es odiar al objeto de sus neurosis, los morochos que no quieren morirse como barrenderos, que quieren universidad, empleo seguro y bien pago, vacaciones y obviamente lujos inmerecidos como tarifas pagables y electrodomésticos que puedan usarse, imagínese, negros del trópico con aire acondicionado..... intolerable.
    Entonces, no es que se "acostumbraron" a la porquería, la prefieren así, que todo sirva para joder a "ésos" y que hasta el chamuyo más infame sea palabra santa y excusa mágica para el "fin superior"...
    Uno, que no es tan crédulo, sabe que si hay un paquete de tontos y simios que habilitan lo que sea, éso dará pie a que un paquete de vivos aproveche la situación y haga sus negocios, total, si los tontos no se avivan porque no quieren avivarse, papita pa'l loro!!.
    Párrafo aparte merecerían los comedidos que desde el exterior "apoyan" la porquería.... pero de nuevo, si los tontos y simios no tienen drama en que les quiten lo que tienen (conseguido con la ayuda de los feos, sucios y malos) porque así joden a la negrada.... ¿qué nos queda?, fíjese, que mientras se apela a la decencia, el amarillo que ganó en Paraná es narco.... sería gracioso si no fuera repugnante, no?.

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