lunes, 31 de octubre de 2011

Un aluvión de negaciones

Después de las elecciones presidenciales del 23 el desconcierto reina en la oposición, tanto mediática como política. No saben cómo asimilar los números, aunque ya estaban cantados de antemano. La interpretación de las motivaciones del votante para elegir a CFK va desde el absurdo al ridículo. Cualquier cosa sale de esas cabezas desorientadas menos la coherencia. No la han tenido antes de las elecciones, menos van a tenerla después de la paliza. Algunos pensaban que podría haber algo de madurez y reconocimiento. Y los más extremados optimistas esperaban que se situara cada uno en el lugar que le corresponde, los políticos a la política y los medios a informar. Pero no. Parece que desde ahora hasta las elecciones legislativas de 2013 van a seguir de operación en operación, todos confundidos en el rol de periodistas políticos y políticos periodistas o todo junto. Mientras algunos se desbandan otros se arrinconan. Cualquier cosa, menos intentar comprender la necesidad de acompañar un proyecto que no sólo ha logrado mejorar la situación económica sino que ha instalado a los gobernantes del lado de los ciudadanos, para usar términos estrictamente republicanos.
Si el chofer del taxi afirma que la gente votó con el bolsillo, sólo repite una explicación liviana que ha escuchado por la radio. Y por supuesto, no se dedican a pensar en todo lo que entra en un bolsillo, desde la AUH hasta la rentabilidad de las exportaciones, desde los juicios a los represores hasta el Fútbol Para Todos. Que una señora en la cola del supermercado diga que Cristina ganó las elecciones porque resultó efectiva la simulación de viudez es comprensible porque está repitiendo una consigna dogmática que no es producto de su trabajo subjetivo. Se le podrá reprochar la ausencia de esfuerzo intelectual pero no el enunciado. Porque esta señora no se pregunta cuánto influyó la viudez en la decisión del voto. Quienes merecen el reproche son los que originan los contenidos de esos enunciados, que por lo general suelen ser “encumbrados pensadores” que operan en los medios de comunicación.
El texto de Beatriz Sarlo publicado en el diario La Nación el lunes 24 de octubre es un claro ejemplo. Ese artículo es reprochable porque es Sarlo quien lo firma y no una señora en la cola de un supermercado. No sólo es una intelectual de larga trayectoria sino que –de acuerdo a sus dichos- es una observadora incansable del mundo cotidiano. Muchas veces ha dicho que se traslada por la ciudad en colectivo o subterráneo, que asiste a actos masivos organizados por el kirchnerismo, que conversa con la gente. En síntesis, no vive encerrada en una torre de marfil. Ella se enfrenta a los hechos cotidianos, los observa, los recoge y, en la construcción de su subjetividad, los piensa, los contrasta, los elabora. Si de todo ese procedimiento intelectual la única explicación posible que encuentra de los resultados electorales del domingo 23 de octubre es que los votantes fueron engañados por CFK con una actuación de “alta escuela” en relación a su viudez, estamos en presencia de una clara construcción dogmática que tiene como objetivo no aportar elementos para la conformación de la opinión de los lectores sino alimentar prejuicios ya existentes.
La autora de Escenas de la vida posmoderna parte de una hipótesis indemostrable, de una premisa falsa en la que se niega al análisis intelectual de los hechos y construye una realidad infundada. En pocas palabras, acusa a la Presidenta de haber simulado el dolor de su viudez y subestima al electorado por haberlo creído. Si se tratara de un texto pre electoral, resultaría comprensible esa lectura. Pero ante la contundencia de los números del día después, sostener esta postura sólo puede explicarse desde la clara mal intención de negar legitimidad a la continuidad presidencial. Desde su pequeñez, su mezquindad y su odio está diciendo que CFK merece más un Oscar a la mejor actuación que la presidencia de la Nación, pues once millones de votantes fueron engañados por una brillante actriz. Cristina sería más un personaje de melodrama que la mandataria más admirada de la región. Sarlo se deja llevar por la tentación de utilizar el viejo truco de negar la voluntad popular para evitar hablar de política en serio.
Si en algo se equivoca Beatriz Sarlo es en atribuirle a la presidenta el papel de viuda. Cristina no ha sido nunca una viuda, por más que haya perdido a su marido, a su compañero de toda la vida. Si fuese una viuda, estaría enclaustrada en El Calafate con su dolor y no sería ya La Presidenta. No es una viuda ni actúa como una viuda. Es un cuadro político que ha perdido a un compañero de militancia; no llora su lecho vacío sino que hace público el hueco que ha quedado en la construcción de nuestro futuro.
Precisamente es esto lo que le reprocha Sarlo. Le molesta que la pérdida no la haya dejado inutilizada sino que se haya fortalecido a partir de la muerte de Néstor. Le inquieta  admitir lo que se está construyendo en nuestro país. Le asquea la certeza de que sea el peronismo tan odiado en su formato siglo XXI el que esté garantizando el futuro.
Cuando no se encuentran argumentos por ausencia de voluntad intelectual, no queda otro camino que apelar a la burla, a la provocación simplona. Como en la fábula, cuando la zorra no puede alcanzar las uvas porque están muy altas, se aleja de la parra y dice: “no importa, están verdes”. Tal vez Sarlo no pueda explicar por qué una zorra quiere comer uvas, pero sí está en condiciones de elaborar un análisis más profundo del resultado de las elecciones. Pero no quiere. Prefiere demostrar desconcierto, recurrir a la burla porque no sabe cómo enfrentar esta nueva situación, esta confirmación del rumbo, este pacto de amor entre la Mandataria y su pueblo. Como no se atreve con los argumentos, ataca a la persona. Al atacar a Cristina, al llamarla simuladora, está menospreciando a gran parte del electorado, cuyo voto no merecería el análisis serio de la columnista. Pero además, está subestimando a sus lectores al presentar argumentos tan débiles y poco elaborados.
Y para reforzar esta idea, presenta su concepción de “voto inteligente” en los resultados del FAP. En su visión eurocéntrica, esos votos son más valiosos que los obtenidos por Cristina, aunque su conformación reúna distintas fuerzas contrapuestas. Si en su texto afirma que Cristina simuló su viudez, Sarlo simula una negación de los hechos; sigue construyendo la realidad en base a los caprichos, aunque esté en condiciones de hacerlo de manera más seria. En lugar de aportar una lectura de la realidad que contribuya a comprender mejor este nuevo fenómeno, sólo apela a sacar la lengua, como una provocación infantil. Y acusa a una de farsante y a los otros de necios. Paciencia, ya va a madurar. Lo importante es que la lengua de quienes defienden este proyecto siga elaborando ideas y no sacudirse en burlas innecesarias.

sábado, 29 de octubre de 2011

Una semana de emociones

Si algo puede caracterizar a esta semana es la carga emocional que ha tenido y por la que va a ser recordada durante mucho tiempo. Quien no se haya visto en peligro de deshidratación por lágrimas es porque aún no comprende bien lo que está pasando. O porque sigue mirando para otro lado, actitud sumamente peligrosa en ciertos momentos de nuestra historia. Hay tres días que no se pueden pasar por alto y que se constituyen como hitos para la historia futura.
El primero, por supuesto, es la indiscutible victoria obtenida por Cristina el pasado domingo en las elecciones presidenciales. Por un lado, significa una aceptación de lo llevado adelante en estos ocho años por el gobierno kirchnerista. Ese día se hizo evidente la consolidación de una unidad impensable desde mediados de los setenta, una unidad boicoteada por la derecha impiadosa de la triple A, aniquilada por la dictadura genocida, saboteada por los resabios golpistas a mediados de los ochenta y descafeinada con desvergüenza por el menemato en los noventa. Después de la explosión del 2001, los habitantes de este bombardeado territorio no podíamos estar más dispersos, más derrotados, más hundidos. Pero, como dice Joan Manuel Serrat, “bienaventurados los que están en el fondo del pozo, porque de ahí en adelante sólo cabe ir mejorando”. Pero eso no ocurrió porque sí. Nuestro abismo no hubiera tenido límites de no haber llegado ese pingüino presentado, en un principio, como un “chirolita de Duhalde” y que terminó siendo el refundador del país. Y eso es indudable, más allá de las objeciones que puedan poner los detractores, descreídos, desconfiados o boicoteadores de siempre.
Por otro lado, los resultados del domingo significan el compromiso de no abandonar jamás este camino pues gran parte de los ciudadanos ha comprendido que es la única garantía de futuro. Siempre se crece desde abajo hacia arriba. No hay otra forma. Por eso, la inclusión de todos nuestros conciudadanos debe ser la intención de toda acción de gobierno, como lo ha sido hasta ahora. Y los que ya estamos incluidos debemos acompañar y enorgullecernos. El pueblo en la plaza celebrando junto con los gobernantes es la foto más emotiva de este año, un reencuentro que debería conmover hasta a las piedras. Aunque uno sabe que hay algunos que están emperrados en ver todo mal, en protestar permanentemente, en quejarse, en resistirse. Pero ya son los menos. Algunas comadrejas escupirán, desde sus madrigueras, que once millones de personas votaron con el bolsillo o que fueron engañadas por la simulación de viudez, como aquella otra que dijo alguna vez que Fuerza Bruta se dedica a organizar funerales. Esas comadrejas están cada vez más solas y la sarna les impide descansar.
El segundo momento emotivo de la semana fue la sentencia que recibieron los genocidas en la megacausa ESMA. Algo que muchos consideraron como un gesto vacío el de aquel 24 de marzo de 2004, cuando el entonces presidente Néstor Kirchner dijo “proceda” convirtiendo a los ex presidentes de facto en dictadores y asesinos, cuando pidió perdón en nombre del Estado Argentino, cuando se comprometió a reparar tanta injusticia. Por su iniciativa, se derogaron las imperdonables “leyes del perdón” y comenzaron los juicios, que son muchos. Casi trescientos condenados y otros tantos en proceso. Pero la sentencia del miércoles carga de valor aquel gesto y lo convierte en símbolo. Claro que están los que desconfían, los que dicen que es una cuestión de marketing o tonterías por el estilo. Lo que pasa es que no se animan a confesar cuánto molestan los juicios. Algunos periodistas estaban en su salsa cuando protestaban por los indultos y las leyes del perdón, porque sabían que podían quejarse sin comprometerse. Ahora, cuando los juicios y las condenas son hechos, no se atreven a manifestarse a favor. Por supuesto, no hace falta demasiada capacidad intelectual para estar en contra y queda mejor el disfraz de crítico. Esos también están cada vez más solos.
El tercer momento emotivo de la semana ocurrió el jueves, cuando se cumplió un año del fallecimiento de Néstor Kirchner. Homenajes y recordatorios pudieron verse en los medios, algunos profundos y otros de compromiso. Ese día de censo será inolvidable para muchos que se vieron impactados por la noticia. El dolor colectivo recorrió las calles. Un funeral se convirtió en una manifestación política y una muestra de apoyo a CFK. Pero no fueron sólo expresiones de condolencias sino una transmisión de energía. Ese día, se perdió un militante pero se ganó un símbolo.
Las imágenes de sus discursos, sus declaraciones, sus gestos conmueven a muchos y sirven para ver, en la distancia, cuánto ha perdido nuestro país. Pero la emoción colectiva que se sintió en el primer año sin él permite la reconstrucción de su pensamiento, de su impronta, del sendero que ha marcado a lo largo de su vida. Es imposible no sentir que estamos construyendo algo diferente. En la política argentina –y menos aún desde la recuperación de la democracia- nadie hizo nada como lo hecho por él. A la distancia, desde los fragmentos que nos aporta la tele, todo parece fácil. Hasta parece jugar a presidente, parece divertirse con lo que hace. Pero todo lo hizo en serio, con la seriedad que ponen los chicos cuando juegan. Sus gestos traviesos en los momentos más cruciales de la historia se contraponen a los actos de recuperación que protagonizó.
Algunas de esas comadrejas hablarán de impostura; otros mostrarán indiferencia; están los que se resisten y los que no quieren entender. Claro, no queda bien estar a favor. Hay un hábito de desconfiar de los gobernantes, de verlos como enemigos. Y es comprensible después de tantas frustraciones. Algunos medios extranjeros se sorprenden porque mientras en los países europeos y en Estados Unidos miles de ciudadanos reclaman medidas de protección a sus respectivos gobiernos porque se sienten abandonados, en Argentina el pueblo sale a la calle para demostrar su amor a la Presidenta y su equipo. Dejarse llevar por esta emoción colectiva –por la consolidación de un proyecto, por la reparación histórica y por la recuperación simbólica de Néstor- es algo indescriptible. Es una pena que muchos no puedan verlo porque sería más fácil alcanzar la unidad tan anhelada. No importa. Tenemos mucho tiempo por delante. Pero sería más rápido si el velo de la desconfianza y el malhumor que aún queda como restos del desmantelamiento de los noventa se corriera definitivamente.

miércoles, 26 de octubre de 2011

De pingüino a Nestornauta

La ahora diputada por el FAP, Victoria Donda, presentaba su propuesta de campaña con una frase de “profundísimo” contenido político: “vamos a portarnos mal”. Y su pose parecía más adecuada para una bailarina de Tinelli que para una diputada de un frente progresista. A eso le agregaba abundante pintura de guerra y un gesto de adolescente rebelde un poco desubicado para sus más de treinta años. Pero para ella, eso es portarse mal. Carrió lo hace mejor y por eso ahora es la resistencia al régimen de Cristina. Y tanta resistencia hizo en estos tiempos que los ciudadanos se resistieron a votarla.
El que en serio se portó mal, muy mal, y sin necesidad de pinturas de guerra ni exageradas poses sensuales fue Néstor Kirchner. Cuando nadie esperaba que apareciera alguien que sacudiera el polvo del posibilismo que sumergía al país en el desánimo y la apatía, vino desde el sur a portarse mal. Tan mal se portó que asumió la presidencia con el 22 por ciento de los votos. Y se portó peor aún cuando rechazó las condiciones que el establishment le imponía para garantizar la gobernabilidad. Le auguraron seis meses en el gobierno y se quedó los cuatro años. A partir de entonces comenzaron a romperse los vaticinios mediáticos, los condicionamientos corporativos y los cercos políticos. Eso es portarse verdaderamente mal.
Cuando asumió como presidente no se disfrazó de presidente. Tampoco se comportó como presidente cuando jugó con el bastón presidencial o cuando se zambulló en la multitud y consiguió una herida en la frente, que exhibió como una medalla de oro obtenida en los juegos olímpicos. En su discurso de asunción anunció que se iba a portar muy mal, porque no iba a dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada. A muchos les resultó pintoresco porque no pensaron que fuera a cumplir con algo así. Y se portó tan mal que de pintoresco pasó a ser peligroso.
Con sus mocasines, su traje cruzado sin abrochar y su extraña manera de pronunciar dio la orden de bajar un cuadro, todo un símbolo del olvido de nuestra historia. Y por si esto fuera poco, pidió perdón a Madres, Abuelas, Hijos, Nietos y Familiares en nombre del Estado Argentino. Anuló las leyes del perdón, reformó la Corte Suprema de Justicia y así, sin más, en todo terreno y en todo sentido, comenzó otra historia.
Para desautorizarlo, para injuriarlo, para minimizar su figura, desde los oscuros centros del poder real de nuestro país lo llamaron pingüino, un ave inofensiva, graciosa, casi impotente. Él absorbió el apodo y lo convirtió en fortaleza. El pingüino, que en origen está imposibilitado de volar, nos arrastró a todos hacia las alturas para recuperar el orgullo de pertenecer a un país. En esas alturas nos devolvió la autoestima. Y en un exceso de inconducta, comenzó a hablar de soberanía, no como un término vacío para usar en actos del colegio sino como un proyecto que se construye día a día. A tal punto que en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata, ese pingüino quiso portarse tan mal que desafió al águila y le dijo que no al ALCA, en las propias barbas del representante del imperio.
Néstor, el pingüino que se convirtió en Nestornauta, desterró el pesimismo que reinaba en el país y nos inundó de optimismo inagotable. Nos enseñó que no se pueden recuperar derechos sin generar conflictos. También nos enseñó que los conflictos se enfrentan, no se gambetean. Y su enseñanza más importante: el Estado no debe estar ausente ni ser neutral. Eso significó un cambio en la lógica del pensamiento porque instauraba nuevamente la política como ordenadora de las relaciones, como articuladora de intereses. De esa manera, comenzó a socavar el discurso dominante, sustento fundamental de la ortodoxia económica que gobernó –y destruyó- nuestras esperanzas durante más de veinte años.
Para dar continuidad al proyecto de país en el que soñó toda su vida escandalizó aún más al sentido común de las corporaciones al nombrar como sucesora a su esposa, la entonces senadora, la doctora Cristina Fernández de Kirchner. Los misiles mediáticos no impidieron que CFK accediera al gobierno. El resto ya lo sabemos. Después de la contundente reafirmación del domingo, los prejuicios sobre la fragilidad de género deberán pasar al arcón de los recuerdos. En realidad, esa supuesta fragilidad se esfumó cuando la angurria rural quiso dominarla o destituirla. En lugar de irse a lavar los platos, Cristina, que así comenzaron a llamarla, siguió adelante, tanto que está batiendo muchos récords… y nosotros con ella.
Néstor y Cristina, el segundo matrimonio que cambió la historia de nuestro país. Un par de locos que desde jóvenes decidieron portarse mal y cumplir los sueños, no sus sueños, sino los de todos. O mejor dicho, sus sueños son los de todos.
Cada paso que dieron –juntos o separados, algo que ya no importa- representó un desafío, significó una cuota más de fortaleza, una nueva voluntad ganada y finalmente, un gran triunfo. Para muchos ciudadanos fue un aprendizaje. Empezar a hablar nuevamente de política, ganar las calles para apoyar un gobierno, con alegría, con fuerza, con convicción era algo que no se veía desde el retorno a la democracia. Entusiasmo y confianza, soberanía y autoestima, solidaridad y compromiso, política y emoción. Todo eso aprendimos de la mano de Néstor y Cristina. Quien dude de estas ideas puede volver a ver las imágenes de los festejos del pasado domingo en Plaza de Mayo o en la plaza principal de cualquier ciudad. No era un triunfo sectario o partidista, sino un festejo de todos y para todos. Y con mucha promesa de futuro.
Desde hace un año no está, y sin embargo, está más que nunca en cada uno de nosotros. Hasta en eso se portó mal el pingüino Nestornauta. Dicen que el domingo estuvo en los festivos, alegres, llorosos, fervorosos rostros de los manifestantes. Y dicen también que estará allí para siempre.    

lunes, 24 de octubre de 2011

La potencia de un país

El otro día, un señor con mucha plata de dudoso origen, ligado de manera indirecta a la familia del autor de estos Apuntes, señalaba con visible inquietud el peligro que podría significar un triunfo contundente de CFK. Entre todos los temores figuraba la certeza de que después de la asunción de su segundo mandato, el Gobierno Nacional confiscaría la mitad de los bienes de aquellos que concentraban gran parte de la riqueza del país, este individuo entre ellos. En psicología, eso se llama proyección, porque eso es lo que haría gente como él –y lo han hecho- de tener el poder: apropiarse de todo.
El domingo La fuerza de un país se consolidó en las urnas. Pero no ocurrirá ninguna de las pesadillas planteadas por este paranoico señor. Cuanto mucho, tendrá un mayor control fiscal sobre sus bienes y, por tanto, deberá pagar más impuestos. Pero no más que eso. En las urnas hubo una contundente victoria de la fórmula oficial. De ahora en más, debemos reflexionar sobre el significado de lo que ocurrió en las elecciones presidenciales, para que esa fuerza se convierta en verdadera potencia. ‘Potencia’ no significa sólo poder en el sentido de fuerza, sino también como posibilidad cercana a la certeza. Potencia y acto en términos de la filosofía clásica.
Todavía falta mucho para construir el país con el que todos soñamos, pero hay tanto para celebrar, cambios impensables diez años atrás. Pero lo más importante y el hilo conductor de estas transformaciones es –y debe seguir siendo- el rol del Estado en la recuperación de la dignidad, derecho y autoestima de todos los habitantes de nuestro entrañable país. Este cambio de paradigma en la vida institucional de Argentina debe ser comprendido como la garantía esencial para nuestra vida futura. Por tanto, es necesario desalojar de nuestros argumentos cotidianos todo lo que se escape de ese eje sustancial que se ha construido en los ocho años de modelo K. Lo que debemos todos –todos en serio- es apuntalar la presencia de la política en todas las decisiones de gobierno, porque eso es lo que determina la fortaleza de las acciones. De esta manera se establece la diferencia entre un gobierno que gobierna y un gobierno gobernado. En la Casa Rosada es donde deben tomarse las decisiones y no en las oficinas de las corporaciones. A partir de ahora, el interés de uno debe ser el interés de todos.
Casi once millones de votantes han decidido que las políticas de inclusión nos benefician a todos, aunque no seamos beneficiarios directos de ellas. Lo que se escribió el domingo con el voto popular es que un excluido menos debe ser un triunfo que nos enorgullezca a todos. Basta de proferir esas quejas de “medio pelo”. Ya no tiene sustento preguntarse por qué alguien que no trabaja recibe un subsidio, un plan o una asignación. Ya debe resultar despreciable sostener que las “pibitas se embarazan por la platita”. Ya debería avergonzarse quien cuestiona que reciba una jubilación una persona que nunca aportó. Si todo esto ocurre es por el abandono del rol del Estado durante más de treinta años de políticas neoliberales. Si todo esto ocurre es porque gran parte de los ciudadanos argentinos apoyaron esas políticas que beneficiaban a unos pocos en perjuicio de los muchos. Tristes tiempos en que por televisión se admiraba la mansión ostentosa de un personaje de la farándula, sin sospechar siquiera que esa fortuna meteórica ocasionaba la miseria de muchos. Las fortunas ostentosas deben ser consideradas como un insulto a la desigualdad que su obtención generó. El mensaje de las urnas nos indica que a partir de ahora debemos celebrar no las láminas de oro que exhibe un mediocre en su baño, sino los cerámicos de una vivienda social que estrena una familia. Ese mensaje –el de las urnas- nos enseña que a partir de ahora, todos somos responsables por todos. Eso es unidad.
A lo largo de estos ocho años y sobre todo durante el gobierno de Cristina, hubo expresiones nostálgicas de esos oscuros tiempos noventistas. Absurda imagen la de los que caceroleaban en el paisaje urbano a favor de quienes no moverían un dedo por ninguno de los manifestantes. Despreciable caricatura la de los que poblaban las calles para defender la fortuna de unos pocos, sin entender siquiera de qué se trataba la cuestión. Pero esos intentos de debilitar a un gobierno, sirvieron para fortalecerlo. A partir de ahora, deberemos evaluar con verdadera responsabilidad nuestras acciones. Nunca más hay que poblar las calles para retroceder; nunca más aceptar las nostálgicas recetas de la ortodoxia económica; nunca más evitar el conflicto sino llevarlo hasta las últimas consecuencias. Nunca más defender la “libertad de expresión” de los que se la pasan gritando.
Celebrar y continuar
Este contundente e indiscutible triunfo no debe llevar a la soberbia a quienes apoyamos este modelo. Pero tampoco cabe la falsa modestia. Durante dos o tres años los exponentes políticos orquestados desde las oficinas de las corporaciones, sobre todo las mediáticas, ostentaron con soberbia el peor de los odios. Insultos, descalificaciones, mentiras, operaciones mediáticas, trampas legislativas, invisibilizaciones. Y muertes. También hubo muertes planeadas desde los sectores más oscuros de la oposición. Durante estos años hubo piedras en el camino, palos en la rueda, alianzas destituyentes, mayorías accidentales. Ahora basta. Los resultados electorales del pasado domingo simplemente anuncian la confirmación del camino con sus baches y tropiezos, pero sin retroceso ni bifurcaciones. Celebrar sin soberbia pero con orgullo, con emoción, con solidaridad.
No cabe lugar para la revancha. Si bien nunca un gobierno fue tan examinado ni puesto a prueba permanente, ahora hay que continuar con calma. No hay que ilusionarse con un pedido de disculpas por los malos momentos que nos han hecho pasar. Es más, algunos van a reforzar su inoperancia con denuncias de fraude, con votos comprados y distintas maneras de negar una realidad que los descoloca. Ya no tienen la razón. Ya no tienen el control sobre el sentido común de la ciudadanía.
Estos números tienen que frenar la soberbia de quienes se creen dueños del país; de aquéllos que con un permanente gesto de mal humor intentan socavar el ánimo de los ciudadanos; de los dueños de una objetividad a la medida de sus intereses; de los que siempre ganan con las crisis y nunca pagan las consecuencias. Y uno siempre habla de los dirigentes y de los exponentes de los medios de comunicación. Pero también hay un coro formado por ciudadanos de a pie, totalmente consustanciados con ese discurso del odio y el prejuicio. Son los que repiten como loros las consignas opositoras sin entender de qué se trata. A ellos hay que pedirles el esfuerzo de la comprensión. O al menos que se permitan dudar de esos prejuicios con formato de convicciones y principios. También invitarlos a conocer en serio aquello que dicen odiar, despreciar, rechazar. Que recuerden la desintegración, el desánimo, el abismo que nos golpeó diez años atrás.
Esta victoria contundente, histórica del modelo en curso no es el final de un ciclo, sino sólo el comienzo. Muchas cosas se han hecho en todos estos años –pocos en tiempo histórico- pero existe la convicción de que falta mucho más.
Pero el mensaje de las urnas no sólo indica el curso que hay que seguir sino también la falta de apoyo a las propuestas del odio y el retroceso. Duhalde y Carrió recibieron lo que construyeron: casi el vacío. El primero simula haber comprendido. La segunda, en cambio, confirma su extravío. Con menos del dos por ciento de los votos, Carrió se anuncia como resistencia al régimen. Más allá de que haya dejado picando la pelota para las humaradas relacionadas con sus redondeces, sus dichos ya no merecen un lugar en la política. Uno se cansa de respetar estupideces.
Y los que quieran seguir odiando, que se mordisqueen entre sí en oscuros rincones. Pero que no molesten con sus ladridos disonantes. El resto de los votantes estaremos construyendo el país soñado durante muchos años. Y este sueño ya no es una mera ilusión.

sábado, 22 de octubre de 2011

Ansiedad por un domingo esperado


Antes de comenzar este apunte discontinuo es necesario aclarar los alcances de la veda electoral. Esta restricción abarca a los candidatos y partidos en puja electoral, lo que implica la suspensión de actos de campaña, reparto de volantes y declaraciones en los medios de comunicación. En cierta forma, lo realizado hasta ahora es suficiente para que los votantes tengan la información necesaria y puedan estar en silencio político durante 48 horas para poder sopesar las opciones. Ahora bien, si el candidato X tiene esta noche una cena familiar o con amigos no transgrede la veda si enuncia algunos de los puntos centrales de su plataforma. La veda es una restricción en la vida pública, no en la privada.
El resto de los ciudadanos debemos comportarnos con la normalidad de siempre, con algunos reparos al manifestar nuestras preferencias. La veda política no prohíbe las discusiones familiares, entre amigos o vecinos. Así es que de acá al domingo los ciudadanos de a pie, los twitteros, los facebookeros y bloggeros podemos seguir haciendo lo que hemos hecho hasta ahora sin temor a que la justicia electoral nos abra un proceso por transgredir la veda.
Los más de 27 millones de votantes que conforman el padrón electoral tendrán dos días para decidir su voto en una elección presidencial sin precedentes en la vida democrática iniciada en 1983. Muchos ya tomaron una decisión y el domingo sólo confirmarán una adhesión que lleva por lo menos varios meses. Otros están en veremos, como si eso fuera posible. Pero aunque parezca mentira, todavía quedan muchos que manifiestan no interesarse por la política y ven en estas instancias un trámite molesto. Las elecciones nunca deben resultar un trámite molesto porque son la base de toda democracia. Otros dicen no entender nada, como si se estuviese planteando un difícil problema de física cuántica. También están aquellos que dicen abiertamente que no les gusta  la política y justifican de esa manera la irresponsabilidad a la hora de poner un voto en la urna.
Cualquier persona es libre de interesarse por algunas cosas y no por otras y eso forma parte de las diferencias que existen en toda sociedad. Que todos los habitantes de un país se interesen sólo por una única cosa resultaría muy aburrido y empobrecedor. Unos pueden interesarse por la lucha entre lagartijas saharíes y otros por la repostería danesa o la neo filosofía budista. Son disciplinas o actividades que no pueden extenderse a la totalidad porque no afectan nunca a la totalidad, salvo casos excepcionales. Pero la política es otra cosa. La política atraviesa la trama de toda sociedad y por lo tanto, a todos sus integrantes. Nuestras relaciones cotidianas son, básicamente, políticas. Un integrante de la sociedad que afirme que no le atrae la política es como si dijera que no le interesa respirar. Se está negando a un aspecto central de la vida institucional. Sobre todo porque debe elegir un candidato para gobernar los destinos del país, la provincia o la ciudad. ¿Cómo se puede elegir sobre lo desconocido? ¿Cómo se puede reclamar sin saber qué se está reclamando ni a quién? En este caso, no es cuestión de gustos ni de preferencias sino de responsabilidad, de compromiso, no sólo con uno sino con el otro. Mi decisión puede mejorar o empeorar mi vida y la del otro. Entonces, ¿cómo tomarlo tan a la ligera?
Una vez planteado esto como tirón de orejas a los desentendidos viene el momento crucial: ¿por quién votar? Si uno va a comprar una camisa, es obvio que la decisión es personal, aunque no tanto. También se evalúa cómo va a impactar esa camisa entre los familiares y amigos. Uno nunca elige plenamente en soledad sino que hay otro involucrado, aunque no se tenga conciencia de esa presencia. En el caso del voto ocurre algo similar aunque con mucha más incidencia en la vida de la comunidad. El voto individual, que primó sobre todo durante los noventa, con el triunfo mayoritario de un modelo excluyente, a-político, des-comprometido, trajo como consecuencia la destrucción de la economía productiva del país en beneficio de los sectores financieros. El 2001 fue una resultante de ese período destructivo sumada a inoperancias propias del modelo “no aplicado” de la Alianza. El voto colectivo en cambio nos lleva a pensar en el beneficio del conjunto, de la mayoría, de los excluidos. No voto pensando en mí –ni en mi odio, asco, prejuicio, indiferencia- sino en lo que creo mejor para todos. Desde ese punto de vista es posible evaluar las propuestas electorales, sobre todo cuando tienen la forma de programa y no de listado de consignas sin procedimientos. Cualquiera puede proponer eliminar la pobreza, pero la diferencia está en los caminos que se tomen para alcanzar ese objetivo. No es lo mismo la re distribución del ingreso que la matanza masiva de pobres, como formas extremas de eliminar la pobreza. Esto significa lisa y llanamente que la política neutral no existe, como tampoco existe sin conflicto. En definitiva, la política es ideológica, por esencia.
En esta campaña hemos visto a muchos candidatos presentando sus ideas desde la neutralidad, la magia, los tecnicismos, la armonía, la transparencia. Todos propusieron lo mismo sin preocuparse por los procedimientos. Perdón, todos no. Sólo uno de ellos (o una) afirmó en el cierre de campaña que quiere un país para los 40 millones de argentinos, pero con el compromiso de estar siempre de parte de los excluidos. En eso declaró que no es neutral. Y para eso mostró historias de transformación que se fundían en lo colectivo. Una historia es la de todos.
Cuando votemos el domingo pensemos en el 2001. Recordemos cómo estábamos entonces y cómo estamos ahora. Pensemos en quiénes prometen el túnel del tiempo o el camino al futuro; en quiénes quieren la unión y quiénes la unidad; en quiénes quieren un país para pocos y quienes un país para todos. No es difícil. En el cuarto oscuro se puede ser sincero con uno mismo, pero al momento de poner el sobre en la urna, hay cuarenta millones que están a la espera de nuestra decisión.  

jueves, 20 de octubre de 2011

Los unos y los otros

Algunos dicen que la historia se repite, otros afirman lo contrario. Pero, cada tanto la historia se recicla. Esto significa que aunque los escenarios, los protagonistas, los tiempos sean distintos, algo conserva de momentos anteriores. En ese sentido, nuestro presente parece exhibir de forma reciclada una clásica dicotomía: civilización y barbarie. Todavía existen los civilizados que se espantan ante los bárbaros. Y si no qué mejor que revisar algunos de los nuevos spots de campaña del candidato presidencial por la UDESO, Ricardo Alfonsín. Él es el civilizado que se dirige a otros civilizados para conseguir apoyo para frenar a los in-civilizados que seguramente ganarán las elecciones. Los bárbaros hacen lo que quieren en el país que es para mis hijos y mis nietos civilizados. En ningún momento el candidato se plantea que ese país también es de los que votarán por amplia mayoría a la fórmula que quieren en el gobierno. Los “bárbaros” que votan a Cristina permitirán que “ella y su partido” hagan lo que quieran con el país, que es para los hijos y nietos del ‘nosotros civilizados’, no de los hijos y nietos cristinistas. Los bárbaros, sus hijos y sus nietos no merecen ningún país, ni siquiera sus restos. Los bárbaros avasallan el Congreso, abusan de los DNU, hacen clientelismo, futbolean para todos, des-institucionalizan las instituciones, corrompen a los incorruptos, controlan los medios, militan y no hacen periodismo, sino propaganda pagada por el Estado… Los civilizados quieren un país serio en el que lluevan las inversiones extranjeras, las que vienen de países civilizados -aunque estén a punto de estallar- no este país donde la barbarie mayoritaria los espanta. Y la barbarie espanta porque no permite que los capitales extranjeros vengan a hacer lo que quieran en el país. No, la barbarie quiere controlar las inversiones con leyes, impuestos, exigencias y condicionamientos, con buenos salarios para los trabajadores y protección del medio ambiente. Los civilizados añoran los tiempos en que reinaba la ‘barbarie civilizada’ neoliberal, la del menemismo. La civilización de Alfonsín propone la barbarie neoliberal, la que explotó en el 2001 y se está asomando en algunos países del llamado primer mundo.
El otro civilizado es el candidato por el FAP, Hermes Binner, que promete un progresismo controlado, neutro, sin conflicto. ¿Cómo solucionar el problema de la exclusión sin enfrentar conflictos con los que la generan? ¿Cómo atenuar la desigualdad si los que desigualan no quieren igualar aunque sea un poco? ¿Por qué llamar progresismo a lo que es el modelo del derrame con el grifo un poco más abierto?
Y en el caso del animador de fiestas infantiles, Alberto Rodríguez Saá, que promete casas, wi-fi gratuito en todo el país, clases de coro, ciudades sin villas desde la pura magia de su sonrisa publicitaria. ¿Cómo hará para extender la promoción industrial de la que goza San Luis a todo el territorio nacional? ¿Cómo concretará todo eso sin generar conflictos o al menos rispideces en los sectores concentrados de nuestra economía? Pero el doctor Grondona adora este populismo civilizado de El Alberto, porque tiene mucho de magia y poco de enfrentamientos y divisiones.
También es civilizado –aunque demasiado- Eduardo Duhalde, con ese ejército de extras que hacen de sus votantes y que bajo amenaza pronuncian un temeroso “yo lo voto”. Ahora no saben cómo volver al mundo real después de haber expuesto sus rostros en esos spots. Hasta el pobre perrito se siente excluido de sus cánidos pares. El ex presidente de prepo nos invita a un nuevo país: Adelante. Interesante palabra, casi parece una orden militar. Apenas si sugiere la idea del futuro porque en esa casi orden lo importante es marchar, sin importar hacia dónde. No es progresar, sino simplemente ir, pasando por encima de cualquier cosa que se interponga. Entonces aparece la idea de la unión, varias veces explicada en este espacio. La unión es civilizada porque es un pegoteo que esconde los conflictos y las diferencias. Por eso es hipócrita. Y es demagoga porque es uno el que une a todos de acuerdo a su poder y a las condiciones que imponga para esa unión. En cambio la unidad es bárbara porque enfrenta los conflictos y los supera; porque es honesta al tomar una posición y declarar de qué lado está; y es popular porque todos participan y contribuyen en la construcción de esa unidad.
Pero lo que más molesta a los civilizados –a todos- es que los bárbaros quieran apropiarse del discurso, que quieran destronar al discurso que dominó durante más de treinta años nuestro sentido común. Por eso los civilizados denuncian que la Ley de Servicios Audiovisuales es un atentado a la libertad de expresión. Por eso los periodistas civilizados se sienten perseguidos, porque los bárbaros han dejado de admirarlos y sobre todo, de escucharlos y obedecerlos. Peor aún, los in-civilizados se atreven a desmentir sus dichos. Los bárbaros erigen monumentos, estatuas, nombran calles con los personajes que han elegido como referentes. Hasta osan dudar de la historia narrada por el padre de todos los relatos y fundador de la tribuna de doctrina, don Bartolomé Mitre. Los civilizados están al borde de un ataque de nervios porque los bárbaros osan meter sus patas en cualquier tipo de fuente.
Mientras el ex anestesista Hermes Binner adormece a sus seguidores en el mini estadio de Ferro, Cristina presenta su barbarie en el teatro Coliseo. Vengativa, confrontativa, desafiante, mentirosa, impetuosa, irrespetuosa amenaza con apoderarse del país. Su mensaje cargado de odio y rencor genera violencia en los jóvenes bárbaros que la siguen, la escuchan, la aplauden y admiran. Cristina es autoritaria y malgasta el dinero de la gente, sobornando a las pibitas para que se embaracen por platita, Miguel Del Sel dixit.
Pero por fuera de la mente enferma de los civilizados, CFK es otra cosa. El mundo real de Cristina no necesita actores temerosos a las órdenes de El Padrino. Los spots televisivos del FPV cuentan historias de personas reales que transforman su vida y recuperan la autoestima. Cuentan historias de ciudadanos (bárbaros también) cuya fuerza se integra a la fuerza de un país (muchísimos bárbaros que despliegan su barbarie con banderas y cánticos bárbaros). Muestran la historia de una científica repatriada y una nieta recuperada que no juega a ser una adolescente rebelde como Victoria Donda, sino que esta Victoria es Montenegro, más dulce, serena, amable y aunque esté del lado de la barbarie es menos agresiva que la otra Victoria, la civilizada. Los bárbaros de Cristina son políticos y no técnicos, como los colaboradores que promete Binner, más civilizado, por supuesto.
Los civilizados no son tantos en realidad, pero muchos los siguen por temor a los bárbaros porque no los conocen y queda mal identificarse con ellos. Los bárbaros son bárbaros, en todo sentido. Y por eso, aunque los civilizados digan lo que digan, el domingo se viene el malón. Y no hay ‘roca’ que lo frene.

martes, 18 de octubre de 2011

Lecciones de urbanidad

Este es el título de una vieja canción de Serrat que en su comienzo dice “cultive buenas maneras/para sus malos ejemplos/si no quiere que sus pares/ le señalen con el dedo/ Cubra sus bajos instintos/ con una piel de cordero…”. Y sigue en un tono crítico hacia los hipócritas de nuestras sociedades, aquéllos que siempre tiran para atrás, que defienden a unos pocos en perjuicio de los muchos. Y algo de eso habrá en este apunte y un poco de lo otro, la posibilidad de cambios.
Y para comenzar, qué mejor que las declaraciones de Miguel Torres del Sel respecto del embarazo de adolescentes, que aunque haya abusado de los diminutivos, expresan una bestialidad monumental. “Pibita” y “platita” no logran atenuar el tamaño de sus prejuicios. Pero además de tener la altura moral de un gusano, es un mentiroso. Escuda la inmundicia de su pensamiento con un dato que le aportó el director del hospital de Villa Ocampo, una localidad santafesina. Y encima, un cobarde, porque esa bomba sobre la realidad del norte provincial la tiró en Mendoza, donde pensó –es un decir- que nadie podría desmentirlo. Pero fue el propio director del hospital de Villa Ocampo, el doctor Daniel Catalani quien dejó en falta a este impresentable personaje.
Y pensar que durante algunos minutos esta lumbrera creyó ser gobernador de Santa Fe. Denunciar sin datos –sólo a partir del prejuicio clasista y el dato falso de un médico- que la AUH para embarazadas convertía a las adolescentes en casi fábricas de bebés debería provocar vergüenza a quienes lo colocaron en el lugar que pretende ocupar, tanto dirigentes –Mauricio Macri, el primero- como a los que le regalaron el 35 por ciento de los votos en Santa Fe. Por las calles de Rosario se pueden ver los afiches en apoyo a los candidatos PRO. “Yo confío en él” dice el MIDACHI señalando al candidato, como si en lugar de avalar una postulación legislativa le estuviese prestando plata. La sola presencia de este cómico parece ser garantía para el candidato. Quien confíe en esa confianza será cómplice de la desconfianza que del Sel destina hacia las adolescentes embarazadas y las políticas inclusivas del Estado.
Quien parece estar más tranquilo –al menos desde los nuevos spots- es el candidato presidencial por UDESO Ricardo Alfonsín. A diferencia de Rodríguez Saá, a quien uno no se imagina hablando en serio, el candidato aparece sentado en un cómodo sillón y  juega a ser presidente por un rato, tratando de transmitir algo de confianza para conquistar un voto. Lo de Alfonsín es imposible sintetizar en pocas líneas. Los nuevos spots ya se difunden en los medios y pueden disfrutarse a toda hora también en internet.
En uno de ellos, se cuela impunemente en la tradición del partido centenario junto a Yrigoyen, Illia, Balbín y su padre, Raúl Alfonsín. Se olvida de nombrar a De La Rúa y omite mencionar cuántos radicales apoyaron el golpe de estado a don Arturo, quien, como decía Tato Bores, era “el único cordobés nacido en Pergamino de que se tenga memoria”. Si antes era absurda su comparación con Kennedy, Mandela, Felipe González o Perón, su último hallazgo es desmesurado.
El otro spot invita a un análisis mucho más profundo. Sereno, sabio, valiente, duro. Así se dirige a la actual presidenta, a la que considera probable ganadora de las elecciones del domingo. Con mucho respeto, le dice que no le cree nada. Calmo y seguro, advierte que no va a haber reforma constitucional ni reelección, colgándose de las serias denuncias de la diputada Carrió. Él no va a permitir que se malgaste el dinero de la gente. Con esta frase, caben dos dudas: ¿qué considera malgastar y de qué gente es el dinero que defiende? Tampoco va a permitir el abuso de los decretos de necesidad y urgencia. Tanto su padre como CFK son los mandatarios que menos DNU han firmado, diez el primero y veintinueve la segunda. En comparación con los 158 de Duhalde, los 545 de Menem, los 182 de De La Rúa y los 270 de Kirchner esta acusación no tiene sentido. En espera de más invitaciones a los programas de TN, el candidato de UDESO promete que no va a permitir la presión sobre los medios de comunicación. Y la amenaza final es de antología: “los radicales no vamos a permitir que su partido haga lo que quiera y se adueñe del país”. Olvida, por supuesto, que la actual presidenta obtuvo más del 50% de los votos en las PASO y es probable que ese número sea superado el próximo domingo. Más de la mitad del electorado deposita su confianza en ella para que siga haciendo lo que hizo hasta ahora y vaya por más. ¿O es que acaso Ricardito y lo que queda de su partido, con un doce por ciento de votantes (y pueden ser menos) van a impedir que se cumpla con la voluntad popular?¿Su futuro de perdedor lo transformará en un activo destituyente? Mentiras y amenazas ante la impotencia. Ese es el nuevo mensaje que el candidato utiliza en la última semana de campaña. Es lo que promete.
En ambos casos –Del Sel y Alfonsín- hay un desprecio por toda forma de política inclusiva por parte del Estado: las “pibitas” que se embarazan para cobrar “platita” y el dinero de la gente malgastado. Y todo dicho con la urbanidad hipócrita que describe Serrat: “que a simple vista no se ve/ el charol de sus entrañas/ las apariencias engañan/ en beneficio de usted […] Que usted será lo que sea/ escoria de los mortales/ un perfecto desalmado/ pero con buenos modales”.
Pero lo que en serio promete es el crecimiento de los indignados. En 951 ciudades de 82 países se movilizaron cientos de miles de ciudadanos para poner freno a la avidez de los capitales financieros y la complicidad de la clase política. En nuestro país ya lo vivimos diez años atrás, con un poco más de énfasis, garra y hartazgo. Y estas movilizaciones exigen que los estados no abandonen a las mayorías, toda una definición de la verdadera vida democrática.
Y con respecto a esto resulta interesante detenerse en el término ‘indignado’. En primer lugar, indica algo más que un enojo: es un límite que los ciudadanos del mundo están marcando para detener una sangría que parece interminable. Pero por otro lado, esta palabra se relaciona con la dignidad. Quien no tiene dignidad, es indigno. El indigno lo es por mérito propio. Pero cuando la dignidad es robada, quitada, vilmente birlada por los angurrientos que detentan el poder real, fáctico la víctima se convierte en un in-dignado. El indignado es entonces aquél que se enoja mucho para recuperar la dignidad que le ha sido extirpada. Si este movimiento continúa con la potencia del fin de semana pasado, es probable que estemos ante un interesantísimo cambio de paradigma que permita la construcción de un mundo más justo, igualitario y sobre todo, más humano.

domingo, 16 de octubre de 2011

De todo como en botica

Aunque parezca una antigüedad utilizar una frase como ésta, es lo más apropiado que el autor de estos Apuntes Discontinuos encontró para hacer un recorrido por la semana informativa que acaba de terminar. Quedan pocos días para las elecciones presidenciales y el descontrol reina entre los que ya saben que los números no les dan ni para un café. Algunos ajustaron los spots televisivos para mostrar una imagen diferente, como el caso de Ricardo Alfonsín que cambió del estilo gritón y gesticulante a uno suplicante y conciliador.
Rodríguez Saa contrató extras para que canturreen su canción wachiturra y Duhalde se muestra con algunas personas que aplauden y lo saludan, aunque no pueden borrar de sus rostros la expresión de desconfianza, miedo o vaya uno a saber qué. Pero por fuera de la campaña, hay algunas cosas que le tiran en contra.
Mientras “el Alberto” nos invita a pintar el futuro en lugar de construirlo, Duhalde colorea de negro los días por venir y amenaza con vueltas al pasado de una manera desconcertante. El ex presidente de prepo, al ver cada vez más achicado el porcentual de votantes que obtendrá el próximo domingo, se juega el todo por el todo y se muestra al desnudo. En estos días se reunió con el núcleo más conservador y declaró su oposición a cualquier forma de despenalización de la interrupción del embarazo y tuvo muy duros conceptos respecto al matrimonio igualitario. “El matrimonio debe ser entre un hombre y una mujer y una mayoría circunstancial no puede modificarlo” declaró sin dudar. De ser presidente, manifestó que derogará esa transformación del código civil y volverá a las viejas normas y en todo caso considerará la realización de un plebiscito para instaurar alguna forma de unión civil. Hermoso ejemplo de respeto por las instituciones republicanas hablar de “mayoría circunstancial” a la casi unanimidad lograda en el Congreso. Ya había manifestado en declaraciones radiales su intención de dar marcha atrás con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Quién sabe, tal vez esté pensando seriamente en la reinstauración del servicio militar obligatorio, eliminar el voto femenino y volver a instalar al Primer Triunvirato. Es más, con Eduardo Duhalde como presidente, tal vez nuestra vida vuelva a ser en blanco y negro y elimine la TV color. Con él progresaremos yendo para atrás. Menos mal que no tiene ni media posibilidad de llegar a nada, de lo contrario, estas líneas se escribirían con un poco más de seriedad.
Pero es comprensible que sostenga esas ideas alguien cuya obsesión es “imponer orden” en nuestro país. Peor el caso de Hermes Binner, que dice representar el verdadero progresismo. Arrepentido por haber pedido muestras de apoyo al ex presidente uruguayo Tabaré Vázquez –antes de sus sorpresivas declaraciones belicistas- se encontró en serias dificultades al expresar su opinión sobre el caso de la maternidad de Florencia Trinidad en un programa radial de una emisora rosarina. Entre la repulsión y el desconocimiento, el gobernador de Santa Fe habló de naturaleza, psicología y respeto por las anomalías sociales. Todo un ejemplo de inclusión.
Fuera del ámbito de la política, pero no tan lejos, no deja de sorprender la emisión especial del programa de TN “A dos voces” del miércoles 12 de octubre. Como no podían quedar al margen de los dos años de la aprobación de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, Marcelo Bonelli y Edgardo Alfano decidieron convocar a su mesa a cuatro personalidades para debatir sobre los riesgos que corre la libertad de expresión con el kirchnerismo en el poder. Jorge Lanata y Tomás Abraham vs María Pía López y Florencia Saintout. Penoso papel el del filósofo Tomás Abraham. Gritón y prepotente, parecía más un hincha descontrolado que un intelectual con su trayectoria. Con argumentaciones caprichosas y fundamentos dudosos, insistía en que estábamos padeciendo un gobierno absolutamente fascista. A pesar de los intentos de las dos universitarias de respetar los conceptos, los improperios del filósofo oscurecían peligrosamente toda discusión. Para que los lectores queden en paz, no corremos peligro de fascismo ni autoritarismo, salvo que Tomás Abraham se postule a presidente.
De Jorge Lanata ya no hay mucho que decir. Parece mentira que alguien capaz de crear un diario como Página/12 a mediados de los ochenta, haber conducido programas televisivos como Día D o Detrás de las noticias y haber dirigido una revista como Veintitrés se muestre ahora tan enojado con todo lo que antes había defendido. Una cosa lo obnubila: el programa de la TV Pública 678. Cuando se refiere a ese programa, hay un resentimiento incomprensible. Según cuenta la leyenda, Diego Virtz lo había convocado a él para conducirlo, pero no aceptó por cuestiones de dinero, de ego o de rating. Desde ese punto de vista es comprensible que un “programita” que ocupa seis o siete horas semanales le haga perder el control. No es el único. Uno se cruza con gente que dice “ni loco veo eso”, como si el hecho de tenerlo cinco segundos en pantalla pudiera transformar de manera siniestra el pensamiento. Lo que ocurre es que ese programa responde y muchos, sobre todo los que han dominado siempre el sentido común –y quienes están colonizados también- no están acostumbrados a las respuestas. Los excesos de 678 son proporcionales a los excesos mediáticos.
Queda una semana para el domingo 23, día crucial en nuestra historia. El día siguiente, se escucharán las explicaciones más descabelladas respecto de la segura re elección de CFK. Algunos hablarán de “intereses económicos”, como Binner; otros del LCD y Tinelli, como Biolcati; estarán los que denuncien fraude, como los principales perdedores; no faltarán los que especulen con el lavado de cerebro que realizan los siniestros conductores de 678 y los informes “sesgados” que difunden; otros dirán que hay votos que tienen poca calidad por la ignorancia de la gente, como Pino Solanas. En fin, paciencia. Otros, en cambio, explicarán el voto a Cristina por la AUH, la jubilación, la recuperación del empleo, el crecimiento económico, las netbooks en las escuelas, la producción nacional, la disminución de la pobreza, el retorno al destino latinoamericano, el Polo Tecnológico en Palermo, la repatriación de investigadores, la ley de medios K, la autoestima nacional en alza, el rol del Estado, el matrimonio igualitario… El lunes 24 se entrecruzarán los prejuicios y los verdaderos porqués del resultado. A lo largo de estos días se podrá apreciar que en nuestro país hay más indignados en ciertos medios de comunicación que en las calles de nuestras ciudades. Y eso también es un motivo para decidir un voto.  

viernes, 14 de octubre de 2011

El que Juega con los fantasmas

Hay enfermedades que son contagiosas. O tendencias que se convierten en estilo, para decirlo de una manera más elegante y menos agresiva. En la centrífuga oposición que nos toca, muchos de sus exponentes contienen tanto vacío que para tratar de disimularlo imitan a la primera que se vació. En efecto, de a poco se fueron “carriotizando” a medida que abandonaron toda posición ideológica. Un político que se carriotiza anuncia que se avecinan tiempos funestos, conspiraciones fabulosas, crisis destructivas, proyectos terroríficos y muchísimos etcétera. La carriotización es inversamente proporcional a la proximidad de la política. A mayor proximidad a la política, menos carriotización. Por el contrario, a menor proximidad a la política, mayor carriotización. Duhalde lo ha sido desde siempre,  y más aún desde que Kirchner le dijo “adiós”. Otros comenzaron la conversión en aquellos tiempos de la rebelión de los estancieros. En muy poco tiempo, todos los despolitizados fueron alcanzados por la epidemia de la carriotización, hasta que, en los días previos a las primarias se alcanzó la cota máxima de afectados. Días después, alguno que otro comenzó a dar muestras de salir de tan grave trance, otros se declararon curados y volvieron lentamente a la política. Para alejarse de todo mal, reconocieron su error al abandonar la política y admitieron “no haberlo visto”.
Lamentablemente, uno de los candidatos a presidente está mostrando los tan peligrosos síntomas, lo que hace suponer que deberá guardar reposo por unos días para evitar caer en una de las fases más riesgosas del mal: la carriotización preelectoral. En efecto, desde hace algunas semanas, el candidato a presidente por el FAP, Hermes Binner, se muestra enfurruñado y protestón. En Rosario, como la oralidad le resulta esquiva, tuvo un cruce verbal con la Presidenta, del que salió muy mal parado. El martes 4, en Venado Tuerto, cuando CFK lanzó el PEI 2020, el ex anestesista se negó a hablar, aunque después declaró –dibujó- ante los medios que el protocolo presidencial le cercenó esa posibilidad. Desde entonces, ante cada micrófono que se le presenta pregona la necesidad de un diálogo con el Gobierno Nacional para enfrentar los “graves problemas que se avecinan”. Los temas que le interesan al futuro ex gobernador de Santa Fe son esencialmente dos: la baja del precio internacional de la soja y el peligro de la hiperinflación.
Detrás de esas buenas intenciones –es un decir- se esconde no una advertencia, sino una amenaza. Con respecto a la cuestión ‘soja’, Binner se convierte en vocero del sector productivo de la provincia para reclamar una baja o una quita total de las retenciones a las exportaciones. De esta manera, vuelve a poner sobre el tapete un tema recurrente y que rememora los tiempos en que los sones de guerra se hacían oír, ejecutados sobre los capots de las camionetas 4x4, al ritmo de pulseras de oro 24 quilates adornadas con graciosos hilos trenzados de platino. Rememorar esos días destituyentes no es una buena estrategia de campaña y más aún cuando se está reclamando diálogo con las autoridades nacionales. Con respecto al tema de la hiperinflación, no hay elementos técnicos para avizorar un peligro semejante. Agitar ese fantasma es despertar uno de los recuerdos más dolorosos desde el retorno a la vida democrática. Los últimos meses del gobierno de Raúl Alfonsín fueron dramáticos en relación con ese tema. Los precios de los artículos de la canasta básica aumentaban de manera monstruosa en el mismo día. Alfonsín tuvo que renunciar ante la presión golpista de los grupos concentrados del poder económico. Hoy, con una variación de precios que no alcanza a los dos puntos mensuales, hablar de hiperinflación es una vileza. Si el gobierno nacional no atiende a sus reclamos de diálogo es porque no se puede dialogar nada en medio de una extorsión, porque de eso se trata.
A pocos días de las elecciones, Binner intenta cualquier cosa para llegar a ex candidato a presidente con cierta dignidad numérica. Ahora ya parece meterse de lleno en la batalla de almohadas de la oposición, aunque trata de mostrarse como un verdadero demócrata, abierto al diálogo. Y como si no bastara apelar a episodios desestabilizadores de nuestra agitada historia reciente, para disputar el electorado de las fuerzas opositoras no se le ocurre mejor idea que etiquetar a los votantes cristinistas. En efecto, en Mar del Plata declaró que los que optaron por Cristina lo hicieron por “intereses económicos”. Como analizar esa expresión ocuparía mucho espacio sólo resta recordar que en sus spots afirma que es “el presidente de todos los argentinos”.  
En este terreno, corre el riesgo de pasar las fronteras de la epidemia y terminar más carriotizado que la propia Carrió. Según dicen, el exceso de fotoshop puede atravesar la piel, el hueso y llegar a afectar severamente el cerebro. Y la desesperación de los últimos días puede profundizar las afecciones.
Porque la iniciadora del mal es inofensiva, aunque tiene una capacidad inexplicable para instalar temas de agenda, como el viejo truco del “inminente peligro de la re-re-elección”, por ejemplo (ver “El viejo truco de los viejos trucos”, en este mismo blog). Aunque agite –apenas un poco- a la opinión pública con sus alucinadas visiones, sus dichos no significan una amenaza, de tan inconsistentes que son. Además, ya se sabe, es Carrió y hay que odiarla o amarla, pero jamás escucharla. En cambio, Binner ha presentado cierta sobriedad en sus declaraciones, se ha mostrado siempre cauto, moderado, discreto, como un Reutemann más humano. Ese personaje logró posicionarse como una opción electoral con muchas posibilidades de alcanzar el segundo lugar. Sin embargo, con esta explosión histriónica que está intentando, tratando de forzar un diálogo innecesario en estos momentos pre-electorales, agitando fantasmas funestos y desmereciendo el voto popular corre el serio riesgo de enredarse con ese estilo opositor rechazado por los votantes en las primarias. Resulta evidente que la fuerza resultante de la encarnizada lucha de los opositores está ejerciendo una fuerza centrípeta que atrae a ex anestesista hacia el núcleo duro de esa patética comedia de enredos. Si hasta ahora el FAP podía ser el receptor de los votos que se fugaban de las fuerzas políticas con intenciones de perder, de seguir así, será esta agrupación política la que dispersará votos vaya uno a saber con qué destino.

martes, 11 de octubre de 2011

La pelea por el premio consuelo

Esto no es nuevo. Hace por lo menos un año que algunos líderes de la oposición lo denuncian con su tan desarrollada capacidad anticipatoria. En boca de Carrió sonaba más o menos así: “Los Kirchner vienen por todo el año que viene”. Claro, era el año pasado, por eso el plural. Como ahora no pueden decir La Kirchner, siguen usando el plural pero con sujeto tácito: “vienen por todo”. Hay una variante interesante de esta amenaza o advertencia que es “van por todo”. Como estamos a menos de dos semanas de las elecciones más cruciales de nuestra historia reciente y nadie en su sano juicio –salvo Duhalde- duda del triunfo de la actual Presidenta, la estrategia opositora se basa en obtener la mayor cantidad posible de lugares en el Congreso para frenar la avalancha K que avanza por las calles cual terrorífico Gotzilla.
En algunos spots de campaña –analizados en este espacio hace unos días- la Coalición Cívica y el Frente de izquierda de los Trabajadores resignan a los cargos legislativos sus pretensiones. Aunque se muestre como un líder, Ricardo Alfonsín aconsejó a los radicales que si no lo quieren, no lo voten, pero al menos que apoyen a los candidatos locales, con la evidente intención de obtener algunas bancas. Y Eduardo Duhalde dice que va a competir con Cristina en segunda vuelta pero nadie sabe si su esposa logrará conservar su banca en el Senado, de tan mal que le va a ir. Mientras Rodríguez Saa sigue repartiendo caramelos en fiestas infantiles, Hermes Binner, que sí va a lograr un puesto importante en la vida política post electoral, puede hablar de proyectos a futuro desde la posición que obtenga en el Congreso. Y si bien no se sabe quien lanzó la primera piedra, el ex anestesista se hizo cargo y salió a dar explicaciones.
Así es, el gobernador de Santa Fe declaró que su fuerza política está interesada en impulsar una reforma constitucional en función de transformar nuestro sistema presidencialista –populista y bárbaro- en uno parlamentarista -elegante y republicano- cuya eficacia en el viejo continente es más un mito que una realidad. Esa construcción sintáctica –reforma constitucional- es un cuco en la historia política de nuestro país, sobre todo por el riesgo de la re-elección indefinida, como si la sola Carta Magna pudiera eternizar a un presidente sin la intervención de la voluntad popular. Pero, aunque las declaraciones de Binner apuntaban precisamente a lo contrario, los líderes de la oposición tomaron la iniciativa y empezaron a embestir contra el candidato del FAP. Y lo denunciaron de estar haciendo el juego al kirchnerismo. En realidad, esta sugerencia de Binner les sirvió como excusa para modificar su estrategia de campaña. Ahora la elección presidencial no importa tanto como la legislativa, para poner freno a las ansias hegemónicas del partido gobernante. Es decir: “voten por cualquiera de nosotros porque van por todo (o vienen por todo)”.  
En sus dos versiones –van o vienen- esta frase es muy interesante para realizar una lectura del momento político que estamos viviendo y entender por qué las elecciones del 23 son tan importantes. Si usamos la primera versión (van por…) uno podría preguntarse adónde van a buscar eso que es tan importante y desde dónde. Ese ‘todo’ que van a buscar no está acá, sino allá. ¿Por qué resulta tan preocupante que traigan algo que no está acá sino allá, en una lejanía indefinible? En la segunda versión (vienen por…) ese ‘todo’ está acá. Entender el ‘acá’ puede desembocar en lugares peligrosos, pero en una primera lectura sugiere la idea de un espacio resguardado, sitiado por hordas bárbaras que quieren transponer las murallas que lo protegen. Ese ‘acá’ puede estar referido al núcleo duro del poder real de nuestro país, protegido por una hueste heroica de políticos, algunos intelectuales y encumbrados periodistas. La mayoría de los argentinos hemos estado siempre excluidos de ese ‘acá’, porque habitan ahí los patricios, los terratenientes, los corporativos y todos los acólitos y laderos habidos y por haber. En ese ‘acá’ viven los que han gobernado durante casi toda nuestra historia.
Si las dos versiones verbales de la frase dan para pensar, es inimaginable suponer a dónde puede conducirnos el ‘todo’. Si decimos “van por todo” ese ‘todo’ está afuera. ¿Quién se lo llevó? ¿Por qué lo van a buscar? ¿Nos pertenece? ¿Por qué está mal que si nos pertenece y alguien se lo llevó lo vayan a buscar? ¿De parte de quién está el que hace una advertencia así? ¿A quién le hace la advertencia? Si decimos “vienen por todo” ese ‘todo’ puede pensarse como una reserva –material, moral, simbólica- que un grupo está resguardando. Desde el escandalete destituyente desatado por la resolución 125 muchos comenzamos a divisar por primera vez el poder económico de hecho –de facto- y el poder político elegido por el voto popular como dos entidades diferentes. Desde el retorno a la democracia ambos poderes parecían fusionados, uno obediente al otro. Atacar a uno era atacar a los dos. Era la continuidad de las condiciones neoliberales de estabilidad política (y saqueo económico) que se habían gestado durante la última dictadura: el poder político bajo las órdenes del poder corporativo. La política –y los ciudadanos- al servicio de la economía. Esta lógica se sostuvo, fundamentalmente, gracias a un hábil mecanismo de dominación discursiva a través de planes de estudio, mensajes mediáticos, relato histórico. Así llegaron los noventa, una agradable primavera neoliberal, dócil, desideologizada, individualista y superficial, entre otros adjetivos similares. Fue el triunfo absoluto de los que ahora advierten aterrorizados que las hordas K vienen por todo a recuperar los tesoros producto de la expoliación a nuestra economía o van a rescatar los bienes que navegan por el universo virtual de la economía y que en gran parte nos pertenecen. Además de los bienes materiales, protegen los bienes simbólicos como el relato de la historia y el sentido común. Tal vez eso explique la desesperación por conseguir un número más o menos importante en la puja parlamentaria, para frenar la barbarie K.
Y para terminar. Lo más interesante sería preguntar si la mayoría de los argentinos queremos que vayan por todo a donde sea que ese ‘todo’ esté. Faltan menos de dos semanas para que esa respuesta se haga efectiva, pero nadie duda que va a ser un contundente ‘Si, vamos por todo’.

domingo, 9 de octubre de 2011

Dos mujeres, ¿dos países?


Mientras Hermes Binner lloriquea ante cada micrófono que se le cruza en su camino, dejándolos arruinados con sus inagotables lágrimas, una extrema preocupación del autor de estos apuntes ha dejado de ser tal. En “Recta final con pocos corredores” se analizaba el posicionamiento que tomaba cada candidato opositor y se manifestaba sorpresa por la ausencia de la doctora Elisa Carrió, en estos tiempos de campaña presidencial. Esta semana todas las dudas y sospechas se desvanecieron al aparecer Ella en persona en uno de sus programas favoritos, A dos voces, de la señal informativa TN. Su nuevo personaje es conmovedor. De tan enajenado que es, enternece. Enfurruñada, desconcertada, hasta dolida parece comprender una realidad que cambiará drásticamente su destino. Según sus palabras, gran parte del pueblo argentino no la entiende, no la quiere, no acepta sus propuestas de transformación del país. Que quede claro: el pueblo argentino no la votó porque no la entiende. Puede ser. Pero en realidad, según Ella, el pueblo no la merece, porque Ella es la portadora de valores tales como Libertad, Transparencia, Verdad y Justicia. Ella ES la República. Al no votarla a Ella, el pueblo argentino rechaza esos valores, prefiere perderlos. Es más, el pueblo pierde esos valores porque Ella se los lleva muy pero muy lejos, para que los extrañemos y nos arrepintamos y vayamos desamparados y desesperados a suplicar por su regreso. O algo así.
En realidad, Elisa Carrió merece otro pueblo. Y deberíamos hacer un esfuerzo enorme para satisfacerla. Algunos malintencionados pensarán que la propuesta es mandarla para otros rumbos. No. Lo que se va a proponer es más revolucionario e innovador. Lo que hace falta es descartar a este pueblo que no la merece y que desde hace siglos usurpa el territorio nacional y traer uno acorde con sus convicciones, principios y propuestas. Este pueblo ya está gastado y habría que importar uno nuevecito y que le dé el 120 por ciento de los votos. Sería bueno como experimento para ver qué hace con un pueblo 0 KM, sin historia, sin tradición, tan limpio que se pueda escribir en él como en una página en blanco. Pero en realidad no merecemos una candidata a presidenta que diga algo así como: “miren que si no me votan, me voy y me llevo todos los valores, para que aprendan”. Por eso se la extrañaba. Duhalde y Alfonsín no hacen tan bien de ella como Ella. Es única.
Un pueblo ideal para Ella miraría todo el día TN-argento y no se contaminaría con señales insidiosas y confrontativas. El país de TN-argento está creado por un grupo de expertos que generan un clima propicio para una presidenta como Carrió o en su defecto, Duhalde. TN-argento es un país en el que  te roban, te violan, te matan y te escupen el asado; donde es tan malo que suspendan los vuelos en Ezeiza como que los reanuden; un país en donde hay jueces injustos, políticos corruptos, policías que no reprimen, funcionarios polémicos, caos de tránsito, piquetes, militantes de La Cámpora; y sobre todo llueve, hace frío, hay sequía e inundaciones en un mismo lugar al mismo tiempo, hace calor, cae granizo, inflación, desabastecimiento, ley de medios K; y falta de respeto, de seguridad, consenso, transparencia, justicia, libertad de expresión; y con una presidenta crispada, soberbia, presumida, hegemónica, maquillada, bipolar, confrontativa, intolerante, autoritaria, populista, irrespetuosa que se quiere eternizar en un país aislado del mundo y que vive en conflictos permanentes con sus vecinos que están mucho mejor porque son más serios; y encima con Moreno, Moyano, De Vido y Aníbal Fernández. Este es un combo que enloquece a cualquiera y entonces, el pueblo vota a Carrió. Y los que cambian de canal, pierden todos los valores y empiezan de cero.
Hablando en serio, hay un sector importante de los espectadores que mira esa señal de manera exclusiva, que se informa con ese canal o sus medios satélites. De esa manera, viven en la burbuja de TN-argento y se niegan a salir. Se puede pensar en la alegoría de la caverna, de Platón, en el que un grupo de encadenados sólo puede ver las sombras de la realidad que se proyectan en la pared de piedra. En este caso no hay cadenas visibles, pero hay prejuicios que tienen más o menos la misma función. Y, gracias a esta señal, alimentan y confirman sus prejuicios día a día. En muchos hay una negación que más parece miedo. Miedo de que al salir de TN-argento se encuentren en un país distinto al que miraban por la pantalla y todas sus “convicciones” anteriores se desmoronen y con ellas, el mundo en el que creían vivir. Y el miedo mayor es que ese país les guste. Otros no, se obligan a coincidir con esa imagen porque la solución les conviene, como les convino en el pasado neoliberal, represivo, destructor, exclusivo, despolitizado. Vivir en TN-argento es como vivir de manera permanente en un frasco de mayonesa rancia. Sería bueno que cada tanto esos compatriotas se den un respiro.
El martes pasado, a eso de las siete de la tarde, la Presidenta inauguró en Venado Tuerto la fábrica de motos Corven y presentó el Plan Estratégico Industrial 2020, elaborado entre diferentes actores de la economía del país. El PEI 2020 es una Política de Estado que impulsará el desarrollo y producirá un descenso importante de la desocupación. Todos los canales informativos estaban difundiendo estos anuncios. TN-argento no, porque era más importante la columna de Ricardo Canaletti en la que hablaba de un caso policial. El jueves, en horas del mediodía, la Presidenta estuvo en Palermo para inaugurar el Polo Tecnológico que concentrará a todos los organismos e instituciones involucrados en la investigación y desarrollo científico tecnológico. También funcionará en el edificio restaurado de las abandonadas Bodegas Giol una delegación –la única en Latinoamérica- de la Fundación Max Planck, el centro de investigaciones más importante de Alemania. El apoyo a la investigación también se presentó como Política de Estado para garantizar el desarrollo tecnológico de nuestro país, como se viene haciendo desde hace unos años. De más está decir que TN-argento tenía compromisos publicitarios ineludibles y por eso no difundió ni una sola letra del tan importante acontecimiento. Los otros canales sí difundieron el acto en directo. Algunos apelarán al latiguillo de la libertad de expresión y esas tonterías. Para cualquier medio informativo de cualquier país del mundo, los anuncios presidenciales son más importantes que un caso policial o una tanda publicitaria, aunque después realicen una crítica de ellos. Es una cuestión de responsabilidad profesional y compromiso con el país, ya que estamos.
Los habitantes de TN-argento no se enteran de estas cosas y no se interesan por ellas porque viven asustadas por las hordas de bárbaros –trapitos, villeros, punteros, funcionarios polémicos, inmigración descontrolada, jóvenes K- que los acosan desde las pantallas de su televisor. Eso sí, LCD o LED de 42 pulgadas, como mínimo, fabricados en Argentina, la de verdad.

Un viernes negro

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