Hay enfermedades que son contagiosas. O tendencias que se convierten en estilo, para decirlo de una manera más elegante y menos agresiva. En la centrífuga oposición que nos toca, muchos de sus exponentes contienen tanto vacío que para tratar de disimularlo imitan a la primera que se vació. En efecto, de a poco se fueron “carriotizando” a medida que abandonaron toda posición ideológica. Un político que se carriotiza anuncia que se avecinan tiempos funestos, conspiraciones fabulosas, crisis destructivas, proyectos terroríficos y muchísimos etcétera. La carriotización es inversamente proporcional a la proximidad de la política. A mayor proximidad a la política, menos carriotización. Por el contrario, a menor proximidad a la política, mayor carriotización. Duhalde lo ha sido desde siempre, y más aún desde que Kirchner le dijo “adiós”. Otros comenzaron la conversión en aquellos tiempos de la rebelión de los estancieros. En muy poco tiempo, todos los despolitizados fueron alcanzados por la epidemia de la carriotización, hasta que, en los días previos a las primarias se alcanzó la cota máxima de afectados. Días después, alguno que otro comenzó a dar muestras de salir de tan grave trance, otros se declararon curados y volvieron lentamente a la política. Para alejarse de todo mal, reconocieron su error al abandonar la política y admitieron “no haberlo visto”.
Lamentablemente, uno de los candidatos a presidente está mostrando los tan peligrosos síntomas, lo que hace suponer que deberá guardar reposo por unos días para evitar caer en una de las fases más riesgosas del mal: la carriotización preelectoral. En efecto, desde hace algunas semanas, el candidato a presidente por el FAP, Hermes Binner, se muestra enfurruñado y protestón. En Rosario, como la oralidad le resulta esquiva, tuvo un cruce verbal con la Presidenta, del que salió muy mal parado. El martes 4, en Venado Tuerto, cuando CFK lanzó el PEI 2020, el ex anestesista se negó a hablar, aunque después declaró –dibujó- ante los medios que el protocolo presidencial le cercenó esa posibilidad. Desde entonces, ante cada micrófono que se le presenta pregona la necesidad de un diálogo con el Gobierno Nacional para enfrentar los “graves problemas que se avecinan”. Los temas que le interesan al futuro ex gobernador de Santa Fe son esencialmente dos: la baja del precio internacional de la soja y el peligro de la hiperinflación.
Detrás de esas buenas intenciones –es un decir- se esconde no una advertencia, sino una amenaza. Con respecto a la cuestión ‘soja’, Binner se convierte en vocero del sector productivo de la provincia para reclamar una baja o una quita total de las retenciones a las exportaciones. De esta manera, vuelve a poner sobre el tapete un tema recurrente y que rememora los tiempos en que los sones de guerra se hacían oír, ejecutados sobre los capots de las camionetas 4x4, al ritmo de pulseras de oro 24 quilates adornadas con graciosos hilos trenzados de platino. Rememorar esos días destituyentes no es una buena estrategia de campaña y más aún cuando se está reclamando diálogo con las autoridades nacionales. Con respecto al tema de la hiperinflación, no hay elementos técnicos para avizorar un peligro semejante. Agitar ese fantasma es despertar uno de los recuerdos más dolorosos desde el retorno a la vida democrática. Los últimos meses del gobierno de Raúl Alfonsín fueron dramáticos en relación con ese tema. Los precios de los artículos de la canasta básica aumentaban de manera monstruosa en el mismo día. Alfonsín tuvo que renunciar ante la presión golpista de los grupos concentrados del poder económico. Hoy, con una variación de precios que no alcanza a los dos puntos mensuales, hablar de hiperinflación es una vileza. Si el gobierno nacional no atiende a sus reclamos de diálogo es porque no se puede dialogar nada en medio de una extorsión, porque de eso se trata.
A pocos días de las elecciones, Binner intenta cualquier cosa para llegar a ex candidato a presidente con cierta dignidad numérica. Ahora ya parece meterse de lleno en la batalla de almohadas de la oposición, aunque trata de mostrarse como un verdadero demócrata, abierto al diálogo. Y como si no bastara apelar a episodios desestabilizadores de nuestra agitada historia reciente, para disputar el electorado de las fuerzas opositoras no se le ocurre mejor idea que etiquetar a los votantes cristinistas. En efecto, en Mar del Plata declaró que los que optaron por Cristina lo hicieron por “intereses económicos”. Como analizar esa expresión ocuparía mucho espacio sólo resta recordar que en sus spots afirma que es “el presidente de todos los argentinos”.
En este terreno, corre el riesgo de pasar las fronteras de la epidemia y terminar más carriotizado que la propia Carrió. Según dicen, el exceso de fotoshop puede atravesar la piel, el hueso y llegar a afectar severamente el cerebro. Y la desesperación de los últimos días puede profundizar las afecciones.
Porque la iniciadora del mal es inofensiva, aunque tiene una capacidad inexplicable para instalar temas de agenda, como el viejo truco del “inminente peligro de la re-re-elección”, por ejemplo (ver “El viejo truco de los viejos trucos”, en este mismo blog). Aunque agite –apenas un poco- a la opinión pública con sus alucinadas visiones, sus dichos no significan una amenaza, de tan inconsistentes que son. Además, ya se sabe, es Carrió y hay que odiarla o amarla, pero jamás escucharla. En cambio, Binner ha presentado cierta sobriedad en sus declaraciones, se ha mostrado siempre cauto, moderado, discreto, como un Reutemann más humano. Ese personaje logró posicionarse como una opción electoral con muchas posibilidades de alcanzar el segundo lugar. Sin embargo, con esta explosión histriónica que está intentando, tratando de forzar un diálogo innecesario en estos momentos pre-electorales, agitando fantasmas funestos y desmereciendo el voto popular corre el serio riesgo de enredarse con ese estilo opositor rechazado por los votantes en las primarias. Resulta evidente que la fuerza resultante de la encarnizada lucha de los opositores está ejerciendo una fuerza centrípeta que atrae a ex anestesista hacia el núcleo duro de esa patética comedia de enredos. Si hasta ahora el FAP podía ser el receptor de los votos que se fugaban de las fuerzas políticas con intenciones de perder, de seguir así, será esta agrupación política la que dispersará votos vaya uno a saber con qué destino.
Era precedible, profe. Este neo-socialismo nacido en Rosario a la burguesa e impresentable sombra de sus moradores, aquí, donde Cristina perdió, aquí, donde vivimnos de espaldas al resto del país, donde nos creemos la meca de la cultura y el deporte, aquí hemos engendrado una clase política tan impresentable como nosotros, que agitamos cacerolas y pegamos papelitos en los vidrios a favor de los hacendados millonarios en el 2008. Y somos tan impresentables que casi los cambiamos por Del Sel, a ellos, los amados de los rosarinos. Y es por ese adoctrinamiento de parques lindos y avenidas iluminadas, de barrios olvidados, de contenedores primorosos y rellenos sanitarios gigantezcos, de autódromos y alcantarillas tapadas, es que el mensaje de Cristina no nos llega y somos más burgueses que los mismos porteños. Binner, rosarinos, es nuestro reflejo, y su manera destructiva de ser es la que tiene para enamorar a un electorado idiota. Pero el país no se termina en Rosario, y eso es lo que pierde de vista. En el resto del país hay mucha gente que piensa.
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