¡Qué difícil resulta analizar el
discurso de los apologistas de cualquier
muerte! Mientras unos lloran y otros festejan, desentrañar lo que se
esconde detrás de las palabras parece una tarea vana. Las emociones postergan la
recepción de los conceptos, algo comprensible cuando hay lágrimas pero repudiable cuando monstruosos aplausos
agregan más dolor. Sin embargo, renunciar a la reflexión es ceder demasiado terreno a los
conquistadores amarillos. ¿Cómo no señalar las contradicciones, hipocresías
y yerros teóricos de los que se creen inmunes? ¿Cómo observar, impasible, la destrucción oficial de los principios?
¿Cómo callar ante las barbaridades que inyectan a diario en la opinión pública?
Desmontar el discurso dominante, cargado
de mantras nefastos e intenciones destructivas, es un compromiso ineludible
en esta batalla de ideas que lleva más de un siglo. Además, debe ser cotidiana
y tozuda, aunque uno crea que nadie
escucha.
Después del fusilamiento de
Rafael Nahuel en Villa Mascardi, en lugar de mostrar mesura, los PRO
recrudecieron su salvajismo. En realidad, no tanto, porque se privaron de exhibir
imágenes de la pieza obtenida en la cacería de mapuches. Apenas justificaron,
apelando al catálogo de necedades que saben de memoria y alardeando de una ignorancia sorprendente. La presentación
realizada por los ministros de Justicia, Germán Garavano y de Seguridad,
Patricia Bullrich hubiera tenido más
éxito como stand up que como comunicado oficial. Aunque muchos salieron a afirmar que no existe, ellos siguen
hablando de la RAM, como pueril estrategia para construir un enemigo a la altura de sus votantes. La
propia Bullrich consideró que la RAM “no es una organización concreta, sino
un nombre genérico de grupos que actúan violentamente”. Un criterio tan
amplio que impone una etiqueta perversa: cualquier
violento será considerado ‘mapuche’, aunque sea en una cancha.
Esto no es nada en comparación
con las atrocidades que dijeron como
verdades jurídicas. “Nosotros no
tenemos que probar lo que hacen las fuerzas de seguridad –sentenció
Bullrich- Le damos a la versión que nos da la Prefectura carácter de verdad”. Si a esto sumamos el decreto que
autoriza a un efectivo incumplir una
orden judicial que juzga ilegal, nada puede fallar en La Revolución de la
Alegría. Más aún si aporta certezas con tanta imprecisión: “las armas aún están ahí o ya las sacaron”. Menos mal que ni
siquiera intentó explicar cómo un “atacante”
recibió un disparo en el glúteo; un violento tan extraño que no sólo estaba
de espaldas sino también agachado.
Pero la ministra fue más allá
en la apología del horror: “no tenemos ningún límite más que los de la
Constitución”. Sin embargo, en nuestra Carta Magna no existe la pena de muerte y el derecho a la tierra de los pueblos
originarios es un mandato ineludible.
Además, envalentonada por las cámaras, prometió que “no va a permitir ningún tipo de ilegalidad”, aunque los desalojos están prohibidos por la ley 26160, prorrogada
por el Senado por cuatro años. Y después de tergiversar datos y conceptos, la
funcionaria sentenció: “se acabó el mundo
del revés”.
Exposición
de la violencia
Pero el mundo del revés no se
acabó porque los PRO siguen gobernando.
Germán Garavano, más que de Justicia debería ser ministro de Manipulación porque en sintonía con las patrañas de
Bullrich expresó las suyas con mucha seguridad.
Para él, estamos ante “grupos violentos
que usan medios violentos, que
desconocen la Constitución, el Estado e incluso la propia Justicia”, pero
además, los mapuches son tan malos que “no
tienen interés en dialogar con los argentinos”. ¿Cómo van a rechazar la fórmula secreta de los amarillos para
solucionar todos los problemas? Si algo faltaba para oscurecer el discurso
PRO, la vice Michetti realizó sus nutridos
aportes. "El beneficio de la duda lo tiene que tener la fuerza que ejerce el
monopolio de la fuerza del Estado –explicó -si no le damos el
beneficio de la duda, estamos haciendo las cosas mal”, agregó sin
esperar los aplausos.
Sin
dudas, la política del Estado macrista incluye el exterminio de los que no
acepten su impronta. En ningún momento lamentaron la muerte del joven
mapuche, ni siquiera como daño colateral.
Por el contrario, esgrimieron el crimen como advertencia para los ‘violentos’ del futuro. Claro que
Ellos ven violencia sólo en los que resisten el avance colonizador de los
ceócratas. Para Ellos despedir, ajustar y cercenar derechos no es violencia;
como tampoco lo es mentir, manipular o inundar las redes con operadores
rentados; ni endeudar el país y rifar su soberanía. Para Ellos, violencia
no es demonizar a los adversarios para convertirlos en enemigos ni
presionar opositores para que aceiten este tortuoso sendero.
Ellos
son los violentos que convocan al diálogo después de realizar el despojo.
Ellos son los violentos porque hablan de consenso cuando sólo exigen sumisión
y obediencia. Sin dudas, los Amarillos violentan las instituciones, aunque
juren que las respetan. Ellos son los violentos, que exhiben hipocresía
y cinismo, que ostentan corrupción porque son sus creadores, que transfieren
fortunas a los que no las necesitan, dejando en el desamparo a los que
tienen casi nada. Macri y su troupe son violentos porque han incumplido
todas las promesas de campaña que permitieron el apretado triunfo electoral.
Sin embargo, en estos días, el Gerente de la Rosada SA realizó una promesa
que ya se está convirtiendo en realidad: “hay
que volver a la época en la que dar la voz de alto significaba que había que
entregarse”. Este es
el país de sus sueños y después acusa a los demás de ser violentos.