viernes, 2 de septiembre de 2022

Un viernes negro

 

La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido. El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpresa da paso a la angustia. El llanto aparece un tiempo después, cuando comprendemos que el odio jaló del gatillo y el amor generó la barrera que lo convirtió en fallido. Las calles nos verán otra vez poniendo un nuevo límite a los odiadores. Pero esta vez debe ser el definitivo, el necesario para que el país sea para todos.

El agresor -Fernando Sabag Montiel- está detenido, pero acá no termina todo. Un error sería considerarlo como un loco suelto. Tanto él como el repartidor que quiso golpear con una llave inglesa a los militantes, como los que colgaron bolsas mortuorias o atacaron con palos incendiarios la Casa Rosada, como los que difunden agresivos y calumniadores mensajes en las redes. Tanto él como muchos más son un resultado. No es posible separar estos episodios aislados de los constantes vómitos de odio que destinan a diario desde los medios hegemónicos mercenarios disfrazados de periodistas y sus entrevistados aliados. Si hasta ayer nomás animaban a las fuerzas de seguridad porteñas a que “metan palos” a los que se atrevieran a acercarse a la casa de Cristina. Si hasta ayer nomás los principales exponentes del PRO competían por quiénes “tienen el coraje” de poner freno al kirchnerismo. ¿Cómo no va a aparecer un loco suelto con un arma si el diputado del PRO, Francisco Sánchez, propuso la pena de muerte para Cristina? ¿Cómo no esperar una reacción así si el legislador porteño Roberto García Moritán –más conocido como El marido de Pampita- propuso con orgullo la demolición del emblemático edificio del Ministerio de Desarrollo Social porque sus empleados colgaron una bandera de apoyo a Cristina?

Así las cosas, las muestras de repudio no faltaron. Por supuesto, de los propios y de muchos mandatarios extranjeros. También de los que contribuyeron a la construcción de este monstruoso episodio, aunque a regañadientes, Rodríguez Larreta, Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y la banda de TN y La Nación + expresaron consternación y solidaridad. Más que solidarizarse, tendría que pedir disculpas porque esto es un resultado y son ellos los que alimentaron el horrendo camino que desembocó en él. Con una hipocresía inconmensurable, simulan gestos de preocupación sin asumir su responsabilidad.

La Corte Suprema de Justicia tardó horas en emitir un comunicado porque la culpa los carcome. Sus integrantes permitieron la transformación del Poder Judicial en una maquinaria de persecución para alimentar el estigma. Todos ellos, políticos, comunicadores, los integrantes de la Corte y algunos jueces y fiscales alentaron al loco suelto, a todos los locos sueltos que ven el odio como única forma de ciudadanía.

Por supuesto, están los “sinceros” que renunciaron a la simulación. Patricia Bullrich, Amalia Granata, Florencia Arietto y Martín Tetaz que de tan burros resultan insalvables. La calle nos espera para clamar por un país en paz pero no sólo para repudiar el atentado sino a todos los que cargaron el arma con sus discursos odiadores, las especulaciones cotidianas, la expoliación de nuestros bolsillos y el egoísmo desenfrenado. Todos ellos atentan contra la democracia y esta vez el disparo falló. Hay que desarmarlos para siempre.

martes, 30 de agosto de 2022

El comienzo del futuro

 

Después de dos meses de ausencia, el Autor de estos apuntes vuelve despabilado por los millones que se alzaron contra los atropellos judiciales, mediáticos y corporativos que estamos padeciendo.

Imposible resistir la tentación de retomar estos apuntes; difícil escudarse en una crisis personal para no esbozar un análisis sobre lo que ha despertado el inefable alegato de los fiscales Luciani y Mola en el juicio contra CFK. Las calles se han poblado del hartazgo ante el acoso que desde 2008 padecen la dirigente y todos los que se atreven a esbozar simpatía hacia ella. Todos estamos sorprendidos por la reacción, desde los que nos consideramos seguidores hasta los que la quieren destruir. Si el gobierno del FDT estaba transitando una meseta de complacencia hacia el Poder Real en detrimento de las mayorías, a partir de ahora el rumbo debe ser distinto. El Presidente y todos sus funcionarios no deben tomar la movilización popular sólo como un tierno agradecimiento a los doce años de kirchnerismo, sino sobre todo como un compromiso para recuperar lo que hemos perdido desde 2015.

Y para eso hay que abandonar de una vez el intento de dialogar con los angurrientos, conspiradores, evasores, especuladores, contrabandistas y fugadores. ¿Qué consenso puede haber con los que se creen dueños de todo? ¿Qué acuerdo se puede alcanzar con los que nos estafan día a día con los precios de cualquier cosa que queramos adquirir? ¿Cómo respetar a funcionarios judiciales al servicio de los poderosos, pisoteando leyes y procedimientos? ¿Para qué buscar la simpatía de los que despreciarán siempre a cualquiera que intente distribuir de forma más equitativa lo que generamos entre todos?

Este episodio es un parteaguas. Bastante se han soportado los insultos de kamikazes disfrazados de periodistas que a toda hora fomentan el odio y el desprecio desde sus inmerecidos espacios mediáticos. Monigotes rentados que inventan, tergiversan, estigmatizan para apuntalar propuestas políticas destructivas. Manipuladores seriales que tildan de violenta una movilización pacífica y ponderan como ejemplar las minoritarias hordas que arrojan palos incendiarios, esgrimen guillotinas y cuelgan bolsas mortuorias en las rejas de la Casa Rosada. Y siguen insistiendo con la enorme mentira de mostrar como asesinato el suicidio del fiscal Nisman, que permitió a Mauricio Macri llegar a la presidencia. De una vez por todas, hay que sancionar a los medios y seudo periodistas que malversan de esa forma el derecho humano a la información.

La multitud que se concentró en la esquina de la casa de la Vicepresidenta y en muchos puntos de país no busca su impunidad, sino que clama su inocencia. Si durante los tres años del juicio de Vialidad las pruebas y testimonios presentados por la fiscalía no lograron fundamentar la acusación, ¿cómo no considerar una burla las jornadas de alegato acusatorio de Luciani y Mola y una provocación el pedido de condena? ¿Cómo pueden integrar tribunales los que son amigos de los acusadores y exhiben sin pudor el logo del equipo que integran? ¿Hasta cuándo vamos a soportar que fiscales y jueces malversen los recursos del Estado en causas armadas a partir de un no-delito?

La reacción de los cambiemitas –el desconcierto, la violencia, los refunfuños- indica que esto no se lo esperaban. La represión desplegada por Rodríguez Larreta y las exigencias de “mucho más” de la infame Patricia Bullrich alientan para profundizar este plan de lucha. Si quieren la paz social, que todos los que se acurrucan del peor lado de la Grieta dejen de hacer lo que han hecho siempre, tanto los integrantes del Círculo Rojo como sus peones desparramados en los medios, tribunales y las bancas del Congreso.

jueves, 7 de julio de 2022

Discontinuidad larga.

 Un problema en mi ánimo suspende por un tiempo la continuidad de estos apuntes. Paciencia. En breve, volverán. Lo prometo. Gracias. Gustavo Rosa 

viernes, 10 de junio de 2022

Obscenidad de los angurrientos

 


La incontinencia verbal de los miembros del establishment y sus apologistas inspira declaraciones insostenibles y hasta groseras. Algunos pensaron que el egoísmo había llegado a su climax con la confesión de Carlos Rosenkrantz en Chile, pero no. Los representantes de la minoría privilegiada no temen al ridículo. Como el Supremo que entró por decreto negó la transformación de las necesidades en derechos, los exponentes de la derecha más dura se sienten habilitados para ir por mucho más, lo que significa mucho menos para la mayoría.

Mentira que no hay recursos para cubrir todas las necesidades de los argentinos. La avaricia de un puñado hace injusta la distribución. En la fiestita por los 20 años de AEA –que nuclea a los empresarios más importantes- se materializó esa pulsión angurrienta de sus participantes. El gerente de la entidad, Jaime Campos pidió que “las cuentas públicas estén medianamente ordenadas”, pero nada dijo de las privadas, que nunca se exhiben en público. Para congraciarse con el auditorio, se sumó al coro de los que responsabilizan al déficit como “causa central de la inflación”. Pero no mucho tiempo después, Federico Braum, titular de los supermercados La Anónima, se encargó de la desmentida de ese lugar común al reconocer, entre risas contagiosas, que ante la inflación “remarca precios todos los días”. Los balances de la compañía muestran el resultado de tan malsana treta: una ganancia superior al 140 por ciento de un año a otro.

Y no es el único, por supuesto. Arcor, Clarín, Techint y unas cuantas más acumulan cifras semejantes mientras hablan de la inflación como si fuera un fenómeno meteorológico que los afecta tanto como a los cada vez más empobrecidos consumidores. Y encima lloran como heroínas de culebrón cuando recuerdan los inexistentes “160 impuestos” que deben pagar. Hasta justifican la evasión ante tanto despojo de sus incontables riquezas. Como si fueran víctimas, se oponen con vehemencia a cualquier incremento a los tributos y suplican por una reducción de los costos laborales. Impunes en su angurria, apelan al lugar común de que las cosas aumentan porque “le dan a la maquinita” –con un movimiento circular de una mano- como si tuvieran contabilizada la cantidad de billetes que circulan por todo el país.

Si están envalentonados es porque sus representantes políticos convierten en propuestas sus apetencias. La impresentable Patricia Bullrich difundió sus amenazas si llega a ser electa como presidenta, porque “no le va a temblar la mano” para precarizar el empleo, disminuir jubilaciones, reprimir las protestas y, por supuesto, bajar los impuestos a los más ricos. Como siempre, valiente con los débiles y sumisa ante los poderosos.

Sin embargo, a pesar de tanta pavada convertida en Sentido Común gracias a la colonización discursiva, en los últimos cinco años los trabajadores aportaron 7,6 billones de pesos a las arcas de los empresarios. Más de un 20 por ciento del poder adquisitivo engrosa las ganancias de los que no tienen necesidades. No faltan los recursos, sobra la avaricia. El Estado en manos de un gobierno que se dice nacional y popular es el que debe forzar una distribución más justa del ingreso y domesticar a las fieras insaciables que siempre pugnan por engullir cada vez más.

lunes, 30 de mayo de 2022

La violencia de los precios

 

La discontinuidad de estos apuntes se ha acrecentado tanto que ya parece agónica. Una crisis de ansiedad del Autor se suma a la inacción del Gobierno Nacional al abuso de los precios. Aunque muchas veces el Presidente enuncie frases enérgicas con buenas intenciones, los saqueadores no cesan de hostigarnos en su afán de ganar cada vez más. Muchos explican la inflación por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, pero los productos que consumimos a diario no comenzaron a inflarse en febrero. Además, Argentina no debería tener problemas para abastecerse de lo que está faltando en el mundo porque produce todo lo necesario. La hambruna global que se avecina –y que ya se nota en algunos países europeos- no debería afectarnos. Si nos afecta es por la angurria depredadora del uno por ciento que no cesa en su afán de acumular y un Ejecutivo que evita tomar medidas que enojen a esa minoría avarienta.

Unos días atrás, Alberto Fernández reconoció en una entrevista radial que "el instrumento por el cual se desacopla más fácilmente los precios internos de los internacionales son las retenciones". El recuerdo de la Rebelión de los Estancieros desalienta emprender ese camino. Además, el acoso permanente de los precios no afecta sólo a los alimentos. La agresión numérica abarca cualquier cosa que queremos adquirir. En este tema no hay discriminación. Sin devaluación de la moneda ni escasez; sin aumento de la demanda ni incremento salarial significativo. Sin motivos todo sube su precio. Y ante tanto desenfreno, el Presidente le pide a Luis Pagani, el CEO de ARCOR que le ayude a bajar la inflación, mientras los productos de esa empresa se remarcaban a casi un 10 por ciento. ¿Cómo se le ocurre pedir ayuda al empresario que logró una ganancia del 142 por ciento el año pasado sin que ningún número justifique semejante incremento? En lugar de dialogar, debería exigir que explique a la sociedad por qué se apropió de semejante tajada.

Y no sólo a ARCOR, sino a todas –que son un puñado- las empresas que timbean con la mesa de los argentinos. Y no sólo con los alimentos. Por no enojar a los empresarios, consiente el sufrimiento de millones de compatriotas que ven pisoteados sus derechos elementales. A pesar de que el Gobierno toma algunas medidas redistributivas, el despojo es constante. Desde que se hace el anuncio hasta que el dinero llega a los beneficiarios, los precios devoran mucho más que el incremento. No basta con paritarias o bonos cuando la inflación es desaforada y sin motivos. Y el Estado tiene las herramientas necesarias para frenar esta situación agobiante y desestabilizadora. Violenta, además.

Si el aumento de las mal llamadas retenciones –derechos de exportación- o establecer cupos exportables son medidas desechadas por el equipo económico, si los Precios Cuidados no sirven como referencia ni como alivio de los bolsillos, si las palabras de conciliación del presidente no frenan la avaricia de los especuladores, se puede hacer otra cosa: aplicar la Ley de Abastecimiento sin demora. Esta norma vigente desde 1974 regula todo tipo de transacción económica, como la salud, la alimentación, el transporte, la vestimenta, la vivienda y todo bien inmueble o servicio. Autoriza al Ejecutivo a fijar precios máximos, márgenes de utilidad o congelar los precios. También lo faculta a obligar la continuación de producción de bienes y servicios, a prohibir o restringir la exportación y a exigir la documentación de las empresas. Y las empresas pueden ser sancionadas por elevar artificialmente o sin motivos los precios de los productos. Esta ley da herramientas al gobierno para frenar esta disparada intolerable, esta desenfrenada expropiación de la dignidad de los argentinos.

Nadie se puede enojar por la aplicación de una ley. El juez que intervenga deberá ser eyectado de su función al instante. Los defensores de la seguridad jurídica no podrán oponerse con ningún verso. Hacer cumplir la ley es obligación del Estado. Y el conflicto lo iniciaron Ellos, los que no se conforman con los millones que ganan. Para frenarlos hay que exponerlos con nombre y cifras para que la aplicación de la ley y el consecuente castigo sean comprendidos por casi todos. El conflicto es claro: la pobreza no afecta sólo a los desempleados, sino a gran parte de los trabajadores formales. Si eso no es violencia, si eso no es una provocación a la luz del día, si el Ejecutivo no entiende esto como un desafío al que debe responder con firmeza, estamos fritos, porque los que están del otro lado nos odian. Con reformas laborales y previsionales, quita de impuestos a los más ricos, destrucción de la producción y todo lo que harían si fueran gobierno la desigualdad se incrementará. Ya no hacen promesas, sino amenazas. No hay que perder las esperanzas, pero en algo deben basarse. Ese algo está en manos del Presidente y sus ministros. Acabar con la angustia de millones de argentinos no debe postergarse más y eso requiere disputar la riqueza de los poderosos.

jueves, 5 de mayo de 2022

Que no se rompa ni se doble

 

Además de la confusa dinámica de la actualidad informativa, algunos problemas personales me impidieron continuar con la publicación en este querido blog. Si bien esto no preocupó demasiado a los menguantes lectores -salvo algunos que manifestaron su inquietud- la escritura de un apunte ordena no sólo mi pensamiento sino también el de los que lo lean.

 Lo que antes era apenas un intercambio de visiones en el FDT ahora parece un cruce de potrero. Las declaraciones de Andrés Larroque pueden ser vistas casi como un crujido. Afirmar que Alberto Fernández “rompió el contrato electoral” es un poco exagerado. Que la coalición se haya armado por iniciativa de CFK con su mayor caudal de votos no justifica una deslegitimación de la figura presidencial. Pero tampoco es saludable tanta desatención por parte de Alberto a las sugerencias de Cristina. El que “tiene la lapicera” es él, pero no es el dueño absoluto del Gobierno. Tampoco Cristina es la dueña, aunque muchos lo sueñan. Por eso no es momento de imitar a Pimpinela, más aún cuando hay cosas que se están yendo de las manos. Algunos aclararán que nuestro régimen es presidencialista, pero nadie gobierna solo, ni siquiera un rey.

La experiencia de este gobierno es insólita: después del saqueo macrista, dos años de pandemia y una guerra en Europa. A pesar de todo, Argentina mostró el año pasado un crecimiento de más del 10 por ciento del PBI, entre los más altos del mundo. El de este año no será tan alto pero hay augurios de casi un cuatro por ciento. El uso de la capacidad instalada de la industria se ubica en 64,3 por ciento, cuando el año pasado estaba en el 58,3 por ciento. Las exportaciones del agro se incrementaron un 4,6 por ciento respecto al año pasado, con un total de 3.171.793.606 dólares. La inversión productiva se incrementó en un 15,7 por ciento y el desempleo descendió hasta el 6. Buenos números, por supuesto.

Lo que embarra el panorama y siembra confusión es el descontrol de los precios y la consecuente pérdida del poder adquisitivo de los salarios. No bastan las paritarias para contrarrestar tanto acoso de los angurrientos. La peor foto es la de los trabajadores pobres, que son muchos. Y eso no puede expresarse con un número, porque es una herida que un gobierno como éste debe saldar cuanto antes y no sólo por su continuidad electoral, sino también por la supervivencia de las víctimas de este saqueo

Y los que provocan la tragedia de sueldos que no duran ni dos semanas, los formadores de precio, se burlan de todos acusando a la inflación o al “por las dudas”. Los márgenes de ganancia de los grandes empresarios son una blasfemia, como el de ARCOR, que se ubica en 142 por ciento, inadmisible en cualquier latitud. Y lo que ganan de más los grandotes lo gana de menos el resto

Lo que está exigiendo el ala kirchnerista del FDT es una distribución más equitativa del ingreso cercana al 50-50 y no dentro de cinco años, sino casi ya. Y un poco de enojo por parte del Presidente hacia estos empresarios inescrupulosos. Mostrar sus ganancias en una Cadena Nacional alcanzaría para avergonzarlos ante una sociedad que cada vez accede a menos. Y si no, en lugar de tanto diálogo y acuerdo, habría que aplicar las leyes que castigan semejante “alteración del orden público”. Porque es eso lo que están haciendo con sus remarcaciones destituyentes para apropiarse cada vez más de lo que nos corresponde a todos.

lunes, 18 de abril de 2022

La golpiza de las corporaciones

 

Los conspiradores no cesan de provocar al Gobierno. El control de la inflación no da resultado y los bolsillos son saqueados todos los días por los (de) formadores de precio. Los que lograron incrementar sus ganancias en la pandemia y ahora con la guerra a costa de empobrecer al resto no están dispuestos a ceder un céntimo. Cualquier medida que tome el Ejecutivo o el Legislativo será, seguramente, frenada por algún juez amigo. Y si no lo hay, el Consejo de la Magistratura -ahora presidido por el presidente de la Corte Suprema de Justicia- podrá inducir a los que no lo son a proteger los intereses de una minoría cada vez más enriquecida.

El Poder Económico -aunque no está definido así en la Constitución- es el que realmente gobierna porque nunca se han aplicado los frenos que la propia Constitución establece para que no sean un poder. Malinterpretadas por propios y ajenos, la Vice Cristina manifestó una vez más que ocupar la presidencia no es tener todo el poder. Constitucionalmente, es un tercio; el segundo tercio es el Legislativo y el resto, el Judicial. Pero hoy el Económico –inconstitucional- es el que condiciona a los otros tres. El desembarco de Horacio Rosatti –juez de la Corte nombrado por decreto y autovotado como Presidente- al Consejo de la Magistratura significa el alineamiento de sistema de (in)justicia a las avaricias del Poder Real. No sólo por poner el sistema de Justicia al servicio de una minoría es una aberración, sino porque literalmente es anticonstitucional. El artículo 114 establece:

El Consejo será integrado periódicamente de modo que se procure el equilibrio entre la representación de los órganos políticos resultante de la elección popular, de los jueces de todas las instancias y de los abogados de la matrícula federal. Será integrado, asimismo, por otras personas del ámbito académico y científico, en el número y la forma que indique la ley.

Como puede apreciarse, no establece que sea el Presidente de la CSJN quien lo integra sino lo que indique la ley. Pero los Supremos derogaron una ley después de 16 años de funcionamiento y restauraron una que había sido derogada por el Congreso, algo que de ninguna manera pueden hacer. La aproximación al Poder Real contagia bastante esa impunidad de la que gozan los privilegiados, que ya no son más los niños.

Los que se llenan la boca de República, Democracia y coso no paran de pisotear la institucionalidad. Si nos pusiéramos estrictamente constitucionalistas, otro sería nuestro país. Unos años atrás, cuando era presidenta, CFK fijó como meta “la igualdad de oportunidades para todos y todas”. Un imposible porque la igualdad significa la eliminación de todo lo que nos diferencia, incluidos apellido, herencia, educación privada. Pero no es una aspiración ideológica de la Vicepresidenta sino un mandato constitucional del artículo 75 inc 19, que establece que el Congreso debe sancionar leyes que “aseguren la responsabilidad indelegable del estado de garantizar la igualdad de oportunidades y posibilidades sin discriminación alguna”.

Ahora es el momento de recuperar el poder que se ha perdido: el popular, que debería ser el primero, el principal. Para ello se requiere mucha audacia de los poderes políticos -del Ejecutivo y el Legislativo- que deben tensar la relación con los avarientos poderes concentrados. Y no sólo con sus decisiones sino también con La Palabra. Hay que explicar los que pasa y exponer con nombre y apellido quienes dificultan la distribución igualitaria de la renta. Recuperar el salario perdido desde 2015 debe ser el principal objetivo de esta puja. Los que se opongan quedarán en evidencia al demostrar que son anticonstitucionales y les importa un pepino el padecimiento de gran parte de los argentinos.

miércoles, 6 de abril de 2022

La impotencia nos acosa

 

No es así, pero parece que el presidente diseña su propia derrota, que será la de la mayoría. Las medidas parecen una versión microscópica de sus anuncios. Sus decisiones buscan más la conciliación que las soluciones. Ya se muestra vencido ante un establishment que no se atreve a enfrentar. El que en campaña anunciaba que no iba a “pagar la deuda con la mesa de los argentinos” permite que los alimentos estén por las nubes. El Poder Real lo tiene acobardado, maniatado, tan enmudecido que ni siquiera se anima a explicar a la ciudadanía qué es lo que está pasando. Las filminas quedaron en el olvido. La debilidad o la flojera que demuestra produce un efecto derrame hacia todos sus funcionarios que se sienten incapaces de enfrentar la crisis con el coraje necesario. Mientras tanto, el PRO y sus secuaces explotan la inacción oficial para desembarcar con el modelo destructivo que ya hemos conocido.

La Guerra contra la Inflación terminó como una aceptación de las reglas de los especuladores. Ni se le ocurre denunciar cuánto están ganando los que condenan al hambre a gran parte de los argentinos. Los grandes empresarios destinan al salario la mitad que siete años atrás y eso se nota. “¿Quién se está quedando con lo que cobraba un trabajador en 2015?” preguntó Máximo Kirchner en un acto en Merlo. No hay que indagar mucho para responder: con sólo echar una mirada a las ganancias empresariales en 2020 y 2021 basta para descubrir a los que se apropiaron del poder adquisitivo de la mayoría. Y los productores agropecuarios que inundan las rutas con sus lágrimas de avaricia también contribuyen al descalabro de los precios: en los tres primeros meses del año más que duplicaron sus ganancias con la venta de granos. Encima, invocan rayos y centellas si el Gobierno intenta subir unos puntos las retenciones o reducir cupos de exportación en beneficio del mercado interno, pero protestan a los cuatro vientos –o a quichicientos micrófonos- porque no consiguen el gasoil al precio subsidiado por el Estado que tanto desprecian.

El secretario de Comercio, Roberto Feletti confesó su impotencia: “milagros uno no hace”, como una forma de reclamar medidas macroeconómicas en la lucha contra los aumentos desproporcionados de precios. Como decisión ejemplar, multó a Molino Cañuelas, a la Federación Argentina de la Industria Molinera y a la Cámara de Industriales Molineros y a la Asociación de Pequeñas y Medianas Industrias Molineras de la República Argentina “por ejecutar una práctica horizontal concertada de fijación de precios mínimos e intercambio de información sensible en el mercado de la molienda de trigo y la comercialización de harina de trigo en todo el territorio nacional, afectando el interés económico general del mercado”. Como no podía ser de otra manera, la Federación Argentina de la Industria Molinera rechazó con argumentos falaces la millonaria sanción y amenazó con recurrir a algún juez amigo que patee a veinte años la resolución.

Así, el oficialismo se deja pisotear. Y no sólo el Ejecutivo, sino también el Legislativo que, casi sin chistar, empieza a tratar una nueva ley del Consejo de la Magistratura después de que la Corte Suprema de Justicia declarara inconstitucional la norma vigente durante 16 años. Un atropello, una intromisión de poderes, una malversación constitucional. El Círculo Rojo tiene su poder intacto y sigue condicionando a los proyectos que pretenden limar sus privilegios, aunque el gobierno del FDT –por ser cada vez menos de Todos- ni siquiera lo intenta. Abandonar de una vez el dialoguismo ante tanta prepotencia ayudaría a superar el complejo de inferioridad que el oficialismo ostenta y así recuperar poder para que no nos sigan pasando por encima.

jueves, 31 de marzo de 2022

Los ricos no piden permiso

 

La oposición está desencajada y el oficialismo busca su rumbo, mientras gran parte de los argentinos padece la irracionalidad de los precios. Los primeros disputan ante las cámaras la candidatura a la presidencia, aunque falta más de un año para las elecciones. Macri no sólo piensa en el bridge, sino también en el tan temido Segundo Tiempo. Él afirma que quiere volver al Poder, como si alguna vez lo hubiera perdido: gran parte de las gravísimas causas que lo tienen como protagonista descansan en cajones que sus jueces amigos ni se animan a abrir; los periodistas de los medios cómplices y los propios practican las volteretas más sorprendentes para blanquear su imagen y la de todos los cambiemitas; todos gozan de una impunidad verbal que debería avergonzar a los que escuchan. El FDT, en tanto, trata de sanar las heridas internas provocadas por el acuerdo con el Fondo a la vez que el presidente busca atenuar los daños de la escalada de los precios.

En verdad, Alberto se muestra demasiado calmo ante tanto abuso. Que un trabajador registrado con un salario cercano a los 100 mil pesos apenas llegue a cubrir las necesidades básicas de su familia debería enojar a cualquier representante de la mayoría. Por eso, el problema no es la inflación sino las cifras con que adornan todos los productos. La Guerra contra la Inflación no puede encararse si no se hace un estudio profundo de cómo se forman los precios y cuál es la ganancia de cada uno de los actores. En todo caso, deberían establecer por ley, como en muchos países, la tasa de rentabilidad máxima para que nadie se apropie de renta ajena. Que aumenten los salarios puede atenuar la emergencia alimenticia pero no soluciona el problema de fondo: no puede haber trabajadores pobres. Y éste es el punto de partida: un sueldo no debe alcanzar sólo para comer, sino también para la vivienda, los servicios, la indumentaria, la recreación y el ahorro. La comida no debe exigir más que un 20 por ciento de la remuneración mensual. Por supuesto, estamos muy lejos de esa meta y también de la discusión.

Que el presidente proponga “una suerte de terapia de grupo y para encontrar una solución en conjunto, dialogada" parece un chiste en un velorio. O que pida que “reflexionen” a los que considera “diablos”. Los formadores de precios ya reflexionaron y por eso se la llevan toda. El Primer Mandatario tiene el hábito de eludir las definiciones para que no se alteren los destinatarios, pero no hay que tratar con algodones a los abusadores económicos, evasores y especuladores. Que exprese que “hay una inflación autoconstruida” confunde bastante, más aún si agrega que “el hecho de que tengan una especie de oligopolio no los autoriza a subir los precios”. Pero, como son oligopolios no necesitan autorización para hacer lo que quieran. Para eso se concentran y cartelizan. Primero hay que atenuarlos como poder y después, disciplinarlos. Con los que reparten injusticias no hay diálogo posible.

En este sentido, las intervenciones de Alberto y todos sus funcionarios, más que calmar las aguas, las agitan. Quizá porque no experimentan la desesperación de no poder nutrir la mesa, de depender de las viandas, de no llegar nunca, de vivir en el límite de la miseria. En su afán de demostrar que está mejorando la distribución del ingreso, celebran la baja de la pobreza y el desempleo y anuncian que el salario le tiene que ganar a la inflación. La vida real no se transforma con números. De nada vale lograr incrementos salariales que superen por dos puntos a la inflación cuando el despropósito de los precios nos ataca todos los días. Y los precios no tienen la culpa, sino los que los inventan. Ellos son los que nos atacan y no es sólo desde el inicio de la Guerra, sino desde hace mucho tiempo. En lugar de metáforas, circunloquios y pipas de la Paz, habría que desarmar de una vez y para siempre a estos conspiradores.

sábado, 26 de marzo de 2022

Los “Nunca Más” que nos faltan

 

Después de dos años de pandemia, el Día de la Memoria volvió a las calles de manera contundente en muchos puntos del país. También volvieron los odiadores a simular desconcierto, denostar a los participantes y burlarse de banderas y cánticos. Los negacionistas que cuestionan el número de desaparecidos y resucitan a los Dos Demonios asomaron una vez más el hocico. Los refunfuñadores de siempre no callaron sus quejas al kirchnerismo que –según refunfuñan- se apropió de la fecha. Algunos periodistas del establishment cuestionaron la modalidad de las marchas: “deberían ser reflexivas y en silencio”, pontificaron. Claro, no entienden que la Memoria no significa un ancla, sino una perspectiva al futuro; que no es un lamento prolongado de individuos sino una construcción colectiva constante. No entienden porque no les conviene, por supuesto.

Tampoco entienden –o simulan- que “Nunca Más” no sólo es un rechazo a los golpes de Estado, sino también la exigencia de Justicia a los ejecutores y los instigadores. Además, incluye la necesidad de desmontar el (des) orden económico y social instaurado en aquellos años. Por eso, el Día de la Memoria debería marcar el rumbo de la Argentina deseada por la mayoría.

Casualmente –valga la ironía-, los denostadores de esta fecha no quieren ese país. Mentira que fuerzas políticas antagónicas quieren llegar al mismo punto por diferentes caminos. No se puede disminuir la pobreza precarizando el trabajo y desmantelando el sistema previsional. No hay desarrollo si se abren las importaciones de todo y se manda a los científicos a lavar los platos. Nunca van a derramar los ricachones que claman pagar menos impuestos por más empachados que estén. No quieren el mismo país esos privilegiados que ordenan respetar las reglas del juego; reglas que nadie puede citar pero sirven para que una minoría siga multiplicando el contenido de sus arcas mientras gran parte de la población recibe cada vez menos migajas.

El Día de la Memoria está para dejarlos al desnudo. Como no les da la cara para reivindicar la Dictadura, recorren sinuosos caminos que rozan la apología. Sus eufemismos son tan confusos que llegan a convencer a los desprevenidos. Un recorrido por los dichos de estos días demandaría mucho más que un apunte. Además, sabemos quiénes son, qué color los identifica, la embajada que visitan y el destructivo modelo que defienden.

El ex presidente Mauricio Macri es la síntesis de todo esto, pero, por supuesto, no es el único. El que calificó como curro los DDHH, que considera la Dictadura como “eso tan terrible que nos pasó”, que tilda a la democracia como “el peor de los sistemas pero el único posible", sale a ponderar a Menem. Más preocupado por el bridge que por el futuro de los argentinos, afirmó que Menem resolvió los problemas de La Grieta y pacificó el país. No hay que ser un experto para descifrar esto como un contundente aplauso a los indultos.

Convencido de que el Infame Riojano será reivindicado con el tiempo, Macri piensa que intentó “unir a los argentinos detrás de la producción, el empleo y progreso pacífico de la Argentina”. Nada de esto pasó: la convertibilidad destruyó la producción nacional, generó más desempleo y aniquiló el progreso. Sólo un constructor de amnesia puede balbucear tantas patrañas y seguir en carrera. Lo que admira de Menem es el desmantelamiento del Estado, la privatización de empresas públicas, la invasión de multinacionales, la integración al mundo como anexo del Imperio, la renuncia de la Soberanía a cambio de relaciones carnales.

Pero hay más, porque el ex gerente de La Rosada quiere retornar y sus promesas no son tan dulces como las de 2015, al menos por ahora. Muy cómodo en su sincericidio, amenazó con privatizar a Aerolíneas Argentinas con la excusa de que es un despilfarro de recursos públicos, un latiguillo que no tiene sustento. Y en un exceso de comodidad en su propio canal, confesó que “la democracia es un sistema improductivo porque requiere tiempo de debate y está llena de problemas”. En todo está su mirada empresarial. Pero no es el único: todos los juntistas comparten ese ideario porque representan intereses minoritarios. Los mismos que pergeñaron los golpes, la misma oligarquía que quiere incrementar sus privilegios, los mismos estancieros que hoy exhiben en las rutas sus tractores 0 km y sus camionetas de alta gama. La Democracia los incomoda si no satisface sus apetencias. El Día de la Memoria los pone en evidencia y saben que el Nunca Más los incluye.

martes, 22 de marzo de 2022

La unidad no es ceder siempre

 

El resultado de las elecciones legislativas evidenció diferencias entre el kirchnerismo y el albertismo y desde entonces comenzó a palparse una posible derrota en las presidenciales del año próximo. Claro, a pesar del buen manejo de la pandemia y los positivos índices de crecimiento, los números fueron esquivos para el oficialismo. La presentación del acuerdo con el FMI en el Congreso provocó un cimbronazo mayor en el frente gobernante y algunos agoreros alientan una peligrosa ruptura. La imagen de culebrón con Cristina y Alberto sin dirigirse la palabra circula en boca de los analistas, algunos felices y otros preocupados. Ambos advierten que un divorcio facilitaría el regreso de halcones, palomas y buitres a La Rosada, con todo lo que eso significa. Para unos, el retorno de los amarillos sería la llegada al Paraíso neoliberal del que jamás hemos disfrutado; para otros esa foto sería el comienzo de una aterradora película.

En estos días, los intelectuales de ambas partes –K y A- expusieron sus diferencias a través de sendas cartas, lo que sugiere la necesidad de salvarlas para seguir adelante. María Seoane –periodista y ex directora de Radio Nacional- fue firmante de ambas cartas y no por un problema de personalidad múltiple sino porque considera que “la unidad no se negocia”. En un ultimátum vía twitter, Seoane manifestó: “nos sentamos a discutir a los besos o a los gritos, pero del Frente no se baja nadie. Enfrente hay una derecha vengativa que quiere terminar la faena de Macri. Es la muerte de la Argentina posible y popular. Sépanlo". Ese es el diagnóstico que parece común: la unidad aunque duela. Ya dolió en 2019 eso de codearse con personajes tan críticos de Cristina que terminaron auspiciando la asunción de Macri. Ante un momento tan crucial, la disolución del FDT preanuncia una nueva tragedia.

Ya lo decía Perón: “unidos o dominados”. El dilema es el “para qué” de esa unidad. Si no está claro el objetivo, la unidad termina siendo un pegote. Por eso aparece el gobernador Perotti –que ya había operado para frenar la expropiación de Vicentín y la estatización de la mal llamada Hidrovía- para dejar en claro su oposición a la suba de retenciones. Si bien el presidente aclaró en estos días que en el Frente no sobra nadie, ¿qué pito toca este representante de los agrogarcas? ¿Con alguien así se cuenta para combatir a los deformadores de precios? Si no se tienen en claro los objetivos de la unidad, las fracturas siempre serán expuestas.

En una entrevista con Roberto Navarro, el Presidente llamó a “convivir con las diferencias”, pero a veces las diferencias son infumables. "Me sentiría muy mal si, por nuestras diferencias, le abriéramos paso a la derecha", agregó, aunque algunos integrantes del Frente sean más amarillos que un PRO. "Yo escucho a todos –frase muy repetida y cumplida por Macri- pero el presidente soy yo y el que tiene que tomar las decisiones soy yo”. Claro que, a veces, las decisiones, los retrocesos, las confusiones, los anuncios que no llegan a nada amenazan la ruptura.

Como si fuera un valor, Alberto repite que, aunque comparta el ideario de la vicepresidenta, es un moderado. Una pena, porque la moderación ante los voraces es una señal de debilidad. Si no fuera moderado, ordenaría retrotraer los precios de TODO al 1 de febrero y no al 10 de marzo. Si no fuera moderado, investigaría en serio la cadena de valor de cada producto para concluir en su precio exacto, sin abusos en la rentabilidad de cada parte. Si no fuera moderado, extraería mucho más de los ricos para disminuir la monstruosa desigualdad. Quizá la unidad está en riesgo por exceso de moderación. Un gobierno con pretensiones de popular debe proteger a la mayoría de las angurrias de la minoría y eso no lo hace un moderado. El presidente, cada tanto, evoca muchos momentos vividos con Néstor Kirchner pero olvida citar una frase que lo haría abandonar su centrismo: “es fácil ser fuerte con los débiles y ser débil con los poderosos”. Así comprendería que para recuperar la dignidad perdida y conquistar lo que falta hay que invertir esa ecuación y si se enojan los poderosos, será la mejor señal de que la unidad está en su mejor momento.

sábado, 19 de marzo de 2022

Esto es todo, amigos

 

Nadie empieza una guerra agitando la bandera blanca. Las expectativas generadas por los anuncios del Presidente atravesaron toda la semana y por eso muchos esperaban algo más de lo que fue. Seguro que, mientras Alberto hablaba, los formadores de precio remarcaban en sus madrigueras. Tanto es así que los productos que integran la canasta básica de alimentos aumentaron un 2,5 por ciento en promedio los últimos siete días. Ellos dispararon primero y el Primer Mandatario respondió con un armisticio. Nadie espera de él discursos exaltados ni extensos, pero 18 minutos y sin Cadena Nacional es demasiado poco. "Nuestra batalla hoy es contra los especuladores –aclaró- Contra los codiciosos. Contra quienes buscan aún en situaciones tan complejas sacar una renta extraordinaria”. Pero las medidas anunciadas no son suficientes para semejante enemigo.

Una Cadena en la que difunda las monstruosas ganancias que han tenido las principales empresas durante el año pasado –sin incrementos de la producción ni el consumo de manera notoria- bastaría para desnudarlos. Más aún si se los señala como evasores que sub-facturan exportaciones y sobre-facturan importaciones para acumular cada vez más. ¿Con ellos piensa hacer un acuerdo? ¿Basta con un fondo que contenga el precio de la harina y el aceite? ¿Alcanza con el precio fijo de 50 productos en todo el país mientras todo lo demás sube por un ascensor de máxima velocidad? ¿Los precios empezaron a inflarse con la guerra o este saqueo comenzó mucho antes? En febrero, los alimentos y bebidas escalaron un 7,5 por ciento, el índice más elevado desde enero de 2017. Y sólo se preocupa por la harina y el aceite. ¿Qué pasa con los artículos de limpieza, los medicamentos, la indumentaria y todo lo demás? ¿Dejará que continúe la estafa?

“No permaneceré pasivo” advirtió el Presidente, casi una confesión de que hasta ahora fue ésa su actitud, como si recién ahora tomara la decisión de abandonar la pasividad para defender nuestros bolsillos. Y si un juez presenta una medida cautelar contra el leve aumento de las retenciones, ¿abandonará la pasividad? Además de especuladores y codiciosos, los calificó como “agoreros”, pero Ellos no sólo anuncian catástrofes, sino también las construyen. Y el incremento metódico de los precios es esa catástrofe. La angurria está en el ADN de un 5 por ciento de la población que se cree dueño y merecedor de todo. Una minoría privilegiada que está por encima de la ley porque ejerce el primer poder del país.

Y lo más doloroso: el Presidente consideró “histórica” la aprobación del acuerdo con el FMI. Histórico hubiera sido el desconocimiento de esa deuda fraudulenta e ilegítima. Histórico sería que los que fugaron la monstruosa cifra la devuelvan sin chistar y los que la pidieron estén en la cárcel. El camino al 2023 se oscurece cada vez más. Las elecciones de medio término expresaron el desencanto, sobre todo de los que lo votaron en las presidenciales. El acuerdo con el FMI produjo una severa fisura con el kirchnerismo, que aportó la mayor cantidad de votos en 2019. Si Alberto aborda con sonrisas los problemas de los argentinos, preparémonos para ver a La Rosada teñida de amarillo.

miércoles, 16 de marzo de 2022

La guerra de siempre

 

Desde finales de febrero, la invasión de  Rusia a Ucrania –alentada por la OTAN- convirtió en sobrentendido la palabra ‘guerra’, a tal punto que parece la única existente desde hace décadas. Mencionar ese vocablo en cualquier charla cotidiana basta para que los participantes evoquen las imágenes, videos e interpretaciones alocadas que se difunden por los medios hegemónicos. Hasta fragmentos de un video juego fueron analizados por dos periodistas como si formaran parte del conflicto. Cualquier guerra es inaceptable, dramática, cruenta y. sobre todo, innecesaria. La pérdida de vidas deja heridas muy profundas. Todo deja heridas muy profundas cuando estalla algo así.

Tan grave como todo esto es utilizar un escenario bélico como excusa, sobre todo por los que siguen expoliando a los siempre vulnerados. El presidente Fernández anticipó que el viernes comienza la “Guerra contra la inflación”, una manera un poco rimbombante de tomar las riendas del descontrol de los precios con el que convivimos desde hace años. En realidad, esta guerra comenzó hace tiempo pero no es la inflación quien nos ataca. Iniciar una contienda contra algo tan abstracto es señal de que no se tiene bien en claro quién es el enemigo. La inflación no es una divinidad ni un fenómeno meteorológico, sino el resultado de una nociva y avarienta acción de un puñado de privilegiados que se apropia de la dignidad del resto. Si la guerra no es contra Ellos, estamos condenados a una segura derrota.

Dos datos pueden aclarar estas afirmaciones. El primero se relaciona con las ganancias que obtuvo Arcor el año pasado. De acuerdo a lo informado por la empresa de Luis Pagani a la Comisión Nacional de Valores, más que duplicó el favorable saldo de 2020, con casi 20 mil millones de pesos, lo que representa más del 142 por ciento. Una ganancia excepcional que no merece aplausos, sino una ejemplar condena porque ni el incremento de precios del año pasado ni la evolución del consumo consiguen explicarla. La única receta para lograr esta “exitosa” acumulación es el aumento bestial del precio de los productos que Arcor elabora y comercializa, todos relacionados con los alimentos. Un abuso inadmisible de apropiación de ganancias.

El segundo dato se relaciona con la incidencia de los salarios en las cuentas empresariales. En 2015, el pago de sueldos representaba alrededor de un 20 por ciento y hoy apenas alcanza la mitad. Ese diez por ciento explica una pérdida del poder adquisitivo del 50 por ciento y para recuperarlo no basta con que los salarios “le ganen a la inflación”. La puja distributiva la ganan los formadores de precios y todos padecemos las consecuencias.

Por todo esto, el viernes no empieza la guerra contra la inflación sino una respuesta tardía de un gobierno que confía demasiado en acuerdos que siempre son pisoteados por los poderosos. No sólo Arcor, sino también Clarín, Techint, Ledesma, Molinos Ríos de la Plata y todas las empresas grandotas que operan en nuestro país han comenzado este conflicto. Cualquier medida que tome el Ejecutivo no debe ser temporal ni dubitativa: ya no es tiempo de negociar, sino de derrotar a los que nos hacen la vida imposible, por más amenazas que el Poder Real haga contra la democracia.

viernes, 11 de marzo de 2022

¿Ganamos o perdimos?

 

Difícil estar feliz después de la aprobación en Diputados del Acuerdo con el FMI. No sólo porque ninguna tratativa con ese organismo merece ser festiva, sino también porque el tamiz legislativo dejó fuera de la ley la principal garantía para que el peso de la deuda contraída de forma ilegítima no caiga sobre la espalda de la mayoría. Los que sí están contentos son los juntistas que lograron que la especificación de la (i) responsabilidad de Macri y el programa económico más o menos progresista fueran a parar el cesto. Esta victoria oficialista es confusa porque obtuvo más votos ajenos que propios. Una derrota encubierta después de haber negociado dos años una deuda que debería haberse desconocido desde el principio.

Los cambiemitas tienen más para celebrar porque –por enésima vez- lograron suavizar su prontuario. Como si no hubieran tenido nada que ver con el tema, quedan como paladines del diálogo y el consenso al sacar al Gobierno del riesgo de default. Hasta parecen más solidarios que los integrantes K del FDT. Encima tienen la posibilidad de alimentar la fractura tan deseada entre Alberto y Cristina. Y por si esto fuera poco, en una sola jugada debilitaron al adversario y allanaron más el camino hacia la presidencia. De ganar las elecciones en 2023, además de tener el tema de la deuda arreglado, podrán hacer las soñadas reformas laborales y previsionales y los ajustes regresivos de rigor para que la mayoría pierda derechos en pos de potenciar los privilegios de la minoría a la que representan. Todo esto es posible gracias a los incautos votantes que insisten en dejarse incrustar prejuicios, patrañas y mentiras por la hegemonía mediática.

Tanta insistencia con la reiteración de la tragedia, que Ricardo López Murphy tiene una inmerecida banca en la Cámara de Diputados. El efímero ministro de Economía de la Alianza denostó el proyecto porque no contenía las medidas de ajuste que lo eyectaron del ministerio más de veinte años atrás. Hasta se dio el lujo de “solidarizarse con las fuerzas de seguridad” que se entrenaban fuera del Congreso. La desmemoria de la mitad del país nos va a conducir a la extinción, más aún si siguen las moralinas de la denunciadora serial Margarita Stolbitzer: “no es de buen político andar llorando la herencia recibida, no es de buen político andar mirando cómo echar las culpas hacia el pasado”. Justo ella, que se sumó al rejunte que estuvo cuatro años justificando sus desmanes y atrocidades con la excusa de la inexistente Pesada Herencia.

Pero después de este episodio tiene que haber un futuro. No es justo dejar la cena servida para que se la fagociten los de siempre, porque en realidad, la cena somos nosotros y ya sabemos cómo devoran los angurrientos. El acuerdo con el FMI evidenció un desacuerdo en el frente gobernante que se tendría que haber aclarado antes. De aquí en más, hay que fortalecer los lazos –con más similitudes que diferencias- para enfrentar a quien sea para recuperar todo lo que hemos perdido en este tortuoso camino que venimos recorriendo desde 2015 y conquistar mucho más para garantizar la construcción de un país para todos.

sábado, 5 de marzo de 2022

Banderas, deudas y perlitas

 

La verdadera disputa se desatará cuando se plantee quiénes pagarán la deuda. Entonces, quedará más claro qué defienden los PRO, los jueces y los medios dominantes: los intereses de una minoría enriquecida a costa de nuestros padecimientos.

El acuerdo con el FMI ya está en el Congreso para su aprobación, una batalla que será dura no sólo con la oposición propiamente dicha sino también con algunos integrantes del FDT. Para desconocer la deuda ya es tarde, pero siempre es oportuno destacar su ilegitimidad, su monstruosidad y su inutilidad. En realidad, calificarla de inútil es demasiado ingenuo: los que la tomaron sabían de su cipaya utilidad. Las discusiones en el Congreso no deben pasar por aceptar o no este memorándum de entendimiento sino por quiénes son los que deberán devolver lo que fugaron. Los entendidos afirman que es “el mejor acuerdo posible” porque no incluye las reformas estructurales que siempre perjudican a la mayoría. Y el ajuste tan temido se aplicará a los más privilegiados, tal como vienen anunciando algunos funcionarios. Por supuesto, tener a los emisarios del FMI controlando nuestros números es por demás irritante pero es la pesadísima herencia que nos dejó el Infame Ingeniero y el mejor equipo de facinerosos de la historia.

Los PRO, lejos de estar arrepentidos por todas las rocas que dejaron en nuestro camino, están más agrandados que nunca y dispuestos a volver a ser gobierno con cualquiera de los monigotes que conforman su staff. Claro, el inmerecido triunfo que obtuvieron en las elecciones de medio término alimenta el ego de estos irresponsables personajes. Los medios hegemónicos capitalinos y los clones de todo el país contribuyen a presentarlos como angelicales paladines de la patria -por más que sean emisarios del Imperio- y validan todas las incongruencias que recitan frente a cámara. Y lo peor –por más incorrecto que esto suene- son los incomprensibles votantes que bailan al ritmo de las más obscenas manipulaciones. Quizá hasta estén exultantes porque los juntistas colgaron banderitas de Ucrania en sus bancas del Congreso y abandonaron el recinto cuando Alberto recordó que la investigación por la deuda sigue adelante. No todos se fueron: los que se quedaron padecieron un bullyng despiadado que está muy lejos del diálogo, el consenso y el “respeto por los que piensan distinto”.

Sin dudas, la lógica odiadora de los macristas contamina a sus seguidores, que están a la espera de que les señalen el blanco sobre el que atacar: con situar a Cristina en cualquier hipótesis descabellada alcanza para que la rabia los llene de baba espumosa. Si presentan una foto de la vice vestida como soldado ruso, por más inverosímil que sea, por más fallido que sea el fotoshop la toman como real y la incorporan al instante como un argumento válido para denostar al kirchnerismo. Ya sabemos que la tele tradicional influye en una porción pequeña del consumidor de medios, pero los mensajes en las redes se encargan de conducir el entendimiento de muchos hacia la más absoluta irracionalidad. La suspensión de la venta de crema o ensalada rusa sobra para reflejar tamaña estupidez.

La discusión pública está bastardeada como nunca y ya sabemos quiénes la han conducido hasta ese lugar. La mentira, la tergiversación y las más alocadas interpretaciones de hechos inexistentes pululan por todos los rincones y son asimiladas por individuos que se dejan pensar por el discurso dominante. Si toman en serio a Milei o creen que Rodríguez Larreta es la mejor opción para presidir el país no es porque estos personajes sean merecedores de semejante honor. Y para peor, Patricia Bullrich lidera las preferencias. El blindaje mediático es cada vez más poderoso y parece que no basta con el desastre dejado por Macri, las revelaciones sobre la GestaPRO de Vidal ni la CABA convertida en inmobiliaria por Rodríguez Larreta para desalentar a los votantes amarillos.

El panorama parece desolador. Pero siempre hay opciones para escapar del laberinto. El discurso de Alberto Fernández en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso puso el tema de la responsabilidad en la toma de deuda –entre otros temas no menos importantes- en agenda. Sin abusar de ella, la Cadena Nacional es una herramienta necesaria para señalar el rumbo y desenmascarar a los cínicos. Una vez por semana, media hora de discurso contundente puede despabilar muchas cabezas. Y la pauta oficial en los grandes medios destructivos podría ser la clave para debilitar esas vociferaciones que tanto confunden a los argentinos. Tomando las riendas del discurso y convirtiendo en logros las promesas, el camino hacia el 2023 parece más allanado.

domingo, 27 de febrero de 2022

Un desafío histórico

 

Como todos sabemos, el conflicto bélico entre la Federación Rusa y Ucrania nos hace olvidar un poco lo padecido durante dos años por la pandemia. Aunque no es un partido de fútbol, muchos se ven tentados de hinchar para uno u otro equipo. El que se está maquillando para ser uno de los candidatos a presidente, Horacio Rodríguez Larreta, mandó a iluminar el obelisco con los colores de la bandera ucraniana como una indudable muestra de obediencia a la Embajada –la norteamericana, por supuesto- y una promesa de convocar alguna manifestación amarilla con la consigna “Yo soy Ucrania” de continuar la controversia. Nunca “fueron” los países bombardeados o invadidos por EEUU, para no quedar aislados del mundo que empieza en Miami y termina en el Central Park. Este blindado personaje –quizá más infame que Macri- puede ocupar La Rosada desde 2023 para desplegar su impronta indisimulable de facilitar negocios inmobiliarios a fuerza de secuestrar espacios públicos o borrar del mapa escuelas y hospitales, además de bombardear la soberanía con deudas y privatizaciones.

El FDT enfrenta el desafío de evitar que ocurra esto, porque ya sabemos que los modelos neoliberales son pisoteadores de derechos en pos de potenciar privilegios. Cuando los representantes del establishment gobiernan, la mayoría retrocede cientos de pasos, como hemos experimentado con Macri. Este retroceso no es casual sino la estrategia que la minoría empachada utiliza para acumular cada vez más. Según un informe de la CEPAL –Comisión Económica para América Latina y el Caribe-, la concentración de la riqueza en nuestro país es tan monstruosa que los privilegiados tienen 302750 veces más que el resto de la población adulta. Y lo peor es que quieren más y no dejan pasar ninguna ocasión para incrementar esa diferencia.

Desde que se desató la pandemia ganaron como nunca, más aumentado precios que inversión. Hoy tenemos una canasta básica que casi cuesta más de dos salarios mínimos. Un despropósito si pensamos que la compra de alimentos no debería requerir más del 30 por ciento de un sueldo. Y por más que desde el Gobierno Nacional prometan que el salario le va a ganar a la inflación, los precios que desfilan ante nuestros ojos muestran un abuso inadmisible. Un descontrol que nos hace perder siempre. El Presidente ha descuidado algunos frentes: mientras enfrentaba la pandemia de la mejor manera y trataba de negociar la descomunal deuda contraída por Macri con el FMI, dejó que los formadores de precios saqueen nuestros bolsillos. No por maldad, a la manera de los amarillos, sino para evitar grandes conflictos. Algunos pueden pensar que la presión destituyente y constante del establishment mediático, económico y judicial lo intimidan y quizá no estén tan errados. Otros sospechan que Alberto es un hábil jugador que espera el desgaste de sus adversarios para obtener el triunfo, lo que sería fantástico. También están los suspicaces que vocean “son lo mismo” desde sus cómodos palcos, algo que es una exageración.

El presidente debería preocuparse por refutar estas especulaciones, que no se deja intimidar, que si se posterga el triunfo más se envalentonan los menos y sufren los más y que igualar a los PRO con los frentistas es un abuso de la simplificación. Entre los dos proyectos hay diferencias que deberían ser resaltadas de la manera más didáctica e insistente posible. Si Alberto y sus funcionarios se animaran a comunicar mejor, a recuperar la voz conductora y a aportar datos, argumentos, resultados y contrastes, se incrementaría un poco la adhesión y mucho más cuando las mejoras se vuelvan visibles. Ese consenso de las bases alimentaría la audacia y proponer una Empresa Nacional de Alimentos no sería tan irrealizable.

Alberto debería recuperar la “Voz Presidencial” que tanto se demonizó en tiempos de Cristina. Quizá abusó un poco pero sus intervenciones son enriquecedoras. El Presidente no tiene la oratoria de su vice pero logra buenos momentos en sus discursos. Claro que en comparación con Macri y Micheti es un expositor brillante. Pero, además de eso debería aprovechar mejor las millonadas que se destinan a pauta oficial, sobre todo en los medios hegemónicos manipuladores. Total, haga lo que haga el oficialismo siempre tienen dardos camuflados de críticas serias y comprometidas prestos a ser disparados.

Que cada vez más adviertan lo que se está haciendo para mejorar las cosas es imprescindible para lograr la continuidad de un proyecto de crecimiento con distribución. El adversario es peligroso no sólo para un frente político sino para casi todos los argentinos.

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...