Difícil estar feliz después de la aprobación en Diputados del Acuerdo con el FMI. No sólo porque ninguna tratativa con ese organismo merece ser festiva, sino también porque el tamiz legislativo dejó fuera de la ley la principal garantía para que el peso de la deuda contraída de forma ilegítima no caiga sobre la espalda de la mayoría. Los que sí están contentos son los juntistas que lograron que la especificación de la (i) responsabilidad de Macri y el programa económico más o menos progresista fueran a parar el cesto. Esta victoria oficialista es confusa porque obtuvo más votos ajenos que propios. Una derrota encubierta después de haber negociado dos años una deuda que debería haberse desconocido desde el principio.
Los cambiemitas tienen más para
celebrar porque –por enésima vez- lograron
suavizar su prontuario. Como si no hubieran tenido nada que ver con el
tema, quedan como paladines del diálogo
y el consenso al sacar al Gobierno del riesgo de default. Hasta parecen más solidarios que los integrantes K del
FDT. Encima tienen la posibilidad de alimentar
la fractura tan deseada entre Alberto y Cristina. Y por si esto fuera poco,
en una sola jugada debilitaron al
adversario y allanaron más el camino hacia la presidencia. De ganar las
elecciones en 2023, además de tener el tema de la deuda arreglado, podrán hacer las soñadas reformas laborales
y previsionales y los ajustes regresivos de rigor para que la mayoría
pierda derechos en pos de potenciar los
privilegios de la minoría a la que representan. Todo esto es posible
gracias a los incautos votantes que
insisten en dejarse incrustar prejuicios, patrañas y mentiras por la
hegemonía mediática.
Tanta insistencia con la reiteración de la tragedia, que
Ricardo López Murphy tiene una inmerecida
banca en la Cámara de Diputados. El efímero ministro de Economía de la
Alianza denostó el proyecto porque no
contenía las medidas de ajuste que lo eyectaron del ministerio más de veinte
años atrás. Hasta se dio el lujo de “solidarizarse
con las fuerzas de seguridad” que se entrenaban
fuera del Congreso. La desmemoria de
la mitad del país nos va a conducir a la extinción, más aún si siguen las moralinas
de la denunciadora serial Margarita Stolbitzer: “no es de buen político andar
llorando la herencia recibida, no es de buen político andar mirando cómo echar las culpas hacia el pasado”.
Justo ella, que se sumó al rejunte que estuvo cuatro años justificando sus desmanes y atrocidades con la excusa
de la inexistente Pesada Herencia.
Pero después de este episodio tiene que haber un futuro. No es justo dejar la cena servida para que se la fagociten
los de siempre, porque en realidad,
la cena somos nosotros y ya sabemos cómo devoran los angurrientos. El acuerdo
con el FMI evidenció un desacuerdo en el frente gobernante que se tendría que
haber aclarado antes. De aquí en más, hay que fortalecer los lazos –con más
similitudes que diferencias- para enfrentar
a quien sea para recuperar todo lo que hemos perdido en este tortuoso camino
que venimos recorriendo desde 2015 y conquistar
mucho más para garantizar la construcción de un país para todos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario