viernes, 11 de marzo de 2022

¿Ganamos o perdimos?

 

Difícil estar feliz después de la aprobación en Diputados del Acuerdo con el FMI. No sólo porque ninguna tratativa con ese organismo merece ser festiva, sino también porque el tamiz legislativo dejó fuera de la ley la principal garantía para que el peso de la deuda contraída de forma ilegítima no caiga sobre la espalda de la mayoría. Los que sí están contentos son los juntistas que lograron que la especificación de la (i) responsabilidad de Macri y el programa económico más o menos progresista fueran a parar el cesto. Esta victoria oficialista es confusa porque obtuvo más votos ajenos que propios. Una derrota encubierta después de haber negociado dos años una deuda que debería haberse desconocido desde el principio.

Los cambiemitas tienen más para celebrar porque –por enésima vez- lograron suavizar su prontuario. Como si no hubieran tenido nada que ver con el tema, quedan como paladines del diálogo y el consenso al sacar al Gobierno del riesgo de default. Hasta parecen más solidarios que los integrantes K del FDT. Encima tienen la posibilidad de alimentar la fractura tan deseada entre Alberto y Cristina. Y por si esto fuera poco, en una sola jugada debilitaron al adversario y allanaron más el camino hacia la presidencia. De ganar las elecciones en 2023, además de tener el tema de la deuda arreglado, podrán hacer las soñadas reformas laborales y previsionales y los ajustes regresivos de rigor para que la mayoría pierda derechos en pos de potenciar los privilegios de la minoría a la que representan. Todo esto es posible gracias a los incautos votantes que insisten en dejarse incrustar prejuicios, patrañas y mentiras por la hegemonía mediática.

Tanta insistencia con la reiteración de la tragedia, que Ricardo López Murphy tiene una inmerecida banca en la Cámara de Diputados. El efímero ministro de Economía de la Alianza denostó el proyecto porque no contenía las medidas de ajuste que lo eyectaron del ministerio más de veinte años atrás. Hasta se dio el lujo de “solidarizarse con las fuerzas de seguridad” que se entrenaban fuera del Congreso. La desmemoria de la mitad del país nos va a conducir a la extinción, más aún si siguen las moralinas de la denunciadora serial Margarita Stolbitzer: “no es de buen político andar llorando la herencia recibida, no es de buen político andar mirando cómo echar las culpas hacia el pasado”. Justo ella, que se sumó al rejunte que estuvo cuatro años justificando sus desmanes y atrocidades con la excusa de la inexistente Pesada Herencia.

Pero después de este episodio tiene que haber un futuro. No es justo dejar la cena servida para que se la fagociten los de siempre, porque en realidad, la cena somos nosotros y ya sabemos cómo devoran los angurrientos. El acuerdo con el FMI evidenció un desacuerdo en el frente gobernante que se tendría que haber aclarado antes. De aquí en más, hay que fortalecer los lazos –con más similitudes que diferencias- para enfrentar a quien sea para recuperar todo lo que hemos perdido en este tortuoso camino que venimos recorriendo desde 2015 y conquistar mucho más para garantizar la construcción de un país para todos.

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