jueves, 31 de enero de 2019

El ocaso de Macrilandia


La militante y funcionaria Laura Alonso brindó esta semana una síntesis del plan del gobierno amarillo: ejecutar sobre CFK un castigo ejemplar para satisfacer los prejuicios de los odiadores y desalentar cualquier manifestación a su favor. No importa si para ello deben pisotear derechos y garantías constitucionales: lo que buscan es reciclar la impronta refundacional del ’55, borrar de la memoria colectiva las bondades de un proyecto redistributivo y concentrar en unos pocos el patrimonio que debería ser de todos. Quien no lo entienda así, está equivocado en su análisis. Quien aplauda las exaltadas amenazas de la titular de la Oficina Anticorrupción ajena y no demostrada se está dejando arrastrar hacia el peor lado. Quien crea que éste es el único camino, resbalará por una espiral de decadencia interminable.
Siempre es necesario aclarar conceptos: la OA no es una fiscalía sino un órgano de control del presente. De ahí que resulta inadecuado que ese lugar lo ocupe alguien del mismo color político. Más aún cuando Alonso ha distorsionado su rol para que sea un centro de apología y ocultamiento de las trapisondas del Gran Equipo. En lugar de festejar el inconstitucional decreto de extinción de dominio, debería estar preocupada por la estafa del Correo, las cuentas off shore, la connivencia de los funcionarios con las empresas y el financiamiento turbio en las elecciones de 2015 y 2017. Pero no: como confesó estar “enamorada de Macri” y ante el crecimiento de la imagen negativa del Cambio, de lo único que se ocupa es de condenar a eso que llaman populismo.
Si no fueran tan salvajes, no tendrían necesidad de apelar a estas tretas. Si no fueran tan angurrientos, podrían haber hecho un simulacro de bonanza para encarar la campaña con logros y argumentos. Si fueran más comprometidos con el país, hubieran invertido una mínima parte de lo que ganan con la especulación para impulsar un leve crecimiento. Si fueran más hábiles, en lugar de lamentarse por la Pesada Herencia, hubieran intentado superarla con menos desprecio y egoísmo. Pero son lo que son y hay muchos que todavía no lo entienden.
En la frase pública de Alonso se concentra eso que son: arbitrarios, vengativos y autoritarios. Prepotentes, también, pero sin alzar la voz. Con la calma fingida de quien contiene la bilis y como una arrabalera, la exaltada funcionaria esputó "no sé si Cristina Kirchner va a ir presa, pero estoy segura de que va a terminar sin un peso". ¿Acaso pensará robarle la cartera o invadirá una de sus propiedades como una okupa? Lástima que el complaciente periodista no le hizo estas preguntas para saber a qué atenernos.
Camuflajes informativos
Pero hay más ignorancia brindada por este personaje. "Cuando los legisladores empiezan con los tecnicismos es porque no quieren aprobar una ley", explicó como la experta que no es. Tecnicismos que no tuvieron en cuenta los países que sí implementaron la extinción de dominio y deben afrontar resarcimientos voluminosos por apropiación indebida de bienes. Claro, total los PRO ya no estarán entre nosotros cuando llegue ese momento.
De cualquier modo, todas las lupas están puestas sobre los bienes de Cristina desde el principio de su mandato y no han encontrado más que las irregularidades inventadas en las letrinas mediáticas. Además, hace más de tres años que gobiernan con un poder casi absoluto sobre muchos jueces por afinidad, chequera o látigo. Sin embargo, no han podido descubrir nada: todas sus propiedades están declaradas, no hay cuentas secretas, bóvedas ni satélites-cofre y no se acogió a ningún blanqueo de dinero negro como sí lo han hecho familiares, amigotes y funcionarios de Macri. Hasta Marcelo Gustavo Pera, acusado por el oficialismo de lavar dinero de Pablo Escobar, pudo ingresar al país más de 135 millones de pesos gracias a la iniciativa de Macri y sus secuaces. Después pretenden pontificar sobre mafias y corrupción, cuando lo único que quieren es la exclusividad.
Difícil arribar a estas conclusiones si uno está atado a la agenda informativa oficial: un plan tenebroso para extraviar conciencias. Mientras desde las más oscuras oficinas gubernamentales pergeñan las peores medidas para deteriorar nuestra vida, los medios hegemónicos militan el ajuste o desvían la atención. Comer tierra para adelgazar, estar a la moda en mini departamentos o comprando ropa usada, incrementar la creatividad de los infantes regalando cajas de cartón, ser saludable con una comida al día, disfrutar del trabajo sin pensar en el sueldo, el negocio de vivir en la calle y miles de vilezas más que se imprimen sin rubor en las páginas de Clarín y La Nación. A esto se suma el ocultamiento de las consecuencias del saqueo que llaman ajuste. Lo más notorio de estos días fue la desigual cobertura en la tapa de Clarín de un apagón de 2013 respecto al actual. Lo que antes dramatizaban con letras gigantes hoy apenas lo susurran en un recuadro minúsculo, a pesar de que los afectados de ahora superan 200 veces los de otrora.
Ocultar un apagón que afectó a 400 mil usuarios con tarifas abultadas en más de mil por ciento ya debería dejarlos afuera de la escena informativa, si no por el gobierno, al menos por lectores y periodistas que basan su conocimiento en ellos. Pero estos medios que crecieron bañados en la sangre vertida por la dictadura tienen mucho más para esconder de este gobierno nefasto. A pesar de que hace 11 años que se sancionó la Ley de Bosques, Argentina está entre los diez países que más bosques destruyen en favor de la explotación especulativa sojera. Sólo en 2018, en el norte del país se han destruido más de 110 mil hectáreas de bosques nativos, a pesar de la protección. El desequilibrio ecológico que provoca la ganancia de unos pocos es monstruoso, pero Sergio Bergman, el funcionario de Medio Ambiente que se disfraza de árbol, nada dice de estas cosas. Y las propaladoras de estiércol oficialistas, tampoco.   
Menos van a hablar del informe que presentó el radical Mario Cimadevilla hace más de un año, cuando el Ejecutivo resolvió cerrar la Unidad Especial de Investigación AMIA. El ex funcionario acusó a Macri y sus secuaces de convertir este organismo en un centro de encubrimiento a los responsables del atentado. Además, revela que hace dos años llegó al país una comisión de expertos en inteligencia extranjeros que consideraron débil la hipótesis iraní y que debía re direccionarse la investigación. Pero claro, como el oficialismo se abraza a la pantomima de acusar al anterior gobierno de encubrimiento por el Pacto no concretado con Irán, prefiere guardar silencio sobre estos temas tan inconvenientes en tiempos electorales.
Tampoco dirán que los productos lácteos se incrementaron muchos puntos por encima de la inflación y por eso decreció en un 10 por ciento su consumo ni que el 80 por ciento del capital ingresado en estos tres años fue sólo especulativo. Lo que sí celebraron en sus libelos cotidianos es que por primera vez, Argentina ocupará la vicepresidencia del Consejo de DDHH de la ONU: un honor que llega a destiempo, justo con un gobierno que desmonta derechos en pos de los privilegios. Tanta propaganda periodística no es gratis: desde que comenzó el Cambio, el trío Macri, Vidal y Rodríguez Larreta gastaron más de 14 mil millones de pesos en pauta oficial y más del 30 por ciento de eso fue para el Grupo Clarín y el diario La Nación. Sacar las cuentas de cuántos jardines de infantes podrían construirse con esa cifra indignaría a los sonámbulos que los votan. Este inusual blindaje lo pagamos todos con este bestial ajuste para que lo disfruten apenas unos pocos.

lunes, 28 de enero de 2019

Distracciones que aturden


La crisis prefabricada en Venezuela por el gobierno de EEUU, con la ayuda de cómplices y obsecuentes, echa tanta luz sobre el escenario mundial que ya enceguece. Quien aún crea que la preocupación por el pueblo, la inflación o la calidad democrática es veraz, padece de alucinaciones incurables. Eso es lo que menos importa: el único objetivo es saquear los recursos naturales no sólo de Venezuela, sino del resto de la región. Gracias a votantes deslumbrados por los espejitos que venden los medios hegemónicos, gobiernos títeres como el de Macri, Bolsonaro, Piñera y otros más sirven en bandeja a la Patria Grande para que las corporaciones imperiales se hagan un festín. En definitiva, la distracción de algunos contribuye al empobrecimiento de casi todos.
Distracción que se suma a la pereza necesaria para desconfiar de las prioridades informativas de los medios vernáculos. Pereza para desentrañar los entresijos pero no para memorizar los titulares. Los usuarios que condenan a Nicolás Maduro - elegido con casi el 70 por ciento de los votos- pero aceptan como presidente interventor a Juan Guaidó se guían más por prejuicios que por verdadero entendimiento. Como en todo. Cada uno es dueño de hacer lo que le plazca: el problema es que después convierten ese licuado que indigesta su mente en un voto válido; y ya sabemos el hedor a vómito que destila eso.
Algunos dicen que lo que pasa en Venezuela no cambia la situación de nuestro país. Por supuesto, que asuma Guaidó en lugar de Maduro no hará bajar las tarifas de los servicios ni revertirá la caída del 7,5 por ciento de la actividad económica. Nada de eso, pero si triunfa el golpe de Estado orquestado desde las letrinas imperiales estaremos mucho más vulnerables. No sólo por la invasión consecuente, sino por la certidumbre de que nos gobierna un tipo capaz de renunciar a principios que no tiene con tal de congraciarse con el Amo. Más aún si disfraza tanta traición de valores que no tiene ni tendrá.
 ¿Por qué los medios hegemónicos se preocupan tanto por Venezuela? Primero, porque son tan cómplices como los gobiernos títeres; segundo, porque denostar un proyecto que busca la equidad es esencial para los voceros del capitalismo; y tercero, porque las cosas no van bien en estas tierras y hay que entretener al público cautivo mientras el Cambio carcome la dignidad. Puro humo, como todo lo que se instala desde las cloacas del oficialismo.
A despabilar conciencias
  Macri se preocupa en Venezuela por lo que acá abunda: autoritarismo, inflación y pobreza. Mientras el delfín que oficia de Jefe de Gobierno porteño apalea a los manteros, el empresidente apoya a alguien que se erige como mandatario desde una vereda ante una pequeña muchedumbre. Incongruente como todo lo que dispone este gobierno infame. Tanto, que firma un DNU sin urgencia y en contra de lo que dicta la Constitución para incautar bienes de los supuestos corruptos de la oposición sin tener en cuenta que puede convertirse en un boomerang para sí mismo, sus amigotes y muchos de sus funcionarios. Tanto, que los bolsos de José López parecen más una puesta en escena oficial que una metida de pata de un corrupto enloquecido. Tanto, que la causa de las fotocopias de los no cuadernos puede ser más perjudicial para los empresarios arrepentidos que para los funcionarios acusados. Tanto, que las concesiones realizadas al Grupo Clarín pueden patear en contra a la hora de desalojar a Macri de la Casa de Gobierno.
Lo importante es enloquecer a la población, de acuerdo a los conceptos del asesor Jaime Durán Barba, que ahora hace encuestas para averiguar si los argentinos creemos en los fantasmas. Lo único que falta: que propongan alguna legislación para salvar la Grieta entre vivos y muertos. Cualquier cosa con tal de apartar el eje de la discusión de cara a la campaña presidencial. Nada mejor que discutir estupideces antes que abordar los fracasos económicos, sociales, culturales y científicos del Mejor Equipo de los Últimos 50 Años. Fracasos intencionales, hay que insistir.
¿Qué otra cosa se puede esperar de un malandra que ganó las elecciones con promesas que no pensaba cumplir y gracias a falacias instaladas desde los medios de  comunicación? No hay que olvidar que Macri, los PRO y los sicarios que le hacen comparsa, se treparon al cadáver del suicidado fiscal Nisman para culpar a Cristina de homicidio. La mejor noticia falsa de todos los tiempos; una manipulación perfecta que merece ser estudiada en las más prestigiosas universidades. A sabiendas de su impunidad, los periodistas del monopolio ubicaban el orificio de la bala donde mejor convenía para que un Comando iraní venezolano entrenado en Cuba asesinara al fiscal en el reducido espacio del baño salpicado de sangre sin dejar una huella en un departamento cerrado por dentro y sin registro de movimientos extraños. Desoyendo el resultado de las pericias del Cuerpo de Medicina Forense de la Corte Suprema –que concluía en suicidio- armaron homenajes al oportuno cadáver y lo exhibieron como hombre probo, a pesar de los chanchullos comprobados antes y después de tan funcional episodio.
Y siguen con la pantomima, a pesar de que en el expediente del juicio, los únicos imputados son Diego Lagomarsino y un custodio de la torre en la que Nisman vivía. Mientras su absurda denuncia se desmoronaba ante la desmentida de todos los involucrados y el rechazo de los jueces de turno a darle curso, el fiscal era presionado por dirigentes PRO, periodistas y su ex mujer, la jueza Sandra Arroyo Salgado. Todos lo empujaban al abismo. Los mensajes de whatssap de las últimas 48 horas muestran el vertiginoso fin de semana de este inasible personaje. Laura Alonso, Patricia Bullrich y Mauro Wolf eran los que apuraban a Nisman para que presente en el Congreso su insostenible acusación, algo a lo que se negaba por la presencia de legisladores del oficialismo de entonces.
El daño ya está hecho: por más que no haya pruebas de homicidio, por más que sea un suicidio de manual, ya instalaron en el público odiador la idea del magnicidio; aunque la sentencia confirme el suicidio, los manipulados por esta telenovela se quedarán con la sensación de que “nunca se sabrá la verdad”. Increíble: con las pruebas a la vista, seguirán atados a la patraña hasta el fin de los tiempos antes que reconocer que han sido estafados y enojarse con los estafadores. Un caso de alucinación colectiva que anula toda posibilidad de conciencia.
Ellos, tan preocupados por el gasto público, malgastan fortunas en procesos judiciales basados en falacias que ni deberían llegar a la mesa de entrada de un tribunal inferior. Mientras tanto, las causas escandalosas en las que están involucrados los amarillos van a parar a los archivos más recónditos, descansan en jueces amenazados o rebotan al instante con la etiqueta de falta de mérito, como las cuentas off shore, la condonación de deuda del Correo Argentino o la archi demostrada trapisonda de los aportantes truchos, a pesar de incluir lavado de dinero, falsedad ideológica y apropiación de identidad.
Cuando la mafia gobierna, los únicos privilegiados son los mafiosos, que succionan bienes del Estado a bajo costo, explotan a los usuarios con sobreprecios, evaden a más no poder y fugan el botín a los paraísos más lejanos. La derecha gobierna así, sin respetar ni la vida; atropella todo para apropiarse de todo. Lo más grave es que todavía quedan algunos que esperan que salga algo bueno de este engendro.

jueves, 24 de enero de 2019

Apariencias que ya no engañan


Según algunas encuestas, hasta el núcleo duro PRO está abandonando a estos sátrapas. No es para menos, si no pueden disimular los desastres que provocan. Sólo reciben apoyos de los que no entienden nada o son tan malos como ellos. Malos todoterreno y sin atenuantes. Ignorantes, torpes y malvados. No hace falta demasiada lucidez ni contar con información clasificada para arribar a esta conclusión. Si la mafia mediática no engalanara tanto sus tropelías, no harían falta elecciones para desalojar de La Rosada a esta patota tan poco democrática.
Y no es, como sostienen algunos, que las cosas salen mal, tienen mala suerte o los hados se entretienen desatando tormentas. Las cosas salen mal porque las hacen con maldad, para obtener malos resultados; no hay mala praxis, sino mala intención; no quieren mejorar las cosas, sino empeorarlas y así, cuando la mayoría esté en la ruina, un fosforito puede parecer una antorcha y cualquier migaja, un manjar.
Para Ellos –no sólo los que gobiernan sino también la minoría representada- gran parte de la población no merece nada porque todo les pertenece. El salario, la jubilación, la salud, la educación no son derechos sino escollos en su carrera hacia el podio de los más ricos. Que las 26 personas más ricas del mundo tengan tanto como 3800 millones de personas no les produce indignación, sino envidia. Por más que reciten las más edulcoradas promesas leídas de un telepronter, la igualdad les importa medio pepino: sólo quieren ascender a la cima de Forbes para ufanarse de la desolación que han dejado a su paso.
Algunos dirán –con ingenuidad o cinismo- que han amasado esas descomunales fortunas con talento, empeño y mucho sudor de su frente. Patrañas: talento, empeño y sudor lo pone cualquiera. Millones de personas lo hacen todos los días y ni en veinte vidas llegarán a acumular tantos dígitos. Esas cifras sólo se consiguen de la peor manera, especulando, coimeando, explotando, evadiendo: los más admirados del capitalismo deberían estar entre rejas porque son los que provocan guerras, epidemias y crisis alimentarias y ecológicas sólo para seguir incrementando el botín.
Eso es Macri, un apellido que sintetiza lo peor del sistema, no como individuo sino como símbolo. Detrás de él –y por encima, también- se escudan secuaces, titiriteros, acólitos y beneficiados. Todos llevando al país a una crisis innecesaria y sin precedentes. Nadie en tan poco tiempo hizo todo con tanta saña.
Semilla de maldad
Como su intención de daño no termina con lo realizado, ya está en campaña para su reelección. Esta vez no habrá engañosas promesas, sino descabelladas iniciativas e incongruentes definiciones que sólo buscan seguir hechizando a los que se dejan hechizar. Cualquier cosa puede servir, desde obras de otros tiempos inauguradas cien veces, el reconocimiento institucional de la persecución política o el cipayismo de siempre apuntando a Venezuela. Toda pavada se transforma en trascendente y cualquier yerro en acierto con la parafernalia mediática que enloquece al público cautivo. Por supuesto, nada tiene como destino mejorar la vida que ha deteriorado: sólo bravuconadas de quien se cree con el poder suficiente para imponer las normas, reescribir la historia y diseñar el futuro a la medida de los angurrientos que lo apañan.
El Empresidente experimenta una estrepitosa caída de su imagen positiva por una realidad que no se adorna ni con los más militantes títulos de Clarín, La Nación, TN y El Trece; de ese corifeo siniestro que siempre ha tratado de vender escuerzo por liebre y centros de detención clandestinos como clínicas de recuperación; esa vocinglería infernal que envolvió al más mediocre y oscuro con un papel que lo hace parecer brillante. Tan transparente que nombró al frente de la Oficina Anticorrupción a la más mili-tonta del plantel para minimizar los chanchullos.
Así las cosas y ante las complejidades legislativas que no entienden de apuros electorales, en pleno verano, Macri apeló a los decretos: uno para conformar a las corporaciones y el otro, a los odiadores. El primero, pone a disposición de unos pocos el satélite que es de todos. El segundo, la Extinción de Dominio, que convierte las arbitrariedades judiciales en un juego más divertido y diabólico. Ambos, atropellando leyes, principios constitucionales y la independencia de poderes. Todo amasijando las instituciones para ganar unos puntitos de aceptación.
Como si fuera un superhéroe de comic y en una Cadena Nacional que ya no interrumpe telenovelas, sentenció que “el que las hace, las paga”. Tanta hipocresía es como cinco patadas al hígado. Justo él, que las hizo todas y no pagó nada, vomita esa absurda amenaza. Él, que goza de una fortuna nacida en connivencia con la dictadura y multiplicada con reiteradas estafas al Estado, amenaza a los demás. Y eso que Macri aparece en Google como el presidente más corrupto del mundo. Si por lo menos, al anunciar la inconstitucional medida, hubiera puesto a disposición de la Justicia, digamos, un 50 por ciento de sus bienes, su agónico gesto sería un poco más creíble.
Pero es su constante: pontifica sobre lo que no es ni hace. Y, por supuesto, jamás reconoce sus errores. Si, a pesar del bestial incremento de la tarifa de electricidad, se produce un apagón que afecta a más de 200 mil usuarios, lo mejor es silbar la tontuela melodía de la herencia o las inversiones. Si Sandra Rivas muere de un balazo en la nuca por la obediencia de un oficial inexperto a la orden exterminadora de Bullrich, lo ideal es afirmar que éste es el camino. Si la fuga de capitales de unos pocos coincide con el préstamo del FMI que pagaremos entre todos, hay que aplaudir porque el mundo confía en nosotros. Si el hantavirus se expande por falta de prevención y la rabia vuelve a acechar desde el aire con los murciélagos, hay que hablar de fútbol, del amor o de lo que sea.
Y de Venezuela, que sirve para todo. Un anti ejemplo siempre a mano. Un proyecto que garantiza su continuidad gracias a los votos es atacado por el Imperio y sus servidores para succionar su petróleo. Los que pontifican sobre democracia, diálogo y consenso apoyan a los opositores que conspiran para un golpe de Estado. Y Macri, tan servicial y poco patriótico se entromete para facilitar el dominio del Norte sobre el Sur.    
Algunos –cada vez más- van entendiendo: el Ingeniero es peor de lo que parece. Pero no sólo por él, sino por todo lo que lo contiene. Como nunca antes está tan claro que no es una cuestión de nombres lo que está en juego. Que Lavagna, Urtubey, Massa, Vidal, Larreta y muchos más son sinónimos de la misma impronta: egoísmo, voracidad y cipayismo para reconquistar el país con la mentirosa intención del Cambio.

lunes, 21 de enero de 2019

El eterno retorno a lo mismo


El primer apunte de este año electoral comenzó a pensarse en las playas poco pobladas de una ciudad de la Costa acostumbrada a temporadas más abundantes. Comerciantes, hoteleros, feriantes y actores callejeros sintetizaban la sorpresa con una frase irrefutable: “no vino nadie”. El pregón de los vendedores ambulantes llegaba a pocos oídos, más allá de los tentadores manjares ofrecidos. Las peatonales, que otrora bullían de entusiastas paseanderos, ahora exhiben caminantes cabizbajos de bolsillos flacos y locales oscuros donde el año pasado brillaban comercios. Los bares y restaurantes que antes ostentaban largas listas de espera ahora apenas llegan a ocupar la mitad de las mesas. Una decadencia evidente con una sola explicación en la punta de la lengua que pocos se animan a soltar porque, de hacerlo, deberían asumir parte de la responsabilidad de haber optado por el Cambio.
Con todas las letras, los que guardan silencio son los que convirtieron a esta banda de farsantes en el Mejor Equipo de los últimos 50 años, una estupidez que se desmonta apenas escucharlos. Con los resultados a la vista basta para calificarlos como los peores de la historia. Los que no callan, recitan las excusas que se amplifican desde los medios cómplices: a la Pesada Herencia y “se robaron un PBI”, se suma ahora lo del fin de la fiesta, una nueva versión del “les hicieron creer que…”. Esos son los que se enfadan cuando uno señala que no piensan por sí mismos, que se dejan pensar por otros o que repiten las patrañas que escucharon en la tele sin evaluar su veracidad. Lo más crítico que pueden largar es un pueril y descomprometido “al final, son todos iguales”.
Como estaba de vacaciones, traté de no trenzarme en discusiones infructuosas y estresantes. Más escuchar que refutar fue la estrategia, aunque me costó mucho contener las explicaciones que se amontonaban en mi garguero. Lo que sí noté en muchos de estos apologistas sin beneficios es la resignación a la desesperanza: aunque convencidos de que esto no va a mejorar, apuestan a seguir por este camino. Además de tozudos, masoquistas. Y para eso se exponen a quedar como perfectos colonizados, autómatas empobrecidos o necios incurables.
Al parecer, casi todos los centros turísticos padecieron la austeridad, con el atenuante de los que antes vacacionaban en el extranjero y ahora “caen” en el turismo nacional. No porque pese la celeste y blanca sino por la devaluación, que desmorona cualquier sueño. Como el dólar se incrementó en un 105 por ciento el año pasado, este verano se redujo en un 50 por ciento la salida de argentinos al exterior. Y esos que fueron a la Costa en lugar de Cancún no advierten que son víctimas de la recuperación de la exclusividad de una minoría. Pero, como dijo Macri ante las inundaciones, “tenemos que acostumbrarnos”.
Malas costumbres argentas
Ya se jugó mucho con esa frase, así que sólo me limitaré a una que lo sintetiza todo: tenemos que acostumbrarnos a estar cada vez peor. Eso aconseja el Ingeniero, con un cinismo disfrazado de estoicismo y esa entonación humana que nunca le sale. Cuando recita como fábula las consecuencias del cambio climático, omite reconocer que la deforestación para la sobre explotación de la tierra favorece las inundaciones. Para él, todo se resuelve con usar menos energía y andar en bicicleta, como hacen sus amigotes, los especuladores financieros. Tampoco mencionó que la crecida se produjo porque las alcantarillas de las vías estaban elevadas 60 centímetros más de lo planificado y eso impidió el flujo del agua. A la inoperancia también tendríamos que acostumbrarnos, como aconsejó el buen Mauricio.
Además, a la incapacidad de gobernar, porque la inflación de 2018 –ésa que el Gerente prometía bajar en dos minutos- superó el 47 por ciento, cuando habían calculado el 15. El neoliberalismo fracasa una vez más; o triunfa, porque unos pocos están desbordando sus arcas, como los banqueros o los distribuidores de energía. La libertad de mercado, ese latiguillo insostenible, se convierte en un jolgorio de angurrientos. El capitalismo es eso, más aún cuando el Estado alienta y justifica el abuso de las grandes corporaciones. Que la inflación mayorista haya pasado el 73 por ciento indica, no un problema técnico, sino un conflicto ético. La inflación no es un fenómeno climático, sino la acción voluntaria de succionar recursos más allá de la legítima rentabilidad.
Algunos analistas económicos –no los que se abrazan a la pamplina de la tormenta- explican desde la praxis los malos resultados de la economía macrista, como si el problema pasara por la mala aplicación de una receta magistral. Aunque Macri y su pandilla aseguren que estamos por el buen camino, nunca llegaremos al paraíso que prometen. No porque no les salga, sino porque el objetivo es desigualar más para incrementar sus fortunas. A principios del siglo XX fuimos el Granero del Mundo; Macri prometió que seríamos el “supermercado” del mundo; gracias a sus políticas nos transformamos en el casino del mundo con coto de caza incluido. En definitiva, el problema pasa por quiénes son los destinatarios de lo que queremos ser, no por lo que seamos. ¿Por qué tenemos que ser para el mundo lo que no somos para nosotros? ¿Cómo vamos a satisfacer angurrias a costa de exterminar derechos?
Pero claro, los fanáticos del Cambio jamás se plantean estas cosas: cualquier engendro es mejor que la vuelta al populismo. Populismo que no hace más que provocar el derrame de una pequeña parte de lo acumulado por los que se creen dueños del país. Con este modelo de despiadados saqueadores, ni siquiera un mísero goteo se produce, al menos para simular que no sólo les preocupan las planillas. Al contrario, sólo prometen más ajustes –más penurias- para el desbarajuste que provocaron Ellos, que no es más que lo que vinieron a hacer: a desequilibrar el lento equilibrio que estaba construyendo el gobierno anterior.
Aunque no haya un logro del que enorgullecerse, una tercera parte del electorado avalará la continuidad por este túnel oscuro con destino de ciénaga. No porque aprecien las pestilencias del pantano, sino porque prefieren renunciar a una parte del goce propio antes que aplaudir el ascenso ajeno. No porque les preocupe la corrupción, sino porque es la mejor excusa que encuentran para rechazar lo que no comprenden. Porque es más fácil sumarse a la carnavalesca caravana del asesinato de Nisman que reconocerse como engañado. Porque es más sencillo asentir cuando los facinerosos con traje canchero pregonan sobre la cultura del trabajo, que descubrir que las grandes fortunas no son producto del trabajo honesto.
El año electoral promete ser fascinante, histórico, hasta salvaje. La mentira constante de los funcionarios, las falacias mediáticas para manipulados y las escaramuzas y piruetas de los jueces cómplices serán los ponzoñosos platos cotidianos, la píldora alucinógena de las cómodas pantallas. De un lado, la inconcebible prepotencia de un oficialismo arrollador; del otro, una propuesta opositora que se desdibuja a fuerza de tanta unidad y poca transmisión de conciencia; en el medio, expulsados, ajustados, angustiados, millones que esperan la salida que antes desdeñaron. Mientras tanto, el descontento creciente se manifiesta en calles, conciertos, playas a la espera de convertirse en voto. O en otra cosa, si la paciencia colectiva encuentra su límite.

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...