Malhumorado por tener que
interrumpir otra vez sus vacaciones, el procesado con juicio oral en eterna
espera, Mauricio Macri, brindó una apresurada conferencia de prensa para simular preocupación por las complicaciones
que generan sus amigotes. Como ya se piensa presidente y cree que la CABA
es Todo el país, anunció la convocatoria a un comité de crisis, más para echar leña al fuego que para
solucionar nada. Y de paso para exhibirse como un buen piloto de tormentas, aunque el problema sea la distribución de la
energía y no las lluvias que desbordaron la ciudad en varios momentos de su
gestión, mientras también vacacionaba. Pero, más que nada, para culpar de todo
al Gobierno Nacional, que es, en su
visión pueril y demagógica de las cosas, el malo de todas las películas habidas
y por haber. Mientras sus laderos observaban incrédulos y tratando de
contener la risa, el Ingeniero dictaba cátedra sobre lo que sería el país en
sus manos. Después de cumplir con el guionado rol, volvió a su descanso en
Villa La Angostura.
Si todo lo que ha ocurrido desde mediados de noviembre forma
parte de un libreto destinado a crear la ilusión del final de un año horrendo,
sólo el tiempo lo dirá. Por el momento,
la sincronía de estos hechos dispersos induce a suponer que es así. Pero lo
que más convence es que cada uno de los actores de este sainete direcciona sus
dardos verbales a CFK y su equipo, sea cual sea el tema. Algunos lo creen y
otros no tanto. Muchas de las protestas de los vecinos de la CABA se situaron
en las puertas de las empresas, señalándolas como las principales culpables de
los cortes de electricidad, por más que
el Alcalde Amarillo y sus jefes mediáticos traten de deslindarlas de toda
responsabilidad.
Cuando un periodista le preguntó sobre el papel
de las empresas en esta crisis, Macri respondió que “acá el único responsable es el gobierno nacional, que no tiene
capacidad de respuesta”. Sin embargo, no es la primera vez que ocurren
estos episodios y el Estado aplicó las multas correspondientes ante la falta de
inversión, muchas de ellas frenadas por
medidas cautelares de jueces cómplices. De eso no habla el líder del PRO,
ni tampoco de su amigo de la infancia, Nicolás Caputo, el siempre beneficiado
empresario que creció gracias a la obra pública en la CABA. Como si fuera la primera
vez que esto ocurre, recitó “esto vino
para quedarse. Va a tardar varios años en resolverse. Esto puede pasar varias
veces en el verano”. Lo que no dice
el manipulador ingeniero es que el problema no es de oferta, como era muchos
años atrás, sino de ineficiencia en la distribución. De cualquier modo,
siempre es bueno culpar de todo a Cristina.
Y después, como para resaltar su rol clasista de dueño del país, reclamó: “espero escuchar anuncios del gobierno nacional en breve sobre cómo va
a establecer un programa de inversión”. ¿Y las empresas no tienen nada que
ver en todo esto? Para él, por supuesto que no: son casi víctimas. Respecto a la
propuesta de los funcionarios federales de dejar la distribución en manos de
los gobiernos locales, Macri explicó que “no
podemos dar subsidios, tendríamos que subir las tarifas”. Aquí viene lo
interesante: mientras la Ciudad aumenta las partidas para la educación privada,
la propaganda y los negocios, niega subsidios a los servicios. En fin, un nuevo episodio para ir anotando y
reflotar cuando el tiempo lo requiera. El que avisa no traiciona.
Argumentos para
un brindis
Algunos medios presentarán minuciosos recorridos
por los hechos más sobresalientes de este año que nos abandona, con la intención de presentar un balance
positivo o negativo de acuerdo al lado de la vida en que se ubique el autor.
Por supuesto, serán ineludibles las elecciones legislativas y el surgimiento de
Sergio Massa como la esperanza
restauradora del establishment, las inundaciones en Capital Federal y en La
Plata, la explosión del edificio en Rosario o la operación de Cristina. En el listado podrá incluirse el fallo por
la constitucionalidad de la LSCA y la sentencia adversa a la reforma del
Consejo de la Magistratura. También los sospechosos accidentes ferroviarios
y las diferentes reformas propuestas por el ministerio del Interior y
Transporte. La muerte del Presidente Hugo Chávez se presentará como un alivio
en los medios carroñeros o como un doloroso hito en aquellos que están
comprometidos con la construcción de la Patria Grande.
Los diferentes récords de consumo y turismo
también deberían figurar en cualquier recorrido honesto. Los malintencionados
harán hincapié en las insostenibles
denuncias que inflaron desde ciertos programas domingueros y sus ecos hegemónicos, pero
silenciarán las contundentes desmentidas tanto oficiales como judiciales,
verificando la ausencia de vergüenza. Más
allá de todo esto, cualquier recorrido será incompleto. Como diría el
Borges de Funes, el memorioso, el
relato completo de lo que ocurre en un día debería ocupar un día. Y el de un
año, 365.
En líneas generales –y a pesar de sus dos
últimos dígitos- 2013 no ha sido tan malo, dicho esto con total modestia.
Ninguna de las catástrofes vaticinadas se ha producido, salvo las orquestadas desde las sombras y ejecutadas con magistral
sincronía en estas últimas semanas. No hay dudas de que los habitantes del círculo rojo quieren sacudirse al
kirchnerismo para retornar a las andadas noventosas. Por eso ven todo fatal. Lo
que más les molesta es que una parte de lo que el Estado recauda vaya a parar a
manos de los plebeyos, cuando en sus arcas podría multiplicarse al
infinito. Aunque lagrimeen un poco cuando algún cura habla de los pobres,
tratan de boicotear la redistribución del ingreso. No les va ni le viene la
construcción de nuevas escuelas ni la distribución de netbooks, aunque siempre
declaren que les interesa la educación. No ven con buenos ojos la construcción
de viviendas sociales porque resulta más rentable una torre en algún lugar
paquete. Para estos tipejos, este año ha
sido pésimo, aunque les ha ido mejor que nunca. Hasta tienen margen para
especular con una brusca devaluación del peso.
Los dueños del Poder Económico siempre van a quejarse cuando no pueden
gobernar a los gobernantes, cuando deben pagar tributos por sus
descomunales ganancias, cuando encuentran límites a la cacería desaforada con
la que serían tan felices. Este será un
año pésimo porque no pueden dar rienda suelta a su voracidad. Y los
subsiguientes también, mientras no puedan acomodar una marioneta en la Casa
Rosada, un dócil camarero que disponga un suculento festín.
Este es el último texto del tercer año de este
espacio. Más de 400 apuntes cuyo objetivo principal es delinear este camino que nos ha sacado de una
ciénaga para conducirnos a un fértil valle, al que todavía no hemos llegado,
pero estamos cada vez más cerca. Conquistar
derechos y expandir la inclusión han sido las principales banderas de la tercera
década de la democracia. Apuntes
Discontinuos tiene también el propósito de advertir cuando las dentelladas de
las pirañas insaciables se aproximan, a veces con forma de titulares mediáticos.
Pero, fundamentalmente, este Ignoto
Profesor de Provincias que encontró su lugar en el mundo entre las líneas
de un modesto blog disfruta muchísimo destacando los logros que estamos
alcanzando. Que cada año los índices de
desigualdad disminuyan es algo que todos debemos celebrar. Todos no: para
algunos es más importante acumular dólares hasta en su corazón. Si el índice de
Gini que da cuenta de la desigualdad descendió
de 0,550 a 0,396 desde 2003 a la fecha es muestra de que hemos mejorado
muchísimo.
Y para los que dicen que todo terminó en 2011,
cuando Cristina asumió por segunda vez, vaya este dato: en el último año, en los hogares más ricos los ingresos aumentaron un
24,1 por ciento, mientras que en los más pobres el incremento fue del 31 por
ciento. Y esta diferencia se tiene que ampliar aún más, para que nos devuelvan lo que nos
escamotearon durante décadas de saqueo. Por lo tanto, no nos tenemos que
asustar porque las bestias chillen. Por el contrario, debemos brindar porque así sea hasta que se convenzan de que sólo entre
todos podremos construir un país en serio.