Los adoctrinadores todo terreno aprovechan unos minutos de clase grabados por un estudiante para atacar al oficialismo. La educación K en la mira de los que tratan de imponer el modelo de despojo de los amarillos.
En estos días, la indignación
selectiva apuntó a una profesora que –más enfática de lo que debiera- denostó
a Macri ante sus estudiantes. El adoctrinamiento
y los malos modos fueron los tópicos que muchos utilizaron para
condenar a Laura Radetich por un video que circuló por las redes. Los que
hasta hace un par de semanas eran epidemiólogos de café, ahora se convirtieron en expertos pedagogos para pontificar sobre
educación. El razonamiento metonímico
–la parte por el todo- primó entre los comentaristas mediáticos: un momento alcanza para anular una vida;
cinco minutos de un video son suficientes para sentenciar a todos los profesores; un episodio mancha a toda una
fuerza política. La Grieta no permite matices.
“Una
profesora no debe adoctrinar a sus alumnos”, vociferan los que memorizaron la historia mitrista sin
chistar. “El aula no debe ser el
lugar para hablar de política”, ordenan los que propalan las principales consignas del sistema hasta
en los dibujitos. “Grita el que no
tiene razón”, concluyen los que te
meten a Javier Milei o Alfredo Casero hasta en la sopa.
El presidente sorprendió a todos
los agoreros al decir que "a los
alumnos hay que sembrarles dudas y no
darle certezas, es formidable que la docente haya tenido el debate que tuvo
con el alumno". El aula no es
una cápsula aislada de la sociedad. Las mismas pasiones de afuera, se viven
adentro. La angelical Jacinta
Pichimahuida nos sorprendería con
sus métodos de adoctrinamiento si la sustrajéramos del prístino recuerdo de sus distintas versiones. Los que hace unos
años devoraron los minutos de clase de Merlí,
ahora se muestran lapidarios con una
profesora que trata de emularlo.
En realidad, el episodio que le
arruinó la vida a Laura Radetich resulta
funcional a una oposición que no sabe a qué oponerse. Los Pro, que
redujeron el presupuesto educativo, que protestaron
por las “universidades públicas por todos
lados” y que se las negaron “a los pobres”, que incautaron las
notebook, que clausuraron escuelas y no
construyeron “mil jardines” y que etiquetaron la escuela pública como un lugar donde se cae, ahora se
indignan porque una profesora explota
contra Macri ante los adolescentes. Los juntistas, que no cesan de predicar patrañas y crean slogans
fantasiosos para engañar a sus seguidores, se ofuscan porque una docente
intenta desmontar las chicanas de un
adolecente adoctrinado por los miles de titulares amañados que desfilaron
ante sus ojos.
Como docente, siempre busco deconstruir el sentido común, ese amasijo
de consignas incoherentes que el poder
dominante implanta en su público cautivo minuto a minuto de todas las
formas posibles. Una labor extenuante que a
veces rinde buenos frutos. Mostrar los datos falsos con que muchos fundamentan sus prejuicios es todo un
desafío. Señalar la contradicción de un pobre que justifica la riqueza del que lo empobrece, reclama mucho esfuerzo. Convencer
de que muchos tienen de menos porque
unos pocos ostentan de más, insume demasiada energía. Pero es necesario, por más escraches en las redes que difundan.
Esos que hoy levantan el dedo contra la profesora son los que silencian –y hasta justifican- que un
apologista de la dictadura sea director de un Colegio.
¿Cómo reaccionar ante un
estudiante indignado por la famosa foto del cumple y no por el endeudamiento de Macri? ¿O que se siente avergonzado por
un presidente que no acata el aislamiento decretado por él y no porque el Infame Ingeniero apoyó con municiones el golpe de Estado en Bolivia?
¿Cómo no perder la compostura ante la
impunidad con que Macri deambula por los canales desentendiéndose de los
desastres ejecutados durante su gobierno? Y lo que es peor, todo a propósito.
El aula es un espacio que brinda
herramientas para que un individuo se
construya como ciudadano. Conocer, comprender, argumentar, pensar,
contrastar son algunos de los verbos
involucrados en el acto de educar. Pero, ante la constante manipulación del
aparato comunicacional del Poder Fáctico, ante ese monstruo grande que pisa tan fuerte, ante ese adoctrinamiento malsano que deforma el entendimiento del público
cautivo, el énfasis desencajado de la profesora parece ser el resultado de la desesperación. De la
impotencia que, a veces, nos desborda al
comprobar que las mentiras difundidas en sobrecitos de azúcar logran mayor
eficacia que las verdades más fundamentadas.