Para ser ciudadano hace falta asumir con responsabilidad el acto electoral. Saber lo que pasa y conocer al candidato es el primer paso para una buena elección. La democracia se construye todos los días y para eso hay que comprender cuáles son los problemas y evaluar las soluciones. Defender al patrón es la mejor forma de renunciar a la dignidad.
Como en
toda campaña electoral, los ciudadanos estamos expectantes a las propuestas de los pre-candidatos para poder
decidir nuestro voto. En muchos casos, los spots aportan poco y nada porque son
pensados desde los más sofisticados
cerebros publicitarios. Las entrevistas televisivas son, en realidad, poco
consumidas y apenas trascienden algunos
fragmentos que se difunden por las redes. A veces parece que la información
pre-electoral sólo sirve para consolidar
los núcleos duros y desorientar aún más a los desorientados. Si a esto
sumamos que una parte de los electores decide su voto cinco minutos antes de entrar al cuarto oscuro en un irresponsable
tatetí, el momento máximo de toda democracia termina vaciándose de contenido.
Como
dicen por ahí, a río revuelto ganancia de
pescadores, por eso nos encontramos con algunos personajes que lo que más saben hacer es confundir.
Repartir chalecos anti-bala, revolucionar el conocimiento o incendiar el Banco
Central son formas de revolver el
entendimiento de los ciudadanos. Así pescan
desprevenidos que consideran que la
solución es ésa.
Además,
están los que basan su campaña en
verdaderas mentiras, como la de la cuarentena
más larga del mundo, la falta de vacunas o vienen por la propiedad privada. Y si de mentiras se trata, nadie más emblemático que el ex presidente
Macri que, como un mesías, desciende del Olimpo para bendecir a sus candidatos e iluminar al público con sus
innumerables máximas. Después de haber explotado
durante los cuatro años de su mandato el mote de la Pesada Herencia, ahora se muestra irritado con la difusión de sus malintencionados
yerros. Él, que no cesó de
exigir autocrítica a los kirchneristas, que reclamó que se hagan cargo de vaya a saber qué, que intima al presidente Fernández
que se disculpe 100 mil veces por la
fotito del cumple, no pide perdón por nada y habla como si su gobierno hubiese sido el mejor de la historia.
Y no sólo
él, sino todos los que beben su bendita orina. En estos días, no les
quedó más recurso que hablar del endeudamiento pero como sería perjudicial
asumir que quemaron más de 80 mil
millones de dólares que debemos
pagar entre todos, dibujan comparaciones inverosímiles para convencer de su
inocencia. En un exceso de cinismo, afirman que durante La Revolución de la Alegría el
endeudamiento fue menor que en el gobierno de Cristina y en el actual de
Alberto. En realidad, el segundo mandato de Cristina significó un endeudamiento
anual de 700 millones de dólares y
desde que asumió Alberto hubo una
reducción de seis mil millones de dólares por el canje con los privados. En
cambio, Macri tomó deuda a un ritmo de 23000
millones de dólares por año. No hay que ser un experto en matemáticas para
notar la diferencia.
Además,
hay otros indicadores que muestran la diferencia en algo más cercano que es el bolsillo. Durante 2003-2015, el salario
real privado y registrado se incrementó en
un 78 por ciento; de 2015 a 2019, cayó
un 20 por ciento. ¿Quién dejó realmente la Pesada Herencia? La pandemia sumó deterioro en el poder adquisitivo
del salario y más aún la angurria de los
formadores de precios que hicieron de la canasta básica un lujo
inaccesible. Y los que ganaron como nunca en estos meses alterados por el Covid
están a la espera de cualquier aumento
salarial para multiplicar los precios. No sea cosa que pierdan algún centavo
de sus oscuras y monstruosas ganancias.
La
reactivación está empezando. Por eso hay que aprovechar para discutir en serio el reparto de las
ganancias que producimos entre todos. Los multimillonarios que lloran como
si fueran pordioseros tendrán que mostrar sus libros a la sociedad con el porcentaje de la torta se llevan. Y
los que evaden, especulan y contrabandean que, de una vez por todas queden afuera de nuestra vida económica.
El crecimiento se produce de abajo hacia
arriba y no a la inversa. Eso es lo que hay que proponer como discusión a cualquiera que pretenda sentarse en una
banca. Lo demás viene solo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario