Difícil elegir qué es lo peor del macrismo: su desaforado engendro económico, su incontenible pulsión angurrienta, su desprecio a lo popular, su impronta anti-democrática, su impunidad que parece eterna. O quizá el macrismo sea lo peor en todo, hasta los sarcasmos que no cesan de esputar y la insistencia de permanecer para seguir haciendo daño.
El día
de la Pachamama, mientras tomábamos la recetada caña con ruda, muchos
recordamos el cuarto aniversario de la
desaparición de Santiago Maldonado. En aquellos días, los medios
apologistas del macrismo trataron de
minimizar el drama y, como siempre, despistar la opinión pública hasta el
ridículo. “Hay un barrio de Gualeguaychú donde todos se parecen a
Santiago”, vomitaba la impunidad de
Clarín bajo la volanta “La desaparición del artesano”. Una vergüenza
periodística que hizo escuela y contagió a comunicadores, exponentes de la
derecha y hasta una buena porción del
público cautivo. En aquellos tiempos, Santiago estaba en todas partes, menos en el lugar donde lo buscaron tantas
veces: a orillas del río Chubut, donde lo
instalaron 78 días después para sentenciar que “se ahogó solo”. Ahora,
la infame Patricia Bullrich trepa a una tranquera y muy burlona celebra que “la verdad triunfó sobre el relato
kirchnerista”. Una provocación más de este personaje que se cree más allá
de la Justicia, que sabe que cualquier
estupidez que diga será validada por un Poder comunicacional más vociferador
que veraz, que cree que ni en sus peores pesadillas se verá revolcada por el barro que merece.
Pero
aún no está todo dicho. Nada está dicho, aunque desde la derecha más rancia digan lo contrario. “Por suerte, se
supo la verdad”, suspira la ex funcionaria y actual petardista. O
petardista desde siempre, que supo concluir que Nisman, en la soledad de su baño fue asesinado y Santiago, rodeado de
gendarmes, murió solo. Paradojas de los siervos del Poder Real. Bullrich se
abraza a una verdad construida a
martillazos. No le importa que el secretario privado de Macri, Darío Nieto
haya anotado en su celular que el nuevo
juez Gustavo Lleral “era propio” y que recibiría la visita
del operador judicial PRO Juan Bautista Mahiques. Esa verdad tampoco
incluye la salvedad de que las órdenes de Gendarmería eran desalojar la ruta y no invadir el Pu Lof de Cushamen y disparar
sin límites a los aterrados mapuches. Ni la presencia de Pablo Noceti,
segundo del ministerio de Seguridad, en el operativo. Ni que jamás le tomaron testimonio al payador
chileno Nicasio Luna, el último que vio con vida a Santiago mientras
cruzaba el río bajo las balas de los uniformados. Tampoco declararon los
gendarmes que participaron de la invasión ilegal, porque el sistema de impunidad amarillo no lo permite.
El
juez Gustavo Lleral no ha investigado nada; sólo ha puesto las versiones del
oficialismo de entonces para salvar a
todos los que ocasionaron la muerte de Santiago. Una desaparición seguida
de muerte, aunque los jueces macristas Mariano Borinsky –visita habitual de
Olivos- y Javier Carbajo lo nieguen. El actual ministerio de Seguridad, a cargo
de Sabina Frederic, presentó una
denuncia en Comodoro Py por el operativo atroz de Gendarmería, después de
realizar una investigación interna. Pero nada avanza: el relato amarillo sigue siendo avalado por la Corte Suprema de
Justicia que tiene congelada la continuidad de la investigación. La causa
está frenada y por eso los nefastos
juntistas festejan. Ellos congelan todo para seguir gozando de la impunidad por todas sus tropelías. Mientras tanto, Santiago sigue doliendo en el corazón de
muchos argentinos convencidos de la injusticia que provocó su muerte.
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