El peligro no terminó, aunque algunos no se han dado
cuenta. Los que obstaculizan todo se pelean entre sí para ocultar sus
propuestas destructivas. Si pensaran en serio en el bienestar de todos,
pedirían disculpas por las molestias ocasionadas y colgarían los guantes para
siempre.
La
variante Delta aparece para revitalizar la pandemia, que parecía
controlada con los planes de vacunación. Por su alta contagiosidad, algunos
países europeos ya están retornando a las restricciones y a los toques de queda para evitar lo más posible la circulación. En nuestro país, a
pesar de que más de 31 millones de personas han recibido al menos una dosis,
los contagios amenazan con crecer, sobre todo por la insistencia de algunos
distritos de volver a una peligrosa normalidad. Y también por unos cuantos
sujetos que se creen invulnerables por repudiar al populismo que cercena sus
libertades por aplicar controles sanitarios en defensa de la comunidad.
Sin dudas, éste es el resultado de la irresponsabilidad discursiva de una
oposición desquiciada y maliciosa y de los des-comunicadores que amplifican
sus sandeces. A esto se suma un oficialismo que aún cree que podrá convencer
a los detractores irracionales con argumentos bien fundados.
A falta
de propuestas, los pre-candidatos del abanico derechoso esgrimen metáforas
dolorosas que dibujan un escenario similar a la dictadura. Desde negar el
número de desaparecidos hasta equiparar el seguimiento de los viajeros con
los falcon verdes. En algunas provincias –como Mendoza o
Santa Fe- se está diseñando un sistema de incentivos para los vacunados, lo que
inspira a algunos individuos a denunciar la discriminación que practican a diario con sus vecinos y a
plantarse como constitucionalistas de
la primera hora después de celebrar las inconstitucionalidades de La Revolución de la Alegría con el “sí, se puede”. Desinformados como
nunca, cuestionan las vacunas y hasta proclaman que no formarán parte del experimento, ignorando la validación científica de cada una de ellas. En
realidad, el único experimento del que son víctimas es el de cuántas
tonterías pueden asimilar antes de convertirse en monstruosos zapallos.
En un
clima de belicosidad –por ahora, verbal- el no tan variopinto abanico opositor
agita la bandera blanca para no ser blancos del fuego amigo. “No podemos
actuar como buitres entre nosotros”, confesó la inefable Patricia Bullrich.
Con los demás, sí, le faltó decir. Por eso, los diseñadores de los
versos del PRO sostienen que "Argentina necesita transformaciones profundas, de fondo y a largo plazo” y
para eso “no hay otro camino que la
moderación y la apertura al diálogo sincero y frontal”. Algo que no
practican nunca, vale aclarar, porque sus exponentes sólo recitan frases de
posters, fábulas inverosímiles y denostaciones viscerales. Si se acusan
entre sí de mitómanos, hipócritas, sembradores
de desconfianza, malversadores de lo público y oportunistas, ¿qué
destinarán para los pre-candidatos oficialistas?
Como
tienen la parafernalia mediática a su favor, cualquier pavada que exponen se
convierte en tendencia y, por más negativa que sea, termina sumando a su
no-propuesta. Cualquier cosa con tal de defender los intereses de esa
minoría mezquina que apeló al Estado que tanto desprecian para solicitar los
ATP y poder así fugar y repartir utilidades entre los accionistas.
Todo vale a la hora de avalar a los que especulan con el precio de los
alimentos y a los que exportan productos sin declarar. No les importa si
los salarios no alcanzan para la canasta básica si sus verdaderos
representados siguen acumulando fortunas en paraísos fiscales. Mientras se
indignan por el número de pobres, militan la baja de impuestos para los
empresarios que no paran de ganar.
Como
demostró el Infame Ingeniero en su paso por La Rosada, el modelo que
defienden es el de la desigualdad creciente y como nunca lo pueden
blanquear –Ellos no blanquean nada- apelan a frases edulcoradas y bien
ensayadas, a banalidades camufladas de eximia profundidad, a legalidades
que no están dispuestos a respetar, a falsedades que denuncian en otros.
La piel de oveja ya no les alcanza para ocultar el lomo depredador que en
realidad tienen.
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