El Frente de Todos tiene posibilidades de ganar las elecciones de medio término empezando a hacer ya lo que promete para después. Los hipócritas de la oposición no tienen más para mostrar que las trapisondas de La Revolución de la Alegría y del Festival Inmobiliario de la CABA. Con un poco más de energía, el oficialismo desbordará las urnas.
Desde que se desató la pandemia, el contrafáctico “cómo estaríamos si Macri continuara siendo presidente” parecía estar fuera de lugar, aunque resultara tentador. Con la confesión del ex secretario de Salud amarillo, Adolfo Rubinstein, toda especulación se convierte en certeza. Con la crisis auto infringida por Macri y su pandilla, “la salud pública no fue una prioridad en el gobierno anterior y fue simbólico que se tomara la decisión de reformular los ministerios y se pasó el ministerio que yo conducía a secretaría, decisión de la que estuve muy en contra”. En ese entonces no dijo nada y siguió en el cargo; encima llama ‘gobierno anterior’, desprendiéndose de toda responsabilidad para disfrazarse de algo distinto. El cinismo es la constante en estos tipejos que cambian de nombre pero nunca de intenciones destructivas. Si todo lo que prometen que harán no lo hicieron cuando tuvieron la oportunidad, ¿qué garantía hay de que lo hagan cuando los incautos les regalen el voto?
Y esta duda no sólo vale para
estas elecciones de medio término en la que nos
amenazan con que “estamos a siete
diputados de ser Venezuela”, sino también
para las presidenciales del ’23, en las que Horacio Rodríguez Larreta se
perfila como “el favorito”. Ellos sí
pueden hacer contrafácticos absurdos porque
tienen el poder comunicacional para darles validez, pero HLR es lo mismo,
pero mejor maquillado que el Infame
Ingeniero. Aunque se vistan de seda, serán
siempre gorilas, con todo respeto para esos hermosos
animales que no se meten en política. Como María Eugenia Vidal, cuyo orgullo salta la frontera sin que se le
mueva un músculo de su impronta
desigualadora y destructiva. Y podemos citar todos los integrantes de las
listas de cada distrito pero no
encontraremos uno que disienta con las ideas rectoras del PRO. Aunque
hablen de generalidades como La
República, La Democracia, La Libertad ninguno de ellos salió a condenar el envío ya demostrado de armamento para ayudar el
afán represivo del golpe de Estado en Bolivia.
En algunos aspectos, el oficialismo tiene casi todo para desbordar urnas, por más que las voces
hegemónicas mascullen lo contrario, pero
el “casi” es tan importante como el “todo”. La obtención de vacunas y el
plan de inmunización es el mayor logro.
Hasta el momento, hay más de 29 millones
de argentinos que recibieron al menos una dosis. Con el último avión,
alcanzamos las 41 millones de dosis
y por si esto fuera poco, nos convertimos en uno de los pocos países con capacidad para producir vacunas. Los
que militaron la Pfizer, ahora que Chile
no recibe lo acordado, están calladitos. En esto, el gobierno nacional obtiene un 10 con comodidad. En el manejo
de las condiciones económicas heredadas y las producidas por las restricciones
para enfrentar el coronavirus saca un poco más de siete. Pero la disminución de la desigualdad, de la brecha
entre ricos y pobres, de la recuperación
del poder adquisitivo del salario, de volver más racional el precio de los alimentos, ahí pierde por goleada. Porque para resolver estos problemas hay que enfrentarse en serio con los que
los ocasionan. Y si estos sectores concentrados de la Economía se enojan,
mejor, porque es indicativo de que vamos
por el buen camino.
En estos 60 y pico de días que
faltan para las elecciones, el Frente de Todos deberá demostrar, no sólo con
promesas, que está decidido a inclinar
la balanza a favor de la mayoría. Del otro lado está ese amplio abanico de
neoliberales que quieren conquistar espacio para profundizar la pobreza y enriquecer a los más ricos. Los
disfraces no logran ocultar las malsanas intenciones de ajustar para incrementar las ganancias de los angurrientos. El
oficialismo tiene que empezar ahora con
esa batalla, para la que no alcanza con que “el salario le gane a la inflación”. La mayor anomalía que estamos
presenciando es que haya un gran porcentaje de trabajadores registrados que no alcanza a cubrir sus necesidades básicas.
Y esto debe corregirse ahora, para que la campaña electoral no sea una batalla de promesas sino una
comparación entre logros.
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