La peor acción de un gobierno democrático es colaborar con un golpe de Estado. Y Macri lo hizo. Si zafa de esto, la Justicia no existe.
Aunque cambien las figuritas, la intención de EEUU es la
misma: ordenar el mundo a su favor.
Cuando todavía estamos descubriendo la oscura trama del envío de armas a
Bolivia para apoyar el golpe de Estado, los episodios desestabilizadores se
suceden en aquellos países con gobiernos
que no son del agrado del Imperio. El asesinato del presidente de Haití,
Jovenel Moïse sugiere la mano del Tío Sam, aunque hayan detenido al
médico Emmanuel Sanon como autor intelectual. Las protestas en Cuba por cortes
de energía también parecen tener su
origen en los planes de Washington. El ataque de paramilitares y narcos
colombianos en los alrededores de Caracas están
en sintonía con la carta de Joe Biden al falso presidente Juan Guaidó. La
demonización del gobierno sandinista en Nicaragua se entiende cuando, en pleno
clima electoral, la tendencia es
favorable al oficialismo. Entonces, ¿cómo no pensar que el golpe en Bolivia fue orquestado desde ese oscuro Norte
con la complicidad de Luis Almagro, Secretario General de la OEA y de los
presidentes de Brasil, Ecuador y, lamentablemente, de Argentina?
El ex presidente Macri y muchos
de sus funcionarios están tan embarrados
que salpican a los cambiemitas y periodistas que se escudan en las
explicaciones falaces que vomitan por estos días. Y ojo que el silencio también es complicidad. Esto es grave en
serio, no sólo por las ilegalidades internas, sino también por las externas. El
Infame Ingeniero y sus secuaces ignoraron
los procedimientos establecidos en la Constitución y, además, rompieron todos los pactos con organismos internacionales.
No es una trapisonda del Gran Equipo,
sino la peor atrocidad cometida por un
gobierno en nuestra historia democrática. Aportar armas para apoyar un
golpe de Estado es imperdonable. Y las
pruebas brotan por todos lados.
Mientras el líder del PRO se
esconde bajo las faldas de la FIFA en
Suiza, la gaucha Bullrich escribe las
falacias acostumbradas y, como siempre, termina responsabilizando al actual gobierno por la peor tropelía cometida durante el final del suyo. Hasta acusa a Alberto Fernández
de "comprometer el honor de la
Nación pidiendo disculpas
injustificadamente". Más cinismo, imposible. El presidente
Fernández aseguró "que se haya colaborado para reprimir una protesta
contra un golpe me parece de una gravedad enorme" e instruyó a sus
funcionarios para que inicien una denuncia penal contra Macri y sus secuaces
por contrabando agravado –como no
podía ser de otra manera-, malversación
de caudales públicos, abuso de autoridad y los delitos que comprometen la paz y
la dignidad de la Nación. También el ex camarista Eduardo Freiler inició
otra denuncia en la Justicia Federal porque los elementos de prueba contra
Macri y sus exfuncionarios "hasta
ahora son contundentes y con el correr
del tiempo seguramente se van a dar otras pruebas".
Y para muestra del lado en que se acurrucó el macrismo en esos tiempos
siempre basta un botón: dos semanas después del envío de armas a Bolivia, el
embajador Normando Álvarez García agasajó
a los golpistas en la sede diplomática argentina. Todo esto –tanto el
arsenal como las fiestitas- “las pagamos
entre todos con nuestros impuestos”, como
tanto les gusta decir a estos mamarrachos. Pero el daño no es sólo
económico. Los delitos de Lesa Humanidad y la traición a los principios de la
Patria Grande no se miden en pesos y por
ello van a tener que pagar por el resto de sus despreciables vidas.
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