Aunque los cambiemitas se pongan otra camiseta, todos sabemos para qué lado patean. Lo más grave es que muchos votantes están tan confundidos que aplauden los goles en contra.
A pocos días de la presentación
de las listas, los “juntistas” se sacan chispas. Reproches, chicanas,
descalificaciones que indican que más que una interna, protagonizarán una guerra. La viralización de los tuits de una de
las pre-candidatas de Patricia Bullrich en CABA demostró que no son prolijos, coherentes ni patriotas.
Ni siquiera conocen la Constitución por
la que van a jurar en el Congreso. Además, afirman ser lo que no son, como el trasplantado
Diego Santilli. Y casi todos hablan de temas de los que ni tienen idea. Sobre
todo, sugieren el público al que se dirigen: un individuo desmemoriado, desatento, odiador, indignado que pondrá
su voto sin pensar en lo que hará el beneficiado para diseñar un país mejor.
Lo más escandaloso de estos días
fue la catarata de mensajes
desempolvados de la pre-candidata Sabrina Ajmechet, que no es una
barrabrava de cantina sino una profesora
universitaria. De Historia, lo que aporta cicuta a sus dichos. El odio
borra todo conocimiento previo. Si bien estos tuits tienen más de ocho
años, la gravedad de su contenido no
tiene fecha de caducidad. Algunos miembros de la amalgama política que la
sostiene exigieron que pida disculpas, algo
muy difícil en el caso de “Haga Patria, mate
un judío”, escrito en 2013.
No es que los otros sean menos embarazosos, pero de algo así no se vuelve por más que se deshidrate en lágrimas.
Que alguien que ocupa una cátedra de Historia afirme que "Las Malvinas no son ni
NUNCA fueron argentinas" no
puede despertar respeto entre sus estudiantes y sí avergonzar a las
instituciones que la tienen como profesora, la UBA y la UNSAM. Además de
anti histórica, la pre-candidata es anti
patria con frases como "las Malvinas
siguen siendo inglesas" o "las Malvinas no existen, las Falkland islands
son de los kelpers". Algunos
desorientados apelarán al respeto de la opinión “de los que piensan distinto”, pero esto escapa a ese pacato
tópico: la defensa de la soberanía en Malvinas es un mandato constitucional
que todos debemos respetar desde cualquier lado de La Grieta y más aún
cuando alguien aspira a representar al pueblo en el Congreso. La Libertad de Expresión no tiene
nada que ver con esto, aunque lo dibujen como quieran.
Pero no
es la única que se enreda con su lengua. La periodista rosarina Carolina Losada
ha dicho algo no tan punzante, pero igual de doloso. La gravedad en la
que incurre esta juntista con
aspiración a banca es la
estigmatización de una parte de la sociedad. Quien asegure que “los chicos santafesinos sueñan con ser
narcos o sicarios”, no está aportando lucidez a la campaña sino todo lo
contrario. Ni datos ni piedad y menos propuesta. La nada, como casi
todos los amarillos que supieron ser
cambiemitas. Tan nada como Diego Santilli que, de ser Vicejefe de gobierno
en la CABA pasa a ser candidato a diputado por provincia de Buenos Aires. Y
esto es grave porque es como si el intendente de Rosario, Pablo Javkin, de la
noche a la mañana, apareciera como candidato en Córdoba. Más allá del
problema de domicilio, también está la identidad territorial.
Pero
Santilli no tiene un pelo de zonzo,
como se demostró en la previa con esa absurda y superficial pre-campaña
de la fotografía de su cabellera. El colorado
sabe que el destinatario de sus palabras se abraza a cualquier sandez,
por más insostenible que sea. Por eso puede decir sin ponerse más colorado de lo que es que “el modelo del PRO es el de Lula”. Una muestra de lo hipócritas que son,
porque ellos aplaudieron la destitución de Dilma Rusef sin motivo, la
asunción del insostenible Bolsonaro y homenajearon al juez Moro que
metió preso al ex presidente Lula “sin
pruebas pero con mucha convicción”. Una señal de lo engañosa que es la
palabra de estos impresentables. Y tan irrespetuosos que obligan a sus
seguidores –odiadores de lo popular- a que cambien diametralmente de ideas
para votar lo contrario de lo que han sostenido siempre. Demasiado esfuerzo
para los prejuiciosos pero facilísimo para los manipulados con énfasis.
Por eso ahora les resulta simple denostar el acuerdo con el laboratorio
Pfizer por la vacuna que unos meses atrás adoraban como si fuera maná.
Por
historia y por presente, esta fuerza no política debería perder
escandalosamente en cualquier latitud del planeta. Si pueden obtener
algunos porotos es por la inaceptable protección mediática y judicial que
les ha permitido llegar hasta aquí. Y también por la distracción a
conciencia de los que siempre se niegan a ser ciudadanos.
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