lunes, 28 de noviembre de 2011

El neoliberalismo en las escuelas

Mientras el sistema financiero saluda a los nuevos gobiernos europeos jugando al tobogán en los mercados, lo que provoca serios dolores de cabeza a Angela Merkel, en nuestro país, la renuncia a los subsidios en las tarifas de los servicios públicos sigue desconcertando a los desconcertados de siempre. Pobres de argumentos, ya no saben cómo oponerse. Desde los medios con hegemonía en decadencia hablan de ajustes y tarifazos tratando de despertar un encono incontenible en la sociedad. Y no lo logran. Al contrario, se siguen acumulando las figuras públicas que han decidido pagar una tarifa normal para que los subsidios sean destinados a sectores verdaderamente vulnerables. Algunos lo harán con verdadera convicción, otros para no quedar en evidencia. Como sea, se están sumando a la construcción de un país más sólido, más solidario. Tan solos están en esta contienda, que deben recurrir a extra políticos –como Enrique Piñeyro y Adrián Suar- para llenar de incoherencias venenosas los espacios televisivos, con la complicidad marionetil de los periodistas de turno. Los políticos de verdad –es un decir- están lamiendo sus heridas y tratando de despegarse lo más posible de lo que significó su perdición: abandonar todas las banderas políticas para ondear banderines de papel de diario. Y el Gobierno Nacional sigue avanzando a pasos agigantados –de talla 54- tomando la iniciativa política sin esperar la asunción del nuevo mandato.
La idea de CFK, por lo visto en esta semana, es profundizar las transformaciones que se han realizado en estos años para consolidar el proyecto. Y para eso convoca a todos, porque falta un montón. Todavía quedan rémoras de décadas anteriores, leyes y sistemas que dificultan seriamente el crecimiento económico, como los tratados bilaterales de inversión, la Carta Orgánica del Banco Central y la Ley de Entidades Financieras. Pero el sábado, el diario Tiempo Argentino publicó un informe sobre uno de los más escabrosos resabios noventosos: una ONG estadounidense dicta cursos sobre neoliberalismo a estudiantes de escuelas públicas y privadas de nuestro país mimetizados en la currícula educativa. Medio millón de estudiantes reciben, dentro del horario escolar, interesantes instructivos para ser exitosos en el mercado financiero y en las altas esferas del empresariado privado. Uno de los fundadores de Junior Achievement afirma que de esta forma “les hacemos llegar a los chicos algo que la educación tradicional argentina en manos del Estado no ha enseñado”.
Esta organización llegó al país en los entreguistas días del menemismo, que declaró los contenidos de estos programas como de “interés nacional”, con la “noble misión” de despertar en los jóvenes “el espíritu emprendedor que les permita alcanzar sus metas en un marco de responsabilidad y libertad”. Durante veinte años se están inoculando contenidos individualistas y especulativos a estudiantes de entre cinco y veinte años, con el desconocimiento de los padres y con serias críticas de pedagogos y especialistas en políticas públicas. Con el aporte de importantes auspiciantes –corporaciones financieras, industriales, petroleras nacionales y extranjeras-, los responsables de esta entidad entienden que, con la promoción temprana del libre mercado están contribuyendo a construir un país mejor. Entre sus principales consignas se encuentra el crecimiento empresarial eludiendo los compromisos impositivos. Junior Achievement enseña a los jóvenes a ser especuladores y evasores, todo lo contrario de lo que se necesita para la construcción de un país más justo.
El actual director en Argentina y uno de sus fundadores, Eduardo Marty, está convencido de la importancia de educar a los jóvenes en el funcionamiento de los mercados y en la actividad empresarial sin límites ni regulaciones. Marty considera que los contenidos de los cursos que se dictan en numerosas escuelas del país son un “soplo de vida” porque enseñan a “chicos pasivos, inactivos, que esperan todo del Estado y que piensan que el destino no está en sus manos, a ganar plata en un período de tres meses”. 
Esta concepción económica que se imparte en algunas escuelas y que se mezcla con los contenidos aprobados por el ministerio, fomenta el comportamiento individualista y especulativo, alejado de toda idea solidaria y re-distributiva. Además, construye la idea del Estado como enemigo de la actividad económica y enseña a eludirlo de todas las formas posibles. Algunos legisladores e investigadores ya están llamando la atención sobre los estragos que puede ocasionar ese tipo de educación en las generaciones futuras y sería interesante que el Ministerio de Educación de la Nación, junto con los ministerios provinciales pongan freno a la difusión de las ideas económicas que tantos estragos ocasionaron en nuestro país.
La Presidenta está educando al conjunto de la sociedad en un sentido muy diferente. Los discursos de esta semana han sido claros y pueden sintetizarse en una sola frase: los intereses particulares y sectoriales no deben estar por encima del interés común. Y esto, por supuesto, está muy alejado de la concepción neoliberal, la del sálvese quien pueda, aplaste a quien aplaste. Los países del convulsionado Primer Mundo muestran de manera despiadada los resultados del salvaje aluvión -¿zoológico?- de la especulación financiera. Y resulta hasta absurdo que los estudiantes argentinos conozcan aquellas herramientas que pueden llevar al desastre a la economía del país, como lo están haciendo en las sociedades del Norte. No sea cosa que aparezca un pequeño Cavallo de guardapolvo blanco que mande a lavar los platos a los investigadores del Conicet o que un López Murphy de trenzas y falda escocesa tableada anuncie un ajuste del 13 por ciento en el salario de Jacinta Pichimahuida.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Tiempos de recuperación y compromiso

Para quienes trabajamos en la educación, la sensación de que el ciclo lectivo se estira como un chicle es una constante sobre las últimas semanas de clase. Y esto no es por vagancia, como vomitan algunos: es un agotamiento que va más allá del cansancio. La pretensión de extender el período de clases y anticipar cada vez más el comienzo puede ser contraproducente para la calidad educativa que se quiere brindar. La cantidad no garantiza calidad. Pero eso es para discutir. Lo que uno nota en los últimos veinte años es un abandono de la educación. No en el sentido estricto de las instituciones educativas. Al contrario, en estos ocho años se ha hecho mucho por la educación, como ningún otro gobierno ha hecho desde la recuperación de la vida democrática. Lo más importante pasa por la inclusión de sectores que ni soñaban con una educación formal. Pero la escuela pública se ha convertido en el único ámbito de la sociedad en donde niños y adolescentes se educan, con todo lo que esto significa. Las demás instituciones –sobre todo la familia y los medios de comunicación- parece que se han apartado de esa tarea y a veces, hasta llegan a patear en contra. En estos días la Presidenta ha brindado dos discursos clave para comprender que la reconstrucción del país no es tarea de una sola persona o de un equipo –por más sólido y capaz que sea- sino que el conjunto de la sociedad debe contribuir en la tarea de llevar adelante las transformaciones materiales y simbólicas que se han realizado hasta ahora.
CFK está convocando a la comunidad a asumir el compromiso de consolidar el camino que se ha iniciado en 2003. Los discursos en la UIA y en la inauguración de nuevas instalaciones de Aerolíneas Argentinas en aeroparque tienen ese sentido. No es por debilidad, agotamiento o decepción que Cristina afirma que sola no puede. Esa es una fantasía de los que sienten que están siendo cada vez menos hegemónicos. Una presidenta débil es el sueño soñado por muchos. Pero no: ningún mandatario es débil después de haber tenido un respaldo popular como el del 23 de octubre. Esos discursos de nuestra presidenta apuntan a romper toda forma de personalismo, demagogia o paternalismo. No es una reina, sino una representante. Los representantes absorben la fuerza de los representados. Sin éstos, la representación se debilita. El “sola no puedo” no es una muestra de debilidad, sino una convocatoria al compromiso ciudadano que construya la unidad necesaria para la consolidación del proyecto de país que está llevando adelante.
La asistencia masiva a los actos es la visualización permanente del apoyo del que ella es la principal destinataria. Pero el compromiso permanente de todos los actores sociales es la muestra cotidiana de ese apoyo, la solidez del camino que se está recorriendo para alcanzar el país con el que soñamos. Las renuncias a los subsidios de agua, luz y gas constituyen la materialidad de ese compromiso. Que muchos ciudadanos reconozcan que están en condiciones de abonar la tarifa de esos servicios al precio que corresponde es una señal de solidez de la sociedad. Es la decisión de que esos subsidios se destinen a sectores que verdaderamente los necesitan. Pero sobre todo, es la confianza que se ha ganado un Estado presente en la vida cotidiana de los argentinos; un Estado que está del lado de los ciudadanos –sobre todo los más vulnerables- y no contra ellos; un Estado que es de todos y para todos.
Este llamado a la actitud responsable de todos los sectores de la sociedad se transforma en una señal pedagógica por parte de la presidenta. Todos los ciudadanos somos responsables de lo que hemos logrado y de todo lo que falta lograr. Esa es la lección. Si bien las palabras dirigidas el jueves en aeroparque tenían como destinatarios a un grupo de trabajadores de Aerolíneas Argentinas que desde hace algunas semanas parecen estar boicoteando el crecimiento de la ahora empresa estatal, pueden extenderse a todos los que no han comprendido el cambio de paradigma que desde hace ocho años se está produciendo en nuestro país. La línea de bandera se está recuperando gracias a la gestión estatal después de años de despiadado saqueo y destrucción. Una de las críticas malintencionadas se basa en la edad de quienes son sus gerentes, Mariano Recalde y Axel Kicillof, entre otros. “¿Desde cuándo ser joven es un pecado?” preguntó La Presidenta. ¿No fueron personas de edad avanzada quienes destruyeron la empresa, además de la economía del país?¿O eran adolescentes Menem, Cavallo, de la Rúa, Marsans y todos sus secuaces? Para algunos que gruñen desde las sombras, los jóvenes sólo son funcionales a sus objetivos de destrucción si se emborrachan y pelean en las calles. Los jóvenes que se comprometen con un proyecto constructivo no sirven a los intereses de los cipayos de siempre.
Y para eso también se está fortaleciendo la educación, para formar a los que tomarán la posta dirigencial, a los trabajadores del futuro. Las instituciones educativas estuvieron durante mucho tiempo en un laberinto interminable porque no sabían para qué formaban a los jóvenes. Ahora hay un objetivo, ahora hay futuro: trabajo, investigación, conducción, representación. Pero sobre todo, los jóvenes se forman para gestionar en plena vitalidad, no después de los sesenta años. Y los que no son tan jóvenes debemos abocarnos a la tarea de formar, de educar, desde todos los sectores posibles, no sólo desde las instituciones educativas. La escuela tampoco puede sola. Necesita de todos, todos los días.

jueves, 24 de noviembre de 2011

La soja ataca de nuevo

Aunque cueste creerlo, en algunos lugares de nuestro país parece que todavía quedan rastros del salvajismo que dominó durante la conquista española, con un sistema en el que se puede matar por unas hectáreas de tierra, con territorios que se transforman en cotos de caza para los que tienen mucho y quieren más. Santiago del Estero ha sido el escenario de otra muestra más de la avidez -angurria desmedida- que se cobra otra vida en un conflicto que parece no tener fin ni tampoco sentido. Monte Quemado es un nombre que suena curioso para un habitante urbano, pero encierra una historia cruda en la que se cruzan los derechos de los pueblos originarios, la locura terrateniente y la ausencia del Estado. Aunque la Justicia de Santiago del Estero tenga detenidos, luego procesados y tal vez condenados, este hecho no tendrá buen fin porque no ha tenido un buen principio. El Estado debe mediar en los conflictos para garantizar derechos y armonizar los intereses. Pero sobre todo, cualquier gobierno –municipal, provincial, nacional- debe preocuparse por proteger a los más débiles, a los más vulnerables, a los más desprotegidos, a los que reclaman desde hace siglos por un lugar en el mundo que les corresponde por historia.
El asesinato de Cristian Ferreyra a manos de Javier Juárez, sicario del empresario sojero Jorge Ciccioli, es el resultado de la falta de límites de aquéllos que se erigen como dueños de la tierra y también de la ley. Y sin exagerar, en estos tiempos caracterizados por la recuperación de derechos, también dueños de la vida ajena. Cristian era un militante del Movimiento Campesino de Santiago del Estero –MOCASE-, tenía apenas 23 años y mucha historia por vivir. Ese miércoles almorzaba con su familia en el paraje que ocupa la comunidad de San Antonio, tierras ancestrales del pueblo lule-vilela. Allí, unas 800 familias se autoabastecen y crían ganado, además de mantener sus costumbres y cuidar las tierras comunitarias del desmonte que avanza como un monstruo imparable. La falta de títulos oficiales sobre la tierra que desde hace mucho les pertenece dificulta aún más la defensa. Y por si todo esto fuera poco, la forma de producción artesanal de la comunidad molesta a los apologistas de Monsanto. El disparo de una escopeta calibre 12 accionada por Javier Juárez acabó con su lucha y convirtió a Cristian Ferreyra –a fuerza de injusticia- en un emblema inmortal. Después, realizó otros disparos que provocaron heridas de consideración a César Godoy, cuñado de Cristian y cuando se quedó sin cartuchos, atacó a culatazos al resto de la familia.
Gerardo Zamora, el gobernador de la provincia reelecto con un abultado porcentaje, sostuvo que el motivo del crimen fue “un conflicto por tierras entre gente humilde”, aunque no se explayó en el papel que jugó el empresario santafesino –Ciccioli- en esta trama. Jorge Ciccioli es tan humilde que compró unas 3500 hectáreas de tierra con una localidad adentro, San Bernardo, que desalojó a la fuerza, argumentando que sus pobladores habían recibido una paga por sus pertenencias. También había una escuela pública que cercó con alambre y amenazó con balear a quien se atreviera a acercarse a ella. El gobernador tampoco reconoció la existencia de guardias civiles, asesinos a sueldo, que no dudan en incendiar las propiedades de estos campesinos indefensos, golpearlos y hasta matarlos. La complicidad del poder político ya no puede silenciar estas aberraciones. La fiebre sojera no puede llegar a tanto. ¿Para qué gobiernan los que gobiernan si no es para cambiar las condiciones de vida de sus representados, es decir, las mayorías? No se puede seguir obedeciendo a una minoría insaciable a costa de la extinción de los que poco tienen.
La Presidenta de la Nación, desde el día del triunfo electoral que habilitó su reelección, afirma, en cada ocasión que se presenta, que su posición no es neutral, que siempre va a estar del lado de los que menos tienen, de los desprotegidos. Aunque no pueda intervenir de manera directa en estos conflictos regionales, puede hacerlo a través de su palabra, señalando aquellas conductas que opacan seriamente las transformaciones que se están produciendo en nuestro país. En la 17° reunión de la UIA, CFK aprovechó la metáfora de la partitura que Ignacio de Mendiguren había desarrollado en su exposición, como una búsqueda de la convivencia armónica en el crecimiento con inclusión que su gobierno impulsa. Y también llamó a todos a una innovación no sólo en la ciencia y la tecnología, sino también en las cabezas, en el comportamiento de todos los actores de nuestra sociedad. “Los que estamos adentro tenemos responsabilidades con los que todavía están afuera” explicó.
Y esas responsabilidades implican mucho más que condolernos por los que lo pasan mal. Desde Apuntes Discontinuos se ha ponderado en muchas ocasiones el crecimiento económico de nuestro país, la inversión del Estado en el desarrollo tecnológico e industrial y las medidas de inclusión que se han tomado en estos ocho años de gobierno kirchnerista. Pero casos como éste –y uno solo significa mucho- deben llamar la atención de una sociedad que necesita también un crecimiento en su dimensión humana. Quien mata a uno por ambición, está aniquilando a todos. Cuando el negocio es más importante que la vida, la barbarie capitalista está a la vuelta de la esquina. 

lunes, 21 de noviembre de 2011

Sobre la legitimidad de las autoridades

Mientras la sociedad santafesina evalúa la manera de reaccionar con contundencia al intento de tarifazo del gobernador Hermes Binner, la Presidenta busca un intersticio legal para que el insignificante Cobos no sea quien le acomode la banda celeste y blanca en la asunción de su segundo mandato. No es un problema menor. Para muchos sería la manera perfecta de humillar aún más al vicepresidente opositor. Pero por más que la escena sea tentadora, el estilo que ha llevado adelante CFK en los últimos tiempos es más de conciliación que de confrontación. Lo más adecuado es que sea el propio Cobos quien dé un paso al costado y se retire por la puerta de servicio sin saludar a nadie. El futuro ex vicepresidente desempleado ha traicionado la voluntad popular y no merece estar en ninguna ceremonia festiva. El protocolar acto del 10 de diciembre se convertirá en un festejo popular y el ingeniero será más un infiltrado que un convidado, pues él hizo lo imposible para que la Presidenta no llegue a ese momento. Aunque puede resultar divertido ver su cara de nada en el instante mismo de entregar el cetro -que en algún momento soñó portar- en manos de Cristina, no sería conveniente empezar el nuevo período presidencial con semejante símbolo de venganza.
Sin embargo, no le vendría mal como lección de civismo. Traicionar a los representados tiene sus consecuencias. La crisis política en algunos países del hemisferio norte es una clara muestra de ello. Muchos presidentes han tenido que renunciar por haber actuado más en defensa de la virtual y destructiva economía financiera que de la calidad de vida de sus representados. Otros están perdiendo legitimidad y transitan por la cuerda floja. Mariano Rajoy, el recién electo presidente español promete sacar al país adelante, aunque no aclara dónde quedará el pueblo en ese intento. Por si no queda claro, la crisis en los países europeos es el resultado de la supremacía de la economía por sobre la política. Los argentinos hemos vivido en carne propia la tiranía de los mercados durante décadas. Ahora parece que lo tenemos claro: nunca más los representantes del pueblo deben estar a las órdenes de los especuladores financieros. La economía debe estar al servicio del hombre y no a la inversa.
Sin embargo, algunos pretenden no entenderlo así. Hace unas semanas, el doctor Mariano Grondona -en un exceso de republicanismo sin precedentes- intentó invertir la ecuación. En relación al resultado de las elecciones del 23 de octubre, con su sereno tono de pedagogo en retirada dijo que los mercados votan todos los días. Claro, por si no se entendió, la eminente pluma del diario La Nación, otrora tribuna de doctrina, minimizó la importancia del voto popular expresado en las urnas. Para él –y muchos otros, por supuesto- valen mucho más los votos especulativos que se realizan en la oscuridad de las cuevas financieras. Pero los mercados no votan. Saquean, golpean, desestabilizan. Pero no votan, eso es seguro.
Notorio ejemplo de golpes son los que intentan todos los días las ficciones terroríficas del ex Gran Diario Argentino y sus anexos audiovisuales. Convierten en tarifazos, persecuciones, autoritarismo cada medida que el Gobierno Nacional toma para controlar a los que más tienen. Atacan al Estado cuando quiere tomar protagonismo en la vida cotidiana del ciudadano. Convocan a cualquier converso iletrado para dibujar alguna profecía agorera. No importa si con el contenido de sus titulares y comentarios ofende, asusta o engaña a sus lectores. Es más, ya no importan sus lectores. No en vano las ventas de Clarín bajaron más de un 22 por ciento desde 2008 a la fecha y Radio Mitre ocupa el quinto lugar en encendido cuando llegó al segundo o tercer lugar en la preferencia del público en los tiempos de la rebelión de los estancieros. Lo que ocurre con esos medios es una alegoría de lo que ocurre en los países del norte: por defender a los mercados se olvidan de los ciudadanos. Y éstos aprenden a olvidarse de ellos.
A los políticos de la oposición les pasó algo parecido. De tanto alimentarse de tinta, construyeron sus no-propuestas políticas en base a una realidad entintada y la realidad les pasó por encima, a tal punto que muchos de ellos no asoman ni la punta de la nariz cuando ven la cámara de algún canal televisivo. Margarita Stolbizer declaró en la revista Debate que le “generó un enorme impacto el apoyo que obtuvo el proyecto oficialista pues realmente no estaba viendo ese apoyo”. Claro, lo mismo le pasó al arrepentido Felipe Solá. Ambos estaban viendo otro canal, cuando deberían haberse asomado a la ventana. En la convención del radicalismo que se realizó algunos días atrás llovieron los reproches por el fracaso electoral de la fórmula presidencial. Y también las botellas. Pero el error del partido centenario no es haberse aliado con De Narváez, como piensan los botelleros radicales, sino haber abandonado las banderas nacionales y populares de Yrigoyen. La alianza con el colombiano es una consecuencia y no la causa de la crisis del radicalismo. El error es haber convertido un partido que en sus principios fue revolucionario –radical- en una alianza casi conservadora. Por seguir ciegamente los titulares malintencionados quedaron solos en su ceguera.
Muy solos no. En las redes sociales algunos ciudadanos se juntan virtualmente para clamar a los cuatro vientos –virtuales, también- que conforman el 45 por ciento que no votó a Cristina. Y desde esos espacios virtuales construyen un tango de indignación injustificada que se alimenta esencialmente de titulares independientes. El tango es una queja por los tarifazos, por el autoritarismo, por los mocosos de La Cámpora en Aerolíneas Argentinas, por las netbooks a negritos que ni tienen electricidad, por las pibitas que se embarazan por la platita, por los ciudadanos de bien que no pueden comprar dólares. En síntesis, es el tango de la incomprensión. Incomprensión que muchas veces se confunde con gorilismo. O viceversa. Todavía falta mucho camino por recorrer para alcanzar el país proyectado para todos y estos ciudadanos, empantanados en una ciénaga de tinta, quieren que retornemos al punto de partida. Y eso no es negociable.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Un ajuste versión Binner

No es lo mismo la quita de un subsidio que un aumento de tarifas. En estos días, el ministro de economía, Amado Boudou y el de planificación federal Julio De Vido, anunciaron una quita de subsidios a la energía eléctrica y el gas a sectores de posición económica privilegiada. Además, extendieron esa medida a todos aquellos que consideren que no necesitan consumir energía subsidiada por el Estado. Mientras tanto, aprovechando el revuelo y ante la posibilidad de deslindarse de culpas, el gobernador saliente de la provincia de Santa Fe, doctor Hermes Binner, anunció monumentales aumentos en las tarifas de luz y agua. Eso sí, a diferencia de las medidas tomadas por los ministros nacionales, en la “invencible” bota los aumentos son parejos para todos. Un socialismo a la medida de los que más tienen.  
Para avanzar en este tema, es necesario recordar una frase que la Presidenta pronunció en el marco de la Cumbre del G-20, una de las tantas que merece formar parte de una antología: “prefiero enfrentar el enojo de los poderosos antes que la furia de la sociedad”. Sin ostentación de fanatismo, esta idea es toda una declaración de principios, más aún cuando proviene del discurso de una mandataria que participa de una reunión en la misma cueva donde se cocinan las crisis. O Binner no la entendió o precisamente toma la decisión de hacer todo lo contrario. Enfrentar a los poderosos de Santa Fe significaría replantear el sistema tarifario para lograr que aquellos que tienen mayores ingresos abonen un precio de los servicios más alto. Sin embargo, inspirado tal vez en la hibridez del partido que representa –y en la suya propia- decide realizar un aumento parejo para todos. Los que menos tienen subsidian  a los que más tienen, a diferencia de la medida anunciada por el Gobierno Nacional. Una palabra que en el hemisferio norte circula como el pan: ajuste.
El esquema tarifario de la Empresa Provincial de la Energía –EPE- establece un precio hasta los primeros 120 KWh consumidos, otro para los segundos y de ahí en adelante, casi el doble. A simple vista uno puede suponer que alienta un ahorro energético y favorece a los sectores que menos consumen. Sin embargo, los primeros 240 KWh consumidos se pagan a un mismo precio tanto en familias de clase media baja como en las de clase alta, con la diferencia de que estos últimos no necesitan cuidarse porque pueden pagar todo lo que consumen, sin límites al bolsillo. En cambio, en el primer caso, pasar de un precio a otro puede significar la diferencia entre llegar o no llegar a fin de mes. Así es el socialismo modelo Santa Fe. El confort para los que más tienen. La precariedad, la angustia y el ahorro para el resto.
El aumento pedido por la EPE es de más del 23 por ciento, escalonado entre diciembre y marzo. Según la empresa, "esta medida aportará a la sustentabilidad de la prestación del servicio eléctrico en la provincia y obedece a la variación de costos en materiales y servicios que la empresa ha debido afrontar". Como dicen siempre los que se excusan cuando no tienen excusa.
Peor es el sacudón que dará Aguas Santafesinas SA. La empresa acuífera formalizó un pedido de suba al Ente Regulador de Servicios Sanitarios de 138 por ciento, también de manera escalonada pero con un 80 por ciento de incremento en el primer bimestre de aplicación y el resto en los períodos subsiguientes. Binner justificó de todas las maneras posibles este monstruoso incremento que se producirá en los meses de mayor consumo, aunque le faltó decir que quien no tenga plata que no se bañe. Cabe aclarar que en el caso del servicio del agua, sólo una parte de los domicilios cuenta con medidores, por lo que la tarifa es independiente del uso que se le dé al fluido.
El rechazo del Partido Justicialista de la provincia no se hizo esperar. En un documento firmado por Ricardo Spinozzi y Jorge Fernández –presidente y vice respectivamente- “rechaza en forma terminante los exagerados aumentos en las tarifas de electricidad y agua que ha dispuesto el gobierno de Frente Progresista”. También “exige que se convoque de manera inmediata a audiencias públicas para que los funcionarios del Ministerio de Servicios Públicos, la EPE y ASSA expliquen de manera fehaciente los motivos por los cuales se apela a este tarifazo que perjudica a la población en general y a los sectores de la industria, el comercio y la producción en particular de la provincia de Santa Fe”. En ninguna parte del texto solicita al ejecutivo provincial que establezca un cuadro tarifario en relación con los ingresos de los usuarios, a tono con las medidas tomadas por el Gobierno Nacional. Eso sí, aclara que las tarifas de los servicios han sido retocadas en siete oportunidades por la administración de Hermes Binner.
No debe sorprender a nadie, pero este incremento en la tarifa de los servicios públicos ya estaba pensado desde antes de las elecciones. Y tampoco es sorpresa que haya esperado el anuncio de la quita de subsidios a nivel nacional. En relación con lo primero, es fácil deducir que si el pedido de “tarifazo” se hubiese dado antes del 23 de octubre, hubiera restado aún más votos a la fórmula presidencial encabezada por el ex anestesista. Con respecto a lo segundo, trata de que este desproporcionado aumento aparezca como consecuencia de la decisión de la quita de subsidios del Gobierno Nacional. Además, al tomar esta medida antes del cambio de autoridades, evita que su sucesor en la Casa Gris dé un primer paso antipático.
Sólo resta esperar la reacción de los santafesinos, que todavía no han tomado verdadera dimensión del impacto que ocasionará en sus bolsillos. Una medida así debe producir un rotundo rechazo de la sociedad, en principio desde lo numérico, lo material. Y después desde lo simbólico pues, una vez obtenidos los votos traiciona a los votantes con un ajuste descomunal, inesperado y extorsivo. Sería bueno que el Gobernador experimente por una vez la furia de la sociedad, para entender qué quería decir la Presidenta con esa frase.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Rebeldía, colonialismo y boicot

Aunque el inicio de la semana promete calma, aún resuenan los ecos de los artificiales conflictos que se generaron algunos días atrás. La plaza cambiaria retoma la tranquilidad, a pesar de la obsesiva andanada de títulos adversos que recibió la medida de la AFIP de controlar el origen de los fondos para comprar dólares. Basta recordar que apenas un diez por ciento de la población tiene una relación cotidiana y material con la moneda verde, mientras el resto de los ciudadanos convive tangencialmente con sus altibajos insignificantes. En este tema se mezclan una historia de proximidad a veces tortuosa con verdaderas especulaciones económicas. Pero lo que persiste aún con sospechosa intención es el conflicto desatado entre algunos de los controladores aéreos y el personal técnico con las autoridades de Aerolíneas Argentinas. Y por si esto fuera poco, el documento emitido por la CGT en rechazo al pedido de suspensión de la personería gremial de APTA agrega un poco de incertidumbre al culebrón.
El documento firmado por los principales exponentes de la entidad sindical -Hugo Moyano, Julio Piumato y Juan Carlos Schmid- afirma que “no es una medida acertada el planteo de la suspensión de la personería gremial” y reclama “que se utilice el diálogo social para superar los diferendos”. Si bien es comprensible que la Central Obrera asuma la defensa de un gremio, es injusto que reclame diálogo sólo al Ministerio de trabajo y no a los trabajadores de la empresa. Ricardo Cirielli, el representante de APTA, se ha expresado en duros términos respecto de las autoridades de la empresa aérea. Cirielli declaró en numerosos medios que Mariano Recalde y Axel Kicillof son nenes de La Cámpora que manejan la aerolínea como si fuera un kiosco. Hasta han hecho oídos sordos a la conciliación obligatoria dictada el viernes por el ministro Carlos Tomada y han dejado sin vuelos a miles de viajeros, provocando una pérdida de 80 millones de pesos a Aerolíneas Argentinas. De ninguna manera esto puede considerarse como predisposición al diálogo.
En los cuatro días de conflicto, Cirielli ha dado innumerables explicaciones al cese de actividades, menos motivos concretos relacionados con problemas gremiales. Muchos de los que analizan este conflicto afirman que las motivaciones son más políticas que laborales. En efecto, a pesar de que los gremios resistieron la privatización de la empresa durante los oscuros noventa y denunciaron su desmantelamiento y abandono en manos privadas, ahora parecen actuar en contra de la gestión que la ha recuperado para el Estado. Entre las razones que esgrimen hay un licuado imposible de dilucidar y menos aún de catalogar como sindical o política y ni hablar cuando aparecen problemas técnicos, como el estado de las aeronaves y demás aspectos relacionados con la seguridad, por ejemplo. Lo que sí es claro que hay una rebeldía corporativa que cuestiona y desautoriza a los directivos de la empresa que son ni más ni menos que elegidos por el Poder Ejecutivo que acaba de ser reelecto. Y esta sospecha se confirma cuando entra en escena la proximidad de Ricardo Cirielli a la línea sindical de Luis Barrionuevo, seguidor hasta la extinción del agonizante Eduardo Duhalde, sector que cuando no logra el poder a través de una elección limpia, intenta conseguirlo con la agitación social.
Agitación que también han tratado de hacer desde las tapas de siempre, inspiradas más por el desprecio que por la información. El domingo pasado, CQC presentó un informe que debería llamar a la reflexión a los constructores del discurso hegemónico durante tanto tiempo. Un cronista del programa realizó una serie de entrevistas a ciudadanos de CABA y de la ciudad brasilera de San Pablo en relación al dólar. Cotización, preferencia, transacciones comerciales y confianza eran los aspectos sobresalientes de la encuesta. Más allá de la selección de los entrevistados y de las dudas de veracidad después de la edición, los ciudadanos argentinos consideraban al dólar tan propio como el peso, o tal vez más. En CABA desde las propiedades hasta los cigarrillos pueden comprarse en dólares mientras que en San Pablo los operadores inmobiliarios afirmaban que jamás habían hecho una operación en la moneda norteamericana. Cuando los comerciantes brasileros contestan con énfasis que jamás hacen ventas en dólares, uno no puede dejar de sentir un poco de vergüenza por tanta colonización local. Aunque gran parte de los argentinos no tengamos una relación cotidiana con el dólar y no nos acerquemos jamás a una casa de cambio, seguramente sabemos el precio en que está valuada nuestra propiedad o el sueldo que cobramos o lo que cuesta un viaje a Brasil en esa moneda. Un informe del Tesoro Norteamericano revela que Argentina es el país en el que más moneda verde circula, además del país de origen: en nuestro país hay 1300 dólares por habitante, contra 8 en Brasil. Un dato que evidencia el daño que ha producido durante tres décadas el discurso dominante en el universo simbólico nacional.
El lunes CFK comenzó a llamar a la cordura, cuando aconsejó “no boicotear a la Argentina” desde la fábrica re-inaugurada en Tierra del Fuego. Pero no se refirió sólo a un sector de los trabajadores aeronáuticos, sino a todos los representantes sindicales y a muchos empresarios. “No confundan mis palabras –expresó La Presidenta en Santa Fe al día siguiente- el llamado a no boicotear a la Argentina fue para todos los que tienen responsabilidades: sindicatos y empresarios”. Y para que no queden dudas, agregó a “los sindicatos con prácticas que no son aceptables y también los empresarios que ganan formidables sumas de dinero y no las reinvierten en el país sino que las llevan afuera”.
Durante el recorrido por el cierre de la Muestra Agroindustrial de Las Parejas, los empresarios le presentaron una imponente máquina pulverizadora que se exporta a Estados Unidos. La Presidenta solicitó al titular de la firma Plá que desarrolle “alguna máquina para pulverizar el egoísmo, la mediocridad, la falta de solidaridad, la avaricia, la envidia, la falta de patriotismo”.
Aunque algunos hayan pensado en malinterpretar las palabras de CFK en un sentido autoritario, no se atrevieron a traducir sus oscuras ficciones en titulares. A tanto no pueden llegar los destinatarios de esa tan soñada máquina de imposible fabricación. Sólo un verdadero ciudadano en unidad con miles puede pulverizar esos no-valores que tanto daño han hecho en la historia de nuestro país.

martes, 15 de noviembre de 2011

Los periodismos oficialistas

No es sólo en nuestro país. Parece que en todo el mundo los periodistas están siendo cuestionados. Los indignados de España gritan por las calles consignas que no hablan muy bien de los trabajadores de prensa. En Estados Unidos ocurre algo similar. Ni hablar de algunos países de América Latina, donde muchos medios de comunicación se han transformado en la más virulenta oposición de los gobiernos con intenciones transformadoras. Pero tanto en el caso de los medios del hemisferio norte como los del sur existe un hilo conductor: han abandonado hace rato el noble fin de informar, si es que alguna vez lo han tenido. Ahora despliegan sobre los espectadores una serie de operaciones que tienen la intención de defender los intereses del Poder Real, el económico, aunque para ello tengan que convertir en víctimas a sus propios destinatarios.
Algunos se escudan en el presunto rol de oposición que tiene que ocupar el periodismo, aunque eso no esté fundamentado en ninguna bibliografía canónica. Los periodistas –de acuerdo a esta presunción- deben oponerse a los gobiernos y sólo acompañarlos cuando toman medidas que garantizan la estabilidad institucional. Eso sí, camuflados en la objetividad y protegidos por la libertad de expresión. Estos dos conceptos –vaciados y vueltos a llenar- son escudos y lanzas sumamente eficaces a la hora de proteger aquellos intereses que nunca dan la cara. Además, la estabilidad institucional no es otra cosa que la comodidad con que pueden moverse esos intereses nunca expuestos.
Nunca ha habido una comprensión tan extrema como en estos tiempos del rol que cumplen los medios hegemónicos al momento de señalar a los adversarios del Poder Real. En argentina ha tomado varias formas a lo largo de su historia y más aún en las últimas décadas. En tiempos de la dictadura cívico-militar había un periodismo cómplice que llamaba al otro -al subterráneo- alternativo o subversivo. Durante el gobierno de Raúl Alfonsín, se nombraba como patota cultural a los periodistas que asumían una tibia defensa de la primera gestión del retorno a la vida democrática. En los noventa, en pleno neoliberalismo, el periodismo que enfocaba sus cañones en contra del menemato era tildado de zurdito, Jorge Lanata entre uno de sus exponentes.
Desde no hace mucho se comenzó a difundir la dupla independiente y militante para ubicar en dos bandos contrapuestos al periodismo vernáculo. Los primeros asumen un papel claramente opositor y construyen la agenda informativa en base a anomalías de gestión unas veces exageradas y  otras artificiales. Los militantes son oficialistas, que defienden El Modelo a capa y espada y dejan en manos de la Justicia los posibles casos de corrupción, muchas veces casi anecdóticos. Esto no quiere decir que los independientes sean tan cortos de entendederas que no puedan comprender El Modelo. Al contrario: lo comprenden muy bien y por eso lo combaten. Desde este punto de vista, ambas formas de periodismo –independiente y militante- son oficialistas. Unos –los militantes, oficialistas- apoyan al poder político que está logrando importantes transformaciones en nuestro país. Los otros –los opositores- son oficialistas del poder económico y, por tanto, adversarios y hasta enemigos del poder político que se construye en torno del Gobierno Nacional.
Después de las elecciones presidenciales, aquellos medios por los que desfilaban los políticos opositores se han convertido en un escenario dominado por los tecnócratas, especialistas –es un decir- en materia económica. Como no pudieron construir una oposición política a CFK y su equipo, ahora atacan con tecnicismos malintencionados y fantasías agoreras. Como las próximas elecciones están lejos, tratan de instalar un clima de zozobra económica. La manera en que construyeron el malestar social a partir del control de la AFIP a la compra de dólares es un caso testigo de esos intentos, aunque los afectados por esas medidas no alcancen al diez por ciento. Como los políticos opositores han fracasado en el papel de defender los intereses del poder concentrado, ahora son condenados al ostracismo. Ya no sirven, por lo tanto, deben descartarse.
El Poder Real –el económico- es así, desaprensivo y descarta lo que ya no le sirve. En los países europeos más afectados por la crisis financiera, presidentes, cancilleres y primeros ministros desfilan por la pasarela y el más obediente es elegido para defender sus intereses. Las figuritas cambian y queda la más servil. Hasta no dudan en descartar al propio ciudadano, que se convierte en víctima de su avidez destructiva e ilimitada. Antes de presentar su renuncia, el premier italiano Silvio Berlusconi fue muy claro: presentó un paquete de ajustes a la medida de los requerimientos del mercado financiero. Y Mario Monti, su sucesor, profundizará esa “modernización” de Italia. En Grecia, Giorgios Papandreu fue reemplazado por Lucas Papademos en el cargo de Primer Ministro, porque es un claro defensor del modelo neoliberal que impone el FMI y que satisface a los mercados. En España, el PP desplazará al PSOE del gobierno para endurecer las políticas de ajuste y enriquecer a los más enriquecidos.
El Poder Real en Sudamérica tratará por todos los medios de mudar la crisis europea a la región, rica en potencialidades, pero nunca abandonará la facilidad con que obtienen cuantiosas ganancias en la economía virtual, en el “anarcocapitalismo”, como lo definió La Presidenta en su intervención del B-20, en la cumbre del G-20 realizada recientemente en Cannes. Y para lograr ese resultado no dudan en utilizar a los periodistas que, con docilidad, defienden esos intereses con uñas y dientes, aunque puedan provocar el desánimo, el malhumor, el malestar de toda la población. Aunque sometan a un país a la peor de las crisis. Pero para eso deben posicionarse como perpetuos opositores al poder político y por tanto persistentes oficialistas del poder económico, el peor de todos, el más salvaje, el más destructivo e inhumano, el que ya conocemos y no tenemos que olvidar.


domingo, 13 de noviembre de 2011

Noviembre de alto vuelo

Otra oportunidad perdida para los medios antes hegemónicos y ahora con dominio en decadencia. El día poblado de onces pasó sin otra huella más que la exageración de ciertas expresiones místicas que sólo dejaron algunas imágenes graciosas. Los parques, las plazas y el Uritorco se poblaron de bailarines meditantes cuyo objetivo era absorber lo más posible la espiritualidad de esa fecha. Dentro de un año, un mes y un día la movida será más intensa porque además de la abundancia de doces, la profecía maya promete hasta un fin del mundo. Será el último día místico del siglo y hay que aprovecharlo. De lo contrario, habrá que esperar noventa años para que el 1° de enero del 2101 genere miedos, esperanzas, aperturas estelares, títulos catastróficos y vaya uno a saber qué cosas más.
Quienes apuntan alto son algunos trabajadores de Aerolíneas Argentinas que, sin dudarlo, alimentan con conflictos inventados los cañones de la artillería mediática para volver con el latiguillo de la ineficiencia del Estado para administrar la empresa. En sus coloridas páginas matinales exhiben cuadros con cifras infladas, gráficas, declaraciones exaltadas, usuarios indignados, fotos de pasajeros varados y todo tipo de recursos para producir en sus lectores la sensación de que la aerolínea de bandera es más un capricho del gobierno que un orgullo para el país.
No mencionan, por supuesto, el origen del conflicto ni las pretensiones de un grupo de pilotos que se resisten a aprender a conducir un modelo distinto de aeronave del que conducen habitualmente. No es un problema salarial, pues cobran entre 8000 y 10000 dólares mensuales y trabajan no más de 30 horas al mes. Según dicen, están preocupados por recuperar vuelos internacionales a Madrid, Los Angeles, Nueva York, París y Londres, en donde descansan cuatro días en hoteles cinco estrellas después de cada viaje. Por problemas menores que pueden discutirse utilizan a los pasajeros como rehenes y otorgan la excusa perfecta para que los carroñeros de la prensa puedan socavar el rol del Estado en nuestro recuperado país.
El que también socava desde su madriguera mediática es Chiche Gelblung quien el miércoles pasado afirmaba con todo el rigor del que es posible que si las elecciones fueran hoy, la presidenta sacaría un 15 por ciento menos de los votos. Todo por los controles de la AFIP a la compra de dólares. Claro, hay un grupo de ciudadanos –es un decir- que no está acostumbrado a explicar de dónde saca el dinero con el que acumula billetes verdes. Con su tan elaborado estilo verbal –que haría poner colorados a muchos barrabravas- el intelectual mediático criticó la medida que afecta –según su sabio entender- a muchísimos ciudadanos que quieren garantizar sus magros ahorros ante lo que se pueda venir.
El diario Clarín tampoco ahorra esfuerzos para crear el desánimo en la población. En un despliegue investigativo descubrieron el estremecedor relato de una desconsolada docente que no puede comprar los dólares que necesita para realizar el viaje soñado a Disney. Ella docente, él empleado de comercio. Planean un viaje con sus hijos al barrio preferido de Susana, Miami. Lo inverosímil de la historia salta a la vista. Un viaje a Miami para cuatro personas necesita algo más de ochenta mil pesos, cifra considerable para ser ahorrada en un año, como declara la víctima de la AFIP. Si es un testimonio inventado, se nota que el narrador tiene poco conocimiento sobre la capacidad de ahorro de verdaderas familias de clase media. Si no lo es, la trabajadora de la educación tiene serias dificultades para demostrar el origen de sus ahorros, porque los números no dan.
En la misma edición del miércoles, la “agenda negra” de Magneto publica una nota de opinión en la que el autor expresa su enorme desconcierto. No se explica cómo CFK obtuvo semejante cifra en las elecciones presidenciales a pesar de los problemas que la sociedad argentina está padeciendo: la descontrolada inseguridad y la galopante inflación. El periodista afirma que los votantes no tuvieron en cuenta esos puntos negativos a la hora de introducir el sobre en la urna. En ningún momento se pregunta por la validez de las premisas que utiliza para elaborar su hipótesis. Ni siquiera sospecha que tal vez la inseguridad no sea tan descontrolada ni la inflación tan galopante. Y este buen hombre no sabe que llegar a esa conclusión le otorgará paz a su espíritu y podrá dormir de un tirón todas las noches.
En todos estos casos hay un hilo conductor que es la intención de crear una opinión pública adversa al Gobierno Nacional, que en todo se equivoca, según pretenden demostrar. Todavía no han encontrado el camino para volver a los dorados días de marzo de 2008, cuando con una pantalla dividida o un título a media página podían convocar a la población para pedir la renuncia de La Presidenta, que había asumido unos meses antes. No pueden entender lo que ha ocurrido. Desean fervorosamente regresar a aquellos tiempos noventosos en que era la economía del “libre mercado” la que decidía las acciones políticas. Por eso claman el respeto por las instituciones, aquéllas que permitían que las corporaciones ganaran fortunas sin producir nada. Ese respeto por las instituciones significa ni más ni menos que transformar a nuestro país en un coto de caza libre de reglas. Las instituciones no son neutrales, sino que se construyen de acuerdo a las necesidades de la sociedad. Y están para defender a los más vulnerables, principalmente. Todo esto es, en definitiva, una guerra de posiciones que todavía no ha terminado. Y los ciudadanos de a pie no debemos ser meros espectadores. Una vez más, la Historia nos convoca para ser protagonistas de un proyecto que está en plena construcción.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Tecnópolis: el futuro del futuro

Un poco desmantelada pero sin dejar de recibir innumerables visitas, la mega-muestra de ciencia y tecnología está a pocos días de cerrar temporalmente sus puertas. Primero iba a funcionar durante unas semanas en un predio de la CABA, pero el capricho del Jefe de Gobierno sumado a la proximidad de su boda impidió la inauguración en los últimos meses del Año del Bicentenario. El predio de la localidad de Villa Martelli, en el que funcionaba una dependencia del Ejército Argentino, de casi cincuenta hectáreas, es donde decidió emplazarse a mediados de este año, para funcionar durante un mes y medio. Su fecha de cierre se fue postergando debido al éxito y los buenos comentarios de los visitantes y ahora sí, a fines de noviembre, Tecnópolis se despedirá de la sociedad para volver en unos meses como una muestra permanente. Según lo planeado, durante estos meses se transformará en una feria itinerante que se trasladará a distintos lugares del país, en una versión más reducida, por supuesto.
Ya está comenzando la construcción de los locales que albergarán a los stands de manera más sólida. Para julio del próximo año se está elaborando un nuevo diseño y distribución de las muestras y entonces sí, la vidriera de la ciencia y la tecnología de nuestro país quedará instalada para siempre.
Tecnópolis es puro entusiasmo, mucho relato y bastantes promesas. No es la espectacularidad que se anunciaba desde el oficialismo ni la exposición del subdesarrollo que cuestionaba la oposición. No es un parque de diversiones ni el país de las maravillas. Es un acta de compromiso por lo que viene. Es una maqueta del proyecto de país que se está construyendo. Por eso en su recorrida da la sensación de estar presenciado bocetos inacabados de nuestro futuro. Para quienes fueron con la idea de encontrarse con montañas rusas, máquinas voladoras, juegos infartantes, diversión pura y alocada salieron, por supuesto, decepcionados. Los que van con una expectativa baja, salen medianamente satisfechos.
Hay que recordar que fue pensada como una muestra temporal que se extendió por más tiempo de lo planeado. Por eso es que se queda más en intenciones que en concreciones, no porque lo que se muestra no resulte interesante, sino porque la manera de mostrar resulta reiterativa. En todos los stands abundan los LCDs con datos y relatos y al final uno se da cuenta de que ha hecho un recorrido por infinidad de documentales y es todo lo que ha visto. La interactividad está pensada para los más chicos, que seguramente tienen más opciones para divertirse. Para los grandes hay innumerables letreros que cuentan y no mucho más que eso. La sorpresa no debe estar sólo en el contenido de lo que se cuenta, sino en la manera de contarlo. En todo el recorrido hay una abundancia de exposición estática, tal vez porque la ciencia y la tecnología en nuestro país recién están arrancando, después de décadas de abandono. Basta recordar que en los noventa, quien fue el ministro de  economía y ahora pretende dar consejo a los brasileros, Domingo Cavallo, mandó a lavar los platos a los investigadores del CONICET, disconformes con los sueldos de hambre con que el Estado retribuía su trabajo.
Como en nuestro país la ciencia es un proyecto, Tecnópolis también lo es. Y como todo proyecto, se construye mientras se avanza. Un proyecto no es un modelo. Un modelo es algo acabado que se puede copiar sin muchas alteraciones. Un proyecto en cambio es un recorrido con una idea como punto de partida y un sueño como meta. Para los que ven siempre el vaso medio vacío, Tecnópolis es sólo propaganda del gobierno. Para los que ven el vaso medio lleno es un buen punto de partida con un gobierno que piensa al Estado como impulsor de todo desarrollo.
Por otro lado, hay un mensaje muy claro: la ciencia y la tecnología están al servicio de la vida cotidiana de las personas. Por eso lo que se muestra como avances se relacionan más con mejoras de lo existente que con fantasías fílmicas. La ciencia de Tecnópolis en la cura de enfermedades, en el mejoramiento de las técnicas de producción, en la observación de nuestro entorno y en el aprovechamiento de nuestros recursos. Y también abundan los mensajes sobre la conservación del medio ambiente. Los coches eléctricos en los que se puede dar un paseíto son una muestra de ello. Y también los generadores eólicos y a energía solar. En todos los casos, falta reforzar la manera en que esos avances llegan al público, pues no se puede reducir todo el relato a carteles estáticos e imágenes en LCD.
En definitiva, Tecnópolis es una ventana a un futuro que despierta con un Estado decidido a dar apoyo a la investigación. Cuando dentro de unos años veamos las fotos de esta primera mega-muestra podremos advertir cuánto se ha avanzado.  

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Derrumbes en la colonia

Después del encuentro entre Barack Obama y CFK, algunos comentaron que no era muy serio que La Presidenta no hable inglés y que necesite un traductor para comunicarse con el presidente de Estados Unidos. La conferencia de prensa conjunta es una puesta en escena y los intérpretes hacían su trabajo para todos los que estaban presentes, no sólo para Cristina. Que los traductores deban cumplir con su función no significa que ella no sepa hablar inglés. Tal vez sea una excelente usuaria del idioma, tal vez no. Lo que inquieta es que aparezca la sospecha que cae solamente en la mandataria del sur. Porque Obama también necesitó un intérprete y en ningún momento pronunció una sola palabra en español. Y eso que en los Estados Unidos hay casi un cuarenta por ciento de hispanohablantes y en algunas regiones el spanglish es el idioma que domina. Pero no se puso en duda la seriedad del mandatario de un país con serios problemas internos y generador de infinidad de conflictos externos porque se expresa sólo en inglés.
La vergüenza debería sentirse por desconocer el idioma dominante y no por organizar guerras innecesarias –como todas- y someter al pueblo norteamericano a una crisis nunca vista. Obama tiene más motivos para avergonzarse por tener al 16 por ciento de la población norteamericana (49 millones de personas) sometido a la pobreza que por no saber hablar español. En ese sentido, Cristina debería estar orgullosa por encabezar una transformación nunca vista en nuestra historia más que por ser una brillante usuaria del idioma de Shakespeare. ¿Acaso alguien se envanecía cuando Menem balbuceaba en un inglés de jardín de infantes algunas frases que confirmaban el sometimiento?¿O alguien se ufanaba por las relaciones carnales con el país del norte?
La crisis que atraviesa a los países del todavía llamado Primer Mundo debería desprender definitivamente el velo del colonialismo que todavía dificulta la mirada de muchos. No es posible seguir admirando a esas naciones que se destruyen entre sí. Aquellos países que se consideraban más serios y civilizados están demostrando una barbarie cercana al canibalismo. Sería interesante preguntarse por qué la crisis que asolaba cíclicamente estas tierras sureñas ahora la padecen los habitantes de aquellos países que, si no la provocan, al menos la consienten. Como los países de América Latina están aplicando en su mayor parte una política económica soberana y no dictada por el FMI, Estados Unidos y los países europeos tienen que aplicar los ajustes sobre sus propios pueblos, desacostumbrados a padecer una crisis tan profunda. Por si no quedó clara la ecuación: nuestras crisis sostenían el estado de bienestar del que ellos gozaban. Pero claro, todavía sigue molestando que un mandatario latinoamericano no hable el idioma de los otrora colonizadores.
Cada vez se pone más en evidencia cuáles son las formas de evitar que la especulación financiera ocasione estas sacudidas en la vida de los pueblos. Esos millones de dólares que circulan impunemente por la virtualidad del mercado sin producir más que miseria deberían ser volcados a la economía real para generar ganancias genuinas y de paso, bienestar para las personas reales. Y es la política, la elegida libremente por el voto popular, la que debe encauzar este caos antes de que todo estalle.
Aunque no siempre el voto soberano opta por la política. El viernes pasado se produjo el derrumbe de un edificio en el barrio Monserrat de la CABA, generando cuantiosas pérdidas materiales a más de doscientas personas. El origen de esa tragedia: la avidez inmobiliaria y la ausencia del Estado Porteño. Esto es el sello Macri, hacer negocios sin importar las consecuencias. Gobernar para el ingeniero civil es colocar otro ladrillo en la pared. El Estado es para Macri la oficina de los grandes capitales, el lobby donde se concretan las operaciones más rentables. Y ni siquiera es capaz de disimular lo poco que le interesa el ciudadano. Y eso es por lo que votó la mayoría del pueblo de Buenos Aires. El abandono insistente y con impunidad es lo que el 60 por ciento del electorado eligió.
Dejar durante tres días –y tal vez más- en la calle a doscientas personas de todas las edades como consecuencia de una epidemia de departamentos para pocos y la negligencia de gestión es toda una definición ideológica. El abandono del Estado porteño hacia sus ciudadanos es alevoso. Y tan grave como eso es el blindaje que tiene el Jefe de Gobierno en algunos medios hegemónicos. En las notas que cubrían el hecho, Clarín y La Nación no mencionaron jamás al ingeniero civil, quien ni siquiera se hizo presente en el lugar. El botón de muestra: el lunes a las 20:35 la señal TN puso al aire una serie de entrevistas a los damnificados por el derrumbe englobadas bajo el título –muy sugestivo- “Historias mínimas”. Más allá de que hayan jugado con el título de una excelente película argentina, el concepto que encierra es estremecedor. Las historias de los particulares no deberían ser mínimas en medio de una tragedia como la ocurrida el viernes pasado, sino máximas. Las de la película eran mínimas porque eran cotidianas. En este caso, son mínimas por su insignificancia para los que la narran. Por eso el ingeniero Macri no aparece como principal responsable de estos hechos. El no derrumbó el edificio –ni ninguno de los anteriores-, pero lleva adelante un estilo de gestión en el que lo económico predomina sobre lo político. Pero peor aún: el abandono no sólo es anterior al derrumbe, sino posterior. Y todavía no asumió su segundo mandato.
Los ciudadanos europeos y estadounidenses reclaman a los estados que los protejan de la avidez de los buitres virtuales. Los gobiernos responden con más ajustes. Por ese camino, el derrumbe de esas sociedades es inevitable. En CABA, el abandono del Estado municipal produce otro tipo de derrumbes, más concretos. Pero el símbolo que encierra esos hechos es la ausencia con convicción de quien debiera ser el principal preocupado por el bienestar de todos los porteños. Pero los negocios son más tentadores. Qué futuro nos espera con alguien así en la presidencia de la Nación.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Las operaciones y los símbolos

Mientras muchos continúan con los festejos por los números de las elecciones presidenciales, algunos pocos con capacidad de daño considerable asoman los hocicos desde sus madrigueras ante la mínima posibilidad de desplegar sus habilidades carroñeras. Como no pueden ganar a la luz de la democracia, apelan a la oscuridad de la especulación, la agitación y la construcción del desánimo. El gataflorismo opinativo circula impunemente en los medios para castigar –simbólicamente- a quienes votaron por la continuidad de CFK y malhumorar –concretamente- a los que no lo hicieron. Dos hechos bastaron para alimentar tan bestial procedimiento: el control de la AFIP a la compra de dólares y la disminución de subsidios a empresas de energía y transporte. Casi borraron de la agenda informativa la obligatoriedad a petroleras y mineras de liquidar sus divisas en el país. Y como frutilla del postre, el encuentro entre La Presidenta y Barack Obama en el contexto de la reunión del G-20 realizada en Cannes el jueves y viernes pasados.
Muchas veces hemos escuchado a comentaristas, economistas y políticos cuestionar desde los innumerables formatos de pantallas televisivas la política de subsidios a empresas llevada adelante por el Gobierno Nacional, más como chicana hacia las Autoridades por el gasto que eso significa, que como beneficios a usuarios top y empresarios de servicios. Cuando los subsidios se incrementan, afirman sin dudar que se está favoreciendo a sectores K; cuando los subsidios amenazan con disminuir, advierten desesperados que se pueden disparar las tarifas perjudicando a los más pobres. Tanto una cosa como la otra son teatralizaciones que están muy alejadas de lo que verdaderamente ocurre. Esta semana se anunció un recorte de subsidios a bancos, financieras, aeropuertos, casinos y actividades extractivas del orden de los 600 millones de pesos, cifra poco significativa sobre los 54.000 millones que se destinarán este año. Pero igual sirve cuando se trata de defender intereses importantes y angustiar a la población con globos informativos, aunque la campaña electoral ya haya terminado y falten casi dos años para la próxima.
Pero con lo que más han jugado esta semana es con las medidas tomadas para restringir la compra de dólares. La relación de los argentinos con el dólar es como una telenovela larguísima que comienza a mediados de la década del ’70 y todavía no ha terminado. Amor y odio, encuentros y desencuentros, placer y dolor, fidelidad y traición, todo envuelto en una pasión que parece imperecedera. No es que el dólar haya aparecido en la vida nacional en esos tiempos pero sí comienza esa danza entre festiva y macabra para la maleable clase media. En tiempos de la última dictadura, fue Martínez de Hoz el que tocó los primeros acordes de esa melodía que combina momentos sublimes y exultantes con los infernales tonos de la devaluación cíclica. La monotonía melódica de los noventa, con el delincuencial uno a uno, permitió que muchos soñaran con un Primer Mundo criollo, que no necesitaba coreografía compleja pero garantizaba un disfrute inmediato. El final enérgico de la sinfonía del dólar se produjo en 2001, cuando el amante argentino padeció la peor de las traiciones: habituados a una paridad ficticia, los bancos garantizaban una escueta rentabilidad. El salto verde –pero no ecológico- se produjo en simultáneo con un corralito que impedía recuperar ahorros. Y todos los instrumentos se sacudieron en un ritmo enloquecedor. Lo de siempre en todo culebrón: un tiempo para curar la heridas, tapar las cicatrices y vuelta a los besos.
Aunque suene paradójico, para el imaginario argentino el dólar es tan criollo como el dulce de leche y tan necesario como la yerba. Más allá de los usos turísticos o para operaciones inmobiliarias, el dólar es visto como un respaldo a futuro, aunque su valor real como moneda internacional está en un tobogán resbaladizo. Menos de la mitad del circulante verde tiene respaldo en oro y sólo algo más del cuarenta por ciento de las cifras que se ostentan tiene aval en billete, por lo que el resto es virtual. Si los poseedores de grandes fortunas quisieran sacar en billetes su capital, no habría tantos fajos para responder. Gran parte de la economía que tiene a una buena porción de la población mundial al filo de la navaja es sólo una expresión digital en las pantallas, que se traslada de un lado a otro del globo como si de un juego de video se tratara, olvidando que esas movidas virtuales afectan a personas reales.  
Por eso resulta canallesco que las voces mediáticas vomiten advertencias malsanas sobre las regulaciones de la AFIP a la compra de dólares; supera lo miserable que apelen a la libertad cuando se trata de un control; expresa cinismo que recurran a la figura del pequeño (pequeñísimo) ahorrista cuando las medidas apuntan a grandes especuladores. Pero están para eso, para defender los intereses de los menos en perjuicio de los más, simulando todo lo contrario. Gran parte del electorado los dejó solos en las urnas; ahora falta que el público haga lo propio en las pantallas.
Con lo que tuvieron que ser un poco más creativos fue con la cita pedida por el presidente de Estados Unidos Barack Obama con CFK. Desde que comenzaron a llover las felicitaciones internacionales por los resultados en las urnas, los rincones no alcanzaron para albergar a tantos opositores lagrimeantes, aquellos que predicaban que Argentina estaba aislada del mundo. Los cerebros corporativos no sabían cómo transformar la trascendencia internacional de los números en mala nueva para los lectores nativos. La peor pesadilla para ellos se concretó el jueves, cuando Nuestra Cristina fue escuchada por los empresarios del B-20 en el marco de la Cumbre del G-20, el grupo que reúne a los países más desarrollados del planeta. Una sola frase resume la contundencia del encuentro: “prefiero enfrentar el enojo de los poderosos antes que la furia de la sociedad”. Toda una definición, que confirma el compromiso expresado en el discurso del 23 de octubre, después de conocerse los números de las elecciones, cuando dijo que siempre iba a estar del lado de los más vulnerables.
Desde hace un tiempo, economistas –Paul Krugman, Joseph Stiglitz-, políticos, como el emergente líder de la izquierda italiana Nichi Vendola o del opositor Partido Social Demócrata alemán, Sigmar Gabriel y miles y miles de anónimos que protestan en países del Primer Mundo están reclamando que los representantes elegidos en las urnas contengan la avidez especulativa de los fondos buitre. En sintonía con estas ideas, CFK expresó la necesidad de volver al capitalismo en serio, contrario al saqueo monumental y destructivo que está padeciendo la economía mundial en las últimas décadas.
Lejos de suponer que La Presidenta se transforme en una líder mundial, el ejemplo de Argentina y el de muchos países latinoamericanos es observado como salida para la crisis de los países del norte. Para terminar, una comparación de imágenes. En la anterior cumbre, los medios locales pasaron hasta el cansancio el amague que dejó a Cristina con la mano extendida ante la indiferencia de Obama. Esta vez, en la conferencia de prensa conjunta fue él quien extendió la mano hacia ella. Eso sí: con mucha naturalidad y calidez ella respondió el gesto, dejando de lado cualquier intención de venganza. No significa demasiado, pero sugiere un cambio de época.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Una barbaridad de Barone

Para muchos del oficio, ser considerado el peor periodista del año no es un honor, salvo que ese deshonor se convierta –por la magia de quien otorga la nominación- en un verdadero honor. Orlando Barone fue considerado el peor periodista del año 2009 nada menos que por la revista Noticias, el pasquín sensacionalista de Jorge Fontevecchia, empresario mediático, propagandista de las peores acciones de la última dictadura cívico-militar y cómplice inclaudicable de las operaciones de prensa de los medios opositores. Por eso, que ese medio lo considere ‘el peor’ debería ser un orgullo para él  y lo ubica en un sitial honorífico en el podio afectuoso de los que formamos parte del colectivo K.
 K, letra bárbara. Periodismo sucio y público sublevado” es el nuevo libro que el experimentado periodista ha puesto en nuestras manos como disparador reflexivo de una profesión que en los últimos tiempos ha dado mucho que hablar. Barone rompe con un molde, con un lugar común, aquél que reza que con el paso de los años nos volvemos conservadores. Por el contrario, desde el conflicto con los patricios sojeros Orlando rompió los lazos con los grandes medios -los que sin dudar patean toda estabilidad que los perjudique- y re planteó su carrera desde un nuevo lugar, en el que se dedica a señalar las confabulaciones mediáticas y el servilismo político. Desde el programa de la TV Pública 678 adquirió una notoriedad que lo separa de los notables y lo mezcla con las multitudes, con las que se siente más identificado. De grande, se ha vuelto rebelde y como un adolescente ‘crecidito’ dispara sus críticas cargadas de ironía hacia los que utilizan la profesión para proteger y entretener al amo y ganar su confianza, a costa de mentir, asustar, malhumorar y angustiar al público.
Como no podía ser de otra manera, el libro comienza con un interesantísimo análisis de una letra con poco rating en el diccionario, la ahora tan famosa K. “Para nuestra lengua –dice Barone- la letra ‘k’ era un signo rígido y duro y casi desempleado. Pero hoy tiene empleo estable y de ser una incógnita pasó a ser una certeza”. También analiza la manera en que la letra fue explotada por los medios que hoy reconocemos opositores para marcar algo despreciable. Los radicales K eran menos radicales que los radicales no K. Las leyes K son menos leyes que las otras. Pero, gracias a los logros y por impulso colectivo, esa letra pasó del desprecio, del niguneo y la degradación mediática a convertirse en un sello de calidad o Kalidad, como se prefiera. Y esta transformación semiótica “no es por el viento de cola sino por el timón, el timonel, los tripulantes y la meta, que el crónico encallamiento es hoy navegación excitante”. Pero la revalorización del signo también es mérito de los opositores a los que “les sobra el abecedario pero se quedan mascullando alrededor de esa sola que los aglutina en el rechazo. No conciben –ni reaccionan- que ese ‘anti’ los ata a la K y que la agiganta”. Y una idea que se desprende de esta frase es que mientras más se la demoniza, más sublime, más potente se vuelve.
Pero retrocedamos un poco en el libro y volvamos al prólogo, en el que el autor se pregunta “¿cómo escribir sobre el barro desde dentro del barro?”. Y en eso, Barone se equivoca. Desde el momento en que reconoce que se está en el barro, ya se empieza a emerger. En su caso, comenzó a sacudirse el barro cuando renunció al diario La Nación el día de su cumpleaños en 2008, como cuenta en el final del libro, a través del texto con el que se despidió de la “Tribuna de Doctrina”. Eso es desembarrarse, señor Barone. Entonces, no habla desde el barro sino limpiamente sentado a la orilla de la ciénaga.
Su caso, según él mismo cuenta, “es el de un perro entrenado por sus dueños para cuidarlos de los enemigos que le señalan y que un buen día se da cuenta que también tiene que desconfiar de aquellos que lo han adiestrado”. Todo el libro está atravesado por la experiencia del despertar, del reconocer que estuvo del lado equivocado. Y sus transformaciones profesionales no se produjeron por la plata –como ladran los perros entrenados- sino por la identidad y la convicción, palabras alejadas del entendimiento de los perio- distas “independientes”.
Desde hace unos años, los espectadores sienten estar ante una guerra entre el gobierno y los medios, o al menos es lo que denuncian los periodistas que están atrincherados en el bando más poderoso. “Si hay una guerra –escribe Barone- es la de los medios hegemónicos contra la sociedad, no contra el gobierno”. En efecto, hasta muchos de los lectores de esos diarios son bombardeados por misiles informativos que tienen más que ver con fantasías, deseos, amenazas o aprietes que con hechos de la realidad.
El veterano periodista reivindica su pertenencia al programa 678, el “de la ‘mierda oficialista’ que me incluye” porque “desenmascaró el baile de máscaras”. Y se detiene a hablar de la canción creada por Carlos Barragán, precisamente el de “La mierda oficialista”. “La canción –comenta Barone- nació y creció como si el autor no hubiera sido Barragán sino todos los millones de pasajeros del colectivo popular argentino”. Y por supuesto, dedica algunas páginas para hablar del emperrado enemigo del programa, el periodista Jorge Lanata, que de tan enfurruñado que está ahora ladra incoherencias desde medios españoles. Orlando construye una brillante frase que engloba –si es posible más- a la figura de Lanata: “tan afecto a estar a la vanguardia, se ha anticipado tanto que de pronto, sin quererlo, está a la retaguardia”.
Uno de los mejores capítulos del libro es el titulado “Que Dios no los escuche”, en el que comienza con algunas definiciones sobre ideología y termina con la enorme y dolorosa hipocresía de las denuncias respecto de la pobreza. Con mucha ironía, da algunas recomendaciones antes de encarar en público semejante tema. “Se podrían aplicar una serie de requisitos –dice- no pronunciar la palabra ‘pobre’ con la boca llena (al menos esperar a ingerir el bocado) ni menos con el estómago saciado…”. También cuestiona el uso mediático y político de la palabra ‘pobreza’: “la oposición la usa impúdicamente. Sabe que por más que haya un Estado protector y preocupado nunca va a faltar un indigente o un pordiosero echado entre jergones que les dé letra para hacerse los indignados filántropos”. Y relatando una crítica del escritor Jonathan Swift: “no los inquietaba el origen de la miseria, de la que eran sus causantes, sino que los asqueaba estar obligados a aguantar esa lastimera estética de niños sufrientes”.
“K, letra bárbara” está cargado de reflexiones para los que ya son periodistas, los que recién empiezan o los que quieren serlo y para aquellos que son víctimas cotidianas del bombardeo des-informativo. Y, como toda reflexión, origina preguntas que llevan a otra reflexión en un infinito que conduce al autor a comenzar de nuevo en una profesión en la que ya lleva cuarenta años. Para los lectores es un recorrido encantador, vigoroso, entretenido por los últimos años de una forma de hacer periodismo que, en breve, habrá de terminar. Pero vendrá otro, como el título del libro anticipa, si el público se sigue sublevando.

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...