Aunque el inicio de la semana promete calma, aún resuenan los ecos de los artificiales conflictos que se generaron algunos días atrás. La plaza cambiaria retoma la tranquilidad, a pesar de la obsesiva andanada de títulos adversos que recibió la medida de la AFIP de controlar el origen de los fondos para comprar dólares. Basta recordar que apenas un diez por ciento de la población tiene una relación cotidiana y material con la moneda verde, mientras el resto de los ciudadanos convive tangencialmente con sus altibajos insignificantes. En este tema se mezclan una historia de proximidad a veces tortuosa con verdaderas especulaciones económicas. Pero lo que persiste aún con sospechosa intención es el conflicto desatado entre algunos de los controladores aéreos y el personal técnico con las autoridades de Aerolíneas Argentinas. Y por si esto fuera poco, el documento emitido por la CGT en rechazo al pedido de suspensión de la personería gremial de APTA agrega un poco de incertidumbre al culebrón.
El documento firmado por los principales exponentes de la entidad sindical -Hugo Moyano, Julio Piumato y Juan Carlos Schmid- afirma que “no es una medida acertada el planteo de la suspensión de la personería gremial” y reclama “que se utilice el diálogo social para superar los diferendos”. Si bien es comprensible que la Central Obrera asuma la defensa de un gremio, es injusto que reclame diálogo sólo al Ministerio de trabajo y no a los trabajadores de la empresa. Ricardo Cirielli, el representante de APTA, se ha expresado en duros términos respecto de las autoridades de la empresa aérea. Cirielli declaró en numerosos medios que Mariano Recalde y Axel Kicillof son nenes de La Cámpora que manejan la aerolínea como si fuera un kiosco. Hasta han hecho oídos sordos a la conciliación obligatoria dictada el viernes por el ministro Carlos Tomada y han dejado sin vuelos a miles de viajeros, provocando una pérdida de 80 millones de pesos a Aerolíneas Argentinas. De ninguna manera esto puede considerarse como predisposición al diálogo.
En los cuatro días de conflicto, Cirielli ha dado innumerables explicaciones al cese de actividades, menos motivos concretos relacionados con problemas gremiales. Muchos de los que analizan este conflicto afirman que las motivaciones son más políticas que laborales. En efecto, a pesar de que los gremios resistieron la privatización de la empresa durante los oscuros noventa y denunciaron su desmantelamiento y abandono en manos privadas, ahora parecen actuar en contra de la gestión que la ha recuperado para el Estado. Entre las razones que esgrimen hay un licuado imposible de dilucidar y menos aún de catalogar como sindical o política y ni hablar cuando aparecen problemas técnicos, como el estado de las aeronaves y demás aspectos relacionados con la seguridad, por ejemplo. Lo que sí es claro que hay una rebeldía corporativa que cuestiona y desautoriza a los directivos de la empresa que son ni más ni menos que elegidos por el Poder Ejecutivo que acaba de ser reelecto. Y esta sospecha se confirma cuando entra en escena la proximidad de Ricardo Cirielli a la línea sindical de Luis Barrionuevo, seguidor hasta la extinción del agonizante Eduardo Duhalde, sector que cuando no logra el poder a través de una elección limpia, intenta conseguirlo con la agitación social.
Agitación que también han tratado de hacer desde las tapas de siempre, inspiradas más por el desprecio que por la información. El domingo pasado, CQC presentó un informe que debería llamar a la reflexión a los constructores del discurso hegemónico durante tanto tiempo. Un cronista del programa realizó una serie de entrevistas a ciudadanos de CABA y de la ciudad brasilera de San Pablo en relación al dólar. Cotización, preferencia, transacciones comerciales y confianza eran los aspectos sobresalientes de la encuesta. Más allá de la selección de los entrevistados y de las dudas de veracidad después de la edición, los ciudadanos argentinos consideraban al dólar tan propio como el peso, o tal vez más. En CABA desde las propiedades hasta los cigarrillos pueden comprarse en dólares mientras que en San Pablo los operadores inmobiliarios afirmaban que jamás habían hecho una operación en la moneda norteamericana. Cuando los comerciantes brasileros contestan con énfasis que jamás hacen ventas en dólares, uno no puede dejar de sentir un poco de vergüenza por tanta colonización local. Aunque gran parte de los argentinos no tengamos una relación cotidiana con el dólar y no nos acerquemos jamás a una casa de cambio, seguramente sabemos el precio en que está valuada nuestra propiedad o el sueldo que cobramos o lo que cuesta un viaje a Brasil en esa moneda. Un informe del Tesoro Norteamericano revela que Argentina es el país en el que más moneda verde circula, además del país de origen: en nuestro país hay 1300 dólares por habitante, contra 8 en Brasil. Un dato que evidencia el daño que ha producido durante tres décadas el discurso dominante en el universo simbólico nacional.
El lunes CFK comenzó a llamar a la cordura, cuando aconsejó “no boicotear a la Argentina” desde la fábrica re-inaugurada en Tierra del Fuego. Pero no se refirió sólo a un sector de los trabajadores aeronáuticos, sino a todos los representantes sindicales y a muchos empresarios. “No confundan mis palabras –expresó La Presidenta en Santa Fe al día siguiente- el llamado a no boicotear a la Argentina fue para todos los que tienen responsabilidades: sindicatos y empresarios”. Y para que no queden dudas, agregó a “los sindicatos con prácticas que no son aceptables y también los empresarios que ganan formidables sumas de dinero y no las reinvierten en el país sino que las llevan afuera”.
Durante el recorrido por el cierre de la Muestra Agroindustrial de Las Parejas, los empresarios le presentaron una imponente máquina pulverizadora que se exporta a Estados Unidos. La Presidenta solicitó al titular de la firma Plá que desarrolle “alguna máquina para pulverizar el egoísmo, la mediocridad, la falta de solidaridad, la avaricia, la envidia, la falta de patriotismo”.
Aunque algunos hayan pensado en malinterpretar las palabras de CFK en un sentido autoritario, no se atrevieron a traducir sus oscuras ficciones en titulares. A tanto no pueden llegar los destinatarios de esa tan soñada máquina de imposible fabricación. Sólo un verdadero ciudadano en unidad con miles puede pulverizar esos no-valores que tanto daño han hecho en la historia de nuestro país.
La obseción por el dólar es un berretín de cien años en el país y, nos guste o no, ese berretín fue frenado durante los 90, cuando se eliminó la inflación. Esto no es una defensa al menemato, Dios me libre, pero es una realidad y no hay que dejar de verla. El combate contra la inflación debe ser librado con energía y contundencia, caiga quién caiga. De esta única manera la presidenta refrendaría y justificaría el apoyo brindado en las elecciones. La inflación favorece la fuga de capitales y mina el bolsillo de la clase obrera, debe figurar entre las principales prioridades de cualquier gobierno.
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