jueves, 17 de diciembre de 2020

Los cómplices del coronavirus

 

El último fin de semana largo pareció el ejemplo de lo que no hay que hacer en la temporada veraniega que se viene. Los que pudieron viajar a centros turísticos olvidaron que todavía estamos en pandemia y que el coronavirus no es el pasado, sino el presente y también el futuro. Las fiestas clandestinas y los amontonamientos al aire libre fueron las imágenes más preocupantes del descontrol. Parlante que suena convoca una multitud bailante en donde sea, como si esta tragedia mundial ya hubiese terminado. El sábado pasado, la costanera centro de Rosario fue el escenario del salvaje desahogo de cientos de jóvenes que parecían escapar de un confinamiento de décadas. Difícil imaginar prudencia en estas últimas semanas del año. Aunque el bolsillo apriete, ya se ve el clima festivo. El distanciamiento, los barbijos, la timidez del saludo quedarán fuera de lugar en las festicholas que muchos están preparando. El alcohol en gel dará paso a sus otras versiones que vienen en botella y súper frías.

El anuncio de la llegada de las vacunas no significa que ya estemos todos vacunados, salvo que rocíen las dosis desde un avión y nosotros abramos nuestros poros en la vía pública. Pero eso no va a pasar. Para que podamos andar despreocupados por las emboscadas de la Covid pasarán muchos meses, cuando más del sesenta por ciento de la población esté vacunada. Lo que hagamos en las próximas semanas será determinante de lo que nos pasará cuando el verano empiece a abandonarnos.

Mientras tanto, los cambiemitas ya no saben cómo disfrazarse. Ya no están Juntos por el Cambio, sino solamente Juntos, aunque no sepan para qué. Más que juntos, amontonados y tambaleantes para conquistar algún poroto en las elecciones de medio término. Eso sí, como siempre, sin saber qué decir. El ex empresidente Macri eleva sus insustanciales protestas por el cierre del aeropuerto de El Palomar para vuelos comerciales y el único avión de Fly Bondi –su revolución de los aviones- deberá operar desde Ezeiza. Para oponerse a la IVE, hablan de Adán y Eva, de El Señor de los anillos o, en el peor de los casos, de embarazos de mil días. Y cuando no tienen nada que decir, sacan del arcón de la bisabuela denuncias generales y apolilladas, como el atropello a las instituciones, la división de poderes o la salud de la república. Y eso que estos farsantes son unos expertos en hacer de verdad lo que viven denunciando: desde la dictadura para acá han hecho todo eso y mucho, muchísimo más.

Los PRO y sus aliados empiezan a mostrar los colmillos de cara a las elecciones de medio término y, si sobreviven a la contienda, podrán iniciar la carrera presidencial con un menú poco tentador: Rodríguez Larreta – Vidal, por un lado y Macri – Bullrich, por el otro. Los primeros del ala dura y los segundos, del ala durísima. Pero, como ninguno de los cuatro puede declamar algo interesante, nada mejor que empujar a la cancha a la ex diputada Elisa Carrió para que la embarre. Desde su No-lugar irresponsable, Carrió prometió un juicio político a la tan envidiada Cristina porque, con la carta en la que cuestiona a la Corte, para ella se transformó en una gobernanta de facto y por tanto, golpista. Acá habría que poner risas grabadas durante diez minutos, por lo menos. Que un personaje así tenga prensa, es un insulto a la inteligencia. Después de haber construido su “prestigio” –con varias docenas de comillas- a fuerza de pronósticos apocalípticos, mentiras atroces y denuncias infundadas, de ofrecer el living de su casa para que un narcotraficante acuse de asesino a un candidato a gobernador, de haber defraudado con su renuncia a la mitad de los porteños que votaron por ella, parece mentira que todavía siga en carrera.

Y bueno, si nos encontramos con algunos zapallos que andan sin barbijo por la vida, ¿cómo nos vamos a sorprender por algún tarambana que corona con su voto a los peores exponentes de la política vernácula?

viernes, 11 de diciembre de 2020

Cuando el consenso no alcanza

 

Los balances son necesarios no sólo para evaluar lo que se hizo y lo que no, sino también para considerar los procedimientos utilizados. En este primer año de la presidencia de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner hay mucho positivo y también negativo. Pero cualquier análisis sincero no debe omitir de ninguna manera la pandemia, que ha hecho de estos meses algo insólito y hace a este gobierno incomparable con cualquiera de los anteriores. Y menos hay que olvidar el estado en que nos ha dejado la Revolución de la Alegría, con la Salud disminuida, la Economía en recesión y una deuda externa exorbitante. Sin ese punto de partida, cualquier evaluación del primer año del FDT será insuficiente o, en todo caso, malintencionado.

También hay que tener en cuenta que este gobierno tuvo dos comienzos: uno el propio 10 de diciembre cuando el presidente entrante explicó ante el Congreso su plan y el otro, a mediados del verano, cuando el Coronavirus empezó a sobrevolar nuestras tierras. Esa emergencia traspapeló todo y también justificó todo. La cuarentena profundizó la crisis que arrastrábamos de los nefastos cuatro años de macrismo y las partidas destinadas a paliar la situación de los más vulnerados, si bien fueron abultadas, resultaron insuficientes. Quizá si la impronta del presidente fuera menos conciliadora, se podrían haber hecho más cosas pero, a partir de marzo, el consenso era necesario para sostener el rumbo incierto planteado por la Covid. Consenso que muchos aprovecharon para acrecentar sus ganancias a pesar de la tragedia. Y lo siguen haciendo, porque nadie se atreve a poner freno a tanta angurria.

En muchas decisiones del presidente y sus funcionarios hay un compromiso con sus promesas de campaña, de acompañar a los más necesitados y atenuar sus padecimientos, pero no tanto. La prudencia para evitar conflictos y enojos con el Poder Real puede parecer –o parece- tibieza o en algunos casos, doble discurso. Que la vicepresidenta tenga que salir cada tanto con algunas sugerencias para transformar el statu quo es un indicativo de eso. Como si esa necesidad de estar orientando al presidente confirmara las sospechas de los medios agoreros de que es Cristina la gran titiritera. No está mal que así sea, porque ambos lideran un frente, y que sea ella la que tenga que hacer públicas sus objeciones y señalar el rumbo encanta a sus seguidores, pero también envenena a los detractores. Una cosa es que formen una dupla gobernante en sintonía y otra es que uno de los integrantes –una, en este caso- sea quien tenga que estar despabilando al otro.

Además, se nota que CFK quiere que las transformaciones pendientes y necesarias se hagan cuanto antes. A los enemigos de la reconstrucción no hay que darles tiempo y, menos aún, facilitarles las herramientas para que sigan siendo un obstáculo. Con el dólar planchado, ¿cómo es posible que siga habiendo aumentos en los productos alimenticios? Más aún cuando es vox populi que la inflación es una treta de los que dominan el Mercado para quedarse con la mayor parte de la torta. De poco sirven los acuerdos de precios por tres cortes de carne que se esfuman en el mercado interno. De nada sirve quejarse de la inflación como si fuera un fenómeno meteorológico cuando todos sabemos que es una estrategia de desestabilización, además de desmedido enriquecimiento. El presidente y su equipo no deben ser relatores de la realidad, sino los artífices para transformarla.

Poco aporta protestar por el funcionamiento mafioso del Poder Judicial si no destituyen a los mafiosos y acomodados. ¿Cómo es posible que Eduardo Casal siga siendo el procurador interino, cuando es totalmente constitucional su destitución? ¿Cómo puede entenderse que Carlos Stornelli siga siendo fiscal cuando abundan las pruebas de su mal desempeño, no sólo en la persecución implacable a Cristina y todos los kirchneristas, sino por la extorsión sistemática en las causas armadas? ¿Cómo es explicable que Bruglia, acomodado por Macri en un puesto para el que no concursó, sea el que presione sin pudor para que la causa de espionaje macrista en las cárceles pase a Comodoro PRO, Py?

Tampoco aporta demasiado lamentarse por las patrañas mediáticas mientras la pauta oficial sigue beneficiando a los medios más poderosos y destructivos; cuando el Estado completa el sueldo de sus empleados mientras los accionistas se reparten suculentos dividendos; que se mantenga en vigencia el adefesio ilegal que Macri deformó a fuerza de decretos y que no se reinstaure la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual como fue aprobada por el Congreso y declarada constitucional por una Corte Suprema más digna que la actual. La pandemia no puede servir de excusa para no modificar nada. En unos meses, cuando la vacunación masiva deje atrás la amenaza del virus, estaremos en pleno proceso electoral y la oposición berreta puede aprovechar la tibieza para sacar alguna ventaja. Y sería triste que los que en cuatro años nos hicieron retroceder veinte tengan sus impresentables bandejas llenas de bocadillos para convertir en consignas de campaña. Bocadillos que no hacen enojar a los poderosos, sino todo lo contrario.

lunes, 7 de diciembre de 2020

El límite de todos los límites

 

Las semana pasada, la Corte Suprema de Justicia, el Máximo Tribunal de la República, emitió un penoso mensaje a la sociedad. Todos sus miembros eligieron no meterse para corregir uno de los tantos fallos vergonzantes de los jueces federales. Los cinco integrantes que tienen la responsabilidad y la obligación de ejercer el control de calidad en el funcionamiento de este poder del Estado, se lavaron las manos ante la ejecución de una evidente venganza contra un exfuncionario. Ni siquiera se tomaron la molestia de revisar la sentencia que afecta por primera vez en la historia a un ex vicepresidente. Simplemente, se borraron. Contra el poder Real, el de Magneto –que encabeza el establishment-, no se animan a ser justos.

El caso es muy conocido, aunque muy manipulado tanto por los medios hegemónicos como por el proceso judicial que llevó a Boudou a la condena de cinco años y medio por un delito que no se pudo probar. La acusación sostenía que el entonces ministro de Economía había adquirido el 70 por ciento de la Empresa Ciccone Calcográfica después de haberla salvado de la quiebra, a través de un plan de pagos para saldar deudas con la AFIP, como se ha hecho muchas veces. Para lograr ese cometido –según la hipótesis- Boudou se había valido de un testaferro, Alejandro Vandenbroele, titular de The Old Found, a quien señalaban como amigo de la infancia. Ambos involucrados ignoraban ese “trascendental” detalle. Aunque no se presentaron pruebas ni documentos, Vandenbroele confirmó todas estas patrañas acogiéndose a la figura de “arrepentido” después de cobrar más de un millón y medio de pesos en 2017, con lo que compró un hotel boutique en Mendoza.

En realidad, el dinero que salvó a Ciccone provino del recientemente fallecido Jorge Britos y del financista Raúl Moneta. Una pericia hubiera demostrado esta afirmación, pero ni el juez de instrucción ni el encargado del juicio oral se preocuparon por este “pormenor. Tampoco se interesaron por investigar si el patrimonio de Boudou permitía adquirir esa empresa. Sin papeles ni documentos, con la sola palabra de un testigo falso ligado a Jorge Britos, que nunca fue citado al juicio para desmentir la acusación, se condenó a Amado Boudou.

La trampa está servida: cualquier acción que se tome contra los cinco miembros de la Corte sonará a revancha, a “atropello a las instituciones”, a amoldar la justicia para garantizar la impunidad de los que “se robaron todo”. Con el poder mediático intacto, con la capacidad de daño discursivo reforzada, con la malsana intención de malograr el entendimiento, Magneto y su cadena destructiva de manipulación ha logrado someter a la justicia en su conjunto, con el objetivo de debilitar cualquier intento de democratizar en serio nuestro país.

Aunque juristas, sindicalistas, referentes de DDHH, representantes, funcionarios y artistas cuestionen el accionar de la Corte porque legitima el law fare y la persecución política, poco se podrá hacer si se teme la reacción de agoreros y conspiradores. Mientras los Supremos apelan a su poder monárquico que les autoriza la indiferencia ante tantos atropellos, los principales referentes del empresariado argentino presionan al gobierno nacional para incrementar sus ganancias y destrozar la economía. No les importa cuánto suframos, mientras ellos puedan quedarse cada vez con más. Los miembros de la Corte no sólo renunciaron a su obligación de ejercer justicia para contribuir a un país más justo: también renunciaron a su independencia –si es que la tenían- y con ello, a sus privilegiados puestos y su dignidad para el recuerdo.

El No Fallo de la Corte puede servir de punto de partida para una transformación en serio. Basta de hipocresías: con jueces así, que no respetan leyes ni procedimientos, que miran para otro lado para no incomodar a los que se creen dueños de todo, no vamos a ningún lado. Las instituciones deben estar al servicio de la mayoría y no de una minoría emperrada en someternos a su angurria. Bastante hemos soportado sus provocaciones y sus burlas. El país que necesitamos no puede sobrevivir con la amenaza de estos buitres insaciables sobrevolando nuestras cabezas. Una vez más, han pasado el límite y ante eso no podemos quedar indiferentes.

jueves, 3 de diciembre de 2020

Para profundizar este camino

 

En este año hemos escuchado muchas veces que después de la pandemia no seremos los mismos. Algo positivo debe quedar luego de todo esto que nos haga salir del atolladero en el que nos encontramos siempre. Unos proponen poner el hombro porque Argentina debe recuperar la cultura del trabajo, mientras apuestan a la timba financiera, la explotación y la estafa de los precios. Otros proponen una mejor distribución tanto de los ingresos como de la producción con un país más federal, pero sólo piensan en provincia de Buenos Aires y no mucho más allá. Años escuchando esta puja discursiva que pocas veces se convirtió en un camino certero. Mientras tanto, casi todo lo que consumimos se produce en una mínima parte del país y, a pesar de algunas buenas intenciones, el resto de las provincias sigue relegada a la elaboración de los pintorescos productos regionales. Hasta que no se proponga la desconcentración real de la producción de alimentos y de muchas otras cosas más, Argentina será el país macrocefálico y desigual que conocemos desde hace mucho tiempo.

En el contexto de la muerte de Maradona, la pensadora Beatriz Sarlo consideró que el nuestro es “un país fracasado que empezó el siglo XX entre los 15 primeros del mundo y termina entre los 15 últimos”. Lo que omite Sarlo es el motivo del fracaso: el granero del mundo con extrema desigualdad es el modelo que fracasa y sigue fracasando. ¿De qué sirve estar entre los primeros si gran parte de la población no alcanza a satisfacer lo esencial? El triunfo de un país no depende de si unos pocos van por el mundo tirando manteca al techo, sino de que todos sus habitantes puedan consumirla. La producción nacional debe estar pensada para la mesa de todos los argentinos y no para que un puñado de avarientos amontone divisas en guaridas fiscales. La soberanía alimentaria se conquista cuando se exporta el excedente y no lo primordial. Sarlo destaca el fracaso pero no explica el motivo: el granero del mundo –desigual en la distribución de beneficios- exportaba materias primas variadas pero la tendencia al monocultivo de soja no sólo daña el medio ambiente, sino que afecta el desarrollo de una economía más rica.

Mientras sean unos pocos los que tengan el poder para decidir sin que nadie los vote, siempre tendremos dificultades para construir el país que necesitamos. En estos días, el empresario Luis Pagani empezó a presionar para que se eliminen los precios máximos de algunos productos alimenticios, mientras su empresa, Arcor, tuvo ganancias superiores a 4400 millones de pesos en plena pandemia. Este es uno de los escollos que debemos superar, que una empresa domine todo, porque eso nos somete al capricho de un angurriento.

Para eso, debemos identificar quiénes son los que defienden el modelo de desigualdad. Y desarticular sus argumentos, muchas veces falaces. El ex presidente Macri explicó que su derrota electoral se debió que el FDT prometía asado gratis. ¿Cómo puede seguir mintiendo tanto? ¿Cómo puede haber colonizados que aún le crean? El otro que está en gateras para ser paladín del modelo desigualador es Horacio Rodríguez Larreta. Ahora se victimiza porque el Gobierno Nacional y el Congreso están corrigiendo la anomalía que el Infame Ingeniero ejecutó por decreto: elevar la coparticipación de la CABA de 1,4 a 3,75 por ciento. Y el cínico alcalde porteño se lamenta por la educación, la salud, la vivienda cuando nunca hizo nada para mejorar esos ítems. Lo único que le importa es facilitar multimillonarios negocios inmobiliarios y adornar a los medios para que hablen bien de él: este año destinó oficialmente más de 1600 millones de pesos a publicidad en los medios hegemónicos y el año que viene ese monto se eleva en un 30 por ciento. Y lo que debe destinar por debajo de la mesa es incalculable.

En fin, para transformar el país debemos afrontar con énfasis todos estos problemas y muchos más. Las quejas de los poderosos constituyen el mejor indicio de que vamos por el buen camino.

sábado, 28 de noviembre de 2020

Al infinito y más allá

 

La muerte no es menos muerte porque sea tan anunciada. Aunque venga por entregas, igual duele. Siempre sorprende por más que uno la vea venir. No soy el más adecuado para escribir sobre Maradona porque no soy futbolero ni fan de nada. Y antes que poner generalidades descafeinadas, prefiero dejar la pluma en el tintero. Por eso esperé unos días para decir lo que siento. No soy de los que ven partidos y menos de los que recuerdan los goles con todos sus detalles. Esos a veces despiertan mi admiración, pero generalmente me exasperan. Las pocas veces que he visto un gol lo festejé si me alegra y a otra cosa. Pero la muerte de Maradona va más allá del fútbol. Más allá de todo, tal vez. Algunos dicen que Dios se llama Dios por Diego. Quizá sea exagerado, pero seguro que muchas divinidades envidian la humanidad de este ídolo. Una divinidad que supo tocar el cielo con las manos… y la pelota también. Y que jugó con el barro con el que se manchó varias veces. Que cayó, que se levantó, que se volvió a caer para volver a levantarse, con la fortaleza de un titán y las debilidades de un mortal. Que supo de amores y escándalos. De glorias y ocasos. De triunfos y de un poco menos. Como sea, este doloroso episodio le da la razón a Nietzsche respecto a eso de que Dios ha muerto. O tal vez no, quizá la muerte de este hombre con pretensiones de dios lo convierta en un dios de esos que no mueren nunca.

Que se haya abrazado con Kirchner, Chávez, Lula, Evo, Fidel hace que uno lo quiera más. Que se haya peleado con Macri, lo eleva muchos escalones. Y que haya ido a Mar del Plata gritando “no al ALCA” lo pone del mejor lado. El personaje se consolidó cuando el país encontró su rumbo más insólito allá por 2003. Y esa solidez cosechó muchos amores y unos cuantos odios. Amores que se evidenciaron el jueves con las abundantes –demasiadas- imágenes y anécdotas que brindó la televisión. Amores que desafiaron la pandemia y olvidaron la distancia. En estos meses de velorios despoblados y breves, el de Diego fue peligrosamente multitudinario.

Y los odios cosechados fueron menos, algunos futbolísticos por mera envidia y muchos otros políticos, por supuesto. Durante mucho tiempo, los escándalos y excesos encontraron más pantalla que su brillantez deportiva. Ahí se manifestaba el odio. Y ahora, con su muerte, en los parcos mensajes de condolencia que eran más de compromiso que de otra cosa. Algunos tan venenosos como el del presidente de Uruguay y ese “¿por qué debería afectarme la muerte de Diego Maradona? Me quedo con Francéscoli”. O la desapasionada frase que pergeñó el Infame Ingeniero, “es un día muy triste para los futboleros”, tan desprovista de todo justo él, tan futbolero. Pero la mayor muestra de odio la dio el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta que, como reafirmación de su impronta represiva, mandó a sus tropas para que repartan palos y balas en medio de tanto desconsuelo. Los que odian al pueblo son así, tan incontenibles que ni respetan el duelo.

Más allá de todo esto, están los que se preguntan cómo será la vida sin Diego. Demasiado abismo en esos sujetos. Y también están los que quieren que todo lleve su nombre y los que van a explotar su recuerdo de maneras olvidables. Lo seguro es que a partir de ahora comenzará a ser una de las mejores leyendas.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Tretas al descubierto

 

Unos años atrás, las redes se hicieron eco de diez estrategias de manipulación atribuidas al filósofo norteamericano Noam Chomsky. En realidad, fue el francés Sylvain Timsit quien, en 2002, las había deducido del libro “Armas silenciosas para guerras tranquilas”, que sí es del nonagenario pensador. Quien sea el que puso el huevo, lo importante es que esas estrategias son fácilmente verificables en el discurso dominante, tanto mediático como político. Lo asombroso es que esas tretas todavía sigan teniendo efecto en una parte del público, que algunos continúen atados a explicaciones del mundo que no buscan más que colonizar el pensamiento individual, que aún sigan respondiendo a estímulos informativos nada sofisticados y aplaudan como focas a semejante embrutecimiento de la conciencia.

Una de estas estrategias es la de dirigirse al destinatario como si fuera una criatura de poca edad. El resultado es un relato sencillo, con pocos datos y argumentos pero con una conclusión contundente. “Cuando más se busque engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante, explica Timsit. Más que desarrollar un pensamiento, el mensaje manipulador intenta despertar una reacción primaria, de aceptación o rechazo de la historia narrada. Esta respuesta no está fundada en un sentido crítico, sino en el éxito sugestivo de la manipulación.

Con no esforzada atención, podemos encontrar en los medios dominantes como Clarín, La Nación, Infobae y sus satélites noticias y análisis que tienen el tono de una fábula moralizante en las que se destaca la maldad extrema de los que consideran malos. El domingo, el diario más que centenario presentó en su tapa la habitual columna de Joaquín Morales Solá cuyo título es un insulto a la inteligencia: “Cristina: la Justicia es mía”. El eje de este engendro periodístico es la condena a los intentos de reemplazar al procurador interino Eduardo Casal por Daniel Rafecas. Lo llamativo es que describe como si estuviera mal el procedimiento constitucional para llegar a ese fin y omite recordar cómo hizo Macri para forzar la renuncia de Alejandra Gils Carbó y acomodar en su cargo a Casal sin acuerdo del Senado. Que Casal haya permanecido todo este tiempo es verdaderamente anti-constitucional y merece por ello ser erradicado de por vida de cualquier cargo cercano a la Justicia.

Sin embargo, Morales Solá tiene la osadía de condenar al cristinismo por hacer lo que corresponde con la frase: “la victoria da derechos, también para nombrar al jefe de los fiscales”, que es precisamente lo que hizo Macri sin el apoyo del Senado. Una manipulación obscena de una pluma que obtuvo su prestigio sólo por estar al servicio de los poderosos y no por su brillantez en un diario que se ufana de ser tribuna de doctrina y no es acusado por nadie de adoctrinar a sus lectores.

Sin demasiado esfuerzo, podemos descubrir que casi todo lo que vierten los voceros del establishment en sus medios colonizadores tienen ese mismo tono para confluir en un mismo objetivo: la demonización de todo lo que ellos llaman populismo para que gran parte de los ciudadanos se convierta en votante de aquellos modelos destructivos que sólo buscan profundizar la desigualdad que ya es bastante dramática. Pero esta treta y las nueve restantes sólo son efectivas cuando el receptor está dispuesto a asimilarlas sin chistar. Por tanto, no son todopoderosas. Y más aún cuando empezamos a descubrir que quienes las usan no buscan nuestro bienestar sino el sometimiento al saqueo permanente de lo que nos corresponde.

jueves, 19 de noviembre de 2020

Desde ahora y para siempre

 

Aunque parezca un chiste, los cambiemitas se sinceran cada vez más con la sociedad. En su afán de oponerse y mostrarse como una alternativa a no se sabe para qué, ya no se enredan en las contradicciones de la campaña 2015 sino que son absolutamente sinceros. Ya olvidada la perversa promesa de Pobreza Cero, sus diputados reconocen que defienden al 0,02 por ciento de la población. El 40 y pico por ciento que votó por Macri para la frustrada reelección debería estar indignado por esta revelación y, de ahora en más, tendría que dar la espalda a cualquiera de sus candidatos. Pero los PRO siguen como si nada exhibiendo sus inmundicias sin que nada los contenga. En una reunión virtual con sus partidarios, el Infame Ingeniero se mostró ofuscado por la carta que los senadores del FDT elevaron al FMI, en la que consideraba irresponsable la toma de deuda durante su gestión. El buen Mauricio calificó esa verdad como “un relato que no se debe dejar pasar”, como si aún tuviera la potestad para subir o bajar las barreras discursivas. Y para convencer a sus partidarios esputó que “hay mucha gente que cree que hicimos eso: endeudarnos para fugar capitales”. Sin embargo, nada hay que demuestre lo contrario. Los 44 mil millones de dólares se esfumaron por la canaleta de la fuga. Y Macri agregó que esto “nos hace quedar como los malos de la película”. Y en realidad, lo fueron y lo siguen siendo.

La muestra de esta afirmación la dio la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña con sus despectivas definiciones sobre la carrera docente. Despectivas y falaces, además de fascistas. Aunque sea una funcionaria de la CABA, sus dichos fueron repudiados en todo el país. Pero ojo: no es la única que bombardea la educación pública. A pesar de que ahora se muestre arrepentida, la ex gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal también denostó a los docentes y a las universidades. Tampoco olvidemos cuando Macri, con ese tono impostado de desprecio de clase, se preguntó “¿qué es eso de abrir universidades públicas por todos lados?” Ni debemos omitir cuando habló de los que caen en la escuela pública. Ellos son así y lo exhiben sin pudor, por más que a veces recurran al maquillaje del marketing para disimular.

Y en estos días, con el tratamiento en diputados de la Ley para el Aporte Solidario de las Grandes Fortunas salieron con los tapones de punta para impedir la iniciativa. Con mentiras, por supuesto, porque no tienen argumentos valederos. Primero, con eso de que este tema no se está discutiendo en ningún lugar del mundo, cuando en España, Rusia, Gran Bretaña, Italia, Suiza, Brasil, Chile, Perú, Ecuador y Bolivia están tratando una propuesta similar… y hasta con contribuciones más elevadas y abarcadoras. Después, con eso de que los afectados por esta ley son los que generan empleo e inversiones. Mentira. Durante el nefasto gobierno de Macri bajaron el impuesto a los bienes personales, a las importaciones, las retenciones y la lluvia de inversiones ni apareció. Además, la ley establece una carga a los bienes personales de menos de diez mil personas, que no son los bienes que se destinan a la inversión sino al disfrute privilegiado e individual. Y un dato más indignante: en Argentina, hay 440 personas que poseen entre el 6 y el 9 por ciento del patrimonio nacional y el 80 por ciento de eso lo tienen fuera del país. Entonces, dejemos de versear ¿De qué inversiones estamos hablando? Si los que están en la punta de la pirámide destinaran un mínimo porcentaje de lo que tienen para generar empleo, no tendríamos problemas laborales y la pobreza sería inexistente. Pero hay desocupados y pobres porque hay una minoría que acumula sin límites y está dispuesta a todo para seguir haciéndolo. Hasta son capaces de mover los mecanismos de la justicia con jueces y fiscales cómplices para poner en evidencia lo mezquinos que son. Y mal agradecidos, porque han acumulado sus fortunas estafando al Estado, evadiendo impuestos, explotando trabajadores y abusando con los precios de lo que producen. Esas fortunas las construimos entre todos y es hora de que empiecen a devolvernos un par de tajadas. Y no por única vez, sino para siempre.

lunes, 16 de noviembre de 2020

Palabrejas sin valor

 

Un lugar común a la hora de hacer un paneo sobre la semana periodística es decir que pasan tantas cosas como si hubiera pasado un mes. En realidad, eso no es un invento argento: pasan muchas cosas en todos los países si no, los periodistas no tendríamos nada que hacer. Tal vez lo que sorprenda de la impronta vernácula sea la diversidad temática en la que estamos envueltos, pues pasamos de celebrar el regreso de Evo Morales a Bolivia de la mano del presidente Fernández a enfrentar un lobby militar-policial relacionado con el macrismo; de la suspensión del IFE IV al Aporte Extraordinario de las Grandes Fortunas; del desalojo a ocupantes de tierras ociosas a la reglamentación del autocultivo de cannabis para uso medicinal. Las agendas informativas están tan disociadas –unas intentando socavar y otras, fortalecer- que nos hacen saltar de un lado al otro como si estuviésemos parados sobre una sartén caliente.

Esto, además de ampollar nuestras plantas si fuera más que una metáfora, nos impide una reflexión, al menos una mirada serena sobre la secuencia. Quizá sea ése el objetivo de muchos medios que, empecinados en alterar nuestra vida, son capaces de inventar cualquier cosa o invitar a algún personaje que las invente por ellos. Una irresponsabilidad que alguien que ha incinerado el poco prestigio alcanzado por sus novelas como Federico Andahazi, ponga en duda la seriedad de la vacuna Sputnik V como si fuera un infectólogo y hasta niegue la gravedad de la pandemia. ¿Cómo puede tener espacio alguien tan mentiroso en un programa llamado “Le doy mi palabra”, cuando su palabra es garantía de casi nada? Si los productos que consumimos a diario tienen un control de calidad, ¿por qué no se hace algo parecido con las pavadas que dicen a diario estos in-comunicadores empeñados en romper todo?

Y desesperados también, porque el establishment supone que, una vez alejado el peligro de la pandemia con cualquiera de las vacunas en danza, la recuperación de la actividad económica estará a la vuelta de la esquina. Además, si el Aporte Extraordinario supera la barrera legislativa como se supone y atraviesa los fosos con cocodrilos de la Justicia cómplice, no sólo significará un suculento combustible para la reactivación, sino también un buen punto de partida para elaborar una necesaria reforma tributaria, para que de una vez por todas contribuyan más los que más tienen y menos los que menos tienen. Porque están desesperados con cualquier logro del oficialismo, salen con cualquier cosa. Por eso aparece Carrió para decir las gansadas de siempre, aunque haya renunciado por capricho a su representación como diputada. En su afán desquiciado de recuperar un rol estelar, embiste contra sus aliados de antaño y los demuele con la aparente intención de reivindicarlos. “Todo el mundo cree que Marcos Peña fue un pésimo Jefe de Gabinete y es mentira –declamó entre múltiples guiños- Él era el único que se le podía plantar a Macri, que lo frenaba en sus posiciones más extremas”. Si es así, deberíamos considerarlo un héroe, más aún si recordamos aquella infeliz frase: si me vuelvo loco les puedo hacer mucho daño a todos ustedes". Ya sabemos, Marcos Peña fue tan cómplice, cínico y despiadado como el Buen Mauricio, que no se volvió tan loco pero nos hizo mucho daño.

Lo que nos hace verdaderamente daño es una oposición así, tan insustancial y destructiva. Ahora es Carrió, que vomita estupideces como “la inteligencia rusa está directamente ligada a Cristina Kirchner” y aconseja que “no se pongan ninguna vacuna que no venga de un país democrático”. Pero antes fueron los cambiemitas, que denostaron las medidas de aislamiento sanitario en nombre de una libertad no vulnerada. Siempre están vilipendiando sin especificar a dónde nos quieren conducir. Ahora denuncian un ajuste cuando ellos son los ejecutores de los más atroces ajustes en apenas cuatro años.

En serio, hay que ser muy zopenco para creer en desquicios así, pero tampoco hay nadie que ponga un freno. Y eso es necesario, porque si esperamos que los hechos demuestren cuánto se han equivocado, ya será tarde para recuperar lo que han destruido: la conciencia de gran parte de la población. Y experiencias sobran en este sentido: con sólo pensar que Macri llegó a la presidencia gracias a dos mentiras –la del falso homicidio de Nisman y las acusaciones falaces contra Aníbal Fernández- basta para empezar a castigar a los que nos mienten todos los días.

lunes, 9 de noviembre de 2020

Lecciones de vida

 

La semana pasada, el Imperio se convirtió en el anti ejemplo de Democracia y Republicanismo en las elecciones presidenciales. Primero, por el sistema electoral en sí, de democracia indirecta, que permite que pueda coronarse como presidente el que sacó menos votos, según descubrimos cuatro años atrás. Segundo, porque los electores por estado se consiguen a todo o nada, sin tener en cuenta la proporcionalidad de los resultados. Tercero, por la convivencia de varias formas de voto: electrónico, analógico y por correo. Y cuarto, por Donald Trump y sus fascistas seguidores, capaces de tomar las armas antes que reconocer la derrota. Y ése es el país que se presenta como modelo de libertad y democracia, no sólo desde Hollywood con sus pelis estereotipadas y apologistas, sino también desde sus cipayos voceros desparramados en todas las latitudes.

En realidad, cualquier país que permita que un tipo como Trump llegue a la presidencia no puede erigirse como ejemplo de nada. Y no es que los anteriores presidentes hayan armonizado más con el planeta ni los que vengan lo harán. El país del Norte es un peligro, pero más aún en manos de un villano de película clase B como Donald Trump. En su presidencia, no hizo nada diferente que sus predecesores, pero su bestialidad le dio el condimento para volverlo temible. Por eso es uno de los pocos que no ha logrado la reelección, por eso hubo una mayor participación ciudadana, por eso ambos candidatos fueron los que obtuvieron más votos en toda la historia.

Pero la moraleja de este asunto está en su reacción. Los exponentes de la peor derecha no son buenos perdedores: son capaces de patear el tablero si el juego no les resulta favorable; de pasar papelones históricos antes que admitir la derrota; de culpar a los votantes, al sistema y a todo con tal de no reconocer sus errores; de mentir a cuatro bocas para seguir manipulando a sus seguidores. Acá lo hemos visto con Macri… y lo seguimos viendo. Cualquier traspié lo vuelve más desencajado, más pueril, más huero. Así son los demagogos, los verdaderos populistas a los que tanto denuestan. Si se miraran al espejo, allí los encontrarían.

Esos que cuando están desesperados pierden la poca razón que tenían. Macri lo demostró con el resultado de las elecciones PASO, cuando castigó a los votantes mandándolos a dormir. Y que culpó al kirchnerismo por la devaluación, la inflación, la deuda y todo lo que desató con su nefasto gobierno. Y lo sigue culpando de todos los males de la tierra, junto a su coro de impresentables comunicadores que babean de rabia cuando nombran a Cristina. Ahora que el agua le llega al cuello por las innumerables causas que deberá enfrentar en breve, no se le ocurre nada mejor que suplicar a los jueces nombrados a dedo que no renuncien, después de que la Corte Suprema de Justicia los haya catalogado de provisorios.

Y como buen demagogo que es, junto a todos los PRO, no se le ocurre mejor idea que convocar a una nueva marcha para que sus seguidores no olviden lo desinformados que están y lo ridículos que son. Y contradictorios, capaces de despotricar contra CFK sin fundamentos e ignorar los chanchullos reales de los indecentes que admiran. Ni mella les hace enterarse del espionaje ilegal, la deuda del Correo, la estafa de las autopistas o el negociado de los parque eólicos. Ni siquiera se inmutan cuando se difunde que tanto Macri como su ministro de Defensa, Oscar Aguad, sabían dónde estaba el ARA San Juan a los pocos días de su extravío. Así y todo, gastaron un año buscándolo, incrementando la angustia de los espiados familiares. Y los imbéciles marchan cada vez que los convocan.

Los Macri de todo el mundo se creen con potestad para poner la vara de la Democracia y la República, pero no dudan en tumbar gobiernos votados por el pueblo y aplaudir a los consecuentes dictadores. Macri como presidente convalidó la destitución mafiosa de Dilma Rouseff y avaló el infundado fraude electoral sentenciado por Luis Almagro de la OEA que condujo al golpe de Estado; hasta protestó –ya fuera de la presidencia- cuando Alberto Fernández ofreció asilo político a Evo Morales para salvar su vida. Así son estos tipos, perversos, oscuros y anti todo lo que no son ellos. Menos mal que, cada tanto, la vida les da una lección de la que no aprenden jamás: les encanta ser villanos, sobre todo cuando algunos alelados los consideran héroes. Pero esas lecciones no son en vano: nos sirven a nosotros para tener en claro que con gentuza como ésa siempre iremos hacia el peor lado.

viernes, 6 de noviembre de 2020

Pandemia de desánimo

 

Habemos vacuna, diríamos en el Vaticano y la fumata blanca ascendería desde la capilla sixtina despertando el festejo de los expectantes asistentes. Después de meses de estar acosados por un virus; después de tantos días de asedio por una pandemia que hasta asusta a los países más poderosos; de reclamos por aperturas de actividades riesgosas, como bares, restaurantes, boliches; de barbijos que nos asfixian ahora que la temperatura advierte que subirá más de la cuenta; de tener la amenaza de un botón rojo a la vuelta de la esquina. Después de pasar por todo esto, al fin tendremos vacuna y no hay festejos. Quizá porque el gol no lo metimos nosotros, sino los rusos que, aunque ya no son lo que fueron, algunos los ven como el peligro rojo. Tenemos vacuna y en breve comenzará a inocularse de manera gratuita para que todos podamos sentirnos más seguros. En unos meses volveremos a una vida más o menos normal, gambeteando las huellas que haya dejado el coronavirus en nuestras vidas. Quizá volvamos a los abrazos, besos, palmadas en la espalda, choque de manos y todos los gestos que hacen más cálida nuestra vida.

Deberíamos estar exultantes, porque pronto el país estará en marcha otra vez, aunque ahora no está tan detenido como quieren hacernos creer. La pandemia no será más excusa para construir el país para todos. Si no somos tan tercos, empezaremos a exigir a los poderosos que dejen de conspirar y pongan lo que tienen que poner, que inviertan, que tributen, que derramen aunque sea unos chorritos cada tanto. Si aprendimos de esta historia, dejaremos de adorar a los patrones y sus voceros para ver en ellos a los verdaderos enemigos de nuestra dignidad. Que este episodio nos enseñe quiénes están del lado de los buenos. Que todas las vilezas que hemos visto en los medios hegemónicos reciban, al menos, la condena que merecen por parte del público cautivo. Que la pandemia nos haya enseñado a convencer a los colonizados que todavía existen de que los espejitos de colores no son nada valiosos. Que los lobos se disfrazan para devorar a las ovejas que, confiadas, se acercan a ellos.

Deberíamos estar felices porque esta pesadilla está pronta a terminar. Nuestras sonrisas deberían ser tan amplias para deslumbrar a través del barbijo. Los refunfuños de los opositores no tendrían que hacer mella en nuestro ánimo porque si ellos estuvieran en el gobierno, estaríamos en vías de extinción. Ni las vacunas contra el sarampión repartieron, ¿qué se van a preocupar por la del coronavirus? Tan mezquinos fueron que negaron las notebooks a los estudiantes y viviendas del PROCREAR que ya estaban terminadas. Ni el ministerio de Salud nos dejaron. Lo único que nos dejaron fue una deuda espantosa que tendremos que pagar aunque no nos haya servido para nada. Y lo único que hacen ahora es tratar de sembrar desánimo con cualquier patraña que se les ocurra, con que las empresas se van del país, con la inasible defensa de la propiedad privada, con el peligro del gen comunista, con la defensa de las mafias disfrazadas de republicanismo. Y para volver a engañar a los incautos votantes simulan una división y juegan a que dejan afuera al Infame Ingeniero. Si son capaces de traicionar al que los amontonó para ser gobierno, ¿qué nos harán a nosotros, si alguna vez vuelven a usurpar la Rosada?

Y ahora convocan a una marcha para protestar contra el fallo de la Corte Suprema de Justicia porque no confirmó a los jueces que Macri puso a dedo. Todo lo confunden para confundir a todos. Incansables en sus contradicciones, ahora exigen la realización de las elecciones PASO que siempre denostaron y nadie quiere suspender. Y como no podía ser de otra manera, ya deben estar preparando cacerolazos, banderazos, caravanas y hasta medidas cautelares en contra de la vacunación masiva en pos de la libertad de contagiarse.  

Lástima que los rusos no tienen en mente ninguna vacuna que inmunice de la estupidez antes de votar. De ser así, deberíamos estar felices porque nunca más nos acosarían tiempos oscuros.

lunes, 2 de noviembre de 2020

Privilegios vs derechos

 

El desalojo de Guernica es el episodio más doloroso de los últimos tiempos. Desplegar fuerzas policiales desproporcionadas, disparar gases y balas de goma e incendiar las pocas pertenencias de sus ocupantes es violento por más que medie una resolución judicial. Y en horario nocturno, a pesar de que el juez Miguel Martín Rizzo ordenó el cumplimiento entre la salida y la puesta del sol. La propiedad privada consagrada en la Constitución no hace ninguna diferencia entre una mansión en un barrio cerrado y una chapa o un parante. Lo que pasa es que esa expresión parece ser un patrimonio de clase y los que más la pronuncian son los que tienen de sobra y no de manera lícita, esencialmente. Por eso Macri y sus agrogarcas son los que insisten en la defensa de la propiedad privada mientras un porcentaje importante de argentinos no tiene nada que defender.

Y el presidente Alberto, conciliador hasta la exasperación, salió al cruce del ex empresidente con una innecesaria frase: “la propiedad privada no está en discusión”. Por el contrario, mientras el acceso a la vivienda y a la tierra esté negado para muchos, ese derecho constitucional debe estar en el debate. El año pasado, el Infame Ingeniero firmó el decreto de necesidad y urgencia 62/19, de extinción de dominio, un instrumento que permite al Estado recuperar aquellos bienes obtenidos a  través de un delito. Este decreto –no refrendado por el Congreso y no derogado por la actual gestión- no despertó la ira de los propietarios del establishment porque sabían que estaba destinado sólo a despojar a los opositores de entonces. Ahora que los chanchullos de algunos poderosos están saliendo a la luz, esa ley simple que surgió de la perversa mente del Buen Mauricio para amenazar kirchneristas, se puede volver en su contra. Entonces los escucharemos clamar ante los medios para proteger sus ilícitas propiedades por las que, en muchos casos, ni siquiera tributan como corresponde.

A los ricos no los desalojan con la misma contundencia que a los pobres. En realidad, nunca los desalojan, por más que usurpen propiedades por las que no han pagado ni una fracción de lo que correspondía, como el predio de la Sociedad Rural en Palermo; como Clarín con Papel Prensa, Radio Mitre, Canal 13 y la calle que utilizan para estacionamiento; como Benetton en la Patagonia; como los Etchevehere con los campos de una escuela pública; como las mansiones declaradas baldíos. La justicia consiente hasta que un empresario británico como Joe Lewis se apropie del lago Escondido sin pudor. Si con Ellos se aplicaran las leyes como se hace con los pobres, casi nos quedaríamos sin ricos. Y ni hablar de las estafas realizadas al Estado con empresas fantasma y cuentas off shore. Si los 22 funcionarios judiciales –once fiscales y once magistrados- que hacen cola para indagar a Macri por las denuncias de su hermano en el libro de Santiago O’Donnell actuaran sin temor y sin presiones, este caradura terminaría viviendo debajo de un puente y clamando por ayuda social.

Sin embargo, se siente –junto a muchos otros como él- tan seguro de su impunidad, que se da el lujo de pontificar sobre transparencia y constitucionalidad. Hasta se atreve a poner condiciones para un diálogo al que alguien como él –por honestidad intelectual y de la otra- jamás sería convocado. Además, la protección judicial de la que goza tiene fecha de caducidad. Quizá por eso, los que se aferraron a su figura para llegar a ser algo, ahora se están distanciando. No porque se han dado cuenta de lo que esconde su maquillada cáscara, sino porque consideran que se ha convertido en un salvavidas de plomo. La estrategia del establishment para recuperar plenamente el gobierno es perfilar a las figuras de recambio para volver a engañar al electorado. Un peligro, porque todavía quedan votantes tan ingenuos –para no herir susceptibilidades- que ni la vacuna más potente puede inmunizar.

jueves, 29 de octubre de 2020

Las huellas de octubre

 

Mientras algunos países europeos vuelven a las restricciones y hasta establecen el toque de queda, en Argentina algunos conspiradores niegan la peligrosidad del Covid y claman por la libertad. Los lemas que esputan desde los medios dominantes y las redes sociales convencen a los incautos de que el virus es un invento kirchnerista. Menos mal que son pocos los que se abrazan a estas tonterías, si no, los números de muertos y contagiados estarían por las nubes. Pero en medio de la pandemia, hubo dos momentos que confirmaron el rumbo que, con tropiezos, tomó el país hace menos de un año: los festejos por el 17 de octubre y el emotivo recordatorio por los diez años de la muerte de Néstor Kirchner.

En estos días las anécdotas, las frases y las decisiones de ese presidente que marcó nuestra historia estuvieron presentes en casi todos los corazones. Una calificación a la que muchos analistas recurrieron fue la de políticamente incorrecto, algunos para bien y otros para mal. Claro que resultó insólita su figura desgarbada, su sonrisa permanente, su pronunciación extraña, la cordialidad de sus gestos y la ruptura con los protocolos. Lejos de la solemnidad y la distancia, la calidez se notaba en cada uno de sus movimientos. Quizá lo que muchos consideran incorrecto es que haya puesto las cosas en su lugar, que haya acomodado las piezas de un rompecabezas que todavía no terminamos de armar, que haya conmovido a millones y haya convencido a los incrédulos. La Grieta no apareció con él, sino que se hizo comprensible. Tal vez ahí se origine su incorrección política.

Hay muchos motivos para estar de este lado, pero uno es contundente. A mediados de 2013, Videla –el mayor exponente del terrorismo de Estado- fue entrevistado por una revista española en el penal de Campo de Mayo. Como una invitación ineludible, el dictador expresó que su “peor momento llegó con los Kirchner”. Al poco tiempo murió en un inodoro, como una categórica metáfora de lo que fue en vida. Hoy abundan las señales sobre dónde ubicarse, porque todavía quedan legisladores, periodistas y pensadores que refunfuñan contra los organismos de DDHH y juegan vilmente con el número de desaparecidos. Hasta hubo una cambiemita que pidió los falcon verdes para Juan Grabois y sus seguidores. Y por si esto fuera poco, el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, mandó a limpiar el rostro de Néstor Kirchner que habían dibujado en la Plaza de Mayo. Los que están del peor lado podrán borrar su imagen de pisos y muros y vandalizar estatuas, pero nunca podrán eliminar lo que está tatuado en el corazón de muchos. Esos oscuros personajes que defienden intereses ajenos a los de la mayoría nunca serán recordados con la pasión que se vivió en estos días.

Pasión que aún despierta la vicepresidenta, aunque se la vea poco y se la escuche menos. Aunque las pantallas no la muestren, todos sabemos que está. Hasta los que la detestan no paran de hablar de ella, aunque tengan que fabular como alucinados para fundamentar su desprecio. Esta semana hizo pública una carta que, como siempre, ordena el debate. En ella plantea la necesidad imperiosa de terminar de una vez con la economía bimonetaria, no en el sentido que muchos desean –una dolarización absoluta- sino como una búsqueda colectiva de la valorización del peso. Para arribar a una solución, CFK convoca a “un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina”. Si esto es ingenuidad o ironía, el tiempo lo dirá, porque difícilmente veremos a especuladores, agrogarcas y fugadores sumarse a una propuesta que elimine su parasitaria fuente de ganancias.

Erradicar el dólar de nuestra vida cotidiana no es un objetivo compartido por todos, pero es una necesidad para armonizar el presente y garantizar el futuro. Para eso hay que enfrentar a los que se amontonan del peor lado de la Grieta. Néstor lo hizo y Cristina también. El presidente, a veces, parece intentarlo. Al respecto, aseguró que su gobierno “no llegó para cruzar los brazos ni obedecer a los poderosos”. Y agregó que asumió para obedecer a los que lo votaron y para hacer una Argentina que incluya a todos”. Abandonar los buenos modales para los conspiradores y destituyentes es el primer paso para cumplir con sus promesas de campaña.

lunes, 26 de octubre de 2020

Nostálgicos de la 125

 

Los que acusan de fraudulentos, antidemocráticos y corruptos a los líderes populares siempre quedan descolocados. Tanto, que los hechos demuestran que son Ellos los que más merecen esos calificativos y muchos otros más, por supuesto. El triunfo del MAS en Bolivia no sólo desmiente las estigmatizaciones y persecuciones a Evo Morales, sino que evidencia que los exponentes de la derecha no saben perder. Gracias a la prepotencia de esos personajes, el país vecino perdió un año con una dictadura que se “legitimó” con la firma del Secretario General de la OEA, el uruguayo Luis Almagro. Después, cuando el daño estaba hecho, el organismo imperial tuvo que reconocer que “no hubo una manipulación dolosa” ni “irregularidades graves” en las elecciones presidenciales del año pasado. Borrón y cuenta nueva para seguir conspirando, como siempre hacen los que se creen dueños de todo y sus envilecidos servidores.

Una anomalía que atraviesa la historia de Sudamérica y de la que Argentina no está excluida. Nuestro país perdió cuatro años con el Infame Ingeniero, que logró embaucar a una parte de la sociedad para que lo considerara el Salvador de la República. Y no lo fue, por supuesto, sino todo lo contrario. Eso ya lo sabemos y es indiscutible, por más que ahora, en amables entrevistas, trate de despegarse de los desastres provocados y los abundantes chanchullos en los que está involucrado con pruebas más que suficientes. Y otra cosa que sabemos es que Macri no hubiera llegado tan lejos sin la perversa protección de los grandes medios de comunicación. Si lo sometiéramos a la meritocracia que tanto pregona, no serviría ni para levantar los porotos que caen al suelo en un torneo de truco. Sin embargo, Clarín, La Nación, Infobae, Canal 13 y muchos medios similares han asumido la despreciable función de salvar su imagen para un peligroso recambio presidencial. Tontos seríamos de tropezar otra vez con la misma piedra o con cualquiera parecida.

Pero los PRO en todas sus versiones ostentan tanta sinceridad que asquea. Hasta los que se esfuerzan en el maquillaje dejan escapar sus inmundicias, como el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta que pretende privatizar la CABA al mejor postor como un atroz gerente inmobiliario; que no duda en exponer a los chicos, maestros y no docentes al coronavirus para un simulacro de presencialidad que no sirve para nada. Hasta los que están en silencio, como la hipócrita María Eugenia Vidal, se guardan en sus madrigueras a la espera del mejor momento para asomar el hocico.

Hasta en los conflictos domésticos exponen su podredumbre. En el libro de Santiago O’Donnel, Hermano, Mariano Macri hace público el destrato y las humillaciones padecidas por parte de su hermano mayor, sin cuestionar siquiera los procedimientos irregulares con los que su padre logró amasar la fortuna familiar. En la disputa desatada por Dolores Etchevehere en el casco de la estancia Casa Nueva, explotan los peores conceptos de una clase que cree que todo le pertenece. Desde la prepotencia con que matonean a una de las dueñas de esa tierra, hasta las bestiales amenazas hacia los invitados de la hermana estafada. Desde las órdenes que gritonean a los efectivos policiales hasta el desconocimiento del fallo del juez. Y en esa patota de agrogarcas hay muchos PRO, candidatos y ex legisladores. El propio Luis Miguel Etchevehere fue ministro de Macri.

Aunque parezca sólo un conflicto de tierras, este episodio encierra un ideario mezquino, prepotente y antidemocrático. Y siniestro. El tuit de la legisladora cordobesa es escalofriante: "¿falta mucho para que aparezcan los falcon verdes para impartir la justicia a la medida ideológica de Grabois y compañía?". Y peor aún es su cínico pedido de disculpas que, como todo cambiemita, termina culpando a los demás. En ese inaceptable mensaje no hay error de redacción ni de interpretación: el error es que alguien con semejante concepción de la vida sea una representante.

Por supuesto, la estrella de este escándalo es Luis Miguel Etchevehere que, como buen patrón de estancia, impone su autoridad por encima de las autoridades. "El que quiera venir...el gobernador, el fiscal, el procurador, el presidente de la Nación. Yo de acá no me muevo, no va a entrar nadie acá vociferó ante las cámaras con total impunidad. Y como una tentadora invitación, el desencajado personaje agrega: "Si nos tienen que meter presos, métannos presos”.

Sin dudas, este sainete se está transformando en el conflicto político que necesitaba la barbarie neoliberal para horadar las instituciones y cumplir su nefasto sueño de desterrar, de una vez por todas, el populismo que nunca llega. Como siempre, para reclutar voluntarios en una gesta infame, la derecha conspiradora necesita disfrazar los hechos para que un proyecto agroecológico se convierta en una usurpación; requiere poner en la escena a personajes altamente demonizados por la prensa destituyente, como Grabois, Cristina o los negros del conurbano. Y como siempre, apelan a la treta de victimizarse cuando la búsqueda de derechos amenaza un poco sus cuantiosos privilegios. La Grieta de siempre, reciclada hasta el hartazgo.

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...