jueves, 28 de mayo de 2020

La expresión de los “Anti”


Este año, los festejos del 25 de mayo estuvieron ausentes. Salvo Zamba, que desde el Canal Encuentro y la TV Pública, recordó la fecha, el oficialismo sólo tuvo mensajes conmemorativos y dispersos en las redes. Por supuesto, en medio del aislamiento resultaba contradictorio hacer un acto multitudinario como en tiempos de CFK. Pero, al menos, podrían haber difundido un discurso grabado por el presidente. Sin embargo, la revolución de mayo estuvo en manos de un grupo anti cuarentena que coreaba la genialidad “ustedes son el virus”. Entre sus integrantes, había exponentes de la edad en riesgo al coronavirus y algunos jóvenes tentados por el disfraz libertario de los ultraliberales. Como siempre, los caceroleros son incoherentes porque responden a la incoherencia manipuladora de los medios hegemónicos. Clamaban por la libertad… la libertad de propagar un virus altamente contagioso. Todo a gusto del establishment, por supuesto, que quiere horadar hasta el tibio reformismo de Alberto.
Doscientos caceroleros se juntaron en la plaza de mayo, conmovidos por la preocupación de Nicolás Wiñaski de no poder conocer personalmente a su sobrina recién nacida. La irresponsabilidad del discurso dominante. La estupidez de sus emisarios, que largan una frase como la del periodista de TN, "no sé si la clase política está viendo que le estamos dando nuestra vida". Y por supuesto, siempre la mentira como que Argentina vive la cuarentena más larga del mundo. Pavadas para giles, que asumen el discurso de los más ricos como si fuera propio. En realidad, uno le da relevancia a un fenómeno porteño, porque doscientas personas en la plaza no significan nada para todo el país. Sólo las pantallas mostraron esa minúscula expresión callejera, algunos como parodia de una revuelta popular y otros como una explosión del ridículo. Si pensaran un poco a quiénes están siendo funcionales, guardarían su indignación para causas más comprometidas.
No se movilizaron cuando se difundió el audio de Gabriela Michetti retando a Mario Cimadevilla porque sus protegidos, los ex fiscales Mullen y Barbaccia, fueron condenados por encubrir el atentado a la AMIA. Tampoco ahora, que se reveló el uso macrista de organismos del Estado para el espionaje ilegal de ajenos y propios. Menos se movilizarán contra Techint, que después de despedir a 1400 trabajadores se acogió al programa ATP para pagar el sueldo de empleados y jerárquicos. Ni porque la misma treta usaron otras empresas que no necesitan ninguna ayuda para obtener suculentas ganancias. Hasta el hermano de la vida del ex presidente Macri, Nicolás Caputo se benefició con esta medida de la AFIP y ANSES, después de haber rapiñado sumas extraordinarias gracias a los tarifazos. Tampoco incluyen en sus reclamos a los que están sufriendo en serio, no sólo por el coronavirus sino por la pobreza heredada, que casi se ha duplicado en estos meses. No. Sólo inspira la pulsión cacerolera lo que los medios destituyentes deciden que sea pulsión.
Lo que no entienden estos individuos es que, aunque les hagan creer lo contrario, no están construyendo ninguna patria. Con datos falaces y consignas importadas no se construye nada: sólo avalan un ideario antidemocrático y desigualador. Menos mal que son pocos. Sin embargo, no hay que minimizar estas expresiones ni burlarnos livianamente como hemos hecho en el pasado. La inconsciencia es tan contagiosa como el covid 19 y gracias a ella tuvimos a un Macri durante cuatro años haciendo estragos. Y hay otro en gatera, como Horacio Rodríguez Larreta, que la protección de los medios porteños y las sonrisas de Alberto hacen que pueda ser presidenciable. Un peligro. La manipulación tiene éxito cuando hay un público dispuesto a dejarse manipular. Y lo peor del manipulado es que no encuentra límites a las tonterías que asimila.

lunes, 25 de mayo de 2020

Harto de estar harto


El hartazgo del título no tiene que ver con la cuarentena en sí. El aislamiento es una medida de prevención que debe extenderse hasta que la amenaza del coronavirus se convierta en un mal recuerdo. Claro, eso podemos decirlo los que no hemos visto disminuir nuestros ingresos, pero para los que necesitan salir a la calle para juntar lo indispensable, la situación es diferente. Esto no significa boicotear la cuarentena –o sesentitantostena-, porque para eso están los títeres del establishment que hacen sus mohines en los medios hegemónicos para horadar al Gobierno Nacional. Para los incautos, si Alberto hubiera decidido levantar la cuarentena a los diez días de comenzada, también estarían protestando.
El hartazgo no tiene que ver con la cuarentena, sino con lo que evidencia, con lo que clama a los cuatro vientos. Claro, el coronavirus no inventó la pobreza ni la desigualdad. El Covid 19, en todo caso, la deja más al descubierto que como estaba antes. Y no sólo eso: en estos meses ha sumado más conciudadanos. Alguno dirá “pobres siempre hubo”. Una verdad irrebatible que no debe convertirse en justificación y mucho menos resignación. Lo que harta es que la única solución que presenten sea el asistencialismo. Lo que harta es que instalen la idea de que con una suma insuficiente, los bolsones y los comedores comunitarios todo se soluciona. No se soluciona, apenas se contiene la angustia de los que no tienen ni para lo más elemental. Lo que harta es que de acá en más, sea sólo eso. Lo que enoja es que el presidente intercambie sonrisas con el Jefe de la CABA, que encabeza un modelo ideológico que tiene como objetivo desigualar aún más esta sociedad tan desigual.
Eso también exaspera: la falsa idea del consenso y de que, en una situación así todos debemos tirar para el mismo lado. Una falacia que no la cree ni el que la pronuncia. Tan hipócrita como el que dice que hay que ponerse de acuerdo en dos o tres puntos para sacar el país adelante. Lo que saca de quicio es que un grupo de vivos siga aprovechando cualquier brecha para seguir ganando fortunas a costa del hambre del resto. Y que con las medidas que se toman se sigan beneficiando los que más tienen. Lo que irrita es el doble discurso; que simulen enojo porque Techint despide a 1400 trabajadores y que la misma empresa reciba la ayuda del Estado para pagar los sueldos. Lo que molesta es que cuestionen las mentiras mediáticas y no hagan nada para frenarlas; al contrario, auxilian a esas usinas de estiércol para completar el salario de los mentirosos. Y que pretendan mostrarse enérgicos con un impuestito por única vez a las grandes fortunas, mientras en estos meses de cuarentena se han llevado en pala mecánica lo suficiente para pagarlo por años. 
Lo que cansa es que justifiquen todo con la cantinela de que con Macri estaríamos peor: si Alberto es diferente de Macri, que lo demuestre con énfasis, se enoje quien se enoje. Y si debemos tirar todos para el mismo lado, que se castigue al que quiera continuar con el rumbo al que estaba acostumbrado.
La estructura nociva
Como ya resulta evidente, en los más vulnerados el coronavirus puede hacer desastres. O perfeccionar los estragos ya comenzados por el neoliberalismo algunas décadas atrás. Eso que los tecnócratas llaman pobreza estructural, una manera elegante de nombrar a los que no tienen nada de nada, que son cada vez más.
Eso de hablar de la pobreza como si fuera un fenómeno climático ya debería estar perimido. La pobreza es un resultado, la consecuencia de una transferencia millonaria hacia la minoría ampliamente enriquecida y que quiere tener más. Y si es estructural y se quiere erradicar en serio, el cambio debe ser estructural y, por lo tanto, modificar toda la estructura. De lo contrario, sólo distribuirán dádivas insuficientes que no cambiarán nada.
La semana pasada nos enteramos de que Jeff Bezos –el dueño de Amazon- encabeza la lista de los más ricos con una fortuna de 140 mil millones de dólares. Éste es el problema estructural que ocasiona el resto de los problemas: que unos pocos tengan más de la mitad de todo. Estos son los tipos que nos despojan hasta de la vida. Estos angurrientos son los que declaran en toda ocasión que hay que priorizar la economía en medio de esta pandemia. Estos avaros son los que defienden a capa y espada el modelo del derrame que derrama cada vez menos. Estos depredadores son los que se sientan sobre sus mal habidas riquezas para diseñar nuevas formas de multiplicarlas. Estos hipócritas son los que se lamentan de las consecuencias del pillaje con esta malintencionada definición de pobreza estructural.
Hay que insistir: ellos son el problema estructural. Y mientras los gobiernos sigan consintiendo sus fechorías, lo seguirán siendo. Ellos son los que explotan, evaden, estafan, especulan, contaminan y todas las vilezas que contribuyen a profundizar la desigualdad. Si la pobreza es estructural es porque la riqueza también lo es. Que gran parte de la población no llegue a nada mientras a unos pocos les sobre de todo es el principal problema de esta estructura. Y debería ser el primer punto en el que todos deberíamos ponernos de acuerdo. Como sigue diciendo Armando Tejada Gómez en su poema “Triunfo agrario”, “el que no cambia todo, no cambia nada”.

lunes, 18 de mayo de 2020

La obscenidad del Poder

En estos días, corrió la noticia sobre el crecimiento patrimonial de Jeff Bezos –dueño de Amazon-, que en seis años lo convertiría en el primer trillonario de la historia. Una patraña con intenciones más publicitarias que informativas. Con un incremento anual del 34 por ciento, ¿cómo podría pasar de 140 mil millones de dólares al trillón? Tan engañosa que ni llega a fake news. Más allá del problema de traducción –one billon no significa un millón de millones, sino mil millones-, lo que asusta es la naturalidad con que se aceptan las cifras. Encabezar el ranking de los más ricos más debería avergonzar que enorgullecer, porque semejante fortuna no se obtiene con el trabajo esforzado, el ahorro y la habilidad para los buenos negocios. No hay honestidad en esos botines porque se han conseguido a través de las prácticas más oscuras de acumulación, que no incluye la libre competencia sino el poder de presión hacia los Estados.
Estas grandes fortunas que despiertan la envidia de los angurrientos menores, deberían ser el anti ejemplo de la Humanidad porque son el resultado del despojo de una minoría al resto, a través de evasión, explotación, sobornos y muchas tretas más. El ranking de los más ricos debería convertirse en un listado de los delincuentes más peligrosos. En lugar del aplauso, deberían despertar la repulsa porque esa descomunal avaricia ocasiona sin dudas la pobreza creciente en gran parte del mundo. Y para lavar la conciencia, cada tanto, estos avaros dejan caer una moneda porque así pueden reducir sus contribuciones fiscales.
No pasa lo mismo con los angurrientos vernáculos: los argentinos más ricos no largan un centavo sin la certeza de que volverá multiplicado. Y si esa multiplicación llega sin poner nada, mejor que mejor. Los cuatro años de Revolución de la Alegría constituyen un manual de cómo robar en serio al Estado, después de acceder por malas artes al gobierno. Así, los más ricos se hicieron más ricos y el resto, en consecuencia, más pobres. La fuga de capitales durante ese período nefasto alcanzó los 86 mil millones de dólares, una transferencia de recursos de la mayoría a una minoría que toma el formato de deuda y pagaremos con creces durante muchos años. Hasta por cien.
Pero parece que esta transferencia no se ha terminado. Mientras el Congreso debate una ley para cobrar un impuesto de excepción a los más ricos, una medida de salvataje del gobierno es aprovechada por las peores empresas del país. Techint –que en plena cuarentena despidió a 1400 trabajadores- y Clarín –que repartió 800 millones de pesos entre sus accionistas- recibirán el beneficio del 50 por ciento del sueldo de sus empleados. También Ledesma y Viacom recibirán estos innecesarios subsidios. Y hay más, por supuesto, todas evasoras, estafadoras, corruptoras, fugadoras y, sobre todo, destituyentes cuando un gobierno intenta atenuar la desigualdad. No merecen ni una ayuda, sino todo lo contrario. Porque, en lugar de agradecer al Estado que ha favorecido su crecimiento desde la dictadura para acá, no paran de denigrarlo, presionarlo, someterlo.
Si esta medida no se revierte, quedarán por tierra las buenas intenciones declamadas en el discurso presidencial. Los ricos deberán pagar esta crisis y todas las que vengan porque son generadas precisamente por ellos para inundar sus arcas con dinero expoliado a los más indefensos, la mayoría de los ciudadanos. Si el coronavirus no nos induce a diseñar una economía menos bestial, los lamentos sobre la desigualdad no serán más que cantinelas cargadas de hipocresía.

miércoles, 13 de mayo de 2020

La normalidad de confundir


Como ya hemos visto desde el comienzo de la pandemia, la restricción humana en muchas partes del mundo hace que la naturaleza se anime a recuperar su hábitat. Y también, a invadir los espacios urbanos. Miles de videos confirman que somos los humanos los que molestamos. En breve, con el levantamiento de la cuarentena, los peces volverán a evitarnos y se ocultarán en los lugares más remotos del río, los pájaros serán otra vez inmunes a nuestras múltiples contaminaciones y las especies que parecían extintas volverán a extinguirse.
Así es: estamos abandonando el aislamiento y las calles vuelven a estar pobladas por nosotros. El miedo de fines de marzo se transformó en cautela esporádica. El metro y medio es una infinidad de distancia, besos y abrazos se convirtieron en choque de codos y aprendimos a reconocer al otro a pesar del barbijo. Las caras tapadas que antes horrorizaban a los televidentes ahora son sinónimo de seguridad todoterreno. Las nuevas normalidades que vivirán con nosotros durante un tiempo.
De a poco, el coronavirus abandona las pantallas para dejarnos ver otras cosas. Mientras los medios hegemónicos nos muestran la mentira de Boudou como asesor del gobierno riojano, casi todos nos ocultan que la policía brasilera apresó al represor argentino Gonzalo Sánchez, uno de los partícipes de la desaparición de Rodolfo Walsh.
El acompañamiento de los popes mediáticos a las primeras medidas del presidente Alberto Fernández se diluye para dar paso al periodismo de guerra de antaño y la oposición desbandada después de la derrota, se enfila detrás de las conspiraciones del establishment como única posibilidad de volver a existir. No sólo aconsejan el abandono de la cuarentena para reactivar la economía, sino que se preocupan de los que nunca se preocuparon, sólo para alentar el descontento. Ahora, los que persiguieron, espiaron y encarcelaron se alteran por la aplicación Cuidar. Ellos, que procesaron a tuiteros por bromas interpretadas como amenazas y apalearon laburantes en todas las esquinas, denuncian que el gobierno nacional perseguirá a los trabajadores con la geolocalización. Más allá de lo que uno piense sobre este procedimiento de control, no son ellos, beneficiados, alentadores y apologistas de la dictadura los que pueden pontificar sobre la vida en democracia.
Porque las tapas de sus diarios y los mercenarios televisivos que les hacen comparsa, no se molestan por las 50 mil causas iniciadas por la Justicia Federal a los que incumplieron con la cuarentena ni por los atropellos cometidos por las fuerzas policiales contra cualquier transeúnte. Menos por el crecimiento del desempleo o el desamparo de millones de trabajadores informales. Una vez más queda en evidencia que, aunque los grandes empresarios y especuladores ya no tengan a sus representantes favoritos en el gobierno, quieren seguir teniendo las riendas del gobierno. Cuando no pueden hacerlo por las vías democráticas lo hacen con el poder de fuego que todavía mantienen intacto.
Y esto que uno dice desde hace mucho tiempo parece caer en oídos sordos, porque los distraídos, los desmemoriados, los que miran la TV con el asombro de la primera vez creen a rajatabla lo que saben que es mentira y hasta se dejan convencer de que las denuncias, consejos y advertencias que a todas horas expelen buscan beneficiarnos a todos. Y están tan convencidos que, cuando uno explica que sólo representan a una minoría empachada, nos miran como si habláramos en marciano. Ni tres años de cuarentena puede despabilar a los colonizados, aunque seguimos batallando para que la conciencia colectiva contagie a cada vez más en una pandemia que sí será bienvenida.

jueves, 7 de mayo de 2020

Sombras de pandemia


El reclamo por el levantamiento de la cuarentena es una nueva manifestación de la grieta. Es probable que algunos estén cansados del aislamiento y otros necesiten imperiosamente retomar sus actividades para mejorar sus ingresos o directamente para volver a tenerlos. Un encierro de 46 días es demasiado hasta para las familias y parejas más funcionales. Pero sin dudas, el hartazgo cacerolero proviene más de los mensajes mediáticos que del sentir personal, más aún si agregamos los anuncios que, desde las redes, convocan a sumarse a la protesta desde las esquinas de todo el país. Y si consideramos que muchos de ellos incluyen el rechazo al comunismo, todo análisis concluye en la más obscena de las manipulaciones.
La convocatoria no tiene nombre ni apellido, pero ya sabemos de dónde viene. No sólo desde aquellos que perdieron las elecciones en octubre pasado, sino de los que mandan desde los antros más oscuros del Poder Real. Cansados de las sutilezas, la AEA, conformada por los empresarios más poderosos del país, emitió un comunicado en el que reclama al Gobierno “acciones que posibiliten una vuelta ordenada al trabajo y la producción, manteniendo las medidas de protección a los trabajadores, preservando la seguridad de las personas y el distanciamiento físico”. ¿Es porque les interesa el crecimiento del país y las mejoras del ingreso de los ciudadanos? Por supuesto que no: estas presiones están originadas en dos medidas que realmente les afectan, como la refinanciación de la deuda externa con los privados y el proyecto de ley para el impuesto extraordinario a los más ricos. En ambos casos están involucrados y, por supuesto, las decisiones gubernamentales afectan apenas sus intereses. Muy poco lo que tienen que poner, pero sin embargo, ese poco, que no les perjudica en nada, les afecta muchísimo porque son angurrientos.
Las operaciones son muchas. Los medios locales, sobre todo los que pertenecen a la Fundación Libertad, están batallando para que se levante la cuarentena. En estos días, Canal Tres de Rosario comenzó a ocuparse de sectores de los que no se ocupaba antes: de los estudiantes universitarios que no cobran sus becas, de los comerciantes del centro que no pueden abrir sus puertas y piden subsidios y hasta de los changarines de la terminal de ómnibus. Se nota demasiado. Lo grave de estas presiones, algunas malintencionadas y otras inocentes, es que puede dar por tierra con el esfuerzo realizado desde el 20 de marzo y que volvamos a multiplicar los contagios por culpa de los que siempre nos perjudican en beneficio de sus más mezquinos intereses. Y, como ya imaginamos, los reproches caerán esencialmente sobre el Gobierno Nacional por ceder a las presiones y que vendrán, claro está, de los mismos que presionaron. El juego perverso de los que acosan nuestra dignidad para acrecentar sus arcas ya de por sí gigantescas. Y en el medio, los alelados que no dejan de poner el cuerpo para que los carroñeros nos sigan ganando.

viernes, 1 de mayo de 2020

Una vez más, cacharros obedientes


Un nuevo cacerolazo se hizo oír en medio de la cuarentena. Los caceroleros se olvidaron ya de exigir a los políticos que bajen sus sueldos y aplauden cada vez menos a los profesionales de la salud, tal vez porque ahora están planeando medidas de fuerza. No cacerolean por el incremento bestial de los precios, por la rebaja salarial acordada entre la UIA y la CGT o porque el monopolio Clarín repartirá 800 millones de pesos entre sus socios mientras paga en cuotas el sueldo de sus empleados. Como si fueran las mascotas de Pavlov, cacerolean cuando los titulares lo ordenan.
Desde hace unos días, la liberación masiva de presos alerta a la población, no tanto por el peligro de los delincuentes sueltos sino –y más que nada- por el riesgo de que conformen hordas salvajes y expropiadoras a las órdenes de la vicepresidenta. Un absurdo que se convirtió en análisis serio nacido de la sesera mercenaria de algunos periodistas y del delirante y ya famoso audio de la senadora bonaerense Felicitas Beccar Varela. La fama que no obtuvo como mediocre actriz en Jugate conmigo, la consiguió con su actuación más ridícula. Claro que esto no fue mérito propio: ningún PRO sería lo que es sino fuera por el valioso apoyo de la monstruosa prensa hegemónica, destituyente y apátrida que, en su afán de resguardar los privilegios de una minoría empachada y avarienta, es capaz de inyectar en su público cautivo ideas que avergonzarían al más descerebrado de los moluscos.
Por supuesto, no es cualquier preso libre lo que inspira la protesta. No sacudirían ni una cucharita si todos los genocidas de la dictadura condenados obtuvieran la prisión domiciliaria. Los caceroleros sólo se indignan cuando son los delincuentes más estigmatizados los que estelarizan los titulares. En este caso, el Poder Judicial está pensando en una porción mínima de los reclusos por delitos leves a punto de cumplir su condena o que están comprendidos en grupos de riesgo ante la pandemia del coronavirus. Apenas un uno por ciento de la población carcelaria puede estar afectado por esta decisión. Lo que sorprende es que los cacerolazos suenen ahora, cuando la salida de los presos comenzó el 17 de marzo y hasta ahora, apenas han salido menos de 440. Y por decisión judicial, aunque las protestas balconeras estén dirigidas a Alberto y Cristina. Si supieran que en los países considerados serios por el discurso dominante también están tomando medidas similares, usarían las cacerolas sólo para cocinar.
Claro que esta indignación pasajera está alimentada por mucha noticia falsa, como la del peligrosísimo homicida que –por decisión del presidente- fue liberado ayer de la cárcel de Ushuaia -cerrada en 1947- ilustrada con una foto de Robert de Niro en la película Cabo de Miedo. Todo para limar la adhesión al gobierno de Alberto; todo para castigarlo por la decisión de cobrar un impuesto a los ricos por una vez. ¿Qué serían capaces de hacer si las medidas fuesen un poco más enérgicas, como expropiar aquellas fortunas obtenidas por evasión, explotación y especulación?
Una pena que una porción importante de nuestros conciudadanos se deje conducir como carneros por caminos que, tarde o temprano, desembocarán en matadero.

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...