Como ya hemos visto desde el
comienzo de la pandemia, la restricción humana en muchas partes del mundo hace
que la naturaleza se anime a recuperar
su hábitat. Y también, a invadir los espacios urbanos. Miles de videos
confirman que somos los humanos los que
molestamos. En breve, con el levantamiento de la cuarentena, los peces volverán a evitarnos y se
ocultarán en los lugares más remotos del río, los pájaros serán otra vez inmunes a nuestras múltiples
contaminaciones y las especies que parecían extintas volverán a
extinguirse.
Así es: estamos abandonando el
aislamiento y las calles vuelven a estar
pobladas por nosotros. El miedo de fines de marzo se transformó en cautela
esporádica. El metro y medio es una
infinidad de distancia, besos y abrazos se convirtieron en choque de codos
y aprendimos a reconocer al otro a pesar
del barbijo. Las caras tapadas que antes horrorizaban a los televidentes ahora son sinónimo de seguridad todoterreno.
Las nuevas normalidades que vivirán
con nosotros durante un tiempo.
De a poco, el coronavirus abandona las pantallas para dejarnos ver
otras cosas. Mientras los medios hegemónicos nos muestran la mentira de Boudou como asesor del
gobierno riojano, casi todos nos ocultan que la policía brasilera apresó al
represor argentino Gonzalo Sánchez, uno
de los partícipes de la desaparición de Rodolfo Walsh.
El acompañamiento de los popes
mediáticos a las primeras medidas del presidente Alberto Fernández se diluye para dar paso al periodismo de guerra de antaño
y la oposición desbandada después de la derrota, se enfila detrás de las
conspiraciones del establishment como
única posibilidad de volver a existir. No sólo aconsejan el abandono de la
cuarentena para reactivar la economía, sino que se preocupan de los que nunca
se preocuparon, sólo para alentar el
descontento. Ahora, los que persiguieron, espiaron y encarcelaron se alteran por la aplicación Cuidar.
Ellos, que procesaron a tuiteros por bromas interpretadas como amenazas y apalearon laburantes en todas las esquinas,
denuncian que el gobierno nacional perseguirá
a los trabajadores con la geolocalización. Más allá de lo que uno piense
sobre este procedimiento de control, no son ellos, beneficiados, alentadores y apologistas de la dictadura los que pueden
pontificar sobre la vida en democracia.
Porque las tapas de sus diarios y
los mercenarios televisivos que les hacen comparsa, no se molestan por las 50 mil causas iniciadas por la Justicia
Federal a los que incumplieron con la cuarentena ni por los atropellos cometidos por las fuerzas
policiales contra cualquier transeúnte. Menos por el crecimiento del
desempleo o el desamparo de millones de
trabajadores informales. Una vez más queda en evidencia que, aunque los
grandes empresarios y especuladores ya
no tengan a sus representantes favoritos en el gobierno, quieren seguir
teniendo las riendas del gobierno. Cuando no pueden hacerlo por las vías
democráticas lo hacen con el poder de
fuego que todavía mantienen intacto.
Y esto que uno dice desde hace
mucho tiempo parece caer en oídos sordos, porque los distraídos, los desmemoriados, los que miran la TV con el asombro
de la primera vez creen a rajatabla lo que saben que es mentira y hasta se
dejan convencer de que las denuncias, consejos y advertencias que a todas horas
expelen buscan beneficiarnos a todos.
Y están tan convencidos que, cuando uno explica que sólo representan a una minoría empachada, nos miran como si habláramos
en marciano. Ni tres años de cuarentena
puede despabilar a los colonizados, aunque seguimos batallando para que la
conciencia colectiva contagie a cada vez más en una pandemia que sí será bienvenida.
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