Este año,
los festejos del 25 de mayo estuvieron
ausentes. Salvo Zamba, que desde el Canal Encuentro y la TV Pública, recordó
la fecha, el oficialismo sólo tuvo mensajes
conmemorativos y dispersos en las redes. Por supuesto, en medio del
aislamiento resultaba contradictorio hacer un acto multitudinario como en
tiempos de CFK. Pero, al menos, podrían haber
difundido un discurso grabado por el presidente. Sin embargo, la revolución de mayo estuvo en manos de un grupo anti cuarentena
que coreaba la genialidad “ustedes son el
virus”. Entre sus integrantes, había exponentes
de la edad en riesgo al coronavirus y algunos jóvenes tentados por el disfraz libertario de los ultraliberales.
Como siempre, los caceroleros son incoherentes porque responden a la incoherencia manipuladora de los medios hegemónicos.
Clamaban por la libertad… la libertad de propagar un virus altamente
contagioso. Todo a gusto del
establishment, por supuesto, que quiere horadar hasta el tibio reformismo
de Alberto.
Doscientos
caceroleros se juntaron en la plaza de mayo, conmovidos por la preocupación de
Nicolás Wiñaski de no poder conocer personalmente a su sobrina recién nacida. La irresponsabilidad del discurso dominante.
La estupidez de sus emisarios, que largan una frase como la del periodista de
TN, "no sé si la clase política está viendo que le estamos dando
nuestra vida". Y por supuesto, siempre la mentira como que
Argentina vive la cuarentena más larga
del mundo. Pavadas para giles, que asumen
el discurso de los más ricos como si fuera propio. En realidad, uno le da
relevancia a un fenómeno porteño, porque doscientas personas en la plaza no significan nada para todo el país.
Sólo las pantallas mostraron esa minúscula expresión callejera, algunos como parodia de una revuelta popular y otros
como una explosión del ridículo. Si
pensaran un poco a quiénes están siendo funcionales, guardarían su indignación para causas más comprometidas.
No se
movilizaron cuando se difundió el audio de Gabriela
Michetti retando a Mario Cimadevilla porque sus protegidos, los ex fiscales
Mullen y Barbaccia, fueron condenados por encubrir el atentado a la AMIA.
Tampoco ahora, que se reveló el uso
macrista de organismos del Estado para el espionaje ilegal de ajenos y propios.
Menos se movilizarán contra Techint, que después de despedir a 1400
trabajadores se acogió al programa ATP
para pagar el sueldo de empleados y jerárquicos. Ni porque la misma treta
usaron otras empresas que no necesitan
ninguna ayuda para obtener suculentas ganancias. Hasta el hermano de la vida del ex presidente
Macri, Nicolás Caputo se benefició con esta medida de la AFIP y ANSES, después de haber rapiñado sumas
extraordinarias gracias a los tarifazos. Tampoco incluyen en sus reclamos a
los que están sufriendo en serio, no
sólo por el coronavirus sino por la pobreza heredada, que casi se ha
duplicado en estos meses. No. Sólo
inspira la pulsión cacerolera lo que los medios destituyentes deciden que sea
pulsión.
Lo que no
entienden estos individuos es que, aunque les hagan creer lo contrario, no están construyendo ninguna patria.
Con datos falaces y consignas importadas no se construye nada: sólo avalan un ideario antidemocrático y
desigualador. Menos mal que son pocos. Sin embargo, no hay que minimizar
estas expresiones ni burlarnos livianamente como hemos hecho en el pasado. La inconsciencia es tan contagiosa como el
covid 19 y gracias a ella tuvimos a un Macri durante cuatro años haciendo
estragos. Y hay otro en gatera, como Horacio Rodríguez Larreta, que la protección de los medios porteños y las
sonrisas de Alberto hacen que pueda ser presidenciable. Un peligro. La
manipulación tiene éxito cuando hay un
público dispuesto a dejarse manipular. Y lo peor del manipulado es que no encuentra límites a las tonterías que
asimila.
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