El reclamo por el levantamiento
de la cuarentena es una nueva
manifestación de la grieta. Es probable que algunos estén cansados del
aislamiento y otros necesiten imperiosamente retomar sus actividades para mejorar sus ingresos o directamente
para volver a tenerlos. Un encierro de 46 días es demasiado hasta para las
familias y parejas más funcionales. Pero sin dudas, el hartazgo cacerolero proviene
más de los mensajes mediáticos que del
sentir personal, más aún si agregamos los anuncios que, desde las redes,
convocan a sumarse a la protesta desde las esquinas de todo el país. Y si
consideramos que muchos de ellos incluyen el rechazo al comunismo, todo análisis concluye en la más obscena de
las manipulaciones.
La convocatoria no tiene nombre ni
apellido, pero ya sabemos de dónde viene.
No sólo desde aquellos que perdieron las elecciones en octubre pasado, sino de los que mandan desde los antros más oscuros
del Poder Real. Cansados de las sutilezas, la AEA, conformada por los empresarios más poderosos del país, emitió un
comunicado en el que reclama al Gobierno “acciones que posibiliten una vuelta ordenada al trabajo y la producción, manteniendo las
medidas de protección a los trabajadores, preservando la seguridad de las
personas y el distanciamiento físico”. ¿Es
porque les interesa el crecimiento del país y las mejoras del ingreso de los
ciudadanos? Por supuesto
que no: estas presiones están originadas en dos medidas que realmente les afectan, como la refinanciación de la
deuda externa con los privados y el proyecto de ley para el impuesto
extraordinario a los más ricos. En ambos casos están involucrados y, por
supuesto, las decisiones gubernamentales
afectan apenas sus intereses. Muy poco lo que tienen que poner, pero sin
embargo, ese poco, que no les perjudica
en nada, les afecta muchísimo porque son angurrientos.
Las
operaciones son muchas. Los medios locales, sobre todo los que pertenecen a la
Fundación Libertad, están batallando
para que se levante la cuarentena. En estos días, Canal Tres de Rosario comenzó
a ocuparse de sectores de los que no se
ocupaba antes: de los estudiantes universitarios que no cobran sus becas,
de los comerciantes del centro que no pueden abrir sus puertas y piden
subsidios y hasta de los changarines de
la terminal de ómnibus. Se nota demasiado. Lo grave de estas presiones,
algunas malintencionadas y otras inocentes, es que puede dar por tierra con el esfuerzo realizado desde el 20 de marzo
y que volvamos a multiplicar los contagios por culpa de los que siempre nos perjudican en beneficio de sus más mezquinos
intereses. Y, como ya imaginamos, los reproches caerán esencialmente sobre
el Gobierno Nacional por ceder a las presiones y que vendrán, claro está, de los mismos que presionaron. El juego
perverso de los que acosan nuestra dignidad para acrecentar sus arcas ya de por sí gigantescas. Y en el medio, los
alelados que no dejan de poner el cuerpo para que los carroñeros nos sigan ganando.
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