lunes, 29 de junio de 2020

El viejo cordón umbilical


Desde hace más de tres meses estamos hablando del coronavirus y sus consecuencias. Las discusiones sobre la cuarentena suelen versar sobre el hartazgo del encierro, la libertad y hasta las más delirantes teorías conspirativas. También sobre la Economía, desde los conceptos más abstractos vertidos por los analistas mediáticos hasta los más empíricos relacionados con los ingresos familiares. Mientras tanto, el mensaje presidencial reitera que la salud está primero, pero eso no alcanza para los millones de argentinos que aún están excluidos. En campaña y mucho después de haber asumido, Alberto Fernández insistió con la idea de que no pagaría la crisis con el hambre de los ciudadanos. Esta es una crisis: la suma de lo heredado más lo incorporado por la cuarentena y de manera dolorosa, la están padeciendo los que menos tienen, que deben ser muchos más de los que cuentan las estadísticas.
El anuncio del viernes sinceró una mala costumbre: la realidad argentina se reduce a lo que ocurre en una parte de su territorio. Y, aunque el incremento de los contagios lo justifica, las nuevas medidas sobre la intensificación de la cuarentena afectan a la CABA, el AMBA y Chaco. Por un lado, está bien que aísle las zonas de mayor peligro epidemiológico para preservar al resto del país, pero eso no debe significar que nos condene al olvido. El IFE también lo siguen necesitando muchos compatriotas cuyos ingresos son insuficientes o nulos para alcanzar lo indispensable, aunque la cifra apenas alcance para cubrir la cuarta parte de la canasta básica. Que en estos cuatro meses se hayan distribuido 20 mil pesos –a razón de 5000 por mes- no es un gran paso hacia la equidad. Ni siquiera es un alivio. Más aún si el tan proclamado impuesto a las grandes fortunas también está en cuarentena.
Aunque parezca una broma, los del mal llamado interior estamos ante una posibilidad histórica. Más que nunca, la desproporción poblacional y productiva que se concentra en el AMBA se puso en evidencia en estos más de cien días. No resulta coherente que un país tan extenso y diverso esté atado a los destinos y caprichos de una porción tan acotada. Quizá sea el momento de desconcentrar. Quizá sea la hora de avanzar hacia un país federal en serio, desde todos los puntos de vista. Que el desarrollo de las economías regionales no se reduzca a los productos turísticos ni quede a merced de las decisiones presidenciales.
La provincia de Santa Fe está en una fase de la cuarentena que permite muchas actividades, salvo en algunas localidades donde los contagios encienden las alarmas. La ciudad de Rosario tiene un movimiento casi normal; lentamente, los bares comienzan a funcionar. Hasta los comercios mayoristas de calle San Luis han quintuplicado sus ventas porque los viajes de compras a Buenos Aires están suspendidos. A pesar de eso, el desempleo en los primeros tres meses del año alcanza el 13 por ciento y durante la cuarentena debe haber crecido más. No es muy descabellado diseñar en una provincia tan productiva, no un plan de contingencia para desempleados y empobrecidos, sino un programa de desarrollo económico que mitigue la dependencia con la CABA y sus alrededores. De una vez por todas debemos cortar con el unitarismo que casi siempre nos condiciona. Y no con sucursales o segundas fábricas de los grandotes de siempre sino con las fortunas ociosas de muchos ricachones locales. La nueva normalidad tan anunciada puede contender algo de eso y por supuesto, mucho más.

lunes, 22 de junio de 2020

Privados de coherencia


Después de penosos derroteros, la oposición por fin pudo poblar la calle. Luego de sembrar confusión informativa, los medios de comunicación voceros del establishment lograron cosechar lo de siempre: un licuado indigesto de consignas infundadas que encauza el rechazo visceral de una parte importante del electorado, no sólo el porteño sino de otros puntos del país. En esa bulla enardecida se mezclaron reclamos válidos con insostenibles excusas, como nos tienen acostumbrados estas expresiones caceroleras que atraviesan casi todas las clases sociales. Lo inquietante es que el éxito bullanguero se obtiene con la adhesión y defensa de intereses que están muy lejos de muchos de sus participantes. Como sintetizó la impresentable ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich: “ésta es la 126”.
“A confesión de parte, relevo de pruebas”. Aunque los amarillos no se muestran muy lúcidos para comprender la Historia, son muy hábiles a la hora de construir historietas. Para confirmar esto, sólo basta recordar cuando el Infame Ingeniero consideró que “los héroes estaban angustiados” cuando rompieron las cadenas con Españaquerido Rey- o calificó como emprendedor a Manuel Belgrano. Pero lo que mejor pinta a los PRO es la preferencia del ex secretario de Cultura, Pablo Avelluto por el golpe del ’55. De entrada, que un funcionario en democracia pondere cualquier golpe de Estado ya es demasiado contradictorio. Esto sumado a la evocación de Bullrich sobre la Rebelión de los Estancieros de 2008, evidencia que tienen las intenciones de montar sobre la expropiación de Vicentín un nuevo show destituyente.
Así, con información a medias y consignas amañadas, lograron convocar al Banderazo del sábado pasado, en coincidencia con el día de la Bandera. La atrocidad de disfrazar de gesta patriótica los intereses egoístas de unos estafadores. Otra vez la imagen del CAMPO como emblema de argentinidad que no incluye a los que trabajan la tierra con sus manos, sino a los especuladores seriales que hacen que los precios de los alimentos estén por las nubes, a tono con el dólar que ellos hacen cotizar. Una vez más la defensa de la propiedad privada de empresarios que no escatiman esfuerzos para vaciar sus propias empresas. ¿Acaso sabrán los que agitaron las banderas que Vicentín pasó del puesto 19 al 6 en sólo cuatro años y que en 2019 facturó más de 120 mil millones? ¿No les hace ruido que, a pesar de esto se presentó a concurso de acreedores, por deudas de casi 100 mil millones? ¿Por qué les preocupa más la propiedad privada del deudor y no la de los que aún no cobraron? ¿O será que sólo buscan excusas para estar en contra porque es la única manera en que conciben la oposición?
Encima, el juez Civil y Comercial Fabián Lorenzini echa más barro al asunto. Este magistrado de Reconquista al frente del concurso de acreedores de Vicentín se declaró incompetente para sentenciar como inconstitucional la intervención de la empresa pero, así y todo, dictaminó desatender el decreto presidencial. Una bestialidad legal que sólo pasa cuando los intereses del Poder Real están en juego. Y por si esto fuera poco restituye al mando de Vicentín a los que fugaron y evadieron. ¿Conocerán los protagonistas del Banderazo las maniobras de triangulación, que consisten en exportar desde Paraguay y Uruguay lo producido en Argentina sólo para pagar menos impuestos? Gente estúpida que se deja llevar de la nariz como si fueran ganado al matadero. Hipócritas de doble moral que denuncian corrupción a los cuatro vientos y ponen el cuerpo para defender a corruptos e inmorales. Y agitan la bandera nacional al ritmo que marcan los cipayos desde los medios de comunicación dominantes.

martes, 9 de junio de 2020

El primer paso de un sueño

La última manifestación anticuarentena tuvo menos participantes que una de los terraplanistas. Sin embargo, sigue teniendo espacio en los medios hegemónicos, a pesar del absurdo de las posiciones. Por ahora son pocos porque las plumas ilustres no encuentran la manera de incrementar el descontento. Además, tampoco se animan a ponderar las tonterías que esgrimen sus protagonistas –inventadas desde esas mismas cloacas mediáticas y sociales- y, menos aún, aplaudir a un tipo que se presenta con una foto de Videla estampada en su remera, por más que estemos en una ilusoria infectadura. Hasta ahora, araron en el mar y se conformaron con convocar a 200 y pico de individuos vergonzantes al obelisco y magnificar esa insignificancia. La intervención y futura expropiación de Vicentín les da la excusa que necesitaban para intentar sembrar la indignación que, de momento, no resulta preocupante.
En estos días, comenzarán a agitar las banderas que les dieron éxito manipulador y a forzar la identificación con quienes, información veraz mediante, jamás merecerían semejante sacrifico: en su momento, “Yo soy el Campo” y “Yo soy Nisman” resultaron efectivas; la renuncia del individuo a ser sujeto y a convertirse en otro distante y hasta perjudicial. Banderas agitadas para un público cautivo más propenso a marchar en defensa de estafadores privados que para quejarse por el espionaje ilegal del malandra ex presidente, al que todavía reivindican por haber destruido el país.  
La decisión tomada respecto a la empresa Vicentín ordena con más fundamentos a la oposición porque reinstaura la Grieta en un lugar más definido. El cuestionamiento a la cuarentena desde las libertades y la preocupación por el ingreso de los trabajadores encubre el interés egoísta de una minoría por la reactivación económica. Reactivación económica necesaria que, en la mirada elitista de los más ricos, no va a significar una transformación positiva en la distribución porque, como ya sabemos, sólo quieren incrementar sus ganancias para fugar y no para invertir. A pesar de eso, defender la actividad privada permite definiciones ideológicas más coherentes que alentar el descuido de la salud.
El caso Vicentín no es exclusivo, sino que evidencia el comportamiento de gran parte de las grandes empresas cuyo patrimonio es más voluminoso en los paraísos fiscales que en activos visibles en el país. ¿Cómo es posible que una firma que participa en la producción, comercialización y exportación de agroalimentos, que ha pasado del puesto 19 al 6 en cuatro años, presente cesación de pagos después de haber recibido un préstamo multimillonario del Banco Nación? Eso es fuga, vaciamiento, estafa, evasión, corrupción y no el comportamiento honesto de una empresa tan pujante y con tanto auxilio estatal. Además –y esto no debe ser una invención nacional- se presenta la anomalía de compañías fundidas con dueños ricos. Entonces, que no vengan con el verso de la propiedad privada o la inconstitucionalidad. Más ilegal fue el comportamiento de Vicentín y todos los que ahora lo quieren encubrir.
La medida es el resultado del comportamiento espurio que tiene gran parte de los actores económicos tanto locales como globales y es la más aplaudible tomada por el Gobierno Nacional en medio de la pandemia. Y debería ser el primer paso en la recuperación de nuestras riquezas para que estén al servicio de todos los argentinos. ¿Estoy soñando demasiado, no?

jueves, 4 de junio de 2020

El periodismo necesario


Hace 35 años que estoy en esta carrera. Claro, las cosas no son iguales desde entonces. Antes, la objetividad era una aspiración y hoy descubrimos que es un imposible. Aprendimos que el punto de vista no es un pecado, sino el lugar desde el que miramos y contamos. Que el periodista que se proclama independiente es más dependiente que nadie. Que el que promete las dos campanas sólo presenta una con disfraces diferentes. Que si una imagen muestra más que mil palabras, también una palabra puede mostrar más que mil imágenes.
Cada día del Periodista, planteamos las claves para comprender esta profesión: cuáles son los desafíos, las dificultades, los compromisos que cada año se presentan. Como en un rompecabezas gigante, siempre estamos pensando en qué pieza falta y cuál sobra. Ejemplos y anti ejemplos danzan ante esta construcción. Entre los primeros, Mariano Moreno por su lucidez revolucionaria y Rodolfo Walsh por denunciar la verdad en los tiempos más oscuros. Y Roberto Arlt, por la habilidad de embellecer lo cotidiano. Hay más ejemplos, por supuesto. Muchos periodistas han puesto el cuerpo a lo largo de la historia para dar sentido a esta profesión tan necesaria. Y lo siguen poniendo hoy, resistiendo en sus puestos de trabajo, enfrentando las presiones, padeciendo el injusto despido, superando desigualdades de todo tipo, creando nuevos medios donde materializar el compromiso de contar.
Claro que también están los anti ejemplos. Además de abundar, su voz es más potente. O mejor dicho, su voz está potenciada por los medios en donde desempeñan su anti ejemplaridad. Sus amañadas interpretaciones y sus fábulas delirantes construyen una pseudo realidad cada vez más alejada de los hechos. El pescado podrido de otros tiempos ahora recibe el importado –y más elegante- mote de fake news. La amplia difusión de estas atrocidades y la ausencia de desmentida construyen la llamada posverdad, un sentido común dominante basado en puras mentiras, que convierte al consumidor mediático en un colonizado.
Algunos podrán considerar exagerada esta afirmación. Sin embargo, las manifestaciones anticuarentena sugieren poca solidez en los argumentos de los participantes; en cada uno de ellos se puede detectar la huella de una falacia instalada desde la desproporcionada influencia de los medios hegemónicos y su difusión en las redes sociales. Lo preocupante es que esas deformaciones informativas después se expresan en las urnas. No olvidemos que convirtieron el suicidio del fiscal Nisman en un asesinato espectacular, una de las más emblemáticas muestras de manipulación mediática. Periodismo de guerra, como reconoció el fallecido Julio Blanc, exponente de esa prensa canalla. Periodismo de guerra que, lejos de terminarse, recrudece. La democracia está en peligro cuando una parte de la población basa su opinión en puras falsedades.
Por eso es tan importante educar a los futuros profesionales en la detección y deconstrucción de las noticias falsas; entrenar el olfato para descubrir lo que oculta una tapa; insistir en la práctica del chequeo de la información antes de darle difusión; desconfiar de los que siempre han mentido. Porque de eso estamos hablando: de la mentira que se instala como verdad y que alimenta los prejuicios del público distraído. La mentira, no como un error del periodista, sino como la nefasta magia de hacer que pase lo que nunca podría pasar, de hacer decir a alguien lo que nunca ha dicho. Como la información es un derecho, el que miente lo está vulnerando. La libertad de expresión no debería servir como excusa para la generación y propalación de falacias.
Ni siquiera en medio de la pandemia los diarios de mayor tirada y sus satélites todo terreno dejan de mentir, instalar el desánimo y horadar las instituciones. Mientras le dan cobertura a los 300 que inventaron la infectadura, silencian la carta de diez mil científicos que, con fundamentos sólidos, apoyan la continuidad de la cuarentena. Y así, con muchos hechos. No podemos conmemorar el día del Periodista sin recordar que en octubre de 2009 se promulgó la ley 26522, De Servicios de Comunicación Audiovisual. Años de debate confluyeron en un ejemplo mundial de democratización de la palabra. Como sabemos, Macri la destrozó de un plumazo. Ahora hay que exigir el retorno de esa normativa que volverá a traer aire fresco a la circulación de la palabra veraz, comprometida más con los intereses de la mayoría que con la avidez de una minoría empachada. Sin equidad en la comunicación, sin responsabilidad en la información, nuestro futuro siempre estará en peligro.

lunes, 1 de junio de 2020

Un inevitable futuro mejor


El paradigma de la democracia, la libertad y los DDHH -entre muchos otros ítems que impone como paradigmáticos- está implosionando una vez más. El Imperio que acusa, bloquea y bombardea vuelve a ser noticia por su profunda hipocresía. El asesinato bestial de un ciudadano indefenso en manos de un policía, ante la indiferencia de sus uniformados compañeros, deja al descubierto el inhumano ideario de EEUU. Que esté Trump al frente del gobierno no es la causa; tal vez sea el resultado, el final de una larga historia de bestialidades; la amarga cereza de un ponzoñoso postre. Que Trump sea eyectado del gobierno no es la solución, sino un cambio de fusible que descomprime la crisis. El problema es más profundo y viene de larga data. Los fundadores del país del Norte, que tanto escribieron contra la esclavitud, tenían muchos esclavos. Todavía tiene matiz legal la conclusión del primer censo que, en 1790, establece que un negro, libre o esclavo, equivale a “tres quintas partes de un hombre”. Aún hoy la voz de un blanco –y también su vida- vale más que la de un negro, por más que hayan tenido a Obama como presidente. No sorprende, entonces, que una rodilla asfixie hasta más allá de la muerte a un negro por un supuesto billete falso y que las patrullas embistan a los manifestantes como si fueran de aire.
El sistema imperante es despiadado. No sólo allá, sino en todos lados. El aire hiede a decadencia. La pandemia ha puesto en jaque el malsano equilibrio que el neoliberalismo supo construir. El coronavirus es el detonante ocasional de la crisis global que está entre nosotros y la solución no es tomar los mismos caminos que nos condujeron hasta aquí. Lo sorprendente es que sean algunos multimillonarios –como George Soros o Bill Gates- los que vienen advirtiendo, desde hace un tiempo, la cercanía de la hecatombe. ¿Será por la desigualdad que provoca escalar el podio o por lo difícil que se ha puesto la escalada? ¿Un poco de culpa o más ambición?
La sensación de que se viene algo nuevo inspira a muchos sociólogos, economistas, filósofos, sociólogos. Lo nuevo no es auspicioso por sí mismo. Tampoco lo es el cambio, como ya pudimos experimentar. Si lo nuevo es lo mismo con maquillaje distinto, estamos ante una encerrona. La nueva normalidad, ¿será peor o mejor? Claro que no se puede esperar que todo nos venga empaquetado con moño y todo. Lo que sea, hay que construirlo. Dios hace mucho que dejó de producir maná. O será que esto no es obra divina ni diabólica. Que nos hicimos así a lo largo de la historia y que esta encrucijada podremos superarla si somos lo más humanos posibles, buscando la humanidad perdida –si alguna vez estuvo entre nosotros- o construyendo una nueva que nos saque de este pantano. 
Lo que sí debemos tener claro es que nunca nos salvaremos con lo mismo que nos hundió. Aunque nadie pueda anticipar lo que se viene, ya están los que se oponen al nuevo orden sionista. Por las dudas, también están los que rechazan al comunismo y, ya que estamos, la venezualización del mundo. Y en el berenjenal de las protestas vernáculas, aparecen jóvenes libertarios que confunden anarquismo con ultraliberalismo. Y tanta es la confusión que hasta cuelgan un cartel con el insólito disyuntivo “Soros o Perón”. ¿Masoquistas o beneficiados? ¿Esclarecidos o embotados? ¿Conservadores o timoratos? Como sea, son funcionales a un statu quo que ya no podrá ser. Y, para colmo, están los opositores que sólo encuentran su razón de ser oponiéndose hasta el ridículo. Tanto que inventan un neologismo de dudosa procedencia: la infectadura.
Si superar la pandemia es un desafío, transitar un nuevo sendero hacia un mundo más humano parece una quimera. Más aún cuando no sólo tenemos que destronar a las corporaciones que gobiernan, sino también convencer a los que todavía creen que la injusticia imperante es el resultado de un modelo que garantiza la más absoluta libertad.

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...