martes, 9 de junio de 2020

El primer paso de un sueño

La última manifestación anticuarentena tuvo menos participantes que una de los terraplanistas. Sin embargo, sigue teniendo espacio en los medios hegemónicos, a pesar del absurdo de las posiciones. Por ahora son pocos porque las plumas ilustres no encuentran la manera de incrementar el descontento. Además, tampoco se animan a ponderar las tonterías que esgrimen sus protagonistas –inventadas desde esas mismas cloacas mediáticas y sociales- y, menos aún, aplaudir a un tipo que se presenta con una foto de Videla estampada en su remera, por más que estemos en una ilusoria infectadura. Hasta ahora, araron en el mar y se conformaron con convocar a 200 y pico de individuos vergonzantes al obelisco y magnificar esa insignificancia. La intervención y futura expropiación de Vicentín les da la excusa que necesitaban para intentar sembrar la indignación que, de momento, no resulta preocupante.
En estos días, comenzarán a agitar las banderas que les dieron éxito manipulador y a forzar la identificación con quienes, información veraz mediante, jamás merecerían semejante sacrifico: en su momento, “Yo soy el Campo” y “Yo soy Nisman” resultaron efectivas; la renuncia del individuo a ser sujeto y a convertirse en otro distante y hasta perjudicial. Banderas agitadas para un público cautivo más propenso a marchar en defensa de estafadores privados que para quejarse por el espionaje ilegal del malandra ex presidente, al que todavía reivindican por haber destruido el país.  
La decisión tomada respecto a la empresa Vicentín ordena con más fundamentos a la oposición porque reinstaura la Grieta en un lugar más definido. El cuestionamiento a la cuarentena desde las libertades y la preocupación por el ingreso de los trabajadores encubre el interés egoísta de una minoría por la reactivación económica. Reactivación económica necesaria que, en la mirada elitista de los más ricos, no va a significar una transformación positiva en la distribución porque, como ya sabemos, sólo quieren incrementar sus ganancias para fugar y no para invertir. A pesar de eso, defender la actividad privada permite definiciones ideológicas más coherentes que alentar el descuido de la salud.
El caso Vicentín no es exclusivo, sino que evidencia el comportamiento de gran parte de las grandes empresas cuyo patrimonio es más voluminoso en los paraísos fiscales que en activos visibles en el país. ¿Cómo es posible que una firma que participa en la producción, comercialización y exportación de agroalimentos, que ha pasado del puesto 19 al 6 en cuatro años, presente cesación de pagos después de haber recibido un préstamo multimillonario del Banco Nación? Eso es fuga, vaciamiento, estafa, evasión, corrupción y no el comportamiento honesto de una empresa tan pujante y con tanto auxilio estatal. Además –y esto no debe ser una invención nacional- se presenta la anomalía de compañías fundidas con dueños ricos. Entonces, que no vengan con el verso de la propiedad privada o la inconstitucionalidad. Más ilegal fue el comportamiento de Vicentín y todos los que ahora lo quieren encubrir.
La medida es el resultado del comportamiento espurio que tiene gran parte de los actores económicos tanto locales como globales y es la más aplaudible tomada por el Gobierno Nacional en medio de la pandemia. Y debería ser el primer paso en la recuperación de nuestras riquezas para que estén al servicio de todos los argentinos. ¿Estoy soñando demasiado, no?

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