lunes, 30 de junio de 2014

La Justicia como objeto de reflexiones lunáticas

Casi no caben dudas de que la sanción a la mordida del uruguayo Luis Suárez resulta desproporcionada. Un escarmiento tan severo que la falta –grave, en principio- ahora parece insignificante. Una sanción que excede la jurisdicción de la Fifa, que anuló los derechos de un ciudadano y lo echó de un país que no gobierna como si de un perro rabioso se tratase. Exceso que deberá debatirse en el futuro, porque incluye el dominio absoluto de leyes y principios del país ocupado por los organizadores de los mundiales. Exageración que puede leerse en clave suramericana, si pensamos esta institución deportiva como una multinacional con intenciones imperiales. Aunque suene redundante decirlo, esto va más allá del fútbol y tiene muy poco de deportivo. Como sea, los sudacas merecemos castigos más severos, de acuerdo a la mirada de los que se creen dueños del mundo. Más aún cuando los poderes que gobiernan las cosas no acceden a sus cargos por el voto popular sino por mera prepotencia. Y con la complicidad de otros exponentes que tampoco acceden por el voto popular, los jueces. Que el maltratado Griesa deba suspender sus vacaciones en Montana para atender las protestas de sus amigotes platudos porque los sub-ciudadanos del sur no satisfacen su angurria es una clara muestra de eso.
En rigor, todo lo que ha hecho el juez Griesa en la causa de los buitres obedece a una caprichosa interpretación de las normas, desde el pari pasu hasta la sugerencia de devolver los dólares depositados por el Gobierno Nacional, con el mero objetivo de favorecer a los más fuertes. De cumplirse cada una de sus decisiones, el orden legal se desmoronaría y daría lugar a una demanda de nuestro país y los bonistas al Banco de Nueva York, por renunciar a su función de distribuir ese dinero, como entidad fiduciaria que, por contrato, debe ser. Lejos de aplicar justicia, el juez obedece a la avidez de una minoría carroñera, sin que importe la letra de la Ley ni la soberanía de un país. Pero además, pisotea la lógica del mercado financiero internacional, desprestigia la timba neoyorkina y desalienta futuras negociaciones de deuda. Este combo terrorista provocaría una nueva crisis del capitalismo global y hasta su caída definitiva. Tal vez nos estemos equivocando al analizar a Griesa: en lugar de republicano parece un revolucionario de los más audaces, que, con medidas en apariencia conservadoras, trata de desmoronar el sistema.
Pero no es así, por supuesto. Como este juez está en retirada, actúa más allá del bien y del mal. Además, permanece encerrado en una lógica colonial que lo conduce a no entender razones, ni siquiera las vertidas por las numerosas voces que cuestionan su accionar desde el núcleo intelectual del capital globalizado. Tan rabioso está que ordena al banco a renunciar a sus obligaciones contractuales. Un juez que excede su jurisdicción, que aconseja no cumplir con las leyes, que manifiesta sin disimulo su consustanciación con una de las partes, ¿merece ocupar ese lugar?
Los tribunales criollos
Primero, la Fifa que, con sus castigos a la odontología futbolera, se erige no sólo como un jurado express sino como legisladora y gobernante de todo territorio donde ruede un balón. Después, Griesa quien, desde su estrado geriátrico, legitima los picotazos de los especuladores plumíferos y pretende someter el mundo a su ideario patricio. Pero en casa también hay sombras similares. El Poder Fáctico vernáculo busca, por todos los medios posibles, recuperar la hegemonía que otrora explotaba. Como la batalla cultural se mantiene en un empate técnico, la victoria se define por penales en los palacios tribunalicios.
Una definición en manos de funcionarios que no queda muy claro a quién representan y menos aún a qué obedecen, si a un sentido de justicia o a una impronta mediática destituyente. Ya no se sabe si las decisiones de algunos juristas tienen como objetivo sancionar las malas conductas o protagonizar titulares. El procesamiento al vice-Presidente Amado Boudou no despertaría demasiadas sospechas de haberse producido en un momento diferente, pero un viernes sobre el final de la jornada, aporta un sabor a titulares sobre alimentados.
En estos años de kirchnerismo nos hemos acostumbrado a que muchas cosas ocurran por primera vez. Entre ellas, el procesamiento de funcionarios en pleno ejercicio, como Oscar Aguad, Mauricio Macri y, por supuesto, Amado Boudou. Tan novedosa es esta situación, que no sabemos dónde pararnos ni cómo reaccionar. Tanto el diputado radical como el Jefe de Gobierno porteño hace años que están procesados y eso no les ha impedido presentarse a elecciones ni desempeñar sus cargos. Tal vez esté bien que así sea, porque los procesos judiciales son tan laxos y enredados que pueden tomar una década o más. Claro, los jueces tienen todo el tiempo del mundo porque sus cargos son eternos, a diferencia de lo que ocurre con los representantes elegidos por el voto. Otra cosa sería si los jueces tuvieran que someterse a una especie de evaluación para refrendar el puesto. Y si procesaron a alguien sin motivos, ni siquiera piden disculpas.
Los tiempos políticos, en cambio, son más acelerados. Acotados a cuatro o seis años, estos personajes deben actuar con mayor rapidez y justificar el rol que cumplen en la sociedad. De lo contrario, quedarán afuera de las listas electorales. Si todos los sospechados o procesados dieran un paso al costado, nos quedaríamos con poco para elegir. Más aún cuando las denuncias se revolean como masa de pizza. Como los tiempos políticos son más vertiginosos, juzgan más rápido. Y así, se corre el riesgo de la inequidad: mientras a un procesado lo coronan como ciudadano ilustre al otro le preparan un juicio político. Siempre hay que recordar lo ocurrido con Aníbal Ibarra después de la tragedia de Cromañón, que fue destituido por la legislatura y mucho tiempo después, la Justicia lo absolvió.
Mucho más rápidos son los estrados mediáticos que crucifican sin piedad a aquellos personajes que caen en su mira. Si lo hicieran de igual manera con todos los involucrados en la comisión de un delito, no habría problema, pero la independencia de la que se enorgullecen los conduce a un desequilibrio evidente. Con seguridad, gran parte del público ignore que Macri y Aguad están desde hace años en la misma situación en la que recién ingresa Boudou. Y tampoco se les ha ocurrido proponer pasos al costado ni nada que se le parezca. Con Amado es diferente, porque de alguna manera ya lo odian y merece el peor de los castigos, aunque no se sepa bien por qué. En nuestro sistema judicial, toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Pero los medios fueron más allá de la Justicia y ya lo han condenado desde hace chiquicientos titulares.
Esto no es una apología de Boudou, sino un llamado a la coherencia. Si el Vice –y cualquier otro procesado- da un paso al costado, confirmaría las sospechas, sobre todo teniendo en cuenta los tiempos judiciales. Quizá la sentencia –la que sea- se concrete cuando ya nos hayamos olvidado de él. Y éste es el punto esencial: un caso judicial no puede ser eterno. De alguna manera, habría que acelerar el proceso para que no tome una vida. Y también, comenzar a comprender que los jueces no son enviados celestiales sino funcionarios –humanos y mortales- que actúan por afinidad, interés y presión. Tan influenciables y falibles como cualquier ciudadano. Y no se esfuerzan demasiado por disimularlo. Lo único que se les puede pedir es que se equivoquen con mayor rapidez, para eliminar un aspecto que contribuye al descrédito en la Justicia. De cara al futuro, habría que pensar en una reforma judicial en serio, no para que sea perfecta sino un poco más confiable.

viernes, 27 de junio de 2014

Los picos cada vez más afilados

Ya que estamos en clima mundialista, la jugada a lo Messi del ministro de Economía fue neutralizada por la nueva intervención colonial de Griesa, jugador y árbitro de este partido. Cuando pensábamos que Griesa y sus buitres iban a hacer la gran Suárez, con un mordiscón a los fondos de los bonistas, tiraron la pelota fuera del estadio y el partido está en suspenso. No colocaron sus garras sobre los dólares, sino que ordenaron devolverlo. Un desprecio inusitado por parte del Juez Imperial. Una enloquecida reacción que enceguece toda racionalidad. Ahora dice que pagar es ilegal. Y después se molesta porque La Presidenta habla de extorsión. Como el tiro libre de Kicillof era imparable, apela a todas las trampas para poner a nuestro país al borde del default. Y abusa de todo su descomunal poder para proteger a los buitres como si fueran tiernos canarios. Si quedaba alguna duda de su alineación con los especuladores, este nuevo episodio las despeja a todas. Si podía pensarse en un atisbo de legalidad en el accionar de este magistrado, ya no hay ley que lo justifique.
No sería exagerado decir que, partir de este momento, todo lo que Griesa haga o diga será tomado como algo personal. Y si el Estado norteamericano no frena este desquicio, será responsable de un atropello a la soberanía de nuestro país. Y no sólo de eso, sino de desalentar toda negociación de deudas, además de horadar el prestigio de Nueva York como capital del sistema financiero mundial.
Nadie sabe qué va a pasar el lunes con los fondos depositados por el Gobierno, si serán devueltos o se entregarán a los bonistas. Como sea, el default no será nuestra culpa. Y es lo que advirtió Kicillof durante el anuncio oficial de esta maniobra: si la decisión soberana de honrar los compromisos de deuda se encuentra vulnerada es por la alineación de la justicia norteamericana con intereses minoritarios. Y en esto, las Autoridades del Imperio tienen mucha responsabilidad. Un juez distrital en retirada recibió la repulsa internacional por abusar de su aristocrático poder y las instancias judiciales superiores se lavaron las manos. Los trapos sucios que podemos encontrar en todos lados: las corporaciones económicas que se quieren apropiar del mundo con la complicidad de la corporación judicial. Y también, con la anuencia de los Jefes de Estado que, en lugar de proteger los intereses de sus pueblos, coquetean con los poderosos. El desafío de este siglo es contener –o desterrar- esta avidez responsable de una de las mayores catástrofes de la Humanidad: la extrema pobreza.
Aunque el apoyo a la posición argentina superó todas las expectativas, nada parece alterar la patricia decisión de Griesa. Organismos financieros, bloques multilaterales, presidentes, universidades, analistas económicos expresaron su solidaridad y condenaron el despiadado intento de los angurrientos. Envalentonado por semejante hinchada, el Gobierno Nacional colocó una tentadora carnada en el más eficaz de sus anzuelos para desenmascarar a los malintencionados carroñeros. El rostro feroz de los enemigos quedó al descubierto, mostrando todo su horror. Lo que parecía imposible, sucedió. Si la semana pasada muchos pensaban que La Presidenta y su equipo estaban en jaque, ahora no saben cómo disimular esta victoria parcial. Porque éste es un primer paso: lo que viene será mucho más interesante.
Nuestras luchas internas
Tanto allá como acá la clave está en la batalla cultural que se está dando a nivel global. La crisis económica, social y política que sacude a muchos países tiene su origen en la despiadada primacía del casino financiero, cuyos jugadores mueven sus fichas al impulso de su avaricia para multiplicarlas sin límite. Lo único que producen con sus inversiones es pobreza, inequidad y desamparo. Si el Poder Económico está conquistando el planeta es porque los otros poderes lo permiten, por torpeza, por temor o por complicidad. Juntos nos están conduciendo hacia la aniquilación.
Por supuesto, siempre hay espacio para la esperanza, aunque el panorama parezca desolador. La experiencia que hemos vivido en estos años de recuperación confirma que sólo el fortalecimiento de la Política puede poner en orden este caótico escenario. Pero no la política entendida como la estrategia de algunos individuos para enquistarse en un puesto y obtener algunas ventajas, protegiendo los privilegios de una minoría. Lo que hace falta es la proliferación de representantes que asuman el conflicto con los exponentes del establishment para defender los derechos de la mayoría. En pocas palabras, la Política gobernando al Poder Económico. Y el Poder Judicial, cuya cacareada independencia no es otra cosa que un escudo al servicio de la minoría, debe comprometerse a velar el cumplimiento de las leyes en beneficio de los menos favorecidos.
En esa lucha estamos. Cuando el secretario de Comercio, Augusto Costa, denuncia que los laboratorios incumplieron con el acuerdo de precios y amenaza con multas si no retrotraen los precios a principios de mayo, está dando cuenta de eso. O cuando los organismos de control laboral llevan a la justicia el caso de explotación laboral y servidumbre que involucra al presidente de la Sociedad Rural. O cuando la AFIP investiga los bienes de los ricachones en busca de posibles evasores o se instituye un impuesto a los bienes suntuarios. Estos y muchos más son episodios de la misma batalla, que debe llevarse a las últimas consecuencias. Esta vez no nos deben ganar, porque ellos nos quieren ver derrotados para poder gozar de sus descomunales fortunas. Ahora que están expuestos con su repugnante rostro, ya no hay máscara que nos engañe. No debemos dejar escapar esta oportunidad para volverlos más humanos y así poder vivir mucho mejor.

miércoles, 25 de junio de 2014

Actos patrios: fiestas populares o llantos de velorio



El viernes se conmemoró un día de la Bandera que venía desbordado por una inusitada carga de ansiedad. La amenaza de los buitres de Griesa –buen nombre para una banda de rock- contribuyó a eso y el discurso de La Presidenta se esperaba con expectativas. Sin embargo, hubo un ausente que nadie notó hasta unos días después, cuando él mismo se encargó de destacar esa particularidad. Pero que Hermes Binner no se preocupe: de haber ido, tampoco lo habríamos advertido. Su hibridez es tan incontenible que el mote de progresista le queda enorme. También le baila su propio nombre, Hermes, personaje que en la mitología griega tenía interesantes atributos que el diputado socialista no tiene. Hasta un mito le queda grande. El mitológico Hermes tenía multiforme ingenio, astuto pensamiento y gran calidad oratoria, capacidades inexistentes en el ex gobernador santafecino. Lo que sí puede ser una naturaleza compartida es la de ser portavoz de los dioses, con todo lo que eso significa. Ser portavoz o felpudo del establishment promete el diputado. El tiempo lo confirmará.
Por ahora, cada declaración disminuye la intención de voto. Quizá porque compite con el mismo grupo de electores que simpatiza más con mejores defensores del Poder Económico, como Macri, Massa y, en menor medida, Scioli. Binner y Cobos, presidenciables del socialismo y del radicalismo, serán sus siervos y eso no despierta demasiado respeto.
Pero volvamos a la ausencia de Binner al acto del Día de la Bandera y sus excusas, dichas con un inconfesable toque de envidia. Como el año pasado, sus explicaciones tratan de mimetizar su impotencia. "La verdad es que no me atraía estar en Rosario –declaró en una radio local- porque me resultaba muy desagradable transformar el acto patrio en uno partidario". En primer lugar, parece que para el diputado, toda definición política es partidaria y tal vez por eso, sus intervenciones mediáticas son tan insípidas. Y eso se contradice con sus pretensiones progresistas. Ya lo sabemos: esconder el posicionamiento ideológico es una actitud propia de la derecha porque intenta convertir su ideario regresivo en sentido común, en discurso dominante. Lo progresista, entonces, es romper con esa tendencia y reafirmar en cada ocasión qué es lo que debe cambiar en la sociedad para alcanzar la equidad. Necesario recordar que la semana pasada, el susodicho diputado explicó que nuestro problema con los buitres se debe a los cambios que el Gobierno Nacional había concretado en estos años.
Si un candidato presidencial promete la equidad debe informar de qué manera disminuirá la brecha entre ricos y pobres. Superfluo es aclarar que para reducir esa brecha, los que más tienen deben renunciar a una porción de sus ganancias para ser distribuida entre los que menos tienen. Y eso puede hacerse de manera voluntaria o compulsiva. Lo primero puede ser resultado de un acuerdo, como muchas veces ha intentado hacer el Gobierno, pero ya hemos visto que parte de los actores económicos intentan de todas las maneras posibles eludir lo acordado. Evasión fiscal, explotación laboral, sobreprecios en los productos son la constante de su accionar.
Entonces, si no hay acuerdo posible, si no aceptan por las buenas colaborar con la redistribución del ingreso, habrá que obligarlos, sancionarlos o retirarlos de la escena. Y éste es el desafío que deberá enfrentar quien quiera ser el próximo presidente: para alcanzar la equidad no hay que esquivar el conflicto. Cuando un candidato promete solucionar los problemas sin enojos y dejando de lado la mirada ideológica está confesando que no solucionará nada.
Inspirados por el desprecio
En segundo lugar, está la descalificación del diputado Binner: le resulta desagradable lo partidario del acto. A esta altura de su segundo período, CFK no va a esconder su corazoncito. Si es por eso que gusta tanto. Pedirle que baje el tono de sus intervenciones orales es proponer que deje de ser Ella. Y en ese caso, sus seguidores se sentirán defraudados. Entonces, lo que no le agrada a Binner –y no sólo a él- es la propia Presidenta, haga lo que haga. Esto es insalvable.
 ¿Qué más desagrada al socialista Binner? La multitud entusiasta que participa de todo acto con su identidad partidaria. Mutando una célebre frase, para un híbrido nada mejor que otro híbrido. Y los asistentes a los actos de Cristina no están acostumbrados a la corrección protocolar, a la solemnidad despersonalizada que muchos esperan de los actos patrios. Al contrario: gritan, saltan, cantan, bailan. Pero, sobre todo, portan las banderas de las agrupaciones de las que son parte. Eso es lo que molesta: la muchedumbre bulliciosa, inquieta, alegre. Binner desprecia todo eso y no sabe cómo disimularlo. En realidad, todos los candidatos de la oposición sienten repulsión por los que se identifican con el kirchnerismo porque, para ellos, son imposibles de conquistar. Y quien dude de esta afirmación que busque en los archivos para ver si encuentra cuándo uno de estos personajes se quejó del público que asistió a sus propios actos. A no perder tiempo: Binner –y los otros- jamás ha dicho sentir desagrado por quienes resistieron despiertos sus presentaciones públicas ni por las banderas que portaban.
Si los actos patrios abandonaron la solemnidad es porque han cobrado otro sentido. En tiempos de la dictadura, el infaltable desfile militar era la ostentación del poder opresor, la bota que dominaba a los sometidos civiles. Los discursos eran de manual, previsibles, anodinos y pacatos. Los primeros años de la Era Democrática mostraron celebraciones más vivaces hasta la llegada del Infame Riojano, que convirtió la patria en una mercancía. Lamentables esos tristes feriados, descoloridos por la impronta de la Alianza, con protocolares manifestaciones presidenciales sin público ni entusiasmo y con De la Rúa clamando por un milagro. ¿Cuál modelo de acto preferiría Binner?
Para terminar, la bandera y el himno son los símbolos más importantes de cualquier país, pero su sentido es una construcción cotidiana. Si no fuera así, serían objetos vacíos. En los últimos años, la bandera nos da orgullo y el himno nos entusiasma. Y no sólo por la Selección Nacional de fútbol o de cualquier otro deporte. El himno coreado en multitud y la bandera agitada por saltos y bailes no deben desagradar, sino conmover, convidar, exaltar, emocionar.
Estos símbolos se han llenado de sentido gracias a la conquista de derechos, a la construcción de dignidad, a la recuperación de autoestima. Porque estamos construyendo un país los actos patrios han dejado de ser velorios. Si lo que pretenden estos candidatos es retornar a las celebraciones con asistentes inmóviles, silenciosos y engominados que se preparen para la derrota, porque Esta Patria sólo invita a fiestas efervescentes, sudorosas, estridentes, alborotadas, coloridas y con mucho colectivo solidario.

lunes, 23 de junio de 2014

Carta de amor a la Justicia Imperial




Mientras la hinchada argentina emociona coreando el Himno, Alfredo Leuco se enorgullece por una carta abierta dirigida a Thomas Griesa, en una lamentable muestra de cómo el desprecio obnubila toda razón. Algo así como vengan a pisotearnos porque lo merecemos. Difícil adherir a sus conceptos, a no ser que la pasión opositora se haya convertido en desamor. Leer ese escrito evoca las peores muestras de cipayismo que atraviesa nuestra historia, porque explota algunos defectos de gestión y muchas invenciones con formato periodístico para dar la razón al fallo imperial. Una invitación a que colonicen de una vez estos territorios barbarizados por el kirchnerismo. Este periodista intenta la ironía, pero se enreda en el absurdo; pretende valentía pero sólo expresa impotencia; parece inspirada por el ardor patriótico, pero se ahoga en la claudicación de cualquier bandera.
Si esta carta llega a manos de Griesa, seguramente no soportará tantos lengüetazos. Con la forma de un instructivo irónico, la carta de Leuco intenta ser mordaz, pero sólo alcanza a ser una burlona misiva cacerolera en la que se mezcla todo para no esclarecer nada. Sin demasiado esfuerzo intelectual, trata de explicar el concepto de Justicia que exhibe el kirchnerismo y, especialmente La Presidenta que –según él- considera a los jueces como un espacio más de la militancia –algo que molesta sobremanera- y de los favores por debajo de la mesa y de la pleitesía que se le debe rendir a Cristina”. Después, sin aclarar a qué se refiere, afirma que en “este país de los Kirchner los fallos adversos no se respetan y los jueces independientes se destituyen”. Primero, el país no es de nadie, sino de todos, salvo que esté reclamando el derecho de propiedad y quiera que el país sea de algunos personajes ilustres. Segundo, todos los fallos adversos se han respetado. Y tercero, no se sabe qué jueces independientes se han destituido ni tampoco se aclara qué es la independencia.
Claro, en la cabeza de Leuco ronda el jury a Campagnoli y el intento del establishment de convertirlo en mártir de la causa republicana. Por un fiscal al que se está evaluando en su dudoso desempeño, abre la puerta a los conquistadores. Pero va mucho más lejos y sentencia que “son varios los instrumentos que los Kirchner utilizaron para colonizar a la justicia y castigar a los rebeldes que no se arrodillaron ante su altar”. Los hechos desmienten esta afirmación. Sólo basta recordar los cuatro años en que demoró la Justicia en convalidar la Ley de SCA y la inercia que envuelve al proceso judicial a los dueños de Papel Prensa, obtenida con delitos de Lesa Humanidad. Tampoco menciona que uno de los miembros de la Corte excede en más de 20 años la edad límite sin autorización del Congreso y que los jueces no pagan impuesto a las ganancias porque acordaron no hacerlo. Entonces, ¿de qué pleitesía, obediencia, sometimiento está hablando este periodista?
Un poco de seriedad
Por supuesto, en nuestro país hay plumas que brillan un poco más, aunque cuestionen con exagerada dureza la gestión de CFK. Apuntes Discontinuos eligió la más obscena sólo para aportar un poco de diversión. Como contraste, un editorialista del New York Times, insospechado de pertenecer a La Cámpora, Floyd Norris, aporta una mirada un poco más sesuda del conflictivo fallo que amenaza nuestra soberanía. “La decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos puso de cabeza a todos los procesos de reestructuración de deuda soberanos”, afirma Norris. Y agrega que la Corte Suprema “ignoró las súplicas de los gobiernos de numerosos países, entre ellos los Estados Unidos, y trastrocó el mundo de las reestructuraciones de deuda”.
Además, advierte que una victoria de los fondos especulativos hará difícil que otros bonistas accedan a acuerdos de pago si resulta tan fácil litigar contra los estados. A pocas cuadras del despacho de Griesa, un periodista neoyorquino cuestiona la arbitrariedad de una decisión poco justa. A miles de kilómetros, uno con tonada provinciana e impostura campechana estira su lengua para lamer los zapatos de un juez y solicitar su ayuda para desterrar un gobierno que detesta.
En una cosa sí se puede estar de acuerdo con Leuco: “si la presidenta dijo que no iba a acatar su fallo para pagarle a los fondos buitres es porque no tiene dobleces. La presidenta es coherente”. Esto que el periodista plantea como crítica, en realidad es su mejor virtud. De ahí se desprende que el discurso que el viernes brindó desde Rosario haya tranquilizado a todos sus seguidores. Cristina aseguró que no va a pagar lo que exige el fallo porque sería una enorme irresponsabilidad. En cambio, aseguró que quiere cumplir con todos los tenedores de bonos en el marco de una negociación justa de acuerdo a “la Constitución, a las leyes nacionales y a los contratos que se firmaron”. Y para demostrar, una vez más, su coherencia, solicitó al juez Thomas Griesa que “genere las condiciones para llegar a un acuerdo que sea beneficioso e igualitario para el 100 por ciento de los acreedores”. Si alguno interpretó en esto una contradicción con lo declarado el lunes pasado en Cadena Nacional, se está equivocando.
Para terminar, algunas dudas. ¿Por qué un juez neoyorquino puede poner en jaque la economía de un país? ¿Por qué se pondera su independencia cuando se muestra alineado con la voracidad financiera? ¿Por qué un país acostumbrado a imponer su mirada imperial a fuerza de bombardeos debe ser considerado como un ejemplo de institucionalidad y justicia?
Si queremos cambiar este mundo, sólo debemos tomar la decisión de cambiar. Y éste parece ser un punto de inflexión, un nudo que sólo puede desatarse con convicción y compromiso. Si Paul Singer y todos los que portan su estilo se sienten molestos porque se los considera buitres, sólo deben dejar de serlo. Y para eso deben aceptar las condiciones del resto de los acreedores, situación que les brindará suculentas ganancias. Porque para que este mundo cambie, debe cambiar su lógica: la de no estar más a merced de intereses minoritarios que dejan un tendal de desolación a su paso.

viernes, 20 de junio de 2014

El nuevo desafío para seguir creciendo


Apunte 500
Apenas cumplidos los tres años de existencia de este espacio, llegar al apunte 500 inspira una apresurada reflexión sobre el crecimiento de su Autor. En todo este tiempo y con semejante ritmo de producción, el aprendizaje sobre los entresijos de la Política, los artilugios de la Economía y los vericuetos de la Justicia ha sido enorme. También la Historia ha hecho un importante aporte. Y todo esto contribuye a elaborar conclusiones cada vez más novedosas y bastante profundas. Pero, sobre todo, lo más importante es que estas líneas exhiben un inclaudicable compromiso para la construcción del futuro con el que siempre hemos soñado. En Apuntes Discontinuos sólo hay un modesto aporte, un intento de disipar las nieblas que se interponen en el camino, señalar algunos escollos o advertir sobre las celadas de los enemigos. Y contagiar optimismo, algo muy importante en medio de tanta vocinglería agorera. No mucho más que eso, ni nada menos. Crecer, no en soledad, sino en colectivo. Pero crecer no es envejecer, como dicen las malas lenguas, sino ser un poco mejor.
Llegar a 500 textos es todo un logro para un ignoto profesor de provincias que, a la par de escribir, debe continuar con su trabajo en la educación de adolescentes y jóvenes. Cuatro años atrás parecía impensable una colección tan nutrida de producción propia. Pero es momento de abandonar el autobombo para afrontar el desafío de aportar un poco de calma ante la encrucijada en la que está nuestro país.
El caso ya es conocido: seguimos empantanados en la deuda y parece que la única salida es la sumisión a los intereses más voraces y despiadados. Tan atados estamos que un juez menor –no por edad, por supuesto- puede desbaratar nuestra economía. Y si ahora estamos atados es porque antes estuvimos de rodillas gracias al accionar de muchos de los que hoy pontifican sobre los errores que cometió el Gobierno. La vice Jefa de Gobierno porteño sugirió que hay que abandonar “las bravuconadas”. ¿Será un consejo para Singer, Griesa y todos los que son así? Hay otra palabrita que circula en boca de estos desvergonzados: soberbia. Todo lo que nos pasa es por la soberbia de La Presidenta y su equipo. Si soberbia es defender los intereses nacionales, impulsar el crecimiento con inclusión y proponer la política como única salida de los conflictos, entonces no debe ser tan mala palabra. La humildad que ellos proponen es la actitud genuflexa que no ha evitado ninguna crisis, sino todo lo contrario. Esa es la mala palabra, porque suena a humillación. De eso, ya hemos tenido bastante.
Y si de palabras se trata, parece que al susceptible Griesa le cayó mal que Cristina haya usado el término ‘extorsión’. Por si el republicano jurista no tiene tiempo de revisar los diccionarios, Apuntes Discontinuos le aportará la definición de la RAE: “acción y efecto de usurpar y arrebatar por fuerza una cosa a uno”. Y eso es, precisamente, lo que los fondos buitres están haciendo. El juez Thomas Griesa, con su soberbia imperial –bien usada en este caso-, se ha convertido en cómplice de una extorsión. Si no está de acuerdo con esto, que escriba su propio diccionario. Porque en el nuestro, esto es una extorsión y además, una estafa.
Las cartas sobre la mesa
Algún trasnochado podrá afirmar –con inocencia fingida- que las deudas deben pagarse y, en consecuencia, no nos queda más opción que obedecer sin titubear las órdenes del juez neoyorkino, que se ha hecho famoso a fuerza de pisotear nuestra dignidad. En primer lugar, este señor que reclama, Paul Singer, no nos prestó nada sino que compró a precio de remate unos títulos de deuda después de la re-estructuración. Que quede claro: no puso su dinero para ayudarnos, sino para especular, para obtener ganancias usurarias, para incrementar de manera ilegítima su patrimonio. Este señor no es una víctima, sino un truhán.
En segundo lugar, si nuestro país paga como ordena el juez Griesa –al contado, sin quita y con intereses monstruosos- hay otros más que tienen en su poder títulos similares que pueden reclamar cifras de miedo: unos 15 mil millones de dólares. Y esto no es nada: porque todos los bonistas que se sumaron de buena fe al plan de pagos de 2005 y 2010 podrán también reclamar un trato similar. Y la sumisión al martillo del juez significará para el país más de 100 mil millones de dólares. Si obedecemos a los caprichos imperiales y autoritarios del buitre con toga, nuestro futuro estará condicionado a los dictámenes del neoliberalismo que estamos comenzando a erradicar.
Y en tercer lugar, aunque no menos importante: esto no se trata sólo de plata, sino de dignidad. Y para algunos carroñeros vernáculos, la ira de un juez vale más que nuestra soberanía. Un juez que entiende que nuestro país “no da confianza” para asumir un compromiso de pago, después de todo lo que hemos puesto en estos años para que nos dejen crecer un poco. La opinión que tiene Griesa de nosotros es producto de su más absoluta ignorancia, porque esa deuda que estamos pagando no nos ha servido más que para hundirnos. Y para llenar cuentas bancarias, también. Porque muchos de los grandes empresarios criollos han visto crecer su patrimonio gracias a las dos estatizaciones de deudas privadas, la de la dictadura y la de Duhalde. Para que quede más claro: gran parte de nuestra deuda externa no ha contribuido a mejorar nuestra vida, sino a incrementar la fortuna de unos pocos.   
Y ya que estamos hablando del tema, estos personajes podrían ayudar en algo. Demasiado sería pedirles que devuelvan una parte de lo que embolsaron. Pero, por lo menos, sería saludable que, esta vez, defiendan al país que los enriqueció, que pongan en suspenso su avidez, que no especulen con esta situación y que apelen a sus contactos para frenar este nuevo intento de saqueo.
En esto no hay confusión posible: quieren volver a saquear nuestras riquezas. Y éste es el puntapié inicial, para usar una metáfora mundialista. Acá no se trata de plata ni de buenos modales, sino de defender el porvenir. Porque eso es lo que pretende pisotear este juez al ordenar lo que debemos hacer, en medio de las más despiadadas descalificaciones. Además, este fallo tiene forma de reprimenda porque lo que ha ocurrido en nuestro país pone en jaque el ideario ortodoxo. No sólo es un castigo para Argentina, sino una advertencia para cualquier país que emprenda un camino similar.
Entonces, son ellos o nosotros. Cualquier negociación sería como acordar con un vampiro la dosis diaria de sangre que nos va a succionar. Esta vez no tenemos que ceder, porque no lo merecemos. Nuestro futuro depende de la salida airosa de este trance, pero no con pleitesía y sumisión, sino con la firme convicción de que estamos defendiendo nuestros amenazados intereses.

miércoles, 18 de junio de 2014

Una semana de injusticias




A primera vista, parece que los buitres han ganado esta batalla. Pero esto no se trata de ganar o perder, sino de defender la soberanía. Y en un tema así, no hay derrota posible. Sobre todo porque somos muchos los que estamos empecinados en defenderla. Aunque algunos se nieguen a reconocerlo, Argentina no está aislada del mundo, sino integrada a un nuevo ordenamiento que se está gestando y que rechaza estas prácticas prepotentes, las de unos pocos que se quieren llevar todo por delante. Lo diferente es que ahora ya no hay posibilidades para generalizar porque los enemigos tienen nombre y apellido, aunque carezcan de patria. En un caso como éste, hasta el propio Imperio está en peligro de caer en manos de estos depredadores, con la complicidad de los sirvientes con toga. Porque la amenaza proviene de personajes que ostentan enormes fortunas generadas a costa de la miseria de los pueblos. Y a esto hay que ponerle un freno: esos tipos –los especuladores financieros- deben recibir, no los dólares que reclaman sino el repudio de todo el mundo, antes de que nos atropellen.
Acá no hay confusión posible: no merecen respeto ni justificación alguna. Todos los habitantes de este planeta deberían considerarlos personas no gratas; impedir que traspasen las fronteras de sus madrigueras infectas; en lugar de flores, hay que arrojar tarántulas y alacranes en su camino. O por lo menos, no pagar lo que exigen, porque no lo merecen. Alguna vez, hay que ponerles un freno porque sus prácticas son inhumanas. Quien ostenta una fortuna de 23 mil millones de dólares –sólo con un millón inicial no mucho tiempo atrás- no puede ser considerado un héroe ni un ciudadano ilustre, sino el peor de los villanos. El más destructivo, porque todavía quiere más. El más siniestro, porque su accionar predatorio no encuentra límites.
Como hemos visto el lunes, el límite no se puso porque la Justicia no ha castigado a estos personajes, sino que les ha otorgado la razón. Un límite hubiera sido una sentencia favorable a la aceptación del canje llevado adelante por el Gobierno Nacional. Si con eso igual ganan mucho, en relación con los 40 millones invertidos. Pero no, porque su avidez todavía es ponderada, casi idolatrada, por algunas babosas con forma humana. Aquéllas que –tanto antes como ahora- les han facilitado el camino a cambio de unas caricias en el lomo.
Los jueces yanquis no han hecho justicia, sino que han obedecido a intereses carroñeros y han actuado de manera ilegítima. Este es el punto de partida para poder analizar este incidente. En realidad, el punto de partida absoluto en esta historia es la complicidad de todos los operadores que garantizaron el saqueo, desde los inicios de la dictadura hasta 2003. Algunos de ellos tienen la osadía de dar cátedra sobre economía, política y ética desde cualquier propaladora de estiércol –mediática o académica- que les conceda el lugar. Pero dejemos en suspenso esta cuestión para retornar a la resolución judicial.
El criterio de Justicia utilizado por los miembros de la Corte –lavarse las manos- no es candidato a la jurisprudencia. Menos aún el del oscuro republicano Thomas Griesa, quien agita su martillo a favor de la desigualdad. Ninguno de estos personajes actuó guiado por la razón, sino por una mirada patricia de alcance global. “Así debe ser el mundo, parecen decir, un coto de caza para los depredadores más voraces”.
Ojo a los piojos criollos
El mensaje de La Presidenta y todo su equipo es más que claro: si quieren cobrar que sea como acordamos con la mayoría. Y para evitar cualquier embargo, se cambiará el lugar de pago, como debería haber sido desde el principio. Los bonistas podrán cobrar en Buenos Aires, a salvo de los buitres y sus cómplices del Norte. Si no aparece algún jurista vernáculo dispuesto a dificultar esta estrategia a costa vender su alma a las despiadadas fieras, el país cumplirá con sus obligaciones. Eso sí: si algún juez osa atender el reclamo de estos saqueadores, deberá considerarse como traidor a la patria, por vulnerar la defensa de nuestra soberanía. Así de simple. Nosotros también tenemos que poner límites para seguir construyendo.
Y no debe sorprendernos que aparezca un cipayo disfrazado de periodista, banquero o candidato y deslice, en medio de las más encendidas proclamas sobre el futuro, una apología del diálogo y la negociación. Que quede bien en claro: no hay diálogo ni negociación posible con quien nos quiere destruir. Cualquier palabra amable significa, en este caso, una claudicación. El litigio con los buitres nos ha costado ya mucho esfuerzo y dinero. Una mínima sonrisa puede parecer bandera blanca y no estamos dispuestos a agitarla. Que lo entiendan aquéllos que responsabilizan al Gobierno por este traspié.
Algunos deberían guardar un avergonzado silencio. El diputado por el PRO, Federico Sturzenegger, consideró que “hubo un mal manejo del Gobierno, con soberbia e impericia”. Justo él, que es uno de los artífices del Megacanje, que incrementó la deuda y nos condujo a la crisis de 2001. O Ricardo Alfonsín, con su idea de que “el Gobierno hizo todo lo que no había que hacer para obtener una sentencia conveniente para el país”. Para reafirmarse como contradictorio a ultranza, agregó: “si bien es cierto que ninguna actitud del Gobierno hubiera dado seguridades respecto de un fallo favorable”. O Hermes Binner, con su senil –o cínica- sentencia: “éste es el logro de tanta improvisación y tantos cambios”. Paradoja: alguien que se considera progresista, se queja de los cambios. Pero Binner siempre puede sorprender, hasta con un análisis sumamente pueril: “hay que buscar una salida negociada, no acusar a Griesa de buitre”. Y para no aburrir con tantas sandeces, un poco de Federico Pinedo: “la irresponsabilidad del Gobierno ha generado un daño tremendo a la Argentina en el juicio de los buitres”. Fallido con forma de perlita: dijo ‘de los buitres’ y no ‘con’. Por si no quedó claro: los buitres nos han sentenciado, tanto jueces como financistas.
Además de tontuelas y oportunistas, estas diatribas son injustas. Después de haber saldado la deuda con el FMI, de acordar enormes quitas y cómodos plazos de pago con los bonistas, pactar un acuerdo con el Club de París y Repsol, estos monigotes mediáticos culpan al Gobierno porque unos cuantos angurrientos nos quieren estafar. Y eso sin tener en cuenta los avances económicos, sociales y políticos que hemos tenido en estos años. ¿La culpa es de Cristina porque no sonríe y les dice buitres? ¿Esa es la lectura que hacen de la realidad mundial, que Paul Singer sólo quiere una sonrisa de CFK y no miles de millones de dólares para decorar sus palacios? ¿Tan idiotas nos creen estos eternos candidatos al fracaso?
Hasta el Papa la tiene más clara, a tal punto que el Autor de Estos Apuntes –ateo de la primera hora- lo está citando mucho últimamente. Francisco consideró “intolerable” la injerencia de los especuladores en “la suerte de los pueblos”. Y los diferenció de los inversores, que producen un impacto positivo porque “generan puestos de trabajo, posibilitan el acceso a la energía o promueven el incremento de la productividad agrícola”. Por supuesto, todo apunta a limar el lado salvaje del capitalismo para volverlo más amable y no a cambiar de sistema. Como decía Mafalda, “a veces lo urgente le quita tiempo a lo importante”.

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