Apunte 500
Apenas cumplidos los tres años de existencia de
este espacio, llegar al apunte 500 inspira
una apresurada reflexión sobre el crecimiento de su Autor. En todo este
tiempo y con semejante ritmo de producción, el aprendizaje sobre los entresijos
de la Política, los artilugios de la Economía y los vericuetos de la Justicia
ha sido enorme. También la Historia ha hecho un importante aporte. Y todo esto contribuye
a elaborar conclusiones cada vez más novedosas y bastante profundas. Pero,
sobre todo, lo más importante es que estas líneas exhiben un inclaudicable compromiso para
la construcción del futuro con el que siempre hemos soñado. En Apuntes Discontinuos sólo hay un modesto
aporte, un intento de disipar las nieblas que se interponen en el camino, señalar
algunos escollos o advertir sobre las celadas de los enemigos. Y contagiar optimismo, algo muy
importante en medio de tanta vocinglería agorera. No mucho más que eso, ni nada
menos. Crecer, no en soledad, sino en
colectivo. Pero crecer no es envejecer, como dicen las malas lenguas, sino
ser un poco mejor.
Llegar a 500 textos es todo un logro para un ignoto profesor de provincias que, a la
par de escribir, debe continuar con su trabajo en la educación de adolescentes
y jóvenes. Cuatro años atrás parecía
impensable una colección tan nutrida de producción propia. Pero es momento
de abandonar el autobombo para afrontar el desafío de aportar un poco de calma
ante la encrucijada en la que está nuestro país.
El caso ya es conocido: seguimos empantanados en la deuda y parece que la única salida es la
sumisión a los intereses más voraces y despiadados. Tan atados estamos que
un juez menor –no por edad, por supuesto- puede desbaratar nuestra economía. Y si ahora estamos atados es porque antes
estuvimos de rodillas gracias al accionar de muchos de los que hoy pontifican
sobre los errores que cometió el Gobierno. La vice Jefa de Gobierno porteño
sugirió que hay que abandonar “las
bravuconadas”. ¿Será un consejo para Singer, Griesa y todos los que son
así? Hay otra palabrita que circula en boca de estos desvergonzados: soberbia.
Todo lo que nos pasa es por la soberbia de La Presidenta y su equipo. Si
soberbia es defender los intereses nacionales, impulsar el crecimiento con
inclusión y proponer la política como única salida de los conflictos, entonces no debe ser tan mala palabra. La humildad que ellos proponen es la
actitud genuflexa que no ha evitado ninguna crisis, sino todo lo contrario.
Esa es la mala palabra, porque suena a humillación. De eso, ya hemos tenido bastante.
Y si de palabras se trata, parece que al susceptible
Griesa le cayó mal que Cristina haya usado el término ‘extorsión’. Por si el republicano jurista no tiene tiempo de
revisar los diccionarios, Apuntes Discontinuos le aportará la definición de la RAE: “acción y efecto
de usurpar y arrebatar por fuerza una cosa a uno”. Y eso es, precisamente,
lo que los fondos buitres están haciendo. El
juez Thomas Griesa, con su soberbia imperial –bien usada en este caso-, se ha convertido en cómplice de una
extorsión. Si no está de acuerdo con esto, que escriba su propio
diccionario. Porque en el nuestro, esto
es una extorsión y además, una estafa.
Las cartas
sobre la mesa
Algún trasnochado podrá afirmar –con inocencia
fingida- que las deudas deben pagarse y, en consecuencia, no nos queda más
opción que obedecer sin titubear las órdenes del juez neoyorkino, que se ha hecho famoso a fuerza de pisotear
nuestra dignidad. En primer lugar, este señor que reclama, Paul Singer, no
nos prestó nada sino que compró a precio de remate unos títulos de deuda
después de la re-estructuración. Que quede claro: no puso su dinero para ayudarnos, sino para especular, para obtener
ganancias usurarias, para incrementar de manera ilegítima su patrimonio.
Este señor no es una víctima, sino un truhán.
En segundo lugar, si nuestro país paga como
ordena el juez Griesa –al contado, sin
quita y con intereses monstruosos- hay otros más que tienen en su poder
títulos similares que pueden reclamar cifras de miedo: unos 15 mil millones de
dólares. Y esto no es nada: porque todos los bonistas que se sumaron de buena
fe al plan de pagos de 2005 y 2010 podrán también reclamar un trato similar. Y la sumisión al martillo del juez
significará para el país más de 100 mil millones de dólares. Si obedecemos
a los caprichos imperiales y autoritarios del buitre con toga, nuestro
futuro estará condicionado a los dictámenes del neoliberalismo que estamos
comenzando a erradicar.
Y en tercer lugar, aunque no menos importante: esto no se trata sólo de plata, sino de
dignidad. Y para algunos carroñeros vernáculos, la ira de un juez vale más
que nuestra soberanía. Un juez que entiende que nuestro país “no da confianza” para asumir un
compromiso de pago, después de todo lo
que hemos puesto en estos años para que nos dejen crecer un poco. La
opinión que tiene Griesa de nosotros es producto de su más absoluta ignorancia,
porque esa deuda que estamos pagando no
nos ha servido más que para hundirnos. Y para llenar cuentas bancarias,
también. Porque muchos de los grandes empresarios criollos han visto crecer su
patrimonio gracias a las dos estatizaciones de deudas privadas, la de la
dictadura y la de Duhalde. Para que quede más claro: gran parte de nuestra deuda externa no ha contribuido a mejorar nuestra
vida, sino a incrementar la fortuna de unos pocos.
Y ya que estamos hablando del tema, estos
personajes podrían ayudar en algo. Demasiado sería pedirles que devuelvan una
parte de lo que embolsaron. Pero, por lo menos, sería saludable que, esta vez, defiendan al país que los enriqueció, que
pongan en suspenso su avidez, que no especulen con esta situación y que apelen
a sus contactos para frenar este nuevo intento de saqueo.
En esto no hay confusión posible: quieren volver
a saquear nuestras riquezas. Y éste es el puntapié inicial, para usar una
metáfora mundialista. Acá no se trata de
plata ni de buenos modales, sino de defender el porvenir. Porque eso es lo
que pretende pisotear este juez al ordenar lo que debemos hacer, en medio de
las más despiadadas descalificaciones. Además, este fallo tiene forma de
reprimenda porque lo que ha ocurrido en nuestro país pone en jaque el ideario
ortodoxo. No sólo es un castigo para
Argentina, sino una advertencia para cualquier país que emprenda un camino
similar.
Entonces, son ellos o nosotros. Cualquier
negociación sería como acordar con un vampiro la dosis diaria de sangre que nos
va a succionar. Esta vez no tenemos que ceder, porque no lo merecemos. Nuestro
futuro depende de la salida airosa de este trance, pero no con pleitesía y
sumisión, sino con la firme convicción
de que estamos defendiendo nuestros amenazados intereses.
Excelente, un gusto leerlo.
ResponderBorrarMuchas gracias. Cuando las cosas están claras, es fácil escribir. Abrazo enorme
BorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
BorrarEn mi muy modesta opinión, ocurre que Argentina como reacción a estos Chantages Usureros de raigrambre Corporativa y Judicial, a puesto en total Crisis al Imperio Capitalista en el Mundo Oxidental.-
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