El
sinceramiento PRO no incluye reconocer ante la sociedad que han conquistado el gobierno a fuerza de
engaños mediáticos, políticos y judiciales. Eso sería casi renunciar a la
poca legitimidad que les queda. El
sinceramiento, para ellos, es seguir esquilmando nuestros derechos para
multiplicar privilegios. Si hoy estamos comenzando a padecer la debilidad
de nuestros ingresos es porque el Gran Equipo ha transferido casi 20000 millones de dólares a los más
ricos de nuestro país. Compañías agroexportadoras, financieras, empresas de
alimentos y grupos industriales han recibido esa descomunal cifra en estos
meses con la vana esperanza de que
alguna vez derrame hacia la base de la sociedad. Mientras Macri y Prat Gay
anuncian –casi suplican- inversiones, los
beneficiarios sólo producen inflación, desempleo y fuga de capitales. El
segundo semestre del año ya casi está entre nosotros y salvo algunos
alucinados, nadie augura que traiga
bonanza alguna. Los amarillos han demostrado en poco tiempo que no son
honestos ni transparentes, sino todo lo contrario. Además, cada día despliegan sin pudor su impronta destructiva y clasista. Y
por si todo esto fuera poco, ninguna de
sus medidas ha tenido como objetivo beneficiar a la mayoría. ¿Qué evidencia
falta para que una parte de los votantes
de Macri comience a sentirse estafado y
salga a la calle para reclamar por el fraude?
Un
referente de esta pandilla de sátrapas lo
ha expresado claramente en estos días. Aunque han tenido bastante rebote,
las declaraciones del ex presidente del Banco Central que produjo la hiperinflación en 1989 y fundió una fábrica de dulce de
leche, Javier González Fraga, no merecieron ninguna réplica por parte de
sus compinches amarillos. Al contrario, van
en sintonía con lo expresado por adherentes e integrantes del gobierno de Macri.
La metáfora de lomo, la fiesta inmerecida, la renuncia a lo que no podamos
comprar son algunas muestras de que, en el país PRO, el disfrute no debe ser un derecho, sino una exclusividad. Para
González Fraga, el kirchnerismo le hizo creer “a un
empleado medio que su sueldo medio servía para comprar celulares, plasmas,
autos, motos e irse al exterior. Eso era
una ilusión. Eso no era normal”. En primer lugar, no hubo ilusión.
Viajar, adquirir vehículos o renovar sus aparatos fue la realidad de muchos en
estos años pasados. En segundo lugar, lo
de la normalidad es discutible porque proviene de un posicionamiento ideológico.
En
sí mismo, no tiene nada de malo que un trabajador medio pueda adquirir bienes
con sus ingresos. Al contrario, eso hace
girar la rueda del mercado interno, alienta la producción, genera nuevos
empleos, además del modesto placer que produce poder darse los gustos. Pero, en la normalidad
que valora González Fraga los
sectores medios sólo deberían satisfacer sus necesidades elementales y sin
demasiadas pretensiones. Estas obscenas declaraciones deberían encender las alarmas de muchos votantes del cambio que forman parte del corpus delineado por el ex funcionario. En el
futuro PRO sólo unos pocos elegidos
podrán acceder a aquellos bienes que dan colorido a la vida de cualquier mortal.
Algo para recordar
En
estos meses, gran parte de los argentinos estamos
conociendo lo que antes nos habían vedado: la ceocracia de Macri no está
destinada a todos. Por fin descubrimos que cuando habla de la gente se refiere a muy pocos. La mayoría no seremos bienvenidos al mundo
PRO, salvo los que estén dispuestos a someterse a su ideario clasista y
padecer las consecuencias. Así piensan el mundo: selecto, exclusivo, opresor y muy desigual. Por eso la idea del sinceramiento se convierte en macabra. Ellos mismos reconocen las angustias que
provocan sus medidas, pero siguen adelante. “El sinceramiento de la economía ha sido una pesada carga para muchos”,
admite Macri ante los micrófonos que intentan encontrar un poco de piedad
en su voz. El sinceramiento no es otra
cosa que recuperar la normalidad que pondera González Fraga. Sincerar o
normalizar el país no es más que volver a la lógica de una mayoría sometida a las angurrias de una minoría insaciable.
La
normalidad es la transferencia de recursos fenomenal que se ha efectivizado en
estos meses. La mega devaluación, la eliminación o reducción de las
retenciones, la aceleración inflacionaria y la bicicleta financiera ha quitado de nuestras manos unos 281100
millones de pesos. Una cifra nada despreciable que equivale al 175 por
ciento del presupuesto a obras públicas y un 130 por ciento del monto destinado
a las universidades nacionales. Si esa
fortuna se hubiera volcado en la base de la pirámide social, no estaríamos
atravesando esta temible recesión. En cambio, como se destinó a los acumuladores patológicos no sirvió para reactivar la economía, sino
para frenarla. La propia Gabriela Michetti reconoció en una entrevista en
Perfil estar decepcionada con los
empresarios por las subas de precios y la falta de inversiones. Casi al
borde del llanto, confesó sentir “una
expectativa no cumplida”.
Un
simulacro más, entre tantos. Como si no
conociera a los pares de su compañero de fórmula. “Creíamos que iba a haber mayor acompañamiento de los sectores” más
poderosos de la economía, confesó Michetti. Y con un dolor patético, la
vicepresidente suplicó que “deberían
confiar plenamente en nosotros”. Confiar
en los que mintieron a sus propios votantes es una sugerencia suicida. A
pesar de que han cedido a todos los requerimientos -devaluación, desregulación,
sometimiento a los buitres, veto a la ley anti despidos- el establishment sigue succionando sin dar nada a cambio. En lugar
de acompañar al modelo que alentaban, los
miembros del Círculo Rojo provocaron la mayor inflación del siglo, despidieron
empleados como nunca y batieron records en fuga de divisas.
Y
ahora el Gran Equipo ha presentado una trampa más: la del blanqueo de capitales
para saldar deudas con los jubilados vip. Nuevos
beneficios para los que más tienen por una doble vía. Encima, detrás de
esta movida se esconde el objetivo real, el mayor botín del que se quieren
apropiar: el fondo de garantías de sustentabilidad de la ANSES, que ha crecido más de un 500 por ciento
desde su creación. La participación accionaria del Estado se convierte en
el mejor control de las grandes empresas y garantiza ganancias para sustentar
el sistema previsional. Ese es el
principal requerimiento que Macri debe cumplir como una condición más para
mantener su poder.
No
para mejorar nuestra vida, por supuesto, sino
para empeorarla. La Pobreza Cero está cada vez más lejos. Según el
Observatorio de la UCA, en estos meses hay un 5,5 por ciento más de pobres, un crecimiento que no se daba desde 2002.
Y no por accidente, sino por voracidad.
En un país que produce alimentos para más de 400 millones de personas resulta inadmisible que haya personas que
no puedan llenar su mesa de manera satisfactoria. Esa es la pesada
herencia: un puñado de empresarios que quieren quedarse con todo aunque nos
dejen en la vía. Ellos son el principal
escollo para avanzar hacia un país más justo. Lo peor que puede pasarnos es
que nos consustanciemos con su angurriento ideario. Ellos no están de nuestro lado y así constituyen la famosa grieta.
Mientras más rápido nos demos cuenta de esto, más temprano alcanzaremos
nuestros sueños. Ellos son nuestra pesadilla y cuanto antes debemos despertar para recuperar el país
que desde hace mucho manejan a su antojo.