Si uno buscara una palabra para definir el año que se
termina, como los juegos que a veces proponen las revistas del corazón, el Autor de Estos Apuntes piensa en consolidación. De un proyecto, de una alianza, de una puja, de un deseo, de una
convicción. De todo eso y mucho más. Otros –ya sabemos quiénes- pensarán en
confrontación, que, en realidad, no
es más que todo lo anterior, pero visto desde el otro lado. Claro, algunos no
quieren que este nuevo país que, con tropiezos, dificultades, contradicciones y
obstáculos, estamos construyendo desde hace nueve años se convierta en
realidad. Esos pensarán que fue un año
pésimo porque tuvieron que apelar a todos los recursos para defender sus
privilegios que, merced a algunas medidas del Gobierno Nacional, comenzaron a
verse apenas limados. Lo bueno que el próximo, que es electoral, promete
mucho más. Desde que comenzó el modelo K, cada año que comienza resulta mejor
que el anterior, algo a lo no estábamos acostumbrados, debido a las torpezas y
agachadas de los gobiernos anteriores. Entrañable
es otra palabra con la que uno puede sintetizar el 2012. O Emocionante. La épica de estos tiempos nos hace parecer a Indiana Jones saliendo
victoriosos de cada celada que tienden quienes quieren impedir que concretemos
nuestra misión. Como siempre a lo largo de toda nuestra historia, con la
única diferencia –y esto es auspicioso- de que ahora están tan expuestos, que son pocos los que no advierten sus
pestilencias.
Además, han perdido el control, al menos, en dos de los sentidos
que presenta este término. Ahora
gobiernan menos, porque es el Estado el que está tomando las riendas. De la
economía, sobre todo. Que el Gobierno Nacional haya decidido expropiar el
51 por ciento de las acciones de YPF es una muestra de esto. O las
restricciones a la compra de divisas, que ha
contenido la fuga y permitido que las reservas en moneda extranjera crezcan
como nunca. O la Nueva Carta Orgánica del Banco Central, que plantea la
posibilidad de pensar el sistema financiero en función del crecimiento y no de la especulación. O el
comprometido rol de la AFIP, que busca detectar los focos de evasión impositiva
que perjudican la recaudación.
Pero, además del mando, han perdido la mesura. Y están tan desesperados que ya no resultan
efectivos ni sutiles. Ni tampoco tienen límites. Tergiversaciones, insultos,
confabulaciones, trampas, traiciones, mentiras, agravios, fábulas. Las
movilizaciones cacharreras del 13S y el 8N, pensadas como acciones definitivas para desterrar a la yegua y sus secuaces, se han orquestado en base a falsas
demandas, como quedó en evidencia. Una
protesta que jamás podrá ser transformada en propuesta. A las que se suman
el corte de accesos a la CABA del 20N y la gran
concentración gran de los sindicalistas opositores que, desde lo numérico,
resultó escueta y desde lo conceptual, ridícula. También macabra, si agregamos los intentos de desestabilización con los
saqueos organizados en distintos puntos del país, como una forma obscena de
remedar los dramáticos momentos vividos a finales de 2001. Con cuatro
muertos, muchos heridos y cuantiosos daños materiales, entre otras cosas. Jamás han tenido límites, pero ahora están
perdiendo energía.
Y algunos aliados, además. Los genocidas están siendo
juzgados y muchos han sido condenados, lo
que demuestra que con la democracia no se juega. Y con la vida, tampoco. Desde que se anularon los indultos y se
derogaron las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, se concretaron 24
juicios por delitos de Lesa Humanidad con un total de 378 penas ya dictadas. Este año se coronó con 134 condenados,
muchos de ellos -111- no registraban condenas anteriores. Hay 13 juicios en
curso que indagan a 232 imputados, relacionados con más de 1800 víctimas. Pero
esta reparación histórica no se detiene: los
civiles, cómplices y beneficiarios de las atrocidades de esos años oscuros,
también están en la mira de la Justicia. Por lo tanto, ya no les queda el
recurso de apelar a las FFAA para interrumpir un gobierno constitucional cuando
no les resulta conveniente, como fue la constante durante gran parte del siglo
pasado. Si no, ya lo hubieran hecho hace
rato. Para horadar este proyecto que tanto los desconcierta y descontrola, sólo les queda apuntar con la gomera, con
la monstruosa expectativa de dañar lo más posible.
Los intentos de Clarín y sus aliados son los más evidentes. Lo que antes permanecía en las sombras,
ahora está expuesto a plena luz del día. La síntesis de esta transformación
se presenta con claridad en la resistencia del multimedios
a cumplir con una ley aprobada en democracia. Escudados en esa protección, los
demás exponentes del Poder Económico se mantienen expectantes al resultado de
las escaramuzas de esta puja. Del
destino de ese grupo depende el de cada uno de ellos. Pero no son los
únicos. La anulación del traspaso del predio ferial de Palermo es otra muestra de una decisión insólita:
ya no quedan vacas sagradas. Hasta la administración de justicia ha perdido
su sacra invulnerabilidad. Con algunos
magistrados, la balanza está arreglada, la venda permite espiar y la espada es
de cartón. Y siempre están dispuestos a emprender un viajecito a expensas
de una de las partes, la que se beneficia con cautelares que estiran los plazos
a la espera de vientos más favorables.
Pero ya no soplarán más de esos vientos; ya no habrá más tapas que volteen gobiernos ni botas que marquen el
ritmo. Por el contrario, el viento seguirá soplando desde el sur, disipando
oscuros nubarrones y renovando el aire viciado, cargado de pestilencias. Un nuevo oxígeno nos recorre desde hace
nueve años y cada vez cobra más fuerzas. Una novedosa manera de considerar
las cosas, de contemplar la escena, de escribir la Historia. Una forma diferente de pensar al otro, de
establecer prioridades, de distribuir los bienes, de asumir responsabilidades.
Con la certeza de avanzar, paso a paso, hacia ese país soñado durante tanto
tiempo. Está el otro, que acecha
desde el fondo, el que sólo garantizaba
angustias y humillaciones para la mayoría. El
que nadie nombra, pero muchos sugieren, adornado con pomposas vaguedades. El
que se desea desde los titulares, el que se exige con las cacerolas, el que esbozan
los economistas ortodoxos. El que amenaza desde los rincones con una nueva
dentellada. Ese país doloroso en el que
sólo gozan unos pocos.
Que no es el que estamos construyendo, sin lugar a dudas. Porque
termina un año de mucha actividad, en el que consolidamos cimientos y
aseguramos el rumbo. Los adversarios se
constituyeron por sí solos, por incomprensión o resistencia. En ambos
casos, los espera la Soledad. En un año electoral como el que pronto empezará,
habrá mucho para debatir, pero en serio, no
con consignas huecas o augurios siniestros que sólo traen confusión, sino con
propuestas elaboradas y comprometidas. Si se discute sobre una reforma
tributaria más progresiva, que no vengan con la tontería de que meten la mano en el bolsillo de los
trabajadores y los jubilados, con el
mezquino afán de defender a los que más tienen. Que fundamenten el porqué
del privilegio, si se atreven, pero que no argumenten con patrañas. Que digan
que el país que quieren es el del goteo gradual, garante de inequidad. Que
digan que quieren un país con gobiernos serviles y pobladores sometidos. Que se atrevan a ser sinceros de una buena
vez, a ver quién los sigue. Nunca lo harán porque su veneno necesita permanecer
oculto para inocularse en el momento oportuno.
Pero basta de hablar de detractores, pesimistas, agoreros y
conspiradores. Un brindis por el año que termina y que jamás olvidaremos y por
el que viene, que promete ser movidito. Y
va a necesitar de todas nuestras fuerzas para ser, como éste, inolvidable.