El nuevo baktum del calendario maya promete un ciclo de “esperanza y paz”, de acuerdo a los
sacerdotes que, en algunos lugares sagrados de Centroamérica, encendieron el “fuego nuevo” para conmemorar el gran
día. Según sus creencias, esas llamas
indican el comienzo de otra era. En cambio, sicarios oscuros encendieron malsanas
hogueras en estas tierras. Nada de
fuegos sagrados, sino siniestros. Nada de paz ni de esperanza auguran esos
fuegos locales. Por el contrario, muestran la faceta más nefasta de los
perdedores, que siempre rescatan las
peores artimañas del pasado, para sacudir el presente y retrasar el futuro.
Los saqueos que se produjeron en
varios puntos del país convergen, desde diferentes motivos, hacia una sincronía
sospechosa. Muchos testimonios coinciden al señalar la presencia de
instigadores momentos antes de la consumación del asalto. Las imágenes
difundidas mostraron que los productos robados estaban muy lejos de satisfacer
necesidades básicas: LCD, equipos de audio, bebidas, pañales, cajas de
espirales, productos de higiene personal, entre otros. En muchos casos, lo que ocurrió entre el miércoles y el viernes podría
haber ocurrido cualquier otro día. Nada nuevo lo motivó, salvo en Rosario y
sus alrededores. Eso hace suponer que
algunos sectores, lejos de conmemorar los trágicos acontecimientos de diciembre
de 2001, quieren reeditarlos.
Porque esa fue la fecha de nuestro cambio de ciclo. Nueve años hace que estamos en la Nueva Era.
Y algunos, en vez de reconocer y celebrar los cambios producidos, ponen en
juego todas sus pestilentes tretas para retornar a los Viejos Tiempos: aquéllos en los que multiplicaban sus
fortunas sin esfuerzo, mientras la mayoría se hundía en un fango indigno. Tiempos
de sometimiento excesivo, de entrega humillante, de inequidad dolorosa. No les
importa nada, con tal de sumar algún poroto. Todo está justificado para
eliminar la K de nuestra vida. Si tan
desesperados están, al punto de traspasar todo límite, es porque esa letra
supera su reducido caudal significativo.
La semana de copiosas lluvias en la ciudad de Rosario alteró el
ánimo de sus habitantes. Desborde de desagües, barrios anegados, basura por todos lados a raíz de un
conflicto con los recolectores, cortes de luz y algunas incomodidades más sacan de quicio a cualquiera.
Pero el miércoles fue especialmente
aterrador, no sólo por la movida de Moyano y sus secuaces, sino por la fiereza de un fenómeno
meteorológico inusual. Acostumbrados a las lluvias fuertes, los rosarinos
no salían de su asombro ante esos baldazos continuos a lo largo de toda la
jornada, casi sin pausa. Así, cualquier calle se transformó en piscina. Además
de la lluvia, la inoperancia perpetua de la EPE ocasionó la interrupción del
servicio eléctrico en 25 zonas de la metrópolis desde comienzos de semana, lo
que agudizó la desolación. Y dejó un
cultivo caldoso que algunos supieron cosechar.
El jueves comenzó con el enojo comprensible de muchos
damnificados que perdieron todo por la invasión del agua y se manifestó con
cortes en accesos a la ciudad. Las
autoridades municipales trataron de aportar soluciones inmediatas y prometer
las mediatas, como siempre. Los milímetros caídos en un solo día –entre 180
y 200- sirvieron como excusa por un tiempo. También hubo protestas por la
prolongada ausencia de servicio eléctrico que afectó a muchos barrios. Hasta
acá, todo dentro de los cauces normales producto
de una situación extrema. Pero por la
tarde se inició lo extraño.
Los rumores de saqueo comenzaron
después de la siesta y se expandieron veloces gracias a los mensajes de texto. Primero convocaban ante las puertas de
algún gran supermercado, con el anuncio de que los propietarios iban a repartir
alimentos. Cuando los convocados se hacían presentes en la puerta del
local, un nuevo rumor los desalentaba: los dueños daban marcha atrás porque
había mucha gente. Transformar el
desaliento en enojo resultó simple y bastó un grupo de avanzada para desatar el
caos. Dos muertos, muchos heridos de bala y casi 140 detenidos fue el saldo
de esta jugada. Pero no sólo los supermercados fueron los blancos de esta
organizada faena: las brigadas de reparación del tendido eléctrico también
sufrieron feroces ataques de "vecinos furiosos", a tal punto que los operarios tuvieron que recorrer las
calles con custodia policial para completar sus trabajos.
“A algunos instigadores
ya los tenemos individualizados porque había un par de autos dando vueltas y
unas motos marcando dónde tenían que ir a robar –aseguró el gobernador de Santa Fe,
Antonio Bonfatti- están filmadas las
patentes y las personas”. Para el ministro de seguridad provincial, Raúl
Lamberto, fueron “hechos vandálicos y los
autores y actores no tienen nada que ver con problemas sociales”. Esto
puede verificarse por la réplica saqueadora de Campana y San Fernando, donde los operadores identificados mantienen
alguna relación con gremios alineados con la oposición. Hasta dicen que, en
San Fernando, los saqueadores bajaron de unos micros dispuestos para la ocasión.
Y en el caso de Rosario, las autoridades denunciaron que combis de conocidos
traficantes de drogas recorrían los barrios para reclutar jóvenes que quisieran
sumarse a los saqueos. (Una duda
tangencial: si eran traficantes conocidos, ¿qué hacen en libertad?)
El jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina afirmó que “son hechos aislados, muy claramente
estructurados y organizados, en los que nadie iba por comida, sino por plasmas,
LCD y bebidas”. Estas son “cuestiones
que hay que condenar con toda la energía y señalar claramente a todos los
responsables para que nadie piense que
por este camino va a lograr nada bueno”, agregó el funcionario, quien
apuntó hacia sectores del sindicalismo vinculados con camioneros, gastronómicos
y ATE. Para el secretario de Seguridad, Sergio Berni, no hay dudas de que hay sectores del sindicalismo que fogonearon los
incidentes. Un dirigente vinculado a Micheli, Jorge Villalba, tuvo
participación en el sabotaje eléctrico de Neuquén y barrabravas de Villa
Dálmine –muchos camioneros- en los saqueos de Campana. “Hay un sector de la Argentina que quiere llevar el caos, la violencia y teñir de sangre nuestras fiestas”, aseguró Berni.
Para Moyano, en cambio, todo es al revés, como lo viene sosteniendo desde hace
algunos meses. Si bien al principio declaró que los saqueos son espontáneos
porque “hay muchísima necesidad”, en
la penosa conferencia de prensa brindada por la tarde, ofreció un nuevo titular para los diarios del día siguiente. “No tenemos dudas de que todo esto que está
pasando lo orquestó el gobierno nacional para victimizarse”, denunció el
camionero ante los asombrados periodistas. De acuerdo a esta hipótesis, Cristina planificó todo para que los
gremios opositores quedaran como responsables. Con la creatividad que
brinda la suspicacia, podría pensarse que los sindicalistas organizaron el caos
de manera tal que los usurpadores K queden
como orquestadores. Y así, se podrán tejer miles de hipótesis conspirativas, pero los asaltos producidos en estos días
para nada benefician al proyecto oficial, ni siquiera desde la victimización.
Abal Medina hizo público el repudio que el Gobierno Nacional
destina a “los hechos violentos que
frenan la paz social en la Argentina”. Habría
que comprobarlo, pero todo pareció recrudecer después del anuncio de la
recuperación del predio ferial de Palermo. Otra suposición, nada más. Una
carta como ésta, la juegan los que no tienen chances, los que están tan perdidos
que no miden consecuencias. No ha sido la primera vez ni será la última. Pero
ya conocemos esa foto que se escapó de una historia ya superada. Las fotos que sacamos entre todos son más
coloridas y expresan lo mejor de cada uno. Que nadie se equivoque: hay todo
un colectivo dispuesto a proteger este álbum, el más poderoso de los últimos
tiempos.
Exelente, pasé a varios amigos.
ResponderBorrarMuchas gracias
Magistral.Como siempre.
ResponderBorrarMuchas gracias por los comentarios. Quisiera agregar que en Rosario, los saqueos estuvieron vinculados a la interna policial, las familias narcos y un conflicto con los recolectores que todavía no se ha solucionado.
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