La marcha del miércoles ya está marchita unos días antes de
su realización. La bomba nuclear que prometió Michelli apenas será una bombita con
muy mal olor. Una metáfora dolorosa y
confusa. Sobre todo porque son los pueblos las víctimas de ese tipo de
artefactos tan destructivos y no los que las arrojan. Pero no es sólo eso
lo que condena la movilización del 19 al fracaso. La margarita de Moyano se
está deshojando en un lento strip tease. La
Bancaria, un gremio alineado con el camionero, anunció que no asistirá a la
protesta. En un comunicado, los representantes de ese sector expresaron la
necesidad de un “acuerdo o pacto social
para consolidar los avances económicos y sociales de los últimos años" y
se comprometieron a realizar un "un
esfuerzo superador de las diferencias, aunque ese pacto no debe ni puede
restringirse exclusivamente a los precios y salarios". También perdió
el apoyo del gremio de los pilotos, pues Pablo Biró, cercano a Hugo Yasky, se
impuso en las elecciones con el 61 por ciento de los votos, desplazando a Jorge
Pérez Tamayo, un aliado incondicional. Menos
mal que ahora cuentan con el multitudinario aporte del radicalismo, que no sabe
dónde acomodarse. Parece que Moyano y los sindicalistas rebeldes están considerando seriamente
si convocar una concentración en Plaza de Mayo o tomar un vermut en algún
barcito de la zona. Por suerte, de confirmarse el mal tiempo pronosticado,
tendrán una buena excusa. La fecha elegida también le juega en contra: el 19 de diciembre de 2001 nos encontró en
la ruina, en la peor crisis de nuestra historia. Un día para recordar, no para realizar una caprichosa protesta, más
funcional al Poder Fáctico que a los trabajadores. Pero el GPS condujo al
camionero por esos rumbos y parece que lo extravió para siempre.
El que también está extraviado pero continúa de gira es Hermes
Binner quien, de cara al 2015 está tratando de instalar el programa “La Argentina que queremos”, un
documento que propone 20 ideas para 20 años como alternativa al kirchnerismo. En realidad, una enumeración de buenas
intenciones que no indica ningún recorrido. Precisamente, una propuesta
política requiere un cómo para
diferenciarse de los adversarios. No debe haber un partido en el mundo que
proponga acrecentar la pobreza y explotar a los trabajadores. Todos proponen lo
contrario, aunque después no puedan o no quieran realizarlo. Los objetivos son sólo metas, que hasta
pueden ser compartidas por amplios sectores de la sociedad, pero la manera de
alcanzarlas es lo que marca la diferencia. Nadie va a oponerse a la construcción
de una sociedad equitativa, pero eso no puede lograrse con el simple
voluntarismo. Quien piense que puede
realizar una redistribución del ingreso sin conflicto con los grupos más
poderosos de la economía o está mintiendo o no sabe lo que dice.
Transformar un país desigual siempre va a generar resistencia en los que no
quieren ceder un palmo. El diálogo y el consenso que muchos reclaman no es más que una muestra del cinismo
de los poderosos.
Aunque el coleccionista
de autógrafos no quiera reconocerlo, su mirada no está puesta en 2015, sino
apenas en las próximas elecciones legislativas. Aunque sueña con lucir la banda
presidencial en su pecho –como algunos de los que desfilan por los estudios de
TN- sabe que será muy difícil escalar la
montaña de votos que lo separa de Cristina. Y al resto, para qué vamos a
hablar. El sólo pensar en competir nuevamente con Ella… Por eso, en el
programa presentado por el FAP, no aparece entre sus veinte puntos el más
nombrado en los discursos: no a la
re-re. Muchas veces el líder –por llamarlo de alguna manera- de esa
agrupación insiste en denunciar que La Presidenta guarda la malsana intención de reformar la
Constitución que habilite un tercer mandato. O muchos más. Y hasta se dedica a
recopilar firmas, por las dudas. Para el
que dejó un déficit monstruoso en una de las provincias más ricas del país sin
impulsar su desarrollo, detrás de todos los logros del Gobierno Nacional
está la perpetuación en el poder. Y eso
le basta para situarse en la vereda de enfrente, a tal punto de alinearse con
los carroñeros que quieren hincar nuevamente sus pestilentes colmillos en
nuestro patrimonio.
En un salón del Tenis Club de la ciudad de Reconquista, ante
unas 300 personas, el ex anestesista sostuvo que “en la Argentina hay una disputa por el espacio del progresismo entre
quienes sólo lo declaman y son una cáscara vacía y quienes tenemos una visión
diferente, le damos contenido y lo demostramos todos los días con nuestras
acciones". Precisamente, no
tienen mucho para demostrar y en los espacios en los que se acurrucan no abunda
el progresismo, sino todo lo contrario. Y después, la falacia: "Hoy se quiere imponer desde el
gobierno nacional un relato único y eso no es cierto. Hay múltiples voces y
visiones”. Nadie impone ningún relato a nadie. Lo grave de esta frase es
que se prende como un bagre del latiguillo que corean los voceros de las
corporaciones, los que defienden el discurso que dominaba hasta hace muy poco.
Y hay que perderle el miedo al término relato, que
no es más que la coherencia que imprime el discurso a una serie de hechos
dispersos. El relato es lo que nos
mantiene ligados, lo que nos hace humanos. Las religiones –re-ligar- se
conforman alrededor de un relato mítico, la historia es un relato; la biología,
la medicina y hasta la matemática se sustentan gracias a un relato. Sin relato, todo sería un caos.
Un poco ofendido por el jolgorio del 9D, Binner sostuvo que “es inaceptable que se convoque a una fiesta
por los 29 años de la democracia sólo para ellos". Que se sepa, no se
enviaron tarjetas con invitaciones personalizadas. La convocatoria era amplia y
no se exigía ningún tipo de afiliación. Tampoco se cobraba entrada para asistir
a los múltiples espectáculos que se ofrecían. Quien no fue es porque no quiso. Además, sólo en estos
últimos nueve años la democracia ha cobrado sentido porque ha logrado
transformar en realidad aquellas emocionantes promesas de Alfonsín (El Sabio,
no el necio): “con la Democracia se come,
se educa, se cura”. Y en los tiempos
de Don Raúl, sólo quedaron en promesas porque las hienas todavía estaban al
acecho, apenas disminuida su capacidad de daño. Si bien aún conservan su
poderío y avidez, están más expuestas que nunca y torpe es quien no advierte
que es el momento de comenzar a domesticarlas. Quien no asistió a las celebraciones del día de la democracia y los derechos
humanos es porque resolvió destinar unos mimitos
a las fieras.
Y en un notorio extremo de incomprensión, el Ex Todo agregó: "nosotros queremos un país donde convivan todas las voces y sean
escuchadas". Incoherencia patológica, si las hay. Porque si la sacamos
del contexto, parece una frase de apoyo a la aplicación de la LSCA. Pero el difuso socialista ha manifestado
muchas veces que hay que respetar la libertad de expresión, en defensa del
Grupo Clarín y, por tanto, en detrimento de la ley. En esa frase, subyace
una mentira: denuncia la vulneración de
un derecho que de ninguna manera se vulnera. No es tan transparente
–palabra que les apasiona a los fapistas-
presentar un programa de gobierno hablando de generalidades y, menos aún, si se
denuncian cosas que no ocurren. Encima,
con el disfraz de los buenos deseos.
Un final con mucha
fuerza
El relato kirchnerista ha descolocado a muchos,
porque desde 2003 comenzó a socavar el sentido común construido por el
neoliberalismo a lo largo de casi treinta años. El sentido K no se impuso con un golpe de estado, sino que fue ganando conciencias a través de conquistas insospechadas,
sembrando flores en medio de las ruinas y restaurando una soberanía que había
sido pisoteada como un trapo. El relato kirchnerista no se impone con
represión ni es una fábula eficaz que logra engañar a las mayorías. Quien niegue las transformaciones que el
proyecto K ha realizado en nuestro país padece de una profunda y tozuda ceguera.
Pero esos quiénes existen y son
difíciles de convencer. No porque uno quiera que todos los habitantes de
nuestro país piensen exactamente lo mismo, como chicanean siempre los
detractores. Pero al menos, que reconozcan algunos logros.
Ser crítico no significa solamente estar en contra. Ser crítico significa evaluar a partir de
la información, contraponer esos datos con lo que uno puede comprobar en el
entorno y finalmente, activar el pensamiento, generar ideas. Ser crítico significa
trabajar y no memorizar de manera parasitaria. De lo contrario, uno se
convierte en repetidor de frases hechas, opiniones pre-fabricadas, prejuicios
con forma de titulares. Muchos hablan
del relato K, pero nadie se atreve a transformar en plataforma política los
ladridos caceroleros, que se nutren con las visiones trágicas de los operadores
de las sombras. Individuos engañados que exigen oídos para un torbellino de
vociferaciones confusas. Engañados por convicción, pertenencia, identificación,
aspiraciones, conveniencia y muchas variantes más. Difícil admitir que uno ha
sido engañado. Por eso es más fácil
persistir en esa riesgosa inocencia y salir a cacharrear, cada tanto, contra
todo. O a elaborar plataformas que se reducen a deseos ya satisfechos o
derechos ya recuperados y conquistados. Y no proponen ningún sendero apacible, sino un tortuoso laberinto que recorre
oscuros y fétidos parajes acechados por los monstruos de nuestro peor pasado.
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