Las
discusiones cotidianas cada vez se tornan más tensas entre los que siguen aplaudiendo al Gran Equipo sin saber
muy bien por qué y los que ya consideramos que esto es una hecatombe histórica. Los colonizados se trepan a la mala broma
de los flanes mientras la asistencia a
los comedores comunitarios crece de manera alarmante. Aunque miren con
preocupación cuánto se llevan de sus
ingresos las facturas de los servicios públicos y el vacío que deja en la billetera llenar el tanque del coche,
siguen pensando que esto es mejor que lo anterior. Aunque consideren pedir un préstamo para tener una heladera
surtida o planear unas vacaciones más modestas, el orgullo de haber optado
por el Cambio entorpece hasta los
razonamientos más simples.
Tan
obnubilados que creen que las cosas se enderezarán en este enredado sendero,
que de golpe aparecerá la bonanza y el
neoliberalismo más bestial endulzará la vida con su beatífica miel. Tanto,
que convencerlos de lo contrario nos puede arruinar la mañana. Más aún cuando
alguien, en una charla ocasional, sugiere con picardía que el PBI que se robaron los K debe estar escondido en el ARSAT. Ni
por su peso ni por su volumen pueden entrar los más de 500 mil millones de
dólares de un PBI en un satélite de
dimensiones similares a un dormitorio y que no alcanza las tres toneladas.
Además, ¿quién sería tan tonto de esconder semejante botín en un aparato que se autodestruye sin poder recuperar nada?
Para
ocultar dinero ilícito no hay que recurrir a tecnología espacial ni artilugios
arquitectónicos, pues con las guaridas
fiscales basta y sobra. Los PRO pueden dar cátedra sobre eso, ya que sus nombres abundan en las filtraciones
de Panamá, Bahamas y demás paraísos fiscales. Como ningún kirchnerista aparece
como titular de cuentas off shore, esperan que una bóveda o un par de bolsos fundamente los prejuicios que orientaron su
voto. Mientras aguardan en vano tal novedad, se consuelan con la
persecución política, los mecanismos medievales de desesperación
judicial y la salvaje destrucción de símbolos.
El caso
más obsceno es el de la estatua de Morón, que ilustra los tres tópicos
mencionados: el acoso, la condena y la
aniquilación. Después de la decisión municipal de retirar el busto de
Néstor Kirchner de la plaza, el intendente convocó a la policía para impedir el homenaje que muchos ciudadanos
hacen en el lugar con flores y cartas. La prepotencia de los que no hacen
nada para mejorar la vida de la mayoría no
puede borrar el recuerdo de los que sí lo hicieron.
La espalda para el pueblo
Para no
reconocer que el gobierno amarillo opera para deteriorar nuestro bienestar hay que ser muy fanático. Una economía
atada al dólar e integrada al peor mundo
no puede ocasionar otra cosa. Un modelo que transfiere recursos de los que
menos tienen hacia los que más tienen no
provoca más que empobrecimiento. Un plan de negociados que involucran millones sin producir nada no derrama más
que miseria. Un candidato que aseguró bajar la inflación en dos minutos y
que al cabo de dos años y medio de
medidas inflacionarias la llevó a casi 35 por ciento debería reconocer su
incapacidad. O la pésima intención de
empeorar todo.
Mientras
tanto, la mayoría que padece la impiedad
de un plan que no está pensado para ella debe escuchar al empresidente Macri que suplica a los especuladores que dejen de
comprar dólares. En un mensaje desesperado, anunció un nuevo acuerdo con el
FMI para un desembolso que sólo
alimentará la fuga de divisas, que supera los 52 mil millones de dólares.
Tanto el Ingeniero como los analistas incluyen en la escena la idea de “la confianza de los mercados” que “le dieron la espalda”. Eso que llaman ‘Mercado’
no hace más que jugar al único juego que
sabe con las herramientas que el
Gran Equipo habilitó desde el inicio de La Revolución de la Alegría. El
resultado era previsible: ante un
mandatario suplicante, un dólar imparable.
Mientras
no frene el drenaje ocasionado por el descontrol cambiario, la importación
desbocada, la exportación angurrienta y la acumulación de utilidades en el
exterior, la inestabilidad económica y
el riesgo país seguirán estando entre nosotros. La ‘Libertad de Mercado’ es
el libertinaje de las corporaciones
especulativas y no produce más que opresión
y miseria para el pueblo. Y el candidato que prometió Pobreza Cero, anuncia
nuevos ajustes fiscales que no
solucionarán los problemas del frente externo y empeorarán la realidad interna.
Ante un panorama tan calamitoso, una
respuesta tardía comienza a articularse. Las organizaciones sociales y los
desempleados hace tiempo que reclaman un
socorro ante la acuciante situación de los más vulnerables. Ahora se suman
los trabajadores de la Educación, que claman por una recomposición salarial que
alcance para hacer frente a la
inalcanzable canasta familiar. Mientras la inflación promete superar el 35
por ciento, el oficialismo sólo ofrece
un mísero 15 y más estigmatización
con eso de la alianza kirchnerotroskista,
una tontuela etiqueta que sólo puede
agradar a los odiadores empecinados. A todo esto se suman las CTA y la CGT
que convocaron a una marcha y paro general para finales de septiembre. Una
protesta bienvenida, aunque debería ser
mucho antes porque este desastre ya no merece tanta tregua.
Si el
Mercado le da la espalda a una gestión que ha hecho todo para satisfacer su
avidez, ¿qué debería darle el resto de
la población, acosado por tarifazos y una dolarización de todo menos de los
salarios? Este breve período de la historia será recordado por la excesiva paciencia ante una receta que
tiene el objetivo de desigualar de la peor manera, ante una banda de
egoístas que supo aprovechar la
incomprensión de una porción del electorado que se dejó llevar de la nariz
hacia el iceberg más duro y previsible.