lunes, 13 de agosto de 2018

Un Cambio muy tortuoso


Mientras algunos celebran con euforia los azotes periodísticos y judiciales descargados sobre los K, muchos padecen las consecuencias de un modelo económico que se desmorona a poco de comenzar a andar. Nadie pondría en duda que el Gran Equipo construyó un escenario para la catástrofe y ninguno de sus integrantes mueve un dedo para evitarla. Al contrario, apelan al circo porque no tienen intenciones de repartir panes. Ni los Gerentes de La Rosada SA ni los que se beneficiaron con estos dos años y medio de desregulación, exenciones impositivas y festichola especulativa. Los acumuladores de fortunas se apropiaron del control del país y están succionando lo más posible con la intención de dejarnos secos y súper endeudados.
Tanto que se quejaban los cautivos de los medios hegemónicos de los “vagos mantenidos por el Estado”, ahora que alimentamos la timba financiera con intereses de magia y que la fuga de divisas ya es alarmante, ¿no dicen nada? Por si no se entendió: entre todos contribuimos a colmar las arcas de tipos que no producen nada; que sólo mueven cifras exorbitantes de un lado a otro sin derramar un centavo. Los colonizados que se quejaban porque las tarifas de los servicios eran muy baratas, que se tragaron el verso de la crisis energética y que pedían la eliminación de los subsidios, ¿lloran en silencio cuando reciben sus facturas? Y si se llegaran a enterar de que, con los tarifazos, las productoras y distribuidoras de energía embolsaron miles de millones de dólares más invirtiendo mucho menos que en años anteriores, ¿qué dirían? ¿Deducirían que los subsidios que aliviaban la economía hogareña ahora van a parar a las cuentas de los que no necesitan nada?
El discurso oficial intenta convencer a su audiencia de que estamos en un país pobre y que hay que sacrificarse para sacarlo adelante, mientras unos pocos se reparten la ganancia que generamos entre todos. Argentina no es un país pobre: padece una desigual distribución de la riqueza y eso no se resuelve con un trayecto como éste. Ningún país es pobre si produce alimentos para 400 millones de personas y tiene asegurada todas las formas de energía por muchas décadas. Mentira que nos tenemos que conformar con migajas mohosas. Mentira que tenemos que renunciar al confort de la calefacción o el aire acondicionado. Mentira que era necesario hacer todo lo que hicieron para mejorar las cosas. El cambio vino para desequilibrar la distribución de los ingresos, la balanza de la Justicia y la convivencia democrática en beneficio de unos glotones que no se empachan nunca.
La calesita de la persecución
Los cuadernos invisibles de Centeno están levantando polvareda. Aunque sea en una causa amañada por un juez y un fiscal que sólo buscan ejecutar una venganza de clase, los grandes empresarios contratistas históricos del Estado empiezan a entrar en escena. Los arrepentidos cuentan cualquier cosa con tal de que no los dejen afuera de la escasa obra pública del Régimen Amarillo. De acá puede salir cualquier cosa, como eso de que los inversores se escapan del cuadernazo o que la causa quedará anulada por el error de que los magistrados no han salido por sorteo. O, quizá lo más novedoso, es que la sociedad advierta que si hay políticos corruptos es porque hay empresarios corruptores. Cuando hablan de la plata de la política no incluyen que hubo alguien que la entregó para obtener alguna ventaja en una licitación o como agradecimiento por el blanqueo de algún chanchullo.
Sin ánimos de exagerar, la carrera por el podio de los más ricos no es una competencia saludable: situarse entre los primeros requiere especulación, evasión y explotación, además de ser un experto en cargarse a los competidores. Que las grandes corporaciones pierdan su pátina inmaculada en el imaginario popular permite ver la película completa: un sistema nocivo que concentra la riqueza en pocas manos dejando al resto en la miseria. Si las cifras de la corrupción política asombran a los espectadores, las de la corrupción privada los dejarían espantados. Una investigación que se dio a conocer en el Tercer Encuentro de Periodistas sobre Flujos Financieros Ilícitos indica que la corrupción privada multiplicó por 150 el dinero de las coimas que se menciona en los no-cuadernos de Centeno. Si Stornelli y Bonadío encarcelan empresarios y ex funcionarios por 160 millones de dólares de coimas, ¿qué deberían hacer con los 24 mil millones de dólares de elusión tributaria del comercio internacional argentino?
Claro que la corrupción política es un problema en casi todos los países del mundo, pero gran parte del dinero que se amontona en los paraísos fiscales proviene de la rapiña empresarial. Y no de empresas que producen bienes de consumo, sino de las que se enriquecen con los bonos de deuda de los países vulnerables, de las que se aprovechan de la desesperación de algunos gobiernos por conseguir dólares, de las que se presentan como inversoras pero lo único que hacen es especular.
Una tarea muy pesada elevar la mirada hacia el sistema económico global vigente desde los ochenta y que deja un tendal de desplazados en todas las latitudes. Presentado como el paraíso de la libertad y la integración, cuando en realidad es un infierno de despojo. Los gobiernos voceros de este modelo logran convencer a sus votantes sobre los males del populismo con tretas y mentiras que calan hondo en los prejuiciosos. En este capítulo de la historia de nuestro país, los medios hegemónicos han logrado que una parte de la ciudadanía tome la decisión suicida de poner como presidente a un exponente fiel a ese plan desigualador.
Con más excusas que argumentos, con más patrañas que datos, Macri está desmadrando nuestra vida para potenciar los privilegios de una minoría y adorna su propósito con una persecución política más propia de una dictadura. Desde las presiones mafiosas a los opositores hasta la extorsión de empresarios para que reciten un guion, desde la destrucción de estatuas hasta el silenciamiento de voces críticas, desde el encarcelamiento arbitrario hasta los militares en seguridad interior. Un escenario oscuro que parece no tener salida. Pero siempre la hay, sobre todo cuando el pueblo tome conciencia de que tenemos que salir cuanto antes de este tortuoso túnel que sólo producirá más dolor.

3 comentarios:

  1. Cuando uno empieza a leer alguno de estos post, siempre es acompañado de esa sensación de que, al rato, ya estará superado, viejo e incluso chiquito; claro, la usina de montajes de la revolución de la porquería parece inagotable, no se cansa nunca... y ahí está ese público consumidor de las novelas en cadena nacional.... la verdad, Gustavo, ¿para qué se hace problemas si hoy sabemos que lo que pasa acá es culpa turca?, conocidos expertos y exportadores de novelas fuleras....

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