La Revolución de la Alegría abandonó la cacerola y adoptó, como
emblema, al clásico y movedizo flan. Como dulce de leche no tenían, lo
sazonaron con una frase que está muy
lejos de la genialidad: “no somos
boludos” o su síntesis para tazas, NSB. Que los amarillos tengan al actor
Alfredo Casero como luminaria guía sugiere
una decadencia de su intelectualidad. El duranbarbismo derrapa por el subsuelo de la creatividad. Los
motivos de la convocatoria al Congreso se concentran en el odio hacia Cristina
que acumularon con tanta sobredosis de
hegemonía mediática. Cualquier observación sobre este hecho no podrá
superar lo dicho por Macri durante una entrevista con la CNN: el Cuadernogate es más exitoso que
cualquier serie de Netflix.
Los que dicen no ser boludos se dejan llevar de la nariz
hacia una hecatombe que también a ellos dejará en la lona, lo que demostrará que sí lo son. Que la corrupción anime sus
espíritus es comprensible, pero el
bullying es condenable. Que mientras estallan de rabia por lo que ven en la
tele, consientan las trapisondas del Gran Equipo, sugiere que la corrupción es una excusa. O peor, que la piensan
como una exclusividad irrenunciable de
la clase que está gobernando en su propio beneficio. Que estallen de
indignación por bóvedas inexistentes y bolsos de capacidad infinita pero justifiquen las cuentas off shore y las
empresas no declaradas es una evidencia de eso.
No buscan justicia, sino venganza. Por eso gritan “cárcel ya para CFK”, acusada de delitos que aún no se han demostrado
por operaciones de prensa cada vez más obscenas. Y magistrados que, lejos de
mantener un equilibrio, se desequilibran
para complacer al Poder Real. El juez Bonadío, el más vergonzante de
Comodoro Py, dirige esta comparsa que ensucia
más a los desfilantes que a los acusados. Y a los que demuestran no saber
cantar, los mandan a la sombra como una
versión vernácula y menos cuidada de la serie yanqui “Sesenta días preso”. Pero la muchedumbre canturreó en la plaza
del Congreso “Bonadío, el pueblo está
contigo”, la coronación de un
heroísmo que no le cuadra y debería abochornarlo. Si el pueblo está
conformado por esos diez mil individuos acomodados que basan su entendimiento en los panfletos dominantes, estamos en
problemas.
El
monstruo equivocado
Mientras los caceroleros claman
por un flan, la pobreza crece en un país
donde no debería existir. Mientras los colonizados mediáticos afirman no
ser boludos, la devaluación, el déficit y la fuga baten records. Mientras los
flaneros bailan alrededor de la hoguera, los especuladores cargan en nuestras
mochilas una deuda superior a 150 mil
millones de dólares. Estos reivindicadores del absurdo son capaces de
aplaudir el gatillo fácil, los palos a
los despedidos y el empobrecimiento de los jubilados. Tan perdidos están
que son capaces de creer que la crisis que ya se olfatea es por la Pesada Herencia, la neblina turca o una
tormenta de frente. Tan obnubilados están que todavía esperan la lluvia de
inversiones, el segundo semestre y los brotes verdes. Tan entorpecidos, que
piensan que todo se solucionará cuando
Cristina esté presa. Tan confundidos, que vitorean la promesa del empresidente de dinamitar el astillero Río Santiago.
Y aunque no entiendan demasiado,
también festejan cuando la represión puebla las calles. En el caso del
astillero, el ajuste huele a revancha.
Un emblema de la Soberanía inaugurado por Perón en 1953 no podría tener otro destino que vaciamiento y explosión en un gobierno
destructivo como éste. Un emprendimiento estatal que construyó símbolos nacionales como las fragatas
Azopardo, Piedrabuena y Libertad, buques de guerra y mercantes, el techo
del Estadio Único de La Plata y las columnas de iluminación de la cancha de
Gimnasia y las turbinas de Yaciretá, además de contratos con otros países. Que algo público funcione mejor que algo
privado es inaceptable para la ceocracia gobernante y en el clima de “libre competencia” que reina,
bombardearlo es lícito. Eso festejan los
flaneros cuando un patrullero atropella a un manifestante.
Tan acostumbrados están a que las
pantallas muestren la vida como un partido de fútbol que hasta ven a los jueces como grandes estrellas.
Así, alientan a los injustos y abuchean a los justos. Hasta creen que la justicia independiente debe ser vengativa. Por eso gritan como ante un
gol cuando el Consejo de la Magistratura destituye
a algún juez que les falla en contra. Como les puede pasar a Enrique Arias
Gibert y Néstor Rodríguez Brunengo, que resolvieron la suspensión de los despidos en Télam o a los que osen aceptar los amparos contra la
estafa del tarifazo.
Como buenos caceroleros, los flaneros están reñidos con los
argumentos: sólo vomitan excusas y, por
lo general, infundadas. Si abrieran sus oídos, si se alejaran unos pasos de
la vocinglería de los grandes medios,
si se atrevieran a prestar atención a la intervención de CFK en el Senado, comprenderían el error que han cometido,
que están cometiendo y que van a cometer. Si se animaran a volver el rostro
a lo que la monotonía discursiva del
Régimen Amarillo intenta tapar a cada instante, dejarían de ver al monstruo
que creen tener enfrente. Entonces descubrirían que son lo que dicen no ser y que
están del lado de la Grieta en donde
habitan todos los monstruos.
mil gracias Gustavo-compartido-besos
ResponderBorrarHasta acá, uno tenía la sensación de que el virreinato repsaba en, básicamente, la estúpida necedad del antiperonista recalcitrante que los prefería aún a costa de hacer moco sus propios intereses.... bueno, la marcha de gerontes enrdecidos de odio y el posterior discurso de Cristina no hizo más que ratificarlo, son necios, estúpidos y brutos.... y sordos, ya que están. Irrecuperables, diría yo además.
ResponderBorrarIntentar explicarnos a estos especímenes, sospecho que es tiempo perdido, aún no queriéndolo expresamente, tenemos cosas mejores en qué ocuparnos, incluso mejores que corresponderles el odio a estos idiotas. El "flan casero", al final, es un fastidio pero les termina cayendo en la jeta... justo el coro de la estudiantina amarilla "reclamando flan" y esa caripela sensacional de la vice, ante el dedo señalador de Cristina; "usted tenía bolsas con plata, a usted se las encontraron, la allanaron?".
Hasta acá, ya no queda mucho por discutir ni justificar, si alquien puede creer que el show allanador del juez glock es serio, tá frito, no es que lo toman de, es boludo, con ganas, entusiasmo y ningún atenuante. Ser antiperonista podría ser respetable pero, creerte que unos perros van a OLER los dólares de un PBI afanado.... en un departamento y por el olor!! - Así no se puede.... capaz que una audiencia tan sensible como ésa esperaba el momento cumbre del espectáculo, el doctor glock, en el dormitorio de la Cris, oliendo una bombacha y la sonrisita babosa, pero bueno, no pasó, no?, ¿¿no??.
Lo compartí en facebook,en el grupo "Resistiendo con aguante Rosario" y lo comenté también.Saludos.
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