Día a día, cambian el
diagnóstico. De las turbulencias de mayo pasamos a la tormenta y de ésta, al tormentón. De una previsión del 10 por ciento de
inflación a fines del año pasado, pasaron al 15 y ahora, el empresidente Macri habla
de un 30. De la Revolución de la Alegría que pocos disfrutan a la Revolución del Trabajo a la que muchos
temen. Del Mejor Equipo de los Últimos 50 años a “la gente tiene que caminar” para
conseguir mejores precios. De “no vas
a perder nada de lo que tenés” a
cada vez dejarnos con menos. El deterioro es cada vez más notorio y tiene
como principal relator al postulante que aseguraba “bajar la inflación en dos minutos” porque lo contrario “es una muestra de
la incapacidad para gobernar”. A
pocos meses de terminar el tercer año de gobierno amarillo, las expectativas están en extinción y lo
único que esperanza es que esta pesadilla termine cuanto antes.
Porque es eso lo que estamos
viviendo: una pesadilla con todas las
letras. Nada bueno para destacar, por
más que los apologistas del Cambio dibujen los mejores elogios. Como no
pueden ser tan creativos, incrustan violentos en la presentación del documental
“El camino de Santiago” y convierten en causa judicial los delirios
escritos por un chofer en unos extemporáneos cuadernos escolares. Los
expertos del establishment no son más que saqueadores descontrolados que se
empecinan en destruir la vida de los que
viven fuera de la burbuja.
El balbuceante Mauricio ya no
sabe cómo encuadrar los estragos en los
lineamientos de un inexistente plan de gobierno. Después de evocar a Lita
de Lázzari con su consejo, reconoció que habían
subestimado el impacto de los tarifazos en el incremento de la inflación.
Hasta un equipo de reserva intuye esto mientras calienta el café del desayuno, ¿y al Gran Equipo se le pasó por alto?
Ya lo había dicho Prat Gay a poco de asumir como ministro respecto al dólar: si
baja hasta diez es porque hicimos las cosas bien pero si sube a los 17 es porque hicimos las cosas mal.
Ellos toman la dirección que
todos advierten equivocada y, cuando se estampan con la realidad, admiten el error como si nada y siguen
pontificando sobre cómo hacer las cosas bien. Ellos siguen afirmando que “no son lo mismo”, pero día a día demuestran que son de lo peor.
Y encima, ante los escándalos del financiamiento de las campañas del Cambio, lo
único que recitan es que es una denuncia
periodística y que hay que respetar lo que diga la Justicia. Justo ellos,
que se trepaban a cualquier historieta
mediática para horadar la imagen de Cristina y presionaban a los jueces
para que inventen procesamientos que faciliten
el cada vez más espurio triunfo. Justo ellos, que con los medios
dominantes, convirtieron los chismes de
un espía en una acusación de
traición a la Patria y el suicidio de un fiscal acorralado, en un crimen de
Estado. Justo ellos pontifican sobre honestidad, transparencia y
republicanismo, que contrataron a la empresa Cambridge Analytica para que haga campaña sucia contra el
kirchnerismo en las redes sociales. Ellos que siempre acusan de mafiosos,
coimeros, corruptos, ineficaces y violentos a los que se oponen en serio, nos brindan el ejemplo en directo cada vez que salen a exhibir sus desmanes como
logros a futuro.
Bilingüismo
en Globolandia
Los tropiezos de este modelo no
dan lugar a dudas: el Cambio es un
retroceso, por más que le pongan maquillaje siglo XXI. Las conciencias
aleladas por las zonceras hegemónicas ponen
su paciencia a disposición de este certero rumbo a la catástrofe. Porque lo
escuchan en la tele, toman como propias
las excusas del establishment para el descalabro que se ejecuta sobre el
presupuesto hogareño. Porque los convencieron de que las tarifas estaban bajas,
hacen suyos los argumentos para el
saqueo que esgrimen los empresarios eléctricos. Si el Gerente de la Rosada
SA dice que tuvieron “que subir las
tarifas un 1000 por ciento”, habrá que
tomarlo como un mandato divino, aunque provoque inflación y haya que
renunciar a otros consumos para pagar las facturas.
En realidad, hay que tomar todo
lo que dicen –hasta las tonterías más humillantes- como palabra sagrada si se quiere bailar al ritmo del sisepuedismo. Si afirman que quieren
educación de calidad habrá que creer que
así lo quieren, aunque el presupuesto sea cada vez más bajo, no se haya construido
ningún establecimiento nuevo ni
mantengan los que están o ignoren el mandato de la ley para discutir paritarias acordes con la escalada
inflacionaria. Si echan empleados públicos porque quieren bajar el déficit,
habrá que aplaudirlos, aunque ellos
hayan incrementado la planta con la creación de nuevos ministerios,
secretarías y subsecretarías. Si ellos dicen que son honestos y transparentes,
habrá que aceptar que los 269
funcionarios que ocupan 890 cargos en empresas privadas no generan conflictos
de intereses, la forma elegante de la corrupción en las élites.
Con sus explicaciones, bajan cada vez más el nivel intelectual de
sus seguidores; los obligan a quedar como tontos en los encuentros
cotidianos, como odiadores sin límites, como
esperanzados sin causa. Y tan contradictorios, que ignoran las evidencias
de la corrupción M mientras se abrazan a
las inexistentes pruebas de la corrupción K. Si aparecen cuentas off shore,
evocan las bóvedas que nunca encontraron,
tan invisibles como el crecimiento amarillo o piensan que el latrocinio populista es tan bestial que se traslada en bolsos, desdeñando
los novedosos métodos posmodernos, tan
comunes hoy en Balcarce 50. Si se difunden los detalles del financiamiento
turbio de la campaña de los PRO, vociferan
que los otros hicieron lo mismo, aunque sea en las elecciones de la
sociedad de fomento de un pueblo de 300 habitantes.
Estos son los aspectos más
entretenidos de la agobiante vida en Globolandia: ver como el otro es
capaz de recitar las boberías más rústicas
y de disimular las incomodidades que acarrea tanto servilismo mal retribuido. Lo otro es más doloroso, porque
detrás de las falacias, patrañas y argucias se esconden los peores resultados del experimento cruel que estamos
padeciendo. Detrás de las inhumanas medidas que se justifican en un
intercambio cotidiano, hay penurias de
carne y hueso, imposibilidades que antes estaban lejanas y hoy resoplan en
el umbral, sueños que ni siquiera pueden
soñarse, un horizonte que se avizora temible y una sobredosis de cinismo
que violentaría hasta a una piedra.
Mientras tanto, las tropelías del
Gran Equipo se siguen desplegando como si
no afectara la caída de la imagen de Macri y sus principales alfiles, como
si no llamara a prudencia el fracaso
rotundo que ya se vislumbra, como si no advirtieran el arrepentimiento de
unos y el llanto de millones, al margen
de la alegría que Ellos prometieron. Como si no olfatearan que están perdiendo la legitimidad que conquistaron
con engaños ni que la disconformidad es el primer paso de la disolución.
Como si no tuvieran en cuenta que el
daño que están haciendo será recordado por siempre.
No sé, Gustavo, está poniendo a sus lectores en una disyuntiva pesada - y algo cruel también - al hacer esa equivalencia entre el virrey caminador y esa señora Lita; mire, esa señora no me caía muy simpática pero, pobrecita, llevarla a esos sótanos de impostura, es mucho.
ResponderBorrarA estas alturas ya no sé si a los seguidores de la porquería amarilla los toman por tontos o efectivamente lo son, hace poco tuve que ver un poco de TN, de la cadena nacional de los cuadernos prófugos y., ¿qué quiere que le diga?, mirando ese panel y los televidentes..... la imagen es espantosa, en la adultez pareciera que casi todos somos "Alonso" (sí, el de "cuanto más grande, más zonzo"), por ahí dicen que el gurú ecuatoriano, arma sus chamuyos para "simios racionales" de 9 años de edad mental.... y no, una exageración, los críos de esa edad son muuuuucho más rápidos, a los simios ésos no les doy más de 4 y con síndrome de abstinencia de bananas..... y hoy estoy generoso.